(Vol. 1) Capítulo 4: Chispa de Guerra

En medio del bosque, alumbradas solo por la inapagable luz del enorme astro, aparecieron en un cerrar de ojos.

Sin perturbar el lugar, como si siempre hubiera estado allí.

Con ansiedad visible en sus ojos, Amelia fijó su mirada en la esfera de su mano, en poco tiempo, la frustración fue lo único que podía verse.

La cantidad de lo que era como líquido en la esfera se había reducido drásticamente.

Su frustración hizo que no pudiera ver el cómo tanto Amelia como Laure la miraban. La una, con una genuina preocupación, mientras la otra, con un enojo palpable.

“¿¡Para esto he trabajado tanto!?”

“...”

La frustración se escapaba de sus palabras, pero, eso fue suficiente para que Laure no se aguantase más.

“... ¿Qué... estás...?”

Con fuerza, agarró del cuello a Amelia y la levantó del suelo.

La frustración en pocos segundos se había encontrado con la hostilidad que no daba tregua.

La violenta reacción de Laure dejó atónita a Elena.

“¡Valerya! ¿¡Qué estás haciendo!? ¡Detente!”

“...”

Su preocupación fue ignorada por Laure sin siquiera darle una mirada.

En su intranquilidad, jaló de la cintura de Laure en un intento de hacerla perder el equilibrio y soltar a Amelia, pero, no pudo moverla o tan siquiera hacer que perdiera el interés.

“¿Para qué has trabajado tanto?”

“¿De qué estás hablando?”

En un fútil intento de parecer tranquila, mantuvo su voz lo más calmada posible, pero, sus ojos que se encontraban con los de Laure, la delataban, su mirada vacilante dejaba en evidencia todo.

“Dejémonos de juegos y, ¡Responde! ¿Para qué has estado trabajando tanto?”

“¡Está bien! Pero, suéltame”

“¿Y si respondes primero?”

Viendo fijamente aquellos ojos rojos llenos de hostilidad no estaban dispuestos a ceder en nada, decidió rendirse.

“Como escuchaste antes, soy una Demonio y, en este Reino, está prohibido el ingreso de los extranjeros. Estaba buscando ayuda para poder escapar de aquí y ustedes fueron las primeras que vi”

Como si dudase de sus palabras, Laure miraba de arriba a abajo a Amelia, como si quisiera encontrar algo diferente que la haga un “Demonio”. Pero, lo único distinto en ella son sus ojos rojos.

Su piel morena era algo que simplemente dejaba en claro que no era de ese reino.

“Y, entonces, ¿Qué eran esas cosas?”

“Son los remanentes, fueron monstruos usados por el Rey Demonio como última carta en un intento desesperado por evitar la extinción de todas las razas bajo su mando”

La mirada hostil, aunque parecía relajarse, la sensación de que poco o nada había cambiado permanecía allí, ni siquiera mostraba signos de querer soltarla aún.

“¿Y bien? ¿Por qué esas cosas nos atacaron?”

“Los demonios fueron traicionados por los dragones y de cierta forma por ellos mismos, por lo que los remanentes no tienen a donde ir, ahora su única tarea es eliminar todo aquello que puedan, sea humano, ángeles, dragones o los mismos demonios”

Tal vez, para Laure, todo sonaba muy surrealista, su mirada de hostilidad se desvanecía momentáneamente por un semblante lleno de duda.

Aunque mantenía su mirada en Amelia, por momentos, sus ojos se perdían como si la misma duda le ganara.

Dando un leve movimiento de su cabeza hacia los lados, su mirada desapareció tanto la hostilidad como la duda, pero, la seriedad o la indiferencia permanecía.

“¿Por qué debería de creerte?”

“No entiendo, ¿No es suficiente todo lo que has visto?”

“Te preguntaré nuevamente, ¿Por qué no debería de matarte aquí?”

No podía verla, pero, pudo sentir como Elena que jalaba su cuerpo en un fútil intento de obligarla soltar a Amelia se paralizaba.

Para Amelia, la situación era igual o incluso peor, la seriedad o la indiferencia en las palabras que le dedicaban la hicieron temblar.

