Un resultado imposible

Debo agradecerle profundamente el haberme dejado aprender tanto sobre el lugar- dijo en cambio.

- Mi señora, soy yo el que debe disculparse. – se quedó de rodillas, pero la sirvienta cayó en que no conocía las costumbres y le hizo levantarse. El galeno se quedó extrañado. Cualquier noble habría aprovechado esa clara sumisión para ordenarle y ella no había dicho nada.

- Me gustaría que, como disculpa, me dejara seguir leyendo sus libros en adelante. Es maravilloso lo que guardan, y realmente he aprendido mucho esta semana.

- Si señora. – cogió un par de libros y la sirvienta los llevó. La joven siguió al comedor y sospechó que tendría que aprender las costumbres. Y rápido. Aunque su vida anterior le estaba ayudando en las últimas pruebas, temía quedar en ridículo o ser una descortés en las siguientes por no conocer las normas y modales propios del reino. Al fin y al cabo, llevaba casi tanto tiempo siendo noble, como viviendo en ese reino.

El rey esperó a que le avisaran de que ya podía irse. Sabía de oídas que la segunda semana solía ser imposible de superar, y no esperó que ese resultado cambiara. Al no recibir ninguna noticia salió a dar una vuelta. Su hija, tan calmada como el primer día parecía haberlo logrado. No supo si alegrarse o no, estaba claro que su primogénita no había tenido la educación de sus otros hijos, pero su relación con ella era extraña, tenía miedo de acabar sin manos y Tarek era poco agradable para él. Si conseguía que saliera bien, no tendría que preocuparse de nuevo por ese reino.

- Padre -le dijo al verle- ¿podrías darme algunos consejos de decoro durante las ceremonias? Es muy nuevo para mí este mundo y no quiero ofender a mi prometido de nuevo. Esperó a que uno de los caballeros diera el visto bueno y la llevó a un comedor.

- Nunca debes sentarte a la izquierda de tu prometido en este reino, y si te casas con él jamás a la izquierda. Antes de empezar a comer es el rey quien hace un movimiento. Si no lo hace, no empieces. Sólo puedes usar el cubierto de arriba en ocasiones especiales, aunque lo pongan en todas. Los hilos de colores detrás de cada cubierto simbolizan lo que los dioses dan a los hombres de Tarek en cada alimento, por lo que, en cuanto acabas un plato recoges esos hilos y los colocas encima del plato, como aceptando el regalo que te han dado con humildad. Sólo puedes beber en presencia de otras nobles si la copa de tu prometido esta llena de vino, si no, se considera una falta de respeto a los presentes. – ella asintió- En la boda recuerda sólo hablar cuando te lo permitan, revisa las normas en caso de que superes las pruebas, no conocemos mucha información al respecto. – eso no la tranquilizó

Le enseñó a quienes podía o no mirar, según el rango en el que estuvieran sentados, qué copa era para qué cosa, que bebidas podía aceptar y cuales se consideraban poco aptas para mujeres, y las pocas costumbres de las ceremonias que había oído de ese reino. Luego de un par de horas juntos, cuando ya iban a volver a separarse, le pudo la curiosidad.

- ¿Cómo es que sabes tarsiano? – la hija sonrió en respuesta.

Un noble no lo entendería jamás. Cualquiera que quisiera sobrevivir en los bajos fondos aprendía Tarsiano. Aunque oficialmente solo se hablara en Tarek, era la forma de comunicarse entre la gente pobre. Un idioma completamente inútil para los nobles, pero muy necesario para una huérfana. Si no hubiera aprendido rápido el idioma en su momento, como otra serie de cosas, no habría llegado a volver a ver a su padre.

Al empezar la semana, se encontró con el rey. Había conseguido desprenderse unos segundos de la pobre criada, que desde que había sido puesta a su disposición parecía que su misión era descubrir los escondites de la noble. Colocada en una zona desde la que había podido observar que no se la veía, observaba al joven rey, entrenando.

Se impresionó al ver su técnica, tenía unos movimientos muy fluidos, y directos, y no podía perder de vista cómo se ejercitaba. Pero no sólo era eso, era ese equilibrio que demostraba, y que, desde que había comenzado a entrenar iba con los ojos vendados. Derrotó a sus oponentes sin problema, pero la forma le era familiar… ¿De qué le sonaba ese movimiento? ¿Dónde lo había visto?

