Sosteniendo las manos de Lena y Laure, Amelia se detuvo frente a una mansión que era difícil de ver a causa de la enorme cantidad de personas yendo de un lado a otro.
Con dificultad, pudo notar a aquella rubia que estaba siguiendo entrar por dos grandes puertas.
“¿En serio?”
Sus mejillas se enrojecieron, soltó a Lena y Laure y se tapó el rostro con sus manos.
“Bueno, creó que eso le podría pasar a cualquiera, ¿No?”
Lena que veía como Amelia se quería meter bajo la tierra de la vergüenza, intentó darle unas palabras alentadoras.
“Si, a cualquiera que no se molestara en preguntar, nosotras pasamos por aquí como 7 veces”
“Pero si no conocemos a nadie en esta ciudad”
“¿Y eso que importa?”
Mientras Laure y Lena discutían, Amelia solo bajaba un nivel más en vergüenza por solo escucharlas.
“¿Qué tal si solo vamos?”
“Bueno”
Con las mejillas completamente rojas, Amelia comenzó a caminar hacia la mansión siendo seguida por Laure y Lena.
Laure ni siquiera estaba prestando atención a las personas que pasaban a su alrededor y con las cuales se chocó varias veces, solo estaba atenta a la ropa que llevaba entre sus brazos.
En cambio, Lena no dejaba de mirar los alrededores maravillada por la infraestructura y colorida atmosfera del lugar.
Pero cuando se acercó a la entrada de la mansión su fascinación aumentó de nivel al ver el enorme edificio.
Aunque a los lados de la puerta varios edificios rodeaban la mansión, escondiéndola levemente, sus torres aun sobresalían de los edificios, por lo que no importaba cuantas casas la rodearan, siempre resaltaría.
En la entrada, las tres vieron como dos guardias que vestían una armadura totalmente diferente a los soldados comunes, les cerraron el paso al cruzar sus lanzas.
“¿Qué negocios tienen en la prestigiosa Academia de Magia y Caballería”
“Pffff”
La pregunta agresiva de los guardias fue rápidamente opacada por la risa de Laure.
Nuevamente las miradas se fijaron en Laure que no paraba de reír.
“¿Qué te parece tan gracioso, niña?”
“Uy si, caballería, con esas ropas más bien los llamaría bufones”
Las palabras de Laure golpearon el orgullo de los guardias que intentaron mantenerse serenos ante la situación.
“¿Qué utilidad tiene tener una armadura en el pecho y las piernas, si el abdomen solo está cubierto por un pedazo de tela con líneas de colores? ¡Caballeros! ¡Si, como no!”
Las burlas hicieron que, en la frente de ambos guardias, brotaran varias venas de la ira que estaban sintiendo en el momento.
Amelia, para evitar la vergüenza de la situación, hizo como si se tratara de una desconocida.
“Por si no lo sabes, esta es la armadura que nos caracteriza a nosotros, la guardia de la señorita Carmilla, gobernadora de la Cuarta Ciudad”
Aunque nadie lo notara, las palabras del guardia llamaron profundamente su atención.
Pero prefirió guardar silencio.
El orgullo con el que el guardia habló también llamó la atención de Laure.
“Hmmm, ¿Y a quien le importa? Eso no cambia en nada que se vean ridículos”
“Sabes, estás haciéndome perder la paciencia. No permitiré que manches más la imagen de la familia Lefevre”
El otro guardia, se había preparado para arremeter con su lanza contra Laure.
“¿Y a ti quien te llamó?”
La lanza salió disparada contra Laure.
Su afilada punta parecía que estaba por acertar justo en el cuello de Laure, cuando repentinamente se detuvo.
No solamente había sido frenada, sino que donde apuntaba, no había nada más que gente mirando con rareza las cosas que hacía el guardia.
En la animosidad del momento, el guardia no había notado cuando Laure se había movido para evitar su lanza.