No sabía sí, lo decía de verdad o, por el contrario, solo intentaba intimidarla.

“¿No las ayude antes cuando la heroína las tenía acorralada?”

“¿Heroína?”

Nuevamente, la mirada de Laure se llenaba de hostilidad.

“Soy la única en este momento que puede sacarte de este Reino, además sé dónde pueden ayudarnos a escapar”

La mirada hostil, se relajó levemente, tal vez la duda había sido sembrada en la cabeza de Laure, pero, a los pocos segundos, pudo verse que ese no era el caso.

La hostilidad se convirtió en un sentimiento de ofensa que su expresión dejaba a la vista.

“¿Escapar? ¿Acaso vez que estoy desesperada por huir?”

Amelia no pudo entender si era la adrenalina del momento o una confianza desmedida en sus capacidades.

Para ella, que la había visto ser superada por la “heroína” y estar en un cierto estado de necesidad, poco podía entender esa confianza o irreverencia que mostraba.

“...”

Por unos segundos, por su mente se pasó la idea de que, tal vez, Laure no necesitaba huir, tal vez no del Imperio, pero si, de la “heroína”.

“Puede que no necesites huir de los guardias, pero, eso no significa que te dejen en paz, ya te fijaron como objetivo, van a venir por ti, además, ella va a ir tras de ti hasta encontrarte, al final, se dice que ella está aquí por ti”

“...”

Como si hubiera dado en su punto, la mano de Laure apretó levemente el cuello de Amelia.

Tal vez en amenaza, o, puede que, como mera diversión. Aun así, tal vez resignándose, deshizo su agarre.

Casi cayendo al suelo, cuando los pies de Amelia tocaron el suelo, puso su mano en su cuello, casi como si la fuerza que la había levantado se hubiese marcado en su cuerpo.

Como si se hubiera perdido en sus pensamientos.

Cuando la fuerza en Amelia cesó, los intentos fútiles de Elena por obligar a Laure a soltar a la Demonio finalizaron.

Con una mirada fija en Amelia, el tono imponente de Laure de cierta forma hizo que la pequeña Elena temblara por unos instantes.

“¡Comencemos la marcha! ¡Y espero que en el camino me cuentes lo que sabes!”

“Esta... bien”

No sabía si era la presión o la fuerza que demostraba tener, pero, algo le había quedado claro aun si ella no se lo había demostrado, ella no necesitaba de algo como la magia para poder matarla.

Desde un inicio había presenciado como Laure había casi destruido la armadura de uno de los guardias en la ciudad con sus manos y sin rastro alguno de magia.

Solamente podía caminar evitando en lo posible, enojar a su compañera de viaje.

.......................................................

Frente a ellas, en medio de la noche, se erigía una brillante mansión.

De cuatro a cinco pisos de altura y, por lo menos unos seis a siete de largo, incapaces de ver su profundidad.

En sus afueras, decenas, casi cientos de lámparas que le daban visibilidad a una carretera de piedra.

“Llegamos...”

Con cierto desconcierto, Amelia miró a Laure, solo para notar parecía estar perdida en sus pensamientos.

Tal vez, no era capaz de creerse toda la información que le había dado en el camino o, intentaba esconder lo que estaba sintiendo en ese momento en una mera fachada de duda.

“... Tengo sueño...”

Con un fuerte bostezo, Elena sacó de las nubes a Amelia y a Laure.

Por momentos, sus ojos se cerraban y abrían rápidamente, casi cayendo dormida en la tierra.

“...”

Haciendo de lado a Laure e ignorando la somnolencia de Elena, Amelia se acercó y toco la puerta.

Con los segundos pasando, nadie se acercaba a abrir.

“...”

Habiendo tocado por segunda vez, nuevamente, nadie fue a abrirles la puerta.

“Quien sabe, quizás estén durmiendo”

Sacando una excusa por los nervios, Amelia solo pudo ver como Laure se acercó a ella.

“.............”

Con un leve salto, Amelia y Elena retrocedieron.

Sorpresivamente, la enorme puerta de madera, con el relieve de un tigre rugiendo, que parecía ser tan firme como un tronco, tembló. Pero, igual de sorprendente, fue la fuerza con la que Laure golpeó la puerta.

