Evaluada

El bibliotecario la miró confuso, pero hizo lo que mandaba. No había mucha gente dentro, en su mayoría estaban los escribas y eruditos del reino, que miraron con curiosidad como la reina esperaba a que salieran. Bajaron la cabeza en señal de respeto, mientras ella se mantenía firme en un lado de la puerta.

- Que no entre nadie- ordenó a la criada. Ella asintió e hizo guardia.

Saundarya se quedó sola durante horas. Revisó los pasillos, y los libros, recogió muchos documentos y los leyó detenidamente. Su tarsiano debía mejorar, y su información sobre Tarek, también. Tras mucha lectura y búsqueda, por fin encontró lo que buscaba. Sonrió, y, usando un papel, calcó el documento que necesitaba. Ahora ya no podía revisar más sin que alguien viniera. Luego, se guardó en la manga el pergamino copiado y guardó el original en su sitio. Cuando ya la criada empezó a preocuparse, oyó los pasos acercándose a la puerta.

- Vamos a comer- dijo tranquilamente. Justo cuando ya iban a comenzar, apareció la hermana. En su reino, si le hermana del rey entraba, era obligatorio levantarse, en Tarek, era un ejemplo de sumisión, lo más correcto era indicarle un lado a la derecha de la ahora reina, es decir, ella, sin mediar palabra. Saundarya hizo lo propio y la hermana no pudo evitar molestarse. ¿Cuándo había aprendido esa sutil diferencia? Incluso su movimiento de mano había sido acorde a lo esperado.

Nemir ni siquiera se fijó en eso.

- Hermana, esta tarde estaré ocupado, no creo que pueda atenderte.

- No te preocupes, hoy he pensado en hacer una visita al pueblo llano con ¿Saundarya era? – aún no habían proclamado su nombre en público, así que no dijo nada al respecto.

Nemir la miró contento, era sensata.

- Tendremos que presentarla al pueblo primero, como Saundarya, reina de Tarek. – levantó la copa, y los demás hicieron lo propio.

- Claro hermano. Si te parece bien, luego podemos hacerlo. – Saundarya siguió comiendo sin comentar nada.

Estaba claro que la hermana iba a aprovechar ese día para dejarla en evidencia, mejor tener cuidado. En cuanto se levantaron de ahí, fue a su habitación a lavarse la cara. Por suerte para ella, su sirvienta la apoyaba.

- Mi señora, las ropas para la presentación al pueblo- dijo haciendo una reverencia, antes de que saliera.

- Te agradezco lo que has hecho, me aseguraré de que seas recompensada – dijo antes de volver a cambiarse. Aun así, aunque la sirvienta le estuviera ayudando, había cosas que sólo ella podría descubrir. Sonrió para sus adentros. Si la hermana intentaba hacer que fallara, ella también sabía jugar a ese juego.

Salieron preparadas a la entrada, donde Nemir presentó a la reina. Ya estaban todos esperando.

- Desde hoy, esta es la reina de Tarek, Saundarya, la primera de su nombre. – todos la miraron brevemente e hicieron una pequeña reverencia. Incluso llevaba las ropas de la ceremonia, estaba claro que había elegido a la reina correcta.

La hermana le miró tranquilamente.

- ¿No quieres decir unas palabras al pueblo? – Nemir esperó interesado. Saundarya la miró y sonrió sin problemas.

- Estoy tremendamente agradecida de estar aquí en un reino tan rico y sabio, con una maravillosa historia. En honor a Defrades y Gormian- dijo mirando a los dragones esculpidos en la piedra- por su valeroso gesto- dijo inclinándose hacia ellos.

- Por su valeroso gesto- repitió el pueblo asombrado. ¡Sabía la historia de los dos dragones que dieron su vida por Tarek! ¡Qué gran reina!

- Espero poder estar a la altura de aquellos que los precedieron. – hizo los signos de respeto, y miró a la hermana- gracias por dejarme la entrada.

La hermana se cabreó enormemente. ¿Cuándo había aprendido la historia de los dragones gemelos? ¿Cómo sabía que palabras escoger? ¿Cómo es que había dado con los signos correctos? La sirvienta se impresionó. Ni siquiera ella sabía que había que decir, y aunque les habían enseñado costumbres, Saundarya estaba muy lejos de entender todos los formalismos.