Pero el movimiento de Laure fue innecesario, y el esfuerzo del guardia fue en vano, desde su espalda, una mano agarró su lanza.
“¿De dónde?”
“Por favor, eviten atacar a los posibles nuevos estudiantes, sin mencionar que atacando a la población por una mera burla es mucho peor para su reputación”
La pregunta de Lena fue interrumpida por las palabras de un hombre que apareció de la nada.
Ni siquiera cruzó las puertas de la mansión cuando apareció tras el guardia para coger el mango de su lanza.
Ambos guardias lo miraron con enojo. Con tal despreció que, si pudieran, lo empalarían allí mismo.
“¿¡Y tú que miras!?”
El guardia de la lanza relajó su postura y jaló su arma de la mano del hombre.
Las miradas de ambos se mantuvieron fijas hasta que el guardia volvió a su posición a uno de los lados de las puertas.
Sus ojos se encontraron con las distintas expresiones que lo miraban, Lena estaba maravillada al no saber de donde salió el hombre, Amelia mostraba su preocupación ante una persona que no sabía que intenciones tenía, mientras que la más enigmática era Laure que lucía completamente relajada.
“¿De dónde salió?”
Los ojos brillantes de Lena miraron con entusiasmo a Amelia en espera de una respuesta favorable.
“El no salió de ninguna parte, lo más probable es que estuviera tras el soldado en una barrera de ilusión”
La alegría de Lena escapaba por sus mejillas.
(Interesante)
A diferencia, para todos, Laure solo estaba allí como si todo le diera igual.
La mirada del hombre se afiló al escuchar la respuesta de Amelia.
“¿Qué es lo que vinieron a hacer aquí?”
“Queremos inscribirnos en la Academia”
Mientras Amelia hablaba con el hombre, Lena miraba a los alrededores curiosa por la supuesta barrera de ilusión.
A sus ojos, solo había una mansión al estilo barroco, con sus dos rejas, siendo custodiadas por dos guardias, a la vez siendo rodeadas por varios edificios comerciales. Tras las rejas, un extenso pasillo y tras la misma, un cerro totalmente verde.
“¿Si saben que hoy es sábado?”
“¿Y eso que tiene de raro?”
“Ahhh, en serio”
El hombre dio un leve suspiro para luego darse media
vuelta.
“Síganme”
Sin esperar a saber si lo estaban siguiendo, comenzó a caminar hacía la mansión.
“Vamos”
Siguiendo su ejemplo, Amelia comenzó a caminar sin saber si Laure o Lena la estaban siguiendo.
Ni siquiera se molesto en revisar o en detenerse a pensar si lo estaban haciendo.
“Los sábados no se trabaja”
“¿Cómo?”
“No nos van a recibir porque los sábados normalmente no se trabaja”
Como si fuera un balde con agua, los ánimos de Amelia cayeron hasta el piso.
Lentamente se acercaban a reja de la mansión.
“¿Cómo será el otro lado?”
La pregunta de Lena no obtuvo respuesta, las miradas de Amelia y Laure estaban centradas en los guardias que las miraban con enojo.
Pero quien se llevó el mayor despreció, sin duda fue Laure.
Las miradas de los guardias se posaron principalmente en Laure, mientras que en Amelia apenas si duraban unos pocos segundos hasta volver a cambiar de dirección.
Siguiendo el ejemplo del hombre, Amelia pasó tranquilamente por las rejas aún estando cerradas, siendo seguida por Lena y
Laure.
“Increíble”
“Ni tanto”
Involuntariamente, a Amelia se le escapó la admiración al ver el interior de la barrera, quedándose inmóvil mirando los alrededores.
Pero a los pocos segundos quien la rebaso fue Laure que no detuvo su caminar.
De igual forma, su expresión solo denotaba la indiferencia ante la situación. No le importaba siquiera que Amelia o Lena la estuvieran o no siguiendo.
De las tres, la que mostraba un mayor entusiasmo indiscutiblemente era Lena.
