(Vol. 1) Capítulo 7: Imperio Decadente, Imperio Naciente Parte 2.
Volando a una altura a la cuál las personas no podrían notarlos, bañados por la luz del amanecer, miraban fijamente el suelo.
“Alaric, amor, ¿Hace cuando dejamos la Sexta Provincia?”
Mirando por un momento a la mujer a su lado, de arriba abajo, detalló todo en ella, su cabello castaño hasta la mitad de la espalda, sus ojos cafés que parecían absorberlo, sus mejillas pomposas que daban una sensación de belleza, pero, contrastaban con una mirada seria casi rozando el enojo. Sin despegar su mirada, bajo mirando su pecho cubierto por un qipao rojo con decoraciones florales que llegaba hasta sus tobillos. Sus piernas y brazos bien marcados como si se dedicara a hacer ejercicio.
Aunque su altura a comparación a la Alaric era un gran contraste, apenas llegando a sus hombros.
“La verdad, no recuerdo, pero, si recuerdo bien, ya deberíamos de estar en lo que era Entrerríos”
“Se supone que debería de ser así, pero, hasta ahora solo hemos visto aldeas y pueblos vacíos. ¿Acaso todos se mudaron o qué?”
Algo irritada, sus ojos cafés se fijaron en Alaric a su lado.
Por alguna razón, al instante, su enojo desapareció. Como si aquel hombre fuera un tipo de calmante, no pudo apartar su vista de él.
De su cabello negro y ojos azules, que iban en contra de todo lo que se creía en el pasado. Aunque era más delgado, poseía y, aún posee la fuerza suficiente como para ser el único de los 5 en enfrentarla.
(¿Hace cuanto tiempo que no lo veía? Estaba a mi lado, pero, era incapaz de verlo entre la oscuridad)
Detallándolo, su traje de color negro que solo resaltaba su delgadez y su cabello casi hasta la cintura era incapaz de separar la mirada.
“¿Qué pasa?”
Notando la fija mirada de su novia, no apartó su vista de sus ojos y le dio una sonrisa.
“Es solo que, extrañaba poder verte. Aunque seamos una raza longeva y que estabas a mi lado...”
Entre nervios, mientras estaban en el aire a varios kilómetros de velocidad, desvió su mirada de Alaric que dio una sonrisa.
“¿De qué hablas? ¿No te acuerdas de lo que te dije cuando nos escapamos del territorio de tus padres?”
“No, recuérdamelo”
Sonrojada, esperaba simplemente una respuesta.
Deteniendo bruscamente el avance que llevaban, Alaric abrazó a Fuxi obligándola a mirarlo fijamente.
Dejándose llevar por él, le devolvió el abrazo.
“No importa la situación en la que estemos, siempre estaré contigo. No dejaré que nadie vuelva a tratarte mal”
Recostándose sobre su cuerpo, miró las montañas que se extendían a lo largo de su visión, la gran extensión de árboles que llenaban todo lo visible.
“Si que eres mimada”
Pudo sentir como la mano de aquel que le prometió estar juntos pasaba sobre su cabeza, mimándola aún más de lo que ya lo hacía.
“...”
Con cierto gesto de disgusto, a sus narices llegaba un olor que destruyó por completo la leve atmósfera que habían logrado.
“¿Qué es ese olor?”
“No sé, es mi primera vez oliendo algo así”
Sorprendidos por aquello, miraron a sus alrededores por si era un olor cercano a ellos, pero, solo había grandes extensiones de árboles.
“Vamos, tal vez si continuamos podamos saber de qué se trata”
Volando sobre las enormes extensiones de bosque y sobre una de las montañas, en los pies de la misma, pudieron ver uno de los dos enormes ríos que en un pasado le dieron nombre a una pequeña ciudad.
Tras pasar por la montaña de en frente, encontrarían el otro río.
Dos ríos que protegían a una pequeña ciudad que hoy había desaparecido.