Saundarya miró feliz hacia su manga. Ahí, el pergamino que escondía tenía las palabras justas que debía decir. Quienes eran Defrades y Gormian, era algo que aún desconocía, pero tenía experiencia de sobra con cómo lidiar enfrentamientos. El carruaje no tardó en llegar. Saundarya y la hermana subieron.

- Saundarya, estoy encantada de que estés tan versada en nuestra historia. Es una alegría tener a una nueva hermana instruida.

- Gracias

- Imagino que, al ser de la nobleza, has tenido el placer de escuchar a grandes músicos en el palacio.

- No precisamente- reconoció tranquila- regresé tarde a la vida en palacio, no he tenido el placer.

- O, - perfecto, no sabe de música. – Pare aquí- dijo de repente al conductor. El paró los caballos y bajaron.

El pueblo llano era tal y como se lo había imaginado. Aunque sus vestidos y ropas eran distintos, y los signos malsonantes eran algo diferentes, ella había vivido muchos años con ellos, y sabía cómo lidiar sin necesidad de escolta. Desvió su cuerpo con gracia, incluso cuando llevaba las ropas de ceremonia aún, algo pesadas, y ayudó a un joven. La hermana le miró impactada. Incluso ella, que llevaba mucho más allí, no había entendido la situación del joven.

- ¿Cómo has sabido…?

- Una reina debe comprender a su pueblo – dijo sin más.

Siguieron andando, y las criadas le seguían sin perderlas de vista. Nada había salido como esperaba, y aunque lo más lógico habría sido reconocer que había ganado la ronda, la hermana en cambio, siguió poniéndole a prueba.

- ¿Puedes traerme Efobos? – Tan solo en Tarek se conocía esa planta, y no era común ni en palacio, asi que lo más probable es que no `pudiera reconocerla. Parecía una rosa, pero era negra y desprendía un olor agridulce extraño. Muchos la confundían con la rosa del té. – para consumir. – añadió. Si le daba la decorativa, reconocería su falta.

Saundarya la miró interesada. Estaban delante del herbolario, y el resto de clientes la miraba esperando. Era la hermana del rey, así que miraron a la reina, esperando. Obviamente, con tanta gente, no podía negarse. Aun así, la hermana no contaba con que Saundarya ya la conocía. El galeno le había dejado en su momento libros de plantas de Tarek, tras hacer la prueba, y gracias a ello, había conocido la curiosa planta. Sin mediar palabra, se acercó a la barra. De un movimiento, dio una patada a la barra y salto con delicadeza. Con el impulso llegó al techo, y agarró el Efobos de consumo, ligeramente más grisáceo que el de tocador.

- Aquí tiene hermana. Yo recomiendo que lo mezcle con cúrcuma, es más digestivo así. Por favor, pónganos cúrcuma también. – el hombre asintió y se la metió en un pequeño envoltorio de seda.

- Gra… gracias. – dijo entre dientes. – Ya que estamos, llevaré algo de Azahar para mi hermano, le agradará. – sonrió. Saundarya le devolvió la sonrisa. ¿En serio quería ganar contra una guerrera Sombra?

Salieron del herbolario y siguieron paseando. De repente Saundarya paró.

- Deme esa carne - dijo sin más al hombre. Éste se la tendió sin comprender, y la metió en una tela, pero le extrañó la elección de carne tan dura. La sirvienta la agarró para que Saundarya no se manchara.

- Un lobo de Hatha necesita este tipo de alimento en su fase de crecimiento- explicó a la hermana, confundida. Ella ni siquiera sabía que comían esos animales.

La siguió sin decir nada más. La había subestimado, estaba claro, estaba bien informada. Tendría que darle vueltas a un nuevo plan.

- ¡Mirad señora! ¡Telas de las tierras blancas! - Saundarya se acercó a ellas a mirar.

La hermana no la perdió de vista, mientras miraban las telas.

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Comments

Ido Rojas

Ido Rojas

que cuñada tan jija

2024-02-07

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