(Vol. 1) Capítulo 10: Preludio de una Muerte.

Puedo sentirlo, aunque este montado sobre este caballo, la tierra me lo está diciendo, puedo sentirlo en mis músculos, puedo sentirlo en el frío viento del amanecer, por más lejos que estemos, puedo sentirlo, algo no está bien.

No puedo constatarlo por este camino de tierra y estos enormes árboles que en algunos casos solo sirven para estorbar.

Pero, desde que él tomó el poder, nada ha ido bien, fue por su culpa que toda nuestra vida se derrumbó. Solo me pregunto, ¿Por qué Carmilla? ¿Por qué tenía que ser ella y no cualquier otra? ¿Por qué tenía que ser mi pequeña dama la victima?

— ¡Señor, ya son visibles las murallas de la ciudad! — Uno de mis guardaespaldas y persona de confianza me dio la noticia.

— ¿¡Por qué tenemos que regresar a este lugar!? Yo ya me estaba acostumbrando a la vida en la capital — Y el otro, dijo en voz altas sus deseos.

Nunca me ha molestado su actitud, porque sé que jamás, ninguno de los dos me traicionarían... Pero, mi visión no estaba en ellos, mi atención se la llevaba lo que estaba frente a mí, las murallas de mí ciudad.

Sin embargo, algo estaba claramente mal, ese sentimiento, había dado sus malditos frutos.

Por más lejos que estuviéramos de las murallas, nada podía escapar a los ojos reforzados con magia. Podía verlos, no... No podía verlos, no estaban allí, ninguno de ellos. Los guardias que debían proteger las murallas, no había nadie haciéndolo.

No hay razón especial que haga que los guardias dejen sus puestos, el Imperio no está pasando por ninguna guerra que amenace sus fronteras y, aunque esa fuese la razón, no estamos cerca de los demás reinos.

Algo pasó...

— ¡Paren!

Claramente mi grito les sorprendió tanto que detuvieron sus caballos al punto de casi caerse.

— ¿Qué pasa señor? Nos faltan pocos metros para llegar a la ciudad.

— No me diga, ¿Quiere tomar un descanso por primera vez?

Debí de esperarme que no lo notaran, ninguno de ellos tiene el entrenamiento suficiente como para manejar el maná con tanta maestría como yo, aunque no me puedo comparar con Carmilla o Alexander.

Mejor dicho, ninguno de ellos es capaz de manejar el maná sin un canto tan largo.

— Ustedes, regresen donde Carmilla y llévense mi caballo.

— ¿¡A qué se refiere señor!? Aunque sea nuestro territorio que vaya usted solo es muy peligroso. — Claramente mi mano derecha, estaba muy preocupado.

— Algo pasó, ¿No es así? — En cambio, mi izquierda estaba tranquilo o eso quería aparentar.

El olor, el frío de la brisa del amanecer, si continuo solo me encontrará la penumbra, pero, ellos no se merecen este destino. Lo que haya pasado, es mi responsabilidad arreglarlo.

— Váyanse ya, y díganle a Carmilla que: “Siempre será mi pequeña niña”. Esta es la despedida.

— ¡Señor...! ¡Pero! — Estaba alterado, claramente es muy buen soldado.

— ¡Que se larguen ya!

— Si señor, por favor resista.

Llevando a ambos caballos por el bocado, como siempre, la izquierda tomó el mando y, aunque mi derecha no quería, fue obligado a irse.

Buenos soldados que se alejan por donde vinimos en la fría noche... Pero no poseo el tiempo para despedirlos. Conmigo solo llevo lo necesario, mi enorme espada hecha a la medida, como un regalo por parte del Emperador y Carmilla o esa es la tapadera, el verdadero regalo es otro.

Ya no importa, solo tengo que continuar acercándome a aquella fortaleza, la misma fortaleza con la que tenía planeado revelarme contra Alexander, pero, ya no será posible.