Estando en los bordes de la ciudad, podían ver con los enormes edificios de más de 15 pisos, las maquinas que trabajaban sin cansarse y las enormes fabricas que expulsaban humo a la atmósfera.
“¿Qué pasó aquí? Está no es la Entrerríos que Valerya una vez visitó”
Sorprendida, miró de un lado a otro la ciudad que se extendía por toda la montaña bordeando el río de más de 30 metros de ancho.
“Tampoco están las murallas”
Rememorando las cosas que poseía la ciudad se pusieron a buscar todo lo faltante.
(¿Tal vez nuestra visión superior a las otras razas nos está engañando?)
No había nada allí que pudiera recordarles a esa antigua ciudad, poco desarrollada y decadente que existía tras la Gran Guerra.
En menos de 20 años que no estuvieron, muchas cosas habían cambiado drásticamente.
“¿Bajamos a mirar?”
Escuchando la pregunta de Alaric, meditó por unos momentos mientras se fijaba en las grandes columnas de humo que se expulsaban de las chimeneas de las enormes fábricas.
(¿Cómo es posible que esto esté aquí? ¿En serio Alexander quiere copiar a la República?)
Mirando los alrededores, sorprendida por las enormes grúas que cargaban materiales de un lado a otro, por como la infraestructura había cambiado tanto.
“¿Por qué copiar a la República? Un país en conflicto...”
Sin poder creérselo, perdida en sus pensamientos.
“Es cierto, pero, eso solo era la mitad de sus estados. Brasil, Chile, Bolivia, Argentina, Uruguay y Paraguay estaban privilegiados, la guerra estaba más lejos de esos estados. Alexander junto con Laure estuvieron empapados del desarrollo de Chile. Conocieron tanto el desarrollo como la decadencia”
“El uno quiere construir y la otra controlar...”
Como si fuese una revelación, no pudo mostrar felicidad, claramente, no estaba contenta. Solo dudosa.
“Entonces, ¿Por qué tuvo la Princesa que degenerarse hasta este punto si lo único que quería Alexander era el cambio?”
Algo irritada, interrogó a su compañero que solo mantuvo el silencio.
No había que responder, era incapaz de responder. Ninguna respuesta podía pasar por su mente que satisficiera a Fuxi.
Tal vez la venganza, tal vez por poder, tal vez por qué creía que era merecedor o por mera compasión de seres destinados a sufrir en su momento, o, muy probablemente, todas.
“Quiero verlo de cerca”
“Tú primero”
Descendiendo rápidamente en los bordes de la ciudad, cerca del bosque en la montaña. A pocos metros, con cierto nerviosismo, ambos miraron al suelo.
“¿Qué es esto?”
En un aterrizaje forzoso ambos chocaron contra el suelo. En cierto punto de su descenso, habían perdido completamente el control sobre el vuelo convirtiéndolo en una caída libre.
Levantándose, se sacudieron la suciedad del suelo de sus ropas.
“Se sintió como si hubiera pedido por completo el control sobre mi magia”
En medio de los árboles y cerca de varias casas, escuchando las palabras de Fuxi, Alaric extendió su mano hacía su novia.
“...”
“...”
Por más que la mantuviera hacía ella, nada ocurría.
“¿Que estás haciendo?”
“Mi magia, no está funcionando”
Colocando la mano hacía uno de los lados, Fuxi se concentró en uno de los árboles a su alrededor y como si quisiera derribarlo, cerró su mano.
“... … … ...”
En un corto, pero incomodo silencio, el árbol seguía allí, intacto.
Abrió y cerró varías veces su mano, pero, nada ocurría, el árbol se había coronado victorioso de una lucha a la que nunca había ingresado.
“¿Quizás haya una barrera que impide usar magia?”
“Quizás así sea, pero...”
Golpeando uno de los árboles, Alaric destruyó el tronco enviándolo lejos varios metros. Aunque su magia estuviera limitada, su fuerza innata como dragón continuaba libre.