“Por favor no se queden atrás”
El hombre no se molestó ni siquiera en mirar lo que
estaban haciendo, solo continuó caminando.
A los alrededores, el sonido del metal chocando se combinaba con las fuertes pisadas de las armaduras metálicas.
“Ah… Ale… Alejandra. ¿Por qué esas personas se están atacando con espadas reales”
“…”
“Ellos practican con armamento real, obviamente no pondremos a estudiantes de tu edad a prácticas con armas reales”
La pregunta de una apenada Lena por llamar a Laure por el
nombre que se le dio solo para cuando están en la ciudad, fue respondida por el hombre que no dejó que de la boca de Laure saliera una sola palabra.
“Y, ¿Dónde practican magia?”
“La práctica de la magia se hace en el patio interior”
Sin cambiar el tono, respondió rápidamente la pregunta de Laure.
“…”
Antes de que alguna de las tres pudiera mover su boca, sintieron como las miradas juzgadoras las perforaba.
A la vezque las miradas se centraban en ellas, el sonido de las espadas chocando se hacía cada vez menos fuerte
Mirándolas de arriba abajo, las miradas juzgadoras se convertían rápidamente en expresiones de rechazo, que también viraban al hombre que las guiaba.
Un completo e incomodo silencio las acompañó durante el resto de su caminata a la entrada de otro edificio que tenía sus puertas cerradas, pero que, frente a ellas, tenía una pequeña mesa con decenas de papeles bien ordenados.
Las espadas no solo dejaron de chocar, sino que también dejaron de cortar el aire.
Incapaz de controlarse, Lena comenzó a temblar por el miedo que le causaban las miradas que juzgadoras que no paraban.
Laure y Amelia a diferencia de la pequeña, no estaban prestando ninguna atención a sus alrededores, su concentración estaba enfocada en las hojas de papel que el hombre sostenía en sus manos.
“¿Eso qué es?”
“Es un formulario que deben llenar, uno para cada una, tráiganlo por favor el lunes en la mañana”
Esta vez, la que tuvo una sensación de incomodidad fue Amelia que no pudo evitar hacer expresiones de desagrado.
“Pero, creí que se hacía un examen de magia y lucha física para las inscripciones”
“Esa es la segunda fase al momento de inscribirse en esta academia. Esta bien que aceptemos a todo el mundo, pero no por eso significa que tengamos que aceptar a cualquiera”
Amelia cogió los formularios de inscripción con tan pocos ánimos que casi se le resbalan de las manos.
(Ah)
Por su mente no pasaba nada más que desilusión.
“Bueno y, ¿Qué sucede si logramos pasar las inscripciones?”
Sin miedo, el hombre miró a Laure con desconfianza ante el cambió repentino en su forma de hablar.
Una forma alegre que no mostraba ningún signo de burla.
“Lo único que les diré es que, si logran pasar, la ciudad les dará un dormitorio en la academia, el resto les será informado cuando logren inscribirse. Ahora, ¡váyanse!”
Los ojos de Laure miraron de arriba abajo al hombre con una expresión de rechazo ante su respuesta.
Para él, la situación era casi la misma, solo escuchar el cambio en la forma burlesca y de sentimiento de superioridad de hablar de Laure a una tonalidad alegre como si se tratara de iguales genero un sentimiento de preocupación dentro de sí.
Él solo quería que ellas se fueran rápido de allí.
“¿Qué? ¿Se van a quedar ahí paradas? Muévanse”
“Si”
Completamente desanimada, Amelia solo respondió y dio media vuelta viendo los formularios de inscripción, para caminar sin saber si Lena y Laure la seguían o no.
“Por fin puedo volver a descansar”
Por dentro y viendo como las tres caminaban para salir de la academia siendo observadas por los estudiantes de los alrededores, el hombre se tranquilizó tanto que cuando volvió a fijar su mirada hacia las tres, los nervios dentro de él explotaron al ver la sonrisa de Laure.