“.........................”

Nuevamente, como si quisiera destrozar la puerta, dio golpes tan fuertes, que las grietas comenzaban a aparecer por toda la cara de la puerta.

“¿Como es posible? Si ni magia estas usando”

Estupefacta, las palabras se escaparon de su mente, pero, Laure poca o nula importancia le dio.

Levantando su mano derecha, estaba lista para darle nuevamente golpes a la puerta, pero, una voz tras la otra puerta la detuvo.

“¿¡Pero qué demonios les pasa!? ¿¡Acaso no les enseñaron como tocar una puerta!?”

Lentamente, la gran puerta se habría con un sonido chirriante. Las grietas formadas por los golpes de Laure aumentaban en tamaño.

Las luces en el interior bañaron los rostros de las tres.

Tras la puerta, una hermosa mujer de cabello rubio, unos ojos verdes escondidos tras unas gafas, su piel blanca que a Laure les recordaba a las personas del norte europeo. Vestía un pijama rosa con unos volantes blancos.

Con enojo palpable, comenzó a gritar.

“¿¡Acaso no sabe la hora...!?”

Pero, en el momento en que vio con cierto detalle a las tres que estaban frente a ella, se tragó sus palabras.

Tras ella, se erigía un magnífico salón, alumbrado en cada uno de sus pasillos, una enorme escalera que en el medio tenía un descanso antes de subir al segundo piso.

Allí un hombre de cabello negro y orejas puntiagudas que, apuntaba con un arco, quedó completamente perplejo.

Lo inverosímil de la situación les impedía hablar.

Frente a ellos, dos pelinegras de ojos rojos, dos demonios y, tras ellas, escondida; una híbrida de ojos verdes que tambaleaba del sueño.

Intentando recobrar su postura, la rubia movió su cabeza hacía los lados.

“¿Que se están buscando aquí?”

“...”

Intentando parecer imponente, la rubia se encontró con la mirada de Laure que no vacilaba en darle una expresión de hostilidad.

“Necesitamos ayuda para escapar del reino y solo podemos contar con ustedes ya que no se llevan bien con el Emperador”

Con una gran cantidad de nervios, Amelia se interpuso entra ambas mujeres.

Por pocas horas que llevara junto a Laure, comprendía que debía evitar en medida de lo posible, que la paciencia de la mujer se acabara.

“¿Y por qué debería ayudarlas? ¿Acaso no sabes el problema que significa tener a un Demonio y más en este Reino?”

Aunque le respondiera a Amelia, sus ojos no se separaban de los de Laure.

De cierta forma, Amelia pudo comprender que las palabras de la rubia no se referían a ella, sino que iban dirigidas a Laure que, poca o nula importancia le prestó.

Solo estaban allí, mirándose fijamente, como si se midieran una a la otra.

Por más hostilidad que Laure dirigiera contra la rubia, no había muestra de que ello le afectara. Pero, tampoco parecía querer enfrentarse a lo que posiblemente, para la rubia, sería una derrota.

Frente a ella estaba una leyenda, una leyenda real, que poco o nada aparentaba tener una actitud diplomática.

No solo para ella, también para el hombre detrás que había descargado el arco de la estupefacción.

Pero, el problema no era que esa leyenda fuera real, sino, ¿Que conllevaría esa realidad, y si esa leyenda era humana o, realmente era un demonio?

“¡Por eso mismo debes de ayudarnos! ¡Ellos ya saben que soy un demonio! Y ¿Cuál crees que es el primer lugar al que vendrán a buscarnos?”

Con determinación dirigió su mirada a la rubia hasta ganar su atención.

Aun comprendiendo que el Demonio al que la rubia se refería no era ella, se aprovechó de la oportunidad de que aún sin ser el objetivo prioritario, igual sería perseguida cuando la descubrieran.

Pensando brevemente en sus posibilidades, las miró nuevamente a las tres. Simplemente, el problema estaba encima de ella y no podía hacer nada para evitarlo.

“Pasen, hablemos adentro”

“...”

La rubia dio media vuelta mientras era seguida por las tres.

En medio del salón principal, el gigante candelabro sobre ellas que iluminaba el lugar no parecía haber sido apagado nunca.