Dando un leve salto, su cuerpo, en vez de hacer caso a la gravedad, continúo flotando en el aire a pocos centímetros del suelo.
“Aún podemos usar nuestras habilidades innatas”
Moviéndose de un lado a otro por el aire, pudo ver las casas que bordeaban una carretera.
“Entonces, ¿Por qué caímos cuando volábamos?”
“Estábamos usando magia. ¿Qué tal si salimos de aquí?”
Regresando al lado de Fuxi, comenzaron a caminar lentamente hacia la selva de cemento que se erguía frente a ellos.
Las casas que ya no eran simples construcciones en madera y piedra. Eran claramente construcciones en ladrillo y cemento. La carretera, ya no era piedra dividida en cuadros para crear un camino.
Descalza, Fuxi pudo sentir el calor del asfalto que intentaba quemar su piel, pero, no lograba nada más que estorbar.
“¿Esto sigue siendo Entrerríos o mis ojos me están engañando?”
A sus oídos, sobre la montaña, podían ver con claridad las grandes carreteras, que atravesaban lo que antes era una ciudad de mala muerte, de norte a sur y de occidente a oriente. Con un tráfico liviano, pero que, a futuro claramente sería mayor.
Con mayor claridad, podían ver las enormes fábricas al lado de uno de ríos que seguían soltando humo sin descanso.
Cerca de las fábricas, se erguían los edificios residenciales, parecidos a aquellos edificios que solo habían podido ver a través de los ojos de su princesa cuando estaban en Buenos Aires o en Santiago.
Sin poder entender completamente lo que estaban viendo, guardaron el silencio por unos minutos, ante las miradas de inquietud de las personas que abandonaban sus hogares.
“Vamos a investigar”
“Espera, no sabemos que podemos encontrarnos, y menos si la magia está limitada”
Fuxi intentó en vano hacer que Alaric evitara hacer algo riesgoso.
“...”
Pero, sin recibir respuesta fue tomada de la mano y arrastrada por la carretera vacía a lo largo de la carretera que los conduciría al centro de la ciudad.
…..............................................................
Tras uno de los muros, cuidadosamente, Amelia asomaba su cabeza para mirar las acciones de los guardias.
A su lado, Laure estaba claramente cansada de estar esperando y Elena con las manos se tapaba la boca de los nervios.
“Te juro que ya estoy cansado de estar en este maldito hueco”
“¿Si sabes que si renuncias te convertirás en uno de ellos?”
Escuchando la conversación de los guardias, tanto Amelia como Elena parecían interesadas en saber a qué se refería el guardia con “uno de ellos”, pero, Laure estaba claramente aburrida, solo mantenía su mirada fija al techo negro como la noche.
(¿En serio nos vamos a quedar esperando a que esos dos se vayan?)
“Preferiría ser un esclavo que seguir trabajando para ese retrasado. ¿Cuánta gente no ha enviado aquí por sus caprichos?”
“Aun siendo esclavo, trabajarías indirectamente para él. El verdadero problema es el gobernador que no controla a su hijo”
Los ojos de Amelia brillaron en completo interés, poder escuchar de primera mano una información tan valiosa era, sin duda, algo muy difícil de lograr.
“Me enteré de que él bastardo exigió a la hija de un vecino mío”
“Hm, otra. ¿Qué le pasó al final?”
Por sus tonos de voz, claramente estaban irritados. Disconformes con su situación actual y la general, pero, incapaces de cambiar algo.
Dos simples soldados contra otros miles, una muerte segura, su única opción era servir a su verdugo.
“La tuvieron que desaparecer, a ella y a toda la familia. Nadie sabe a donde fueron a parar”
“Puede que escaparan a uno de los pueblos en los límites de la provincia, el hijo del gobernador solo tiene poder en esta ciudad”
“¿Cuándo será que el Rey se interesará por las provincias más pobres? Mejor larguémonos de aquí, ya me cansé de estar tanto tiempo de pie”
Entre pesadas pisadas, sus presencias desaparecieron del lugar, dejando vía libre a Amelia, Elena y Laure para continuar su camino.
