Vol 2: Problemas

Justo bajo la ventana a su espalda, la rubia de ojos azules estaba sentada llenando varios papeles que estaban una mesa horizontal que no destacaba por sus materiales o presentación.

Cerca a su espalda, tenía colgado algo que pasaba por extraño, no solo por ser algo que nunca habían visto, sino también a causa de tenerlo pegada al muro como si fuera un cuadro, pero cualquiera que lo viera no sentiría aquel objeto como un trofeo o simple decoración.

Si aquella mujer que era considerada como la actual heroína es quien lo poseía, solo significaba que era un arma, la cual las personas nunca habían visto. Al igual con el material con el que fue construido, nunca nadie lo había visto. Para quienes la vieron cargando el arma, su cañón siendo expuestos desde su guardamanos, los huecos que este poseía lejos de maravillar a las personas,  de alguna manera, les daba una sensación de inseguridad. Desconocían el porque tenía los huecos, el porque de aquellas barras que parecían ser una parte donde se sostenía. Le tenían miedo a ella y a lo desconocido que eran sus armas y capacidades físicas.

A diferencia de aquella extraña arma, su espada, la que se creía era una espada sagrada, era tratada como un simple juguete tirado en el suelo. Todo aquel que llegase a ver su comportamiento, tendría mas que en claro que, a ella no le puede importar menos el Imperio de Reyjavik.

Simplemente, ella ayuda al Imperio porque sus intereses están alineados hasta cierto punto. De no ser así, probablemente ella nunca hubiera aceptado ayudar aquel hombre que su novia tanto odia.

Nicole di Reyjavik, la mujer en la que todos habían puesto sus esperanzas de que los liberaran, pero que a la final, no hizo nada.

“Hm”

A sus oídos llego el sonido de la puerta siendo golpeada.

“Entra”

Ni si quiera espero a saber de quien se trataba, solo dio su orden y la persona al otro lado de la puerta entro lentamente.

No se sorprendió al ver quien estaba pidiendo permiso para entrar, solo detuvo su mirada en la mujer de cabello rojo y ojos cafés que lucia estar cansada. Su rostro estaba bañado en sudor a causa de todo lo que tuvo que correr solo para llegar a la habitación donde estaba Nicole llenando diferentes papeles.

Cuando Nicole llegaba a una de las 8 ciudades exteriores, automáticamente pasaba a tener control sobre la misma en el tiempo en que estuviera allí. Todos los recursos tanto naturales como humanos pasaban a su liderazgo con excepción de las 4 ciudades interiores y de la capital, que era regida directamente por el rey, el resto de las ciudades eran gobernadas, no por una familia noble, sino por los generales del rey.

“Adrianee, ¿me traes buenas noticias?”

“Ojala fuera así, el Rey solicito de urgencia que tanto nosotras como la unidad bajo su mando se dirijan a la sexta ciudad”

La preocupación era notable en el rostro de Adrianee, aunque la sexta ciudad estuviera en el exterior, su caso era especial, ya que quien gobernaba en ella era Viktor el segundo hombre más fuerte después de Carmilla en el Imperio. Que Nicole sea enviada a esa ciudad solo significaba que algo le había sucedido a Viktor.

“¿Que le sucedió a ese calvo?”

“Tanto el Rey como Carmilla creen que puede haber muerto. Los soldados que lo acompañaron dijeron que la ciudad carecía de las defensas exteriores que normalmente estaban apostadas”

Levemente se pudo sentir como el silencio inundaba la habitación, cualquiera se pensaría lo que acababa de escuchar. Viktor Rosas, el segundo hombre más fuerte, pero a la vez, el más leal y quien cumpliría su misión así fuese a costa de su vida.

“¿Que es lo que cree Carmilla que ocurrió?”

“Que estaba cansado, con sueño y tal vez con hambre cuando llego a la sexta ciudad y ese descuido le costo su vida”

“...”