Claramente, el interior concordaba con el exterior, un lujo que contrastaba con la infraestructura de la ciudad.

Subiendo las escalas de un piso medio, la rubia se paró en frente del elfo de cabello negro.

“Amor, puedes llevar la joven y a la niña a una habitación, estaré hablando con la demonio”

“Claro...”

Para ella, el momento era de seriedad, en cambio, para él, la preocupación era palpable.

Por otra parte, tampoco hubo reacción alguna por parte de Laure al saber que iba a separarse momentáneamente de Amelia, en cambio, en su rostro, no muy visible, la frustración brillaba a momentos.

“Vamos”

Mientras que Amelia y la rubia caminaron hacia el lado izquierdo del pasillo; Laure, Elena y el elfo lo hicieron hacia el lado derecho.

(¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡.....................................................!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!)

Aunque Elena ni el elfo pudieran escucharlo, de la boca de Laure, el sonido de los dientes chirriando estaba cada vez más presente.

En su mente, la frustración la estaba carcomiendo.

A unos pocos pasos, el elfo se detuvo y las miró a ambas.

Abrió una puerta que estaba a su lado y comenzó a hablar.

“Aquí está la habitación...”

Sin dejarle terminar de hablar, los ojos de Elena al ver la cama, se lanzó sin pensarlo hasta caer dormida del sueño.

Con algo de sorpresa, el elfo volvió a mirar a Laure, viendo como parte de su ropa estaba dañada.

“¿Quieres que te traiga otra camisa?”

“¡No...! ¡Mejor... dime donde está el baño...!”

Una leve corriente le pasó por la columna al elfo, la mirada de Laure se había convertido en una hostilidad que parecía estar a punto de explotar.

Incluso, levemente, pudo sentir el chirrido de los dientes de la demonio.

“...”

Sin responderle, retomo el camino por todo el pasillo siendo seguido por Laure que intentaba mantener el silencio.

Pero, sus fuertes pisadas y el chirrido de sus dientes que llegaba a los oídos del elfo ya dejaban en claro que posiblemente, la más mínima perturbación, y Laure estallaría.

“Detrás de esta puerta esta...”

Cuando se detuvo frente a una de las tantas puertas, solo fue hecho a un lado del camino por Laure que ignoró su presencia.

Con un fuerte azote, el elfo solo pudo presenciar como la puerta fue cerrada.

“¿Que mierda le pasa?”

No pudo soportar la duda y las palabras escaparon de sus labios.

“¡...! ¡...!”

Pero, la duda no fue lo único en ese momento, al escuchar los fuertes golpes, dio un leve salto.

De la sorpresa, sus ojos no dejaron de vacilar, él había retrocedido por alguien que ni siquiera estaba de frente.

Sin poder soportarlo, se dio media vuelta y se fue por donde había llegado.

.............................................

Con sus ojos hirviendo en furia, golpeó no solo una, sino dos veces la pared que vibró por la fuerza.

Tras ella, había un inodoro de porcelana, al igual que el lavamanos, pero, no le prestó la más mínima atención.

Ya sabía que estaban allí, pero, eso poco o nada iba a cambiar algo en su situación.

“¿¡Cómo mierdas...!”

En medio de sus palabras, continuaba golpeando el muro.

“¡Es posible que siga con vida!?”

No solo una o dos veces, cada vez que lo golpeaba, el muro vibraba fuertemente, como si estuviera por caerse.

“¡YO TE MANDÉ AL INFIERNO! ¿¡ENTONCES POR QUÉ!?”

Con más y más fuerza golpeaba el muro.

Sus gritos que quedaban atrapados en las cuatro paredes.

“¡Se supone que deberías estar muerta como... él!”

Súbitamente, por su mente, se pasó la idea y, al instante, su arrebato de enojo desapareció.

Aunque su mirada estaba fija en aquel muro con grietas, su mente estaba en otro lugar.

(No, es poco probable, nadie puede escapar a esa cosa)

Aunque el enojo había desaparecido súbitamente, la frustración continuaba allí.

Mirando detalladamente su mano, que no había recibido mayor daño de tanto golpear el muro, su rostro hizo una mueca.