Con varios segundos de diferencia, las tres retomaron su camino por el pasillo iluminado por las pequeñas esferas amarillas, pero, a diferencia de antes, ya no estaban solas entre los aparentes pasillos.
“¿Y ahora qué, genio? Ya debemos de llevar aquí metidas un día y solo hemos bajado por unas escalas”
Cansada de esperar y de estar en un mismo lugar sin cambio, dejó salir su frustración hacia Amelia.
Antes de bajar por aquellas escalas, solo había pasillos completamente vacíos de vida alguna y ahora, en cambio, solo hay pasillos y, guardias.
Un cambio poco interesante.
Con una mano sobre el muro y, concentrándose lo más posible, Amelia, seguida de Elena y Laure, se movía de izquierda a derecha entre los pasillos.
Evitando los pasos de los guardias.
“No sabemos por dónde tenemos que ir y tampoco sabemos dónde hay una salida. Solo sé que estamos en una mazmorra que usan de mina de extracción y si nos ven nos matan”
“¿Y qué hay de lo que dijeron esos dos hombres? ¿Quién será ese tal hijo?”
Caminando tras Laure, Elena lanzó una pregunta que dejó pensativa a Amelia, mientras que a Laure poco le importaba.
(¿Tan difícil es interrogar a uno de los guardias?)
Claramente, se estaba cansando, tanto, que ni siquiera estaba prestando atención a lo que estaba por responder Amelia.
“Él único gobernador que sé que tiene un hijo es Viktor, el gobernador de la Octava Provincia, pero, es imposible que estemos allí en este momento”
“¿Imposible por qué? ¿Es por el mana?”
Con cierta expresión de turbación, se detuvo un momento. Casi como si no quisiera demostrar que esa era la razón.
Retomando su camino, giró a la derecha en uno de los caminos.
“Como les dije en el anterior piso, todos los seres vivos en el planeta generan mana, el cómo lo hacen es desconocido para todos, pero, lo que sí se sabe es que cada ser tiene una reserva de mana diferente y, para cuando nos teletransporté, ya estaba agotada y usé mana que había reunido, pero, es imposible que fuera suficiente para huir tan lejos”
“Ya veo...”
Sin poder ayudar o aportar algo que cambiara la situación en la que se encontraban, Elena dejó de hablar y en cambio, dirigió su mirada a la espalda de Laure.
Perdida en la vista de su espalda, por descuido, se chocó con ella.
Las tres, detenidas, veían de frente a los guardias vestidos en armadura, apuntando con sus armas a las tres.
“Ho... Hola”
Intentando disimular su nerviosismo, Amelia saludó a los hombres.
“¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo entraron aquí?” “¡Tenemos insurrectos!”
Siendo cuestionada y a la vez amenazada, no tuvo forma de responder, incapaz de razonar cuál sería su siguiente movimiento. Tras el grito de uno de los hombres, solo era cuestión de segundos que una lluvia de guardias las rodease.
“Ríndanse y evitémonos malos desenlaces”
Sacando de sus fundas sus espadas, rectas de doble filo, entre sus mangos y la hoja, pequeñas esferas de un color rojo.
Aturdida por el desenlace de la situación, por haberse equivocado al momento de decidir el camino por estar conversando con Elena, no pudo reaccionar.
“¡Valerya, no lo hagas!”
Para su buenas o mala suerte, su atención fue robada nuevamente por Elena, esta vez por su grito. Un grito que mostraba claramente un sufrimiento.
El sufrimiento de ver a Laure extendiendo su mano y que sin un conjuro o circulo expulsó una esfera brillante de color azul hacia uno de los guardias.
“¡... … …!” “¡...!”