(¿Por qué… siento puedo pasarla muy mal con esa mujer? Que haya esquivado a los guardias no significaría nada, hasta un niño puede hacerlo, pero… es mejor que lo consulte con el director)
Hasta que las tres se perdieron de su vista, fue incapaz de mirar a otro lado, por su cuello no paraba de caer el sudor y su nerviosismo no se disipo por el resto del día.
Parte 2…
Las velas en el candelabro solo eran un agregado para la decoración de la habitación que fuera de ser escasa, no tenía nada más en su interior que varias mesas y focos con los cables que les suministraban energía sobresaliendo entre las estructuras.
La puerta de la habitación parecía una tabla que alguien sacaría de los escombros y las ventanas carecían de presencia en el lugar.
Pero a ellos dos eso no les importaba en los más mínimo.
Como si se trataran de máquinas, documento que leían, documento que firmaban o que tiraban a la basura.
Las montañas de papel sobre sus escritorios desaparecía rápidamente.
“…”
De un momento a otro y sin aviso previo, alguien tocó la puerta.
“Pa…”
Pero sin poder terminar de dar el permiso para que entraran en la habitación, la puerta se separó de las bisagras y cayó al suelo creando un fuerte ruido.
Un hombre en armadura entró al lugar sosteniendo entre sus manos un ramo de flores con varios detalles más y diferentes rollos.
“¡Di… discúlpeme su majestad… discúlpeme señor consejero! Ya mismo arreglo la puerta, es más, si lo solicita, pagaré la puerta de mi sueldo, pero no me despida por favor”
Con terror de lo que pudiera ocurrirle, el hombre se paró frente a aquel hombre de cabello largo hasta los hombros, siendo visto fijamente por esos ojos rojos que aún más terror le infundían.
“No importa, solo dime lo que me tengas que decir”
“¡Sí!”
El hombre sentado al lado del rey no pudo evitar taparse el rostro al ver la escena tan deprimente del soldado.
“La gobernadora y jefa de la totalidad de las fuerzas del Imperio, Carmilla Lefevre, me solicitó que por favor le entregara este ramo de flores traído y conservado por ella misma procedente de las mejores jardinerías de la Cuarta Ciudad”
En el escritorio del Rey, el soldado colocó el ramo de flores, junto a varios objetos envueltos en papel, junto a una carta.
“Se me ordene que le hiciera entrega de estos dulces hechos por lo mejores cocineros de la Cuarta Ciudad y por último me pidió que le entregara esta carta. Pido disculpas su majestad, pero el contenido no se me fue especificado”
Una vez que el contenido enviado por Carmilla fue terminado de entregar, quien esta vez se llevó las manos para taparse el rostro fue el Rey. Por su parte, su consejero, quien hacia de mano derecha y su mayor aliado junto a Carmilla, Leonid, comenzaba a dar signos de querer reírse.
“Y, aquí hago entrega de los mapas que solicitó. Si me permite, ahora mismo me retiro”
“Solo, vete. No te preocupes por esa puerta y vete”
El soldado no esperó un segundo más y en vez de caminar, salió corriendo de allí temeroso de que algo pudiera pasarle.
“…”
Con la mirada puesta sobre la carta. A sus oídos llegaban las primeras muestras de que Leonid no podría contener la risa.
De la nada, el Rey apuntó con su palma izquierda a la puerta y como si nada, un circulo mágico apareció unos segundos en su palma.
“¡Ábrela, vamos, ABRELA!”
Entre risas, Leonid disfrutaba de ver como su Rey parecía estar sufriendo por dentro.
Varias veces quitó su mirada para intentar concentrarse, pero cuando miraba nuevamente al Rey, explotaba entre las risas.
Al notar que el Rey no tocaba nada de lo que le entregaron, se acercó a él y cogió la carta sin mucha resistencia.
“Veamos que dice”
Con poco tacto, desgarró el sobre en el que venía la carta y desdobló de cualquier forma la hoja que Carmilla en su presentación parecía haber puesto mucho esfuerzo.