Gozaba de una memoria bastante buena, pero no lograba recordar a quién había visto hacer eso antes. Se divirtió observando como retaba a sus propios guerreros a darles la mitad del reino si le herían, aunque fuera levemente. Estaba completamente sincronizado, y ellos asestaban golpes que muy pocos evitarían y que, parecía prever sin complicación. Era un buen oponente.

El rey no tardó mucho en notar que alguien le miraba y de un movimiento se quitó el pañuelo y se giró a esa dirección, a la vez que frenaba la espada de su compañero de armas. Si, debía ser la joven. Era la única que no sabía que ese punto ciego no era tal, desde el lugar donde estaban ellos. ¿Por qué estaría interesada en verlos practicar? Sacudió la cabeza. Quedaban dos semanas y aunque ya sabía que no era una noble convencional, tenía interés real en ver que hacía con la prueba que había preparado su compañero de armas. Llevaban juntos desde hacía años y siempre había querido tener la oportunidad de evaluar a su futura esposa.

Aunque claro, antes estaba la que decidía el general de su ejército. Estaba convencido de que una princesa debía ser consciente del peligro que corría, y había decidido enfrentarse a ella. El rey había dado su aprobación, confiado, y le había asegura que fuera a por todas. No quería herir a la joven noble, pero el rey le había asegurado que no tenía que contenerse, y que, probablemente se llevara una sorpresa. No quiso decir nada ante su señor, solía acertar con sus predicciones y se despidió mentalmente de la joven, iba a demostrarle a su rey que no era tan fácil acabar con un general como él.

Aun así Nemir estaba convencido de que no sería problema para ella. Esa misma tarde le presentaron al amigo del rey. Incluso éste le consideraba su hermano. Hizo el saludo más cortés y agradeció comer con alguien ese día. El amigo era un hombre algo más mayor, de mirada seria que a ella le resultó muy agradable. La trataba con respeto, y a la inversa el amigo deseó que estuviera a la altura. Estaban paseando tras el almuerzo cuando la dejó pasar delante, conduciéndola así hacia la zona del patio donde le atacaría el general.

En cuanto el hombre hizo un intento por atacarla notó la fuerza impresionante de la noble y como, caía al suelo. Se levantó raudo y sacó la espada, incapaz de reconocer su derrota, pero ella ni siquiera pareció prepararse. Entonces fue hacia ella, bastante rápido, y en un ultimo movimiento intentó darle por el costado. La princesa giró levemente, le agarró de forma que tenía su brazo inmovilizado y la espada cayó al suelo, clavándose en la tierra fría.

Viendo que, claramente la noble le tenía a su merced, pidió furioso.

- Suélteme - La princesa lo hizo. – nunca había tenido una rival capaz de paralizarme. – reconoció algo molesto

- Me halaga. – dijo siendo muy cortés

- No lo creo. Su técnica me dice que he cometido una estupidez al infravalorarla. No volverá a ocurrir- saludó con respeto a la guerrera. Estaba claro que lo era.

Pero la princesa no se tranquilizó. Saundarya sabía que una noble jamás debe ganar a un guerrero, y aun no era nadie allí, como para defenderse. Si descubría su pasado, el rey se daría cuenta de que era una noble desde hacía una semana, la boda quedaría cancelada y volvería deshonrada a su desconocida casa. Aunque casi no llevaba tiempo en el reino, había cogido cariño al lugar. El reino del que había nacido sólo era uno de los muchos lugares en los que, hasta hacía poco, hacía lo que hiciera falta para vivir.

Se fue a su habitación sin decir nada y se enfrascó en los libros que aun no había leído del galeno, realmente le interesaban. No le daría tiempo a leerlos todos, pero mientras esperaba a que la echaran, aprovecharía el tiempo. ¿Qué rey en su sano juicio querría a una guerrera experimentada? Eso tendría que haberlo previsto, pensó enfadada. Aún no sabía como fingir ser una delicada flor, como hacía años recordaba que su padre le había dicho. Eso no la habría mantenido viva. Y recuperar esa vida tan de golpe… Ya le había dicho que no estaba preparada.

Cuando ya estaba más que segura de que no regresaría a Tarek, alguien tocó con insistencia la puerta.

- Princesa – dijo una voz tras la puerta.

Reconoció la voz del rey enseguida. Parecía que aún había esperanza, si la iba a echar, ni se habría molestado en ir a su alcoba.

- Señor – contestó ella, pero esperó, como le decía la sirvienta.

- Quisiera presentarle a alguien muy especial para mí, mi hermana. Como dicta el protocolo, esperaré a que prepare para conocerla. - ¿Preparar?

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