Los gritos de dolor, de sufrimiento, se mezclaron con el ruido de otro de los guardias dando unos pasos, listo para cortar en dos a Laure.
Con la espada descendiendo por su cabeza, entre sus manos cubiertas por los guantes, detuvo la hoja que quería cortarla. Aprovechando ello, otro de los guardias, se apresuró a cortarla por la cintura.
“¡Fuego!”
De un grito, la mano de Amelia expulsó una esfera roja que se tragó por completo al guardia que quería cortar por la cintura a Laure.
“¡Mis manos!”
Mientras que, con un grito, Laure le dio una patada al hombre que intentaba cortarla desde la cabeza. Mirando sus manos, el cuero de los guantes había sido derretido y sus palmas se tornaron de un rojo intenso.
Por reflejo, vio como el hombre nuevamente se abalanzaba en su contra. Consumido por la furia, listo para cortarla en dos en diagonal.
Antes de que la hoja de la espada pudiera cortar un milímetro del cuerpo de Laure, con sus manos aun de color rojo intenso, sostuvo por las muñecas al hombre deteniendo su avance.
“¿¡Qué está pasando allá!?”
Escuchando los gritos y pisadas metálicas que se acercaban a su posición desde su espalda, no podía darse el lujo de jugar con el hombre.
Aún con sus manos hirviendo por las quemaduras, presionó las muñecas del hombre con tal fuerza que separó la palma del antebrazo.
“¡Mis... mis manos! ¿¡Qué es esta fuerza!?”
Sus manos dejaron caer su espada, incapaz de sostenerla, aunque sus manos no habían sido arrancadas de su cuerpo, ya no podía usarlas más.
Encontrando sus ojos con los de Laure, solo vio a una mujer que le daba una mirada de que no le importaba lo que estaba por hacerle, uno mirada de que no significaba nada más que uno más a la lista.
Rápidamente, Laure recogió la espada del suelo.
“¡Valerya, por favor, no lo hagas!”
Al mismo tiempo, Elena se aferró a su espalda, en un intento fútil de evitar lo inevitable, de evitar la muerte.
Aún con la molestia que significaba moverse mientras alguien se aferraba a su cuerpo, clavó la espada en el pecho del hombre que no pudo hacer nada más que ver como su vida llegaba a su fin.
“¿¡Por qué!? ¿¡Por qué lo hiciste!? ¡Ellos no se merecían eso!”
Entre gritos y llanto Laure fue reprochada por su conducta, pero, eso de poco servía. Ella no le estaba prestando atención a las palabras de Elena. Era como si no existiera.
Sacando la espada del pecho del inmóvil hombre, las pisadas se detuvieron tras ellas.
“¿¡Qué... qué pasó aquí!?” “¿Están muertos?”
Pero, las miradas no eran dirigidas a ellas, sino a los cadáveres a sus lados, los dos guardias quemados hasta morir, y el otro, atravesado con su misma espada.
No solo desde sus espaldas, también desde los pasillos frente a Laure, varios guardias se iban acumulando, rodeándolas, impidiéndoles escapar.
“¡No más! ¡Por favor, deténganse!”
Todos ignoraron los gritos de súplica de Elena, nadie le respondió y, solo Amelia la miró por unos segundos.
Nadie estaba interesado en detenerse, ni siquiera en una tregua.
“Por favor, solo queremos salir de aquí. No queremos más muertes”
En un intento de ir acorde a los deseos de la pequeña, Amelia trató de llegar a un acuerdo con los guardias, pero, nadie tenía los ánimos de negociar, y menos ahora.
Con armas en mano, decenas de guardias tenían rodeadas a las tres.
“¿Qué no quieres más muertes? ¡Después de lo que hicieron la única forma que salgan de esta mazmorra es matándonos a todos!”
Con un rechazo directo, las opciones ya no servían.
“¡Hahn!”