“Veamos: Para su Majestad el Rey Alexander di Reyjavik. Yo, su leal seguidora, me atrevo a decir que desde el momento en que comencé a seguir su camino, sentí que compartimos un vínculo que uniría nuestro destino por
siempre. Que su majestad y yo, somos el complemento perfecto y, que el uno es necesario en la vida del otro. Y por el inmenso amor que siento hacia su Majestad y que espero me corresponda, pido nuevamente su mano en matrimonio…”
Repentinamente, Leonid se detuvo para mirar la reacción de Alexander.
Lejos de que su Rey pareciera contento, estaba claramente triste por algo.
“Esta es ya la quinta carta pidiendo su mano en matrimonio. ¿Por qué no le da una respuesta?”
Deteniendo su burla, realizó la pregunta seriamente.
“Hace algunos años, cuando Carmilla aún era una niña, ella fue secuestrada. ¿Recuerdas que Viktor te contó su historia?”
“Si, y que usted la salvó y desde ese día ambos le habían jurado lealtad”
Alexander fijó su mirada en el candelabro, mientras era
visto con duda por su consejero.
“¿Sabes lo que les sucedió a los secuestradores?”
“Todos fueron ejecutados, ¿no?”
“¿Por qué ejecutaría a mis propios hombres? ¿Qué tan malo
crees que soy? Yo no soy como mi querida sobrina”
Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Alexander
que continuaba mirando al candelabro.
En cambio, Leonid, sus ojos se movían de un lado para
otro incapaz de creer lo que le estaban diciendo.
Como si se tratara del ganador de una rifa multimillonaria, se sentía que conocía el secreto del universo. No tenía palabras para decir ante tal revelación que podría cambiar el curso no solo del propio Imperio, sino del mundo mismo.
“Ya sabes lo que significa Leonid. Carmilla tiene razón, sin ella, yo no podría hacer posible el sueño de mi padre y los últimos deseos la extinta raza demoniaca”
Entre los mapas que le trajeron, escogió el primero de todos, y lo hizo flotar frente a Leonid.
“Los demás generales pueden faltar, fácilmente yo podría hacer su trabajo. Pero Carmilla es necesaria para poder hacer posible mis planes. No va a ser mi padre quien sea el dueño, seré yo, quien comande a este Imperio a la gloria de unificar a todos bajo una misma bandera. ¡SERÉ YO, Y NO YUKIMIKO QUIEN GOBERNARA SOBRE AQUELLOS QUE TRAICIONARON A MI PADRE EN LA GUERRA! ¡SERÉ YO, Y NO EL HIJO DE PERRA ESE QUE GOBERNARA SOBRE LOS MALDITOS ANGELES! Pero aún más importante, ¡Seré yo y no la perra de mi sobrina la que gobernara sobre este Imperio! ¿Entendiste? Leonid”
Las palabras no solo dejaron claro a Leonid el porque Alexander siempre rechazaba a Carmilla, sino también, que los otros generales, eran meramente carne de cañón para él.
(No puedo arrepentirme ahora. Ese día decidí ser fiel a mi palabra, aún si significaba mi muerte)
Leonid cerró los ojos y pensó brevemente hasta que pudo calmarse.
Miró fijamente a los ojos a Alexander, y mientras mantenía su mirada, se arrodillo frente a él para luego agachar la mirada.
“Desde el día en que salvó a mi esposa, que lastimosamente tiempo después moriría a causa de una enfermedad, le juré lealtad a su Majestad Alexander di Reyjavik, incluso si eso significaba mi muerte. Por lo que, estoy dispuesto a seguirle, ayudarle y ser su cómplice en todo y si sus deseos son expandir el Imperio, no tenga dudas de que, como su seguidor, mano derecha y consejero, le ayudaré en todo”
Aunque en sus rostros no se viera, ambos desprendían un aura llena de completa maldad.
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