(¡¡¡¡¡!!!!)

En un súbito arrebato de ira, su puño concentró tanta fuerza que, al momento de golpear nuevamente el muro, el antebrazo traspaso la infraestructura.

El concreto del muro se resquebrajo y varios pedazos cayeron.

“¡Gran malparida!”

Soltando el grito, intentó mantener un semblante calmado, pero, era simplemente imposible no darse cuenta de la ira que exudaba.

Ignorando el desastre al que el baño se había visto envuelto, se fue del lugar, incluso, ignorando el hueco que había creado en el muro.

.............................

El lugar estaba oscuro, tanto que, ni ellos mismos podían verse. Todo el plano a su alrededor era una oscuridad absoluta, pero, el no poder verse no les impedía poder sentirse.

Casa uno de ellos sabía en donde estaba el otro e incluso, lo que sentía el otro.

Pero, si pudieran verse en ese momento, sería casi como un juicio público.

Cuatro de ellos, miraban en la posición en la que ella estaba, con reproche, desaprobación, casi incluso, desprecio, mientras que el otro, aunque intentaba parecer neutral, simplemente, no podía esconder el hecho de que estaba preocupado por ella a más no poder, al punto de ser visto como un posible problema.

“¿Cuantas veces te he dicho que no hagas estupideces?”

“Fuxi, ya es suficiente”

“Sabes perfectamente que tus decisiones nos han impedido actuar cuando ha sido crucial”

“Eres nuestra amiga Fuxi, pero, esto ya debe parar”

“......”

Aun sin poder verse cara a cara, lo sabía, estaba siendo rechazada; rechazada por sus amigos... por su princesa.

Pero, simplemente, sus convicciones la impulsaban a no dejarse, para lo que ella era, una humillación.

“¿Acaso yo soy la culpable de toda esta situación? ¡SON USTEDES LOS QUE CASI NOS LLEVAN A LA MUERTE, SU PASIVIDAD AL MOMENTO DE ENFRENTAR A ALEXANDER ES LO QUE NOS TIENE ASÍ!”

“Tú misma sabes que Valerya nos pidió estar con ella en cualquier momento”

“¡Cierra la puta boca! ¿¡Acaso eres retrasada!? ¿¡Quienes fueron los que se durmieron aun cuando Valerya protegió a La Princesa!? ¡Ella dio la vida protegiéndola y ustedes se fueron a dormir! ¡Por esa la perra de tu hermana te quitó el reino!”

“¡Fuxi! ¡Tranquilízate! Esa no es manera de hablarle a tu princesa”

Aunque cuatro de ellos estuvieran no estuvieran a su favor, solo ella y su amigo más cercano, la que en un pasado fue llamada La Princesa de los Dragones y quien en el pasado hacía de su cuidador, arremetieron en su contra.

“¡Tú cierra la boca! ¡Para la único que has servido es para ser un estorbo! ¡Tu maldita sumisión a tu falsa princesa la volvió una maldita inservible!”

“¿Falsa princesa? Te recuerdo que ella es la legitima heredera del Reino y el apoyar sus decisiones no me hace ningún estorbo”

“¿Apoyar sus decisiones? ¿Legitima heredera? ¿¡Que poder tiene tu supuesta princesa!? ¡El único imbécil que se mantuvo a su lado fuiste tú! ¡El resto somos un despojo recogido por el camino! ¡Nadie en ese decadente reino cumplió, ni cumplirá su voluntad! Además, ¿¡Por culpa de quienes no pude intervenir y evitar que nuestra princesa, la hija de la mujer a la que ustedes, incluyendo tu princesa le juro lealtad, terminara como una maníaca magnicida y genocida!?”

“Tú misma lo sabes Fuxi, los médicos, la guerra, fue lo que la convirtió en el monstruo que es”

Intentaban mantenerse tranquilos ante las afiladas palabras de lo que ellos aun querían llamar “amiga”, pero, cada uno tenía claro, que sus palabras eran verdaderas.

Tal vez, en sus consciencias, existía la dualidad de a quien seguir en el momento en el que la mujer a la cual le habían jurado lealtad murió. Si a la impotente ex princesa del Continente dragonico o, a la perturbada hija de aquella mujer.