Solo mi espada es necesaria, no necesito ningún yelmo, el tiempo claramente está diciéndome que será innecesario.

Puedo verlo, sin necesidad de mejorar mis ojos con magia, la sangre que impregna las murallas fue desde el interior. Tal vez, una rebelión de los caballeros o, algo más.

Solo espero que estes bien, hijo mío, tus estupideces y mí incapacidad de saber cuándo detenerte fue lo que nos llevó a este escenario. En donde las puertas de mí ciudad están abiertas, no para darme la bienvenida, sino para llamarme a mí muerte.

Pero, ya no importa, no se puede regresar el tiempo, incluso la magia no puede hacerlo, menos podré yo que no soy un prodigio con ella.

Di el paso que me separaba del exterior y de la ciudad, las puertas tras de mí fueron cerradas, pero, no importa, yo solucionaré esto, así me cueste la vida.

— ¿Qué es esto?

No pude esconder mí sorpresa, frente a mí, bañando de sangre la entrada, estaba los cuerpos de los más cercanos a mi gobierno, tanto de caballeros como de funcionarios públicos, incluso, los amigos más cercanos de mí hijo estaban entre todos ellos.

¿Quién sabe en cuanto tiempo hicieron esto? Pero, entre ellos no estaba mí hijo. ¿Acaso querrán enviar algún mensaje?

— Sorprendido, muy pronto tú serás el siguiente Viktor. Jamás perdonaremos lo que tú y tu cerdo hijo nos hicieron — Era un eco que retumbaba por toda la ciudad, desprendiendo su rencor.

No los veía, en las calles solo estaban las decenas de cadáveres que me enviaban un mensaje, pero, no necesito verlos para saber dónde están, escondidos como ratas entre y tras los edificios. ¿Serán ellos o seré yo? ¿Quién atacara primero?

—… — Puede que sea un silencio incomodo, pero...

Rompiendo el viento, desde la punta de los edificios más altos de este lugar que, a lo sumo, no superaban los 10 pisos, enormes picos de piedra iban contra mí. Querían matarme de un golpe, si uno fallaba el otro con seguridad lo haría.

Pero, no importa, mis palmas son y serán suficientes para detenerlos y, aunque mis dos brazos estén ocupados deteniendo por su punta a estos enormes picos que parecían pequeñas pirámides, que seguían destruyendo las leyes de la física, volando en el aire, intentando apuñalar mis manos y traspasar mis brazos. No es suficiente.

— ¿Eso es todo? Que voluntad más débil. — Aun cuando los insulté, ninguno de ellos sale por voluntad propia.

Lo cierto es que esta magia no es débil, si una persona no tiene el conocimiento y control suficiente, solo habría dos caminos, desmayarse o morir por la excesiva perdida de mana, a no ser que... ¿Ellos están usando las piedras de mana? Entonces, hasta allá he perdido.

¿Quién es el culpable de esto? ¿Quién en tan poco tiempo destruyó lo poco que construí? ¿¡Quién!?

No importa, solo con cerrar mis manos, estas inestables y débiles piedras serán convertidas en polvo; solo con un poco de presión de mis dedos, las piedras creadas por la magia se agrietaron. Una magia poderosa en manos de personas que desconocen correcto manejo.

Uh...

Quién lo diría, cuando mis manos en un segundo destruyeron lo que se supone era el objeto que me debía matar, a mí lado izquierdo, otra de ellas me iba a apuñalar... Sin embargo, muy tarde, solo mí puño es suficiente para que, al chocar se destruya.

Uhh...

No, esto me pasa por distraído... Frente a mí no hay una o dos de esas pirámides, hay decenas, apuntando a todas partes de mí cuerpo, pecho, espalda, piernas, torso, cuello y espalda. Uhhh...

— ¡Domo! — No pude evitar gritar.

Sobre mí, un redondo domo de piedra me cubría de lo que hubiera sobre mí, aunque no lo necesitara, debo evitar gastar energía tanto como sea posible, aun no es momento de luchar en serio.