Separando bruscamente con su mano a Elena de su espalda, la hizo caer al suelo. Con espada en mano, se abalanzó contra los guardias frente a Amelia.
“¡Fuego!”
Con el grito, tras las espaldas de Laure y Elena, un enorme muro de fuego las separó del resto de pasillos infestado de guardias.
“¡Paren, por favor!”
Nadie le prestó atención a la suplica de Elena, no había intenciones de detenerse y mucho menos de dejarse con vida entre sí.
(Nos superan en número, pero, no importa, jamás ha importado y jamás lo hará)
Sin preocupación, sin muestra de que sus manos le dolieran por la quemadura, sin remordimiento, chocó la espada contra la de otro de los guardias.
Siendo atacada por otro, con su mano, agarró el brazo del guardia frente a ella separándolo de su espada y poniéndolo frente a sus compañeros, fue cortado.
“¡Mi brazo!”
Había aprovechado que otro de los guardias la quiso atacar para que la espada dañara a su propio aliado.
Soltando el guardia la espada del dolor de perder uno de sus brazos, se olvidó del enemigo que tenía frente, sin piedad, la espada lo atravesó de un lado a otro.
Sacando la hoja del cuerpo del hombre tan rápido como pudo, detuvo el corte que otro guardia quiso hacer en su contra.
“¡No se escaparán de esta!”
Con enojo, varios guardias se acercaban sin poner cuidado, sin poner atención a su enemigo, en la rabia del momento.
Dando una patada en la rodilla del guardia que quería cortarla, vio como el hombre cayó del dolor y sin alguna pisca de piedad, de humanidad, su espada cortó en dos por su cuello, con tal rapidez y precisión que tanto Amelia como los demás guardias se asombraron.
(Así es como debe de ser, para esto fue que me creé)
Dejando caer su espada, vio como dos hojas descendían para cortar su cuerpo, con las manos desnudas, bañadas en sangre por la quemadura, con los tejidos aun sin curarse, atrapó con sus manos el filo. Corriendo el rastro de sangre que caía al suelo.
“Imposible, ¿¡Como es que su mano no se partió en dos!?”
Todos vieron con asombro, el que las manos no se hubieran partido en dos, que la sangre no bañara el suelo.
“Ustedes no significan nada, no sirven ni para jugar, ustedes solo son niños queriendo jugar un juego llamado muerte. ¿¡Qué estás dispuesto a sacrificar con tal de sobrevivir!?”
Sin mostrar dolor, sin quejido alguno, solo, con una enorme expresión de felicidad, bajó su mano por la hoja de las espadas, hasta que sus manos llegaron a los mangos.
“¡Fuego!”
Lanzando una pequeña llamada, Amelia detuvo a otro guardia que quería apuñalar a Laure.
Con sus manos heridas, escurriendo sangre, sostuvo por el mango las espadas de los soldados y, con gran fuerza, las cambió de dirección.
Ella sola, con solo una mano en cada espada, era capaz de contrarrestar la fuerza de los dos hombres que usaban ambas. Devolviendo la hoja a las cabezas de ambos hombres, pequeñas marcas de sangre comenzaban a abrirse camino.
Incapaces de soportar tal fuerza, soltaron las espadas e intentaron darse la vuelta para correr, pero, en el instante que las espadas tocaron el suelo, las manos de Laure sostuvieron sus brazos por los codos, la zona más desprotegida.
“¡Deja... Déjame ir!”
“La única forma de irnos de aquí era matarlos a todos, ¿Me equivoco?”
Querían huir, pero sus pies por más que avanzaban, sus cuerpos seguían en la misma posición. La cota de malla que cubría sus brazos se caía por la fuerza que ejercían las manos de Laure.
“¿¡Qué mierda es esa fuerza!?”
“¡Valerya, por favor, no más!”
Ante el terror de los hombres Elena quiso en su única opción conocida, aferrarse a Laure para que se detuviera, pero, antes de que pudiera dar un paso fue detenida por Amelia.