“¡Maldita cobarde! ¡En eso vas a esconderte y evadir tu responsabilidad! ¡Si me hubieras dejado hablar con ella, acompañarla, nada de esto hubiera sucedido!”

“¡Eso no nos correspondía! ¡Ella decidió ser el monstruo que es hoy! ¡Además, no era nuestra responsabilidad lo que ocurriera en ese mundo!”

Tal vez en la mente de Fuxi algo había hecho corto, como si por fin, hubiera entendido algo, al punto, que no le importó que lo que iba a salir de su boca fuese hiriente o no.

“Sabes Li, ya entiendo porque tu hermana es la gobernante. Porque ella no es una maldita rata que esconde la cara cuando muerde al gato. ¡Simplemente, no eras, eres, ni serás digna para gobernar a un maldito continente!”

La fibra no había sido tocada, había sido expuesta y quemada ante todos. No podía ver su expresión, pero, podía sentir los ojos que la comían con furia, no solo los de la que era su antigua princesa, también el de los otros tres... ojos que la querían destruir.

“Vete”

“¿Qué?”

“¡Qué te largues de una vez malnacida!”

“¿Por qué? ¿Por qué tú me lo dices? Por si no se te ha olvidado, ¡Tú no eres mi puta jefa! ¡Solo eres una asquerosa rata miedosa!”

Todos sentían la agresividad, no solo las palabras hirientes y los intentos de desprestigiarse la una a la otra, sino también el miedo a que, en cualquier momento, lucharan, aun en un lugar en el que no podía verse nada.

“Fuxi, creo que lo mejor para todos es que te vayas en este momento, si no estás dispuesta a continuar ayudando a La Princesa, no te obligaremos”

“Qué amable de tu parte, inútil. Espero que no me necesiten”

Todos, incluyéndolo a él, mantuvieron el silencio, aguardando la decisión de Fuxi, pero...

“¡Déjalas!”

“¿Me hablas a mí?”

“¡Déjalas! ¡No eres digna de ellas!”

“¿¡Y quien me va a obligar!? ¿Tú? ¿Tu maldito perro? ¿¡O todos ustedes!? Te recuerdo que, aunque seamos la misma basura entre la basura de los dragones, ustedes cinco deben unirse para luchar contra mí, y yo solo veo a cuatro”

Todos voltearon lo que podría tomarse como sus intenciones hacia aquel que nunca había hablado o por lo menos, mostrado una postura firme.

Simplemente mantuvo el silencio.

“Ignórala, Fuxi, solo vete”

En un silencio sepulcral, vieron con tranquilidad o, tal vez, con tristeza, como la presencia de Fuxi, desaparecía del lugar.

Pero, para aquella mujer, los problemas o por lo menos, las situaciones incomodas, no habían acabado.

Las intenciones se posaron sobre él.

“¿Qué piensas hacer Alaric? ¿Te quedarás o también te iras?”

Pero, no era ella quien estaba hablando...

“Es mi deber estar con ella”

“Comprendo, dichoso tú de poseer la libertad de la que disfrutas”

Como si de una ofensa indirecta se tratara, el enojo de ella se dirigió hacia la persona que conversaba con Alaric.

“Ustedes tomaron su decisión, yo también tome la mía, y no me arrepiento”

“Tú, Alaric, no deberías de estar aquí, quiero saber. Con un futuro tan brillante, sin las restricciones de un Oriental como Fuxi y Xiu Li, o las obligaciones de nosotros, ¿Por qué decidiste renunciar a todo?”

“Tú mismo sabes la respuesta”

“Se que el destino nos volverá a cruzar”

Con las últimas palabras, vieron como al igual que Fuxi, se iba.

Dejando un hueco en un lugar que siempre estuvo ocupado.

......................................................

En una hermosa habitación, altamente iluminada; en su centro, una mesa de madera que a fácil vista era demasiado costosa, adornada por varios surcos en sus esquinas.

A los lados, grandes muebles en los que su madera brillaba como si estuvieran recién hechos.