El poco tiempo que Nicole llevaba en el Imperio le dejó mas que en claro, que no había nadie más obsesionado con terminar sus misiones que Viktor, incluso si su misión fuese un suicidio, él dejaría lo que estaba haciendo en el momento con tal de cumplir su misión.

“¿Quien creen que es el culpable?”

“No se sabe, pero... ¿No sería mejor que usted misma le pregunte al Rey o a la señorita Carmilla?”

“Es cierto que podríamos hablar directamente, pero no tengo el mínimo interés en hablar con ellos, prefiero que tu misma me hagas llegar los mensajes”

Internamente Adrianee no sabía como responder a ello, por el mero capricho de Nicole, su estrés y carga de trabajo aumentaban innecesariamente.

“Bien, recoge estos papeles, e iremos a las celdas, nos llevaremos a Yekaterina con nosotras”

“¡Alto, alto alto!”

El estrés de Adrianee se estaba acumulando, a su vez, no pudo reprimir lo que tenía para decir.

“¡Eso es una locura! ¡Ella hace parte del gremio! ¡Y no se le olvide que usted fue la que les declaro la guerra al atacar el edificio!”

“...”

La desesperación de Adrinee no tuvo respuesta, solo pudo ver como Nicole se levantó de la silla y cogió aquella arma colgada en la pared y siendo sostenida por una correa, se la puso en la espalda. En cambio, su espalda, tirada en el suelo, la cogió como si fuera un palo cualquiera.

“¿No cree que es mejor dejarla aquí? Además, ¿Que haremos si el gobernador se entera de que se la llevó?”

Nicole caminaba tranquilamente, e hizo a un lado a Adrianee dirigiéndose a la puerta. No le importaba en lo más mínimo. Lo único presente en su cabeza en ese momento era aquella persona que parecía nunca podría tener. Laure di Reyjavik.

“¿Desde cuando ese infeliz fanático de una Diosa muerta tiene más poder decisorio que yo?”

Adrianee solo pudo ver como su superior salió de la habitación dejándola atrás. Como una simple soldado del peor rango que alcanzo llegar hasta la cima por el mero deseo de Nicole, no le quedo más opción que cerrar la boca y cumplir su orden para salir corriendo tras Nicole.

“¿Por qué esta mujer esta tan obsesionada con la Princesa?”

El paso de Nicole era tan exageradamente rápido, que aunque corriera no lograba alcanzarla. Aun cuando solo fueron pocos segundos, la distancia entre ambas eran como horas.

(Ella no tiene el menor interés en este lugar, pero aun así lo gobierna bien, ella hizo más que cualquier persona que a pasado por este infierno, entonces, ¿Por qué ese contraste entre su pensar y su actuar?)

Sin más opción, continuo corriendo en un intento de alcanzar a Nicole.

Parte 2

Los brillantes ojos verdes de Yekateria miraban con un odio más que profundo, casi llegando a la obsesión, a Nicole. Con solo verla, sus dientes rechinaban de la ira. Si sus manos y pies no estuvieran atados con cadenas al muro de la celda, sin duda alcanzaría su muerte a manos de Nicole.

“¿Ahora que vienes a hacer con nosotros?”

Se estaba conteniendo, por más ganas que tuviera de insultar a Nicole, prefirió aguantarse lo más que pudo, pero su tono lleno de ira dejaba más que en claro que a la mínima intentaría asesinar a Nicole.

“¿Nosotros? Estaba vez vine por ti"

“¡Explicate!”

“Tu te vienes conmigo a la sexta ciudad, en cambio, él se va a quedar aquí”

La tranquilidad mostrada por Nicole estaba agobiando a Yekaterina. Su mirada se clavó en un elfo tirado en la cama durmiendo con los grilletes atándolo al muro.

Solo verlo hizo que todo en ella cambiara, su mirada de odio se convirtió en una de preocupación y sus palabras enérgicas se convirtieron en pequeños gemidos evitando llorar.

“Tú, estas loca, ¡Si el se queda aquí...!”

“Ese no es mi problema. Si no te hubieras negado a entregarme a Laure aquella vez, nada de esto estaría pasando”

“Llévalo”

La voz de Yekaterina se quebró, el peso de sus palabras comenzó a sentirse, y lentamente, el sollozo se convertían en lágrimas.

“¡LLEVATELO! ¡LLEVALO EN VEZ DE A MÍ! ¡POR FAVOR!”

“...”

“¡POR FAVOR! ¡LLEVALO A ÉL! ¡TÚ TAMBIÉN SABES LO QUE VA A PASAR SI ÉL SE QUEDA AQUÍ SIN TRATAMIENTO!”

El doloroso llanto era suficiente para destruir incluso los sentimientos de Nicole que solo podía quedarse callada, todos en aquella putrefacta prisión podían escuchar los gritos desgarradores de Yekaterina que se unieron al ruido de las cadenas chocando contra los muros en su violenta reacción.

En silencio, Nicole se acerco a las cadenas que aprisionaban sus manos.

“¿¡QUÉ ESTÁS HACIENDO!? !DETENTE! ¡POR FAVOR! ¡SI ME TOCA MORIR AQUÍ QUE ASÍ SEA! ¡PERO, LLEVALO A ÉL!”

Ignorando las suplicas de Yekaterina, de un tirón, Nicole arranco las cadenas que sostenían la parte alta de la mujer del muro.

Al instante, el peso de la mujer se descargó sobre los brazos de Nicole que reforzó su cuerpo con magía para poder mantener su control sobre Yekaterina.

“¡POR FAVOR, NO LO DEJES AQUÍ!”

Volviendo a ignorar las suplicas, Nicole dio otro tirón separando las cadenas que mantenían los pies de la mujer adheridos al muro.

“Por favor... Detente”

Incapaz de sostener por más tiempo los gritos, solo le quedó el ser arrastrada por el suelo desde los grilles de sus manos, aun sin importarle el posible dolor creado por el estiramiento excesivo de sus músculos al ser jalada bruscamente para separar las cadenas del muro.

“Por favor... Llévalo a él”

Sus palabras se ahogaron ante el triste pasillo por el que estaba por recorrer. Aguantando el dolor de no poder ayudar a aquel elfo moribundo con el cual se había casado.

Parte 3.

Poco a poco, sus pasos alcanzaban a los de Nicole, la distancia que las separaba era extremadamente exagerada, solo el caminar de la rubia las había separado por casi 15 minutos.

Para Adrianee era imposible imaginar como era posible que Nicole tuviera tal velocidad.

Sus ojos podían ver claramente esa armadura dorada que brillaba incluso en el día, con esa arma que nunca había visto en su espalda y la espada colgando en su cintura.

Pero lo que más le llamó la atención era ver a Yekaterina siendo arrastrada por el suelo mientras lloraba.

“Nicole, espere por favor”

Al escuchar su voz, la rubia se detuvo y giro su mirada para ver a Yekaterina. Aunque no estaba sudando, su respiración acelerada ya dejaba en claro que estaba cansada.

Se detuvo tras la espalda de la rubia dándole especial atención al hecho de ver a Yekaterina llorando. Podía ver claramente como las piernas de la mujer estaban hinchada, pero no pudo imaginar que fuese por ese dolor por lo que lloraba.

Sin previó aviso, Nicole comenzó a caminar, y tras ella, Adrianee la seguía teniendo en mente la razón por la cual lloraba la antigua heroína.

“Puede ser eso”

Se acercó a Nicole para susurrarle.

“¿Es por la enfermedad del líder del gremio?”

Su susurro fue directamente al oído para evitar que la escucharan.

Cuando hizo su pregunta, separo su rostro del oído de Nicole y vio como esta daba una afirmación con su cabeza.

Hace varios días, Nicole le había comentado la pobre situación del elfo, al cual le intentaron dar tratamiento por medio de magia, pero aunque su condición mejoraba por unas horas, después volvía a tener problemas para respirar, escalofríos constantes, fiebre que variaba en su temperatura, un cansancio extremo, moretones que con solo haberse golpeado con el borde de la cama eran excesivamente grandes, sin mencionar su piel extrañamente pálida.

Se decía que Yekaterina lograba controlar la enfermedad con plantas muy raras del continente Demoníaco que difícilmente eran plantadas. Pero que poco a poco el número de medicina que debía consumir aumentaba a puntos en los que era difícil suplir sus necesidades.

Los que sabían de su situación ya sabían lo que Yekaterina se negaba a aceptar, su esposo estaba por morir.

Nadie sabe, cuando, cómo, o por qué, tiene esa enfermedad. Los rumores decían que era una maldición por parte de los Demonios en los tiempos de la Guerra de Extinción, otros que era una enfermedad común de su raza, y algunos otros que era causa de algún veneno.

Su enfermedad solo pudo ser conocida cuando el actual Rey trajo del otro mundo libros de medicina. Una enfermedad desconocida en este mundo, no porque no existiera, sino porque muchos de los casos que se habían visto, eran tomados como una maldición.

Una enfermedad que ni siquiera la magia podía curar.

En ese momento Adrianee lo comprendió, la magia no era todo poderosa y aunque hiciera posible lo imposible, ella y cualquiera en este mundo desconocía cuales eran esos límites.

“Hola... Heroína”

Al estar tanto tiempo perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta en el momento en que Nicole se había detenido y los llantos de Yekaterina acabado.

Pero al sentir esa voz llena de ironía, supo de inmediato que estaba en una situación peligrosa.

“¿Que quieres? Ya te dije que no te atrevieras a hablarme”

Ninguno de los dos se miro fijamente en ese momento, sus palabras parecían como si estuvieran hablando solos.

“¿A dónde crees que llevas a mi prisionera? ¿O acaso se te olvido quien es la jefa en esta ciudad?”

Su apariencia femenina distaba demasiado de su voz claramente masculina. Un cabello rubio, que le llegaba casi a la mitad de la espalda, unos ojos azules brillantes, su boca y ojo izquierdo estaban tapados por una mascara negra, vestía ropa de mujer, pero sus pechos eran planos.

Estaba acompañado por dos soldados que a los ojos de Adrianee parecían más que sospechosos.

“¿Jefa? ¿Por qué mejor no dejas esa estupidez de creerte una Diosa que murió hace miles de años?”

“Entiendo que estas celosa de mi apariencia, pero, eso no responde mis preguntas”

“Me la llevo a donde me de la gana de llevármela, o se te olvido que mientras yo este aquí soy yo quien mando”

El gobernador de la Octava Ciudad, un hombre que en cierto punto de su vida se volvió un extremó fanático que la antigua Diosa Progenitora de la Guerra, al punto de creerse su reencarnación. Lo único que lo mantenía controlado de hacer alguna locura era su devoción al Rey Actual.

Sin temor alguno, el hombre acercó su rostro al de Nicole.

“¿Y tú quien te crees para venir a gobernar en mi territorio?”

“Quita tu asqueroso rostro de mi cara si no quieres que te rompa la cara”

Al escuchar las palabras de Nicole, los soldados que acompañaban al gobernador comenzaron a sacar sus espadas por si iniciaba una pelea, pero al instante el gobernador les dio una señal con la mano para que no hicieran algo estúpido.

“Espero que cuando nos volvamos a encontrar, alguno de los dos este muerto”

Alejó su rostro del de Nicole y comenzó a caminar nuevamente siendo seguido por aquellos soldados que no le quitaron la mirada a Yekaterine hasta que se alejaron lo suficiente.

Cuando Adrianee volvió a mirar a la antigua heroína, vio que su mirada triste había cambiado por una de miedo. No por lo que pudiera haber ocurrido si ella se hubiera quedado allí, sino por la extrema hostilidad que Nicole y el gobernador de la Octava Ciudad parecían tenerse. Tanto, que sin haberlos visto, fue igualmente afectada.

En cambio, Adrianee prefirió hacer como si nada hubiera ocurrido para evitar hacer alguna locura.

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