“...” “... … … …"
El sonido de los gritos, del metal cayendo al suelo, de los guardias que cayeron del dolor al suelo, sosteniendo con sus manos sanas los codos fracturados en un intento de calmar el dolor.
“¡Noooo!”
El grito de Elena fue ignorado, entre sus manos, sostuvo las espadas de los guardias que antes intentaron matarla.
(Esto es patético)
Sin remordimiento, sin muestra alguna de tristeza, aún si sus enemigos estaban heridos y sin ganas de luchar, no se contuvo en clavar el frío hierro en sus espaldas.
“¿¡Por qué!? ¿¡Por qué eres así!? ¡Siempre prefieres atacar en vez de hablar! ¡Las personas podemos entendernos, entonces...! ¿¡Por qué siempre tiras a matar!?”
Sacando las espaldas del cuerpo de los guardias, escuchaba como Elena le reprochaba, le cuestionaba su actuar.
Tal vez sus reproches la habían afectado o, tal vez, por simple aburrimiento la miró por unos momentos.
“¿Tú que vas a saber? A tu edad, ¡Ya tenía un imbécil armado hasta putos los dientes viniendo por mi vida! ¿¡Por qué tengo perdonar a aquellos que vienen a matarme!? ¿¡Por qué tú me lo dices!?”
“¡Ya! ¡Ambas paren! ¡Debemos irnos de aquí antes de que vengan más! En algún momento alguien con magia de fuego atravesará ese muro, si tienen algún problema hablen luego de eso”
Interrumpiendo la discusión, Amelia intentó evitar que la situación escalara más entre Laure y Elena, tal vez, con mayor o menor efectividad.
“...”
Guardando silencio, Elena estaba claramente frustrada y, sin oponer mucha fuerza, se dejó guiar por Amelia que tomó la delantera para buscar una salida.
....................................................
Tras enormes murallas, parada frente a una carretera sin pavimentar, veía con desdén los tristes alrededores. Aunque tras las murallas habían casas y uno que otro edificio, su estada era deprimente y, las calles poco cuidadas a diferencia del resto de la ciudad.
Acompañada por varios guardias vestidos en armadura plateada, dejaban en claro la diferencia que existía entre ella y el resto de la gente en los alrededores.
Pero, por más notable diferencia que existiera, las miradas que se posaban en ella distaban del odio o envidia, casi, parecían idolatrarla.
“Como siempre, tarde”
Claramente irritada casi pega el grito, su hermoso cabello rojo ondulado, sus ojos del mismo color que brillaban con vehemencia.
Su preciosa voz no iba acorde a la furiosa expresión que estaba haciendo. Pero, aún en medio de su enojo, nadie parecía cambiar la imagen que tenían de ella.
Como si los guardias ya supieran, no sobre su actitud, sino sobre la incapacidad de cumplir con sus salidas de la persona que ella estaba esperando.
(¡Que ganas de estrellarlo contra un muro!)
Guardando para sí sus deseos, externamente, intentó mantener con cierto grado de éxito una expresión alegre.
“... …” “... …"
Escuchando el lento galopar de los caballos, supo que la persona a la que estaba esperando ya estaba llegando.
A lo lejos, pudo ver a tres hombres, dos de ellos estaban detrás de uno más alto, vistiendo sus armaduras plateadas.
Al frente de los dos guardias, estaba el hombre que la mujer esperaba, con su cabello corto blanco, una expresión repleta de enojo y, unos ojos cafés que irradiaban cierto rencor.
Sobre su cabalgata, los dos guardias miraron a la mujer, mientras que aquel hombre, ni siquiera, volteó a mirarla.
“¡Eh! ¿¡A ti que te pasa!? ¡Bájate a saludar!”
Con un potente grito, los tres hombres detuvieron el galopar de los caballos. Mientras que ambos guardias estaban claramente nerviosos, aquel hombre de cabello blanco que parecía estar entre los 50 a 60 años, solo la miró, impávido, como si solo fuera el viento que estaba silbando.