“...” “...” “...” “...” “...” “...” “...” “...” “...” “...” “...” “...” “...” “...” “...” “...” “...”

Allí estaba, el sonido de las rocas chocando entre sí, intentando atravesar mi defensa. No creo que lo logren, pero, para estar seguros, voy a prepararme para desenfundar mi espada. Mí magia puede que no sea la mejor, haciendo una comparación soy claramente mejor que Jalila que depende de sus hilos, en cambio, no puedo ni acercarme al uso de Elías, y mucho menos al de alguien como Nicole, y ya es mejor no hablar de Carmilla y Alexander. Por lo tanto, medios para defenderme, no me faltan.

Eh...

Está gente no deja de sorprenderme, pero, es una lástima que su poder provenga de las piedras de maná y no de su propio cuerpo. Podía ver con claridad la luz que entraba por las grietas de mí defensa, estaban atacando con todo lo que tienen.

Era claro, frente a mí, una de esas pirámides estará frente a mí lista para atacarme. Más que obvio, un enorme hueco se abrió una punta lista para atravesarme.

Puede que el espacio sea pequeño, pero no importa, en el momento en que la pirámide me iba a atacar, rápidamente desenfunde esta espada cortando no solo la defensa que me protegía a mí, sino también la pirámide que se supone iba a matarme, e incluso, varios metros frente a mí.

Ajajajaja... Me sorprende, ¿Acaso creen que soy tan débil? Aunque odie admitirlo y quiera que la tierra me trague por esto, Alexander tenía razón, si no hubiera entrenado, esto frente a mí hace 10 años me hubiera más que matado, pero, a esta gente, ¿Cómo saben usar esta magia?

Ya lo tenían preparado, ¿Durante cuánto tiempo lo estuvieron planeando?

— ¿¡Por qué tan sorprendido Viktor o le temes a tu muerte!? — Ahí estaba nuevamente esa voz que hacía eco.

Una enorme bola de fuego que estaba flotando en el aire, ¿Acaso creen que sigo siendo el mismo de hace pocos años?

La temperatura de la esfera derretía incluso a la piedra que floraba a mis alrededores, como si fuese un volcán o alguna metalúrgica trabajando a toda potencia, pero, sigue sin ser suficiente para afectarme y es insuficiente para superarme.

Gracias Carmilla.

Lentamente dirigían la esfera hacía mí, el calor que emitía no era nada ante mí reforzamiento con magia de tierra y tampoco ante la magia que Carmilla me enseño.

— ¿¡Creen que eso es magia de fuego!? ¡Eso no es ni una pizca del poder que mi hija me enseño! ¡Fuego! — Me emocioné y mi voz claramente lo decía.

Coloqué mi palma izquierda extendida hacia la esfera de fuego y creé la mía, jamás quise parecer superior a los demás, ese tipo de actitudes no era algo que mi cargo necesitara, pero, por alguna razón, no puedo evitar emocionarme por lo que veo.

En pocos segundos, tal vez, con menos consumo de maná, creé una esfera del mismo tamaño y de mayor temperatura que la de mi enemigo. No sé si fue la presión o el miedo ante lo que vieron que, la inestabilidad de la esfera se hizo notar con mayor fuerza y en cambio, la velocidad en la que bajaba fue mayor.

No importa, yo también envié la mía hacía las partes más altas de los edificios dónde sí o sí van a chocar.

— ¿¡Cómo es posible!? ¡Tú elemento jamás fue el fuego! — Estaban asustados y aún más van a estarlo.

Cuando las esferas chocaron, la temperatura que expulsó fue suficiente para revelar lo que se negaba a aparecer, a aquellos que se negaban a mostrarse, a todos los que estaban tras mí vida. Quién sabe cuántos de ellos se habrán desmayado por la insolación y los más cercanos tal vez ya estén muertos, pero los que están frente a mí...

Mí espada no imparte justicia, mí espada no trae paz, solo es para traer muