Segunda prueba

El sirviente aún impresionado señaló cómo se iba y asintió sin reaccionar. Tardó aun un buen rato en salir del pasillo y darle la noticia a un caballero, que se lo contó al rey.

- Es interesante, parece bastante perspicaz. Creo que podemos dejar de hacerle más pruebas de ese estilo. ¿Dónde está ahora?

- Tengo entendido que está paseando por los jardines

- ¿Qué? – el caballero cayó en su error rápidamente y avisó a uno de los sirvientes para que la buscara.

La joven se había vuelto a librar de su sirvienta por tercera vez. El paseo por los jardines era precioso, pero sobre todo era una estrategia para despistarla. Tenía demasiado interés en ver a los guerreros entrenar y estaba convencida de que ella no era precisamente apta a partir de ahora para volver a hacerlo. No tardó en encontrar un lugar donde esconderse en el jardín y que su fiel criada le siguiera, y ahora podía ver cómo practicaban los movimientos de ataque y defensa.

Por una parte, le recordó a su pasado no tan lejano, y, viéndose ahora con esas ropas y formalidades le dio envidia. Había llegado a ser muy diestra y no sólo eso, sabía mucho de armas, y reconoció autenticas obras maestras preparadas para ser usadas. Esperaba llegar a conocer la armería algún día. Seguro que allí se sentía como en casa.

- Señora- dijo una voz tras ella. Fingió mirar a la lejanía cuando vio a uno de los caballeros del reino de Tarek. Le hizo una pequeña reverencia- Acompáñeme, su padre quiere verla.

Siguió al hombre suspirando de nuevo, con la cabeza bien erguida y tranquila. Su criada no tardó en verla de nuevo. Pero, para su sorpresa, el padre que tan poco conocía había cambiado mucho. Estaba extrañamente nervioso, no paraba de vigilar las espaldas, aunque nadie le seguía, sudaba, intentando ocultar que ocultaba algo.

- ¿Qué tal vas? - dijo nada más verla. Ese día había empezado a helar por la mañana y no tenía sentido como se comportaba. Por un momento se preocupó por su salud, no parecía encontrarse bien y evitaba mirarle a los ojos.

- Bien, - sonrió. No le preguntó porque había tardado siete días en verla, tampoco es como si tuviera interés especial en contarle nada. Y así, tan rápido como llegó se fue.

- Me alegro, cuídate. Me voy a dar un paseo por el pueblo.

La joven se quedó asombrada de lo absurda de la conversación, pero estaba convencida de que el cambio al comportarse ahora no se debía a ella sino a donde se encontraban. Era el reino vecino, aún estaban con las pruebas y, por lo que sabía de su padre, estaban pensando en un tratado de paz, si la novia resultaba la correcta. No tardó en aparecer de nuevo el mismo caballero que la había pillado in fraganti y le guio a otro lugar.

Esta vez fueron a una de las almenas centrales, cruzando el patio principal. Subieron unas cuantas escaleras que parecían cada vez estrecharse más, y ser más bajas, pero ella no pareció quejarse. Por fin dieron con una zona de donde emanaba un olor a hierbas muy concentrado, y de donde se oía a alguien moverse de un lado a otro.

- ¿Qué es este sitio? - dijo, reconociendo el lugar.

- Esta es la zona del galeno, él le explicará...

- ¡Señor! El joven rey le está llamando- un jovencísimo sirviente había subido corriendo.

- Pase – dijo mostrándole una puerta y se largó sin más. La sirvienta pensó extraña en la pregunta. ¿Qué clase de princesa no reconocía los aposentos de un galeno?

Un hombre de aspecto curioso, le sonrió. Tenía una barba rizada y abundante y una piel muy quemada y estropeada. Pasaron a donde trabajaba. Desde una pequeña ventana se colaba un haz de luz que daba un aspecto misterioso a su lugar de trabajo: una serie de mesas, con muchas, muchísimas plantas, mezclas y tarros, todos en tarsiano, ocupando hileras.

También había muchos libros con dibujos de plantas, señales de veneno, e incluso símbolos que no pudo reconocer.

- Usted debe ser la prometida esta vez. – dijo tras un rato con voz grave

- ¿Cuántas ha habido antes que yo? – preguntó interesada

- Suficientes- contestó. Luego la guió hasta una mesa del fondo y le trajo una vela- los botes están ahí. Su trabajo es reconocer las plantas, dividirlas en venenosos y medicinales y reconocer cuales son los menos indicados en caso de heridas infecciosas. Para ayudarse, claro está puede consultar cualquiera de nuestros libros, todos en nuestro querido idioma, puede ojearlos sin problema. – sonrió con suficiencia.

Esa princesa llevaba aquí ya una semana ahí y había descubierto a las jóvenes, había que reconocerle que era una chica lista. Además, parecía ser buena escondiéndose, ya había visto tres veces a la joven despistando a su criada. E incluso creyó verla al principio estudiando el terreno.

Pero esta prueba suponía un problema para las nobles. Por ley, ninguna de las princesas, en los países vecinos, estudiaba tarsiano. Se consideraba, fuera del reino un idioma indigno, entre las personas de alta cuna, por su extraña pronunciación y esos chasquidos que le acompañaban. Una estupidez, a su parecer, pero una de las principales razones, de que nadie hubiera pasado su prueba desde que había comenzado el rey a buscar esposa. En el reino era fundamental conocer el idioma Tarsiano.