“¡Llevo como media hora esperándote y te haces el loco! ¿¡Qué carajos te pasa Viktor!?”
Estaba claramente enojada y no solo se lo dejó ver con su grito, sino también con su mirada que parecía querer golpearlo.
En cambio, Viktor, seguía impávido.
“¿Qué quieres Carmilla? Que recuerde no tenemos negocios ahora, además, creía que estarías con ‘Su Majestad’ como la mayor parte del tiempo. En conclusión, tú y yo no tenemos nada de qué hablar”
Poco le importaba y su mirada lo dejaba más claro aún, ni siquiera la estaba viendo, su mirada continuaba fija en el extenso camino que se abría por la muralla.
“Esa no es forma de hablarle a tu hija Viktor. Bájate de ese caballo y háblame de frente”
“...”
Dando un leve chasquido con su lengua, decidió hacerle caso a la pelirroja que estaba por estallar en su enojo.
Parados frente a frente, el contraste era más que enorme. El cuerpo delgado de Carmilla frente al musculoso Viktor que no dejaba de mirarla con tal impávides, que llegaba a dar nervios.
Sus alturas, eran aún más diferentes, mientras que Viktor parecía medir casi 1,90cm, Carmilla era demasiado baja, alejada por poco del metro setenta, pero superando el metro sesenta.
“Carmilla, ¿Quién dijo que tú eres mi hija? Tus padres son los Lefevre, quienes hoy viven fuera del Imperio. Tú y yo no tenemos conexión más que compañeros de trabajo”
“Si claro, eso te no te crees ni tú”
“...”
Con un suspiro, rápidamente se dio por vencido, él no podría ganarle en una discusión a Carmilla y menos teniendo la de perder desde un inicio.
“¿Qué quieres? Carmilla, en este momento estoy por irme a mi territorio. Además, ¿Qué haces vestida así? Ya no tienes 15 años, eres la gobernadora, deberías de vestirte acorde a tú posición”
“Eso es problema mío, hoy estoy descansando. Viktor, por favor, cuídate, estoy preocupada por tu salud y por todos”
Con un tono tranquilo, la expresión de Carmilla al ver a los ojos cafés de quien ella llama padre, estaban saltando de la tristeza.
“No sabemos dónde está la princesa y si lo que me dijo el rey es cierto, ella esta con una demonio y una híbrida y por lo que dijo Nicole, tiene una fuerza considerable”
Aún con su preocupación, siguió mirando con tranquilidad y cierta tristeza a Viktor.
“No me veo a esa loca perdiendo contra nadie, tal vez contra ti"
“Viktor, por favor, ten cuidado”
“No hay de que estar preocupados, si la veo, me encargaré de ella y listo. Es mejor que me vaya”
Cortando la conversación, dio media vuelta y volvió a montar sobre su caballo, a su espalda, los dos guardias estaban listos para partir con él.
“Una última cosa, Viktor, evita hacer una locura, yo sé muy bien lo que hizo Su Majestad y ya lo he perdonado, así que, perdónalo, por favor, no queremos una lucha estúpida”
“...”
Sus ojos bailaron de la estupefacción, sus palabras no querían salir ante el hecho de que conocieran sus intenciones. Él mismo lo sabía, no estaba muerto en ese momento por mero capricho de Alexander y Carmilla.
Tal vez le habían perdonado la vida o, tal vez lo estaban poniendo a prueba. No podía saberlo con certeza.
“Jamás lo perdonaré Carmilla, él te usó y por su culpa el padre de Altair no está contigo”
“Puede ser cierto, pero, ese hombre nos abandonó por su propia voluntad, a su hija y a mí”
“...”
Sin responder a la aclaración de su ‘hija’, empezó la cabalgata. Con su mirada repleta de enojo, se contuvo para no estallar en una rabieta.
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