Primeras noticias

La criada no tardó en aparecer.

- Mi señora, es hora de levantarse. – dijo con cuidado.

- Perfecto.

- Le he traído su desayuno. – otra criada más entró, trayendo el agua para que se bañara. Le había extrañado la petición de Nemir, pero comprobó con solo mirarla, que no se encontraba mal y salió en cuanto dejó el barreño. Saundarya la miró ocultando su sonrisa. Estaba claro que comprobaba su salud.

Mientras se bañaba, la joven criada le empezó a contar las cosas que debía hacer ese día. Había una reunión con los hombres de la corte para festejar la nueva boda, y como era tradición, se haría un combate de cinco días en honor a la nueva reina, a muerte. El ganador recibiría 30 monedas de oro y un caballo de la corte. La criada le contó encantada todo, mientras Saundarya dejaba que terminara de secarla, algo incómoda. Aun no se hacía a tener a gente que la ayudara en todo. Se puso tras el biombo, y le ordenó que fuera haciendo la habitación. Cogió el vestido verde con bordes dorados y se lo colocó. Luego escondió su daga en la manga. En el último combate a muerte en el que había participado, habían acabado con parte del público.

Desayunó tranquila, y bajaron a la sala.

- Buenos días - dijo Nemir al verla. Estaba claro que era una Gunidani, cualquier otra habría muerto tras tanto veneno.

Se sentó a su lado y empezó la reunión.

- Como es tradición en el reino, se organizará un duelo de cinco días en honor de la nueva reina de Tarek- dijo en tarsiano- las normas del torneo son claras. La lucha no acaba hasta que uno de los dos ha muerto, sólo pueden presentarse si tienen más de dieciséis años, en la arena la posición y el rango no tienen importancia…- dejó de prestar detalle. Nemir parecía interesado. Estaba claro que le gustaba esa tradición, sus ojos brillaban. Saundarya en cambio hacía mucho que no veía un buen combate. – Y como recompensa, se dará el cofre con las monedas de oro y…

- Una posición en la corte- cortó Saundarya, para asombro de los presentes. El escriba anotó extrañado. ¿No iba a ser un caballo real?

- ¿Mi señora? – dijo uno de los caballeros girándose.

- ¿No la ha oído? – dijo Nemir fulminándole.

- Si… sí mi señor. Una posición en la corte. La prueba está abierta a todos los concursantes- dijo nervioso- y dará comienzo en una semana. – dicho esto salió.

Nemir miró a Saundarya. ¿Una posición en la corte? ¿Qué pretendía? Echó al caballero, pero antes de poder hablar con su nueva mujer, entró rápidamente uno de sus soldados.

- ¡Disculpe mi señor! ¡Tenemos nueva información del ladrón!

- Pase.

El soldado entró rápidamente, preocupado. Miró a Saundarya, pero no parecía irse. Tragó.

- Hay un traidor en el castillo- las cortesanas se miraron preocupadas. ¿Un traidor?

Saundarya miró a Nemir. Éste asintió sin más.

- Déjeme hablar con el ladrón. – dijo con una sonrisa que preocupó al soldado.

- Si, sí mi señora, le llevaré hasta él.

Nemir y Saundarya siguieron al soldado tranquilamente. Éste estaba cada vez más confuso. ¿Por qué ninguno parecía preocupado de tener un traidor en sus filas? ¿Y por qué una noble de alta cuna como la reina de Tarek se ocuparía de una tarea como ésa? Ninguna noble en su sano juicio habría querido ir a las mazmorras por su propio pie, y ella directamente se había ofrecido. ¿Qué clase de reina iban a tener?

Llegaron a donde estaba el ladrón. Obviamente su estado era horrible, y el soldado miró a la noble. Esperaba algún gesto de desagrado o de terror, se decía que las nobles de alta cuna no veían esas cosas para cultivarse, pero la cara de Saundarya estaba tranquila, y no movió un músculo.