El galeno sabía perfectamente que su prueba era la más difícil, una persona por muy letrada que fuera no puede aprender un idioma tan complejo en cuestión de días, y, además una noble jamás tenía formación en plantas, porque siempre estaba rodeada de gente que sabía por ella. Contento de tener la prueba insuperable, la miró con suficiencia.

La joven sonrió con calma al galeno y se sentó. Reconoció por su simbología tres botes que habían supuesto en más de una ocasión en su vida la salvación y los apartó a un lado nada más empezar. Luego, miró hacia arriba y pidió a la sirvienta unos libros muy concretos. Tras una breve mirada, eligió uno de ellos, y empezó a leer con calma. Por desgracia el libro era muy grueso y pronto oyó la campana que le avisaba de que debía bajar. Además, la vela se le estaba consumiendo.

- Disculpe, el libro es muy interesante, ¿podría llevarlo a mi alcoba para seguir leyéndolo? Temo no poder acabarlo pronto si sólo lo leo un rato por las tardes.

- No hay problema señora, lo que desee. – dijo estupefacto el galeno y con un asentimiento de éste, la sirvienta cogió el libro y la acompañó a cenar.

El galeno no salía de su asombro. ¿Sabía Tarsiano? ¿Cómo? Bajó con cuidado hasta los aposentos del rey y espero a que su sirviente le dijera que podía pasar.

Siguió como siempre comiendo en el gran comedor sola. Pero estaba preocupada. El Tarsiano era difícil y desde hacia tres años no lo leía. Hablado no tenía problema, pero escrito le costaba más. Algunas cosas no las había entendido cuando las leyó por primera vez delante del galeno, pero no podía reconocerlo. No quería que se diera cuenta de que se le escapaba información.

El Tarsiano tenía una complicación: era complejo al escribir, y algunos símbolos que recordaba poco cambiaban el significado completamente. Tampoco la letra del galeno, o aquel que lo hubiera escrito era clara y necesitaba releer todo de nuevo para asegurarse de que estaba entendiendo bien. Terminó de cenar, solo acompañada de su sirvienta, dejó que la ayudara a cambiarse y luego le dejó irse a dormir. En cuanto se hubo ido, encendió un par de velas y se sentó en la mesa que tenía su habitación.

Volvió a revisar aquello que había leído por encima y revisó una y otra vez asegurándose de que realmente estaba entendiendo bien. Cuando hubo acabado con lo que se suponía que había leído ante el galeno, siguió algo más hasta que le pudo el sueño.

A la mañana siguiente la sirvienta se encontró a la noble que acababa de llegar, durmiendo con el libro al lado. Se está esforzando, pensó alegre. Esta noble, al contrario que las anteriores, le gustaba. Tenía ganas de hablarle de su rey, y de cómo era todo, pero que fuera bien por ahora, le habían dicho sus compañeras más de una vez, no implicaba que fuera la elegida.

Pidió ir a visitar la zona del pueblo esa mañana tras desayunar y no hubo problema. La sirvienta le llevó a conocer los campos y comieron por la zona. Aunque su ésta era silenciosa la prefería a la de su palacio. No la acosaba y parecía más feliz de su trabajo que la otra. Además, podía notar como le brillaban los ojos cuando señalaba lugares. Le gustaba vivir ahí.

Gracias a la escusa del paseo empezó a reconocer las plantas del libro en los puestos, y por cómo las colocaban o en que proporción se vendían, daba información a la joven. Y no sólo eso, quién compraba el qué. Si era una jovencita, o un señor mayor, o alguien enfermo, o una madre… Se fijaba en todo en silencio, tenía que conseguir que ese rey tuviera un mejor concepto de ella. Aunque desde su llegada no se habían vuelto a ver, había comprendido que un rey debía estar ocupado. Y si en el futuro iba a ser así, mejor. Ella era muy independiente, y un hombre atosigándola le agobiaría en seguida.

Tras la comida volvieron al lugar donde trabajaba el galeno y la princesa siguió dividiendo los botes. A veces miraba un libro, lo abría, consultaba una cosa y cambiaba de libro. Otras, se pasaba rato mirando y colocaba los botes, y en ocasiones sólo leía. El galeno no perdía detalle de lo que hacía, asombrado. Y se lo fue contando al joven rey.

- Mi señor, sabe leer Tarsiano. Y lee a bastante velocidad. Y no sólo eso, está diferenciando los botes por clases complejas, no en tres como imaginé que intentaría.

- Ya me imaginaba que pasaría algo así. – una mujer de la nobleza no habría sabido ese ataque, y por lo que había descubierto de la noble hasta ahora, había vuelto a serlo hacía poco - Si es cierto lo que creo, esta prueba no le va a costar mucho. Y menos la siguiente.

Ya se acababa la semana y el galeno iba a tener que reconocer su derrota. Esperó que se mofara de él, no sería la primera noble que le despreciara. Al fin y al cabo, era obvio que el primer día la había subestimado.

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Comments

Jenifer Iguini

Jenifer Iguini

me encanta 👏👏👏

2024-03-15

0

Isabel Conde Lema

Isabel Conde Lema

me gusta es interesante 😻

2024-02-28

2

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