Sin pedir permiso o esperando el ofrecimiento, Amelia se sentó en uno de ellos, casi, como si sus preocupaciones se hubieran disipado.

“¿Quieres algo de comer o beber?”

“Gracias, pero, estoy bien así. Estoy tan nerviosa que la poca hambre que tenía se me quitó”

Siendo rechazada tranquilamente por la demonio, cerró la puerta de la habitación, para luego, sentarse frente a ella.

“¿Tanto miedo te da la actual heroína?”

“Bueno, no es miedo por ella, es por la princesa. Llevo solo unas horas con ella y, siento que ya me estoy arrepintiendo de esto”

Con la voz un poco quebrada, no al punto de querer llorar, pero sí, con cierto arrepentimiento, respondió a la rubia.

“Es cierto que tiene una personalidad pesada, ni siquiera mostró gratitud alguna, pero, no creo que sea para tanto”

“... No estoy segura de eso, ella mató a un Lobo Demoníaco con las manos...”

Algo estupefacta, la mirada de la rubia mostraba signos de no poder comprenderlo.

“¿Me estás mintiendo cierto?”

“Me gustaría que así fuera. Ella tomó por el cuello al Lobo y, simplemente, lo giró”

Desanimada, miraba la esfera que cargaba en su mano.

Mientras que el rostro de la rubia se llenaba de una completa duda.

A los pocos segundos, a su mente, había llegado el recuerdo. La ropa verde de diferentes tonos parecía a la que había visto en su pasado.

“Ella, ¿Desde cuándo esta con esa ropa?”

“¿Te refieres a esos tonos verdes?”

“Si”

“Desde que la encontré en la ciudad, incluso, llevaba unos tubos de metal negros que la heroína le quito”

“¡Mierda!”

Tal vez la repentina furia se debió a la inesperada sorpresa o, porque la situación era un poco más complicada de lo que parecía.

Con frustración, la rubia se llevó su mano al rostro, intentando esconder su frustración de Amelia.

“¿Qué pasó?”

Atónita por la reacción de su anfitriona, no pudo esconder la sorpresa o, tal vez, la preocupación.

Actualmente, su mayor apuesta era Yekaterina, la actual líder del gremio, pero, si incluso ella actuaba así de sorprendida, tal vez, esas esperanzas no eran suficientes.

“Esa ropa es parecida a los soldados con quienes luche en la guerra, no trajiste a una princesa, trajiste a un soldado”

“¿Guerra? ¿De que estas hablando?”

“No sé qué tanto pudieron haber avanzado, ya que no puedo volver, pero, para mi época ella ya está en edad de reclutamiento, y su actitud me dice que ya está experimentada en la guerra, puede que incluso más que yo”

“Eso podría significar que la heroína también estuvo en una guerra”

“No necesariamente, si no estoy mal, la heroína tiene 18, puede haber sido una simple recluta en días de entrenamiento, pero, eso ya no importa”

Interrumpiendo la conversación, la puerta de la habitación se abrió para dar paso al elfo.

“¿Qué pasó? Cariño”

“La niña se durmió al instante, pero, la Princesa se metió al baño y, bueno...”

“Está bien, si quieres, ve a dormir, yo te me encargo en adelante”

“Perdóname”

Desanimado y con algo de torpedad, el elfo salió de la habitación. No parecía estar en un estado óptimo de salud.

“Es mejor que nos preparemos para cuando llegue la heroína”

“¿A qué te refieres? ¿No vamos a escapar?”

Mientras la rubia se levantaba del mueble, Amelia, algo agitada protestó levemente.

“¿Escapar? Primero, ese no es mi estilo; segundo, ya no hay tiempo para eso; tercero, aunque pudiéramos huir, nos encontrarían en poco tiempo y tampoco poseemos mana suficiente para teletransportarnos a otro lugar. Si usáramos el de tu esfera, lo más probable es que nos detendrían a la mitad. Solo huirán ustedes”

“Pero...”

“Tú trajiste este problema, no podemos solucionarlo por ti, solo te daremos una pequeña ayuda. Así que ve a dormir lo que puedas”

Resignándose a protestar, solo mantuvo el silencio en frustración. Incapaz de saber que hacer o decir ante una verdad más que aplastante.

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