- Un traidor, interesante. – abrió la puerta y se puso de cuclillas al lado del ladrón. Estaba con los brazos abiertos encadenado a la pared con unos grilletes, y las heridas de su espalda aun no se habían cicatrizado. Intentó ponerse de pie, pero no tenía fuerzas. Saundarya se acercó a su oído y le dijo algo. El hombre palideció al instante y abrió los ojos, aterrado. - ¿Tienes algo que decir?

El ladrón tembló de miedo. El soldado la miró impresionado. ¿Pero qué le había dicho? Llevaban tres días de tortura y solo habían sacado eso. Ella en un instante le había dejado pálido.

- Es… Tener Segundo, el hijo de Dago, señor. – dijo con un hilo de voz. Saundarya se levantó y en un movimiento, cogió la espada del soldado. Sin mediar palabra, le rebanó la cabeza al ladrón.

- Maten a Tener. Y a su familia. – dijo Nemir sin más. Saundarya le devolvió la espada al soldado y este con una reverencia salió de allí.

Estaba claro que Saundarya era una guerrera Gunidani, pensó mientras salían de ahí. Se mantuvo con la postura correcta y se encontró a la entrada con su criada, que no había podido seguirles. Los calabozos estaban prohibidos para todos aquellos que servían a Nemir. Aun así ella no habría querido entrar.

- Tengo asuntos que atender- dijo sin más Nemir, y salió de allí.

- Vayamos a dar un paseo- dijo a la criada Saundarya, sin cambiar el gesto.

Ella la miró intrigada. ¿Qué clase de reina tenían? Había visto sus cicatrices de batalla, había hablado en tarsiano con soltura, y ahora se metía en las mazmorras y hacía sonreír a Nemir. Incluso en el salón había cambiado las reglas del combate. Saundarya en cambio, tenía otras cuestiones que resolver. Aun desconocía mucho de ese nuevo reino, y era importante que estuviera al tanto de cómo funcionaban las cosas ahí, y pronto. Se sentía evaluada todo el día y si sus sospechas eran correctas, muchas a su alrededor querrían ponerla a prueba.

Lejos de ahí, la hermana la vigilaba. Había puesto en su contra a su hermano por primera vez en su vida. Podría ser una gran guerrera, pero sabía perfectamente su punto débil. Sus modales de noble eran escasos, y probablemente sus facultades como reina de Tarek no estarían a la altura. Tenía que ponerla en evidencia, y pronto.

- Puedes ser una gran guerrera y estratega, pero no eres una noble de verdad- dijo feliz. Nemir no dejaría que le dejara en evidencia. Los tarsianos eran considerados personas con fuertes vínculos con sus costumbres, y Saundarya no las conocía. Nemir había matado por menos.

Saundarya se giró y vio a la hermana por el rabillo del ojo. No parecía contenta. Saundarya no era estúpida. Si no conseguía hacer migas con la hermana de Nemir, que obviamente le conocía mejor, acabaría condenada. Y ella estaba en una posición ventajosa. Su única opción era aprender rápido los gustos de su marido, y las cosas que consideraba importantes. Fingió no darse cuenta de que estaba. Ella no iba a perder.

La criada le siguió mientras disfrutaba de los jardines del castillo. Miró con detenimiento cada flor y cada planta que estaba ahí. Eran distintas a las de su reino, pero ya las había visto antes.

- Parece que va a llover. Entremos, creo que es buen momento para hacer una visita a la biblioteca. Avisa de que vayan encendiendo las velas, yo iré enseguida.

- Si mi señora. – la siguió, confundida. ¿Llover? Si hacía un día despejado.

Cinco minutos después se oscureció el cielo. En la biblioteca ya se habían encendido las velas. ¿Cómo había sabido la joven que iba a llover? El señor de la entrada la miró extrañado, pero la intuición femenina era un hecho, y ésa era su reina.

- Mi señora. ¿Qué necesita? – dijo el bibliotecario. ¿Qué hacía la nueva reina allí? Saundarya miró a su alrededor. Cerró los ojos un momento, y suspiró.

- Necesito la sala vacía, lo más pronto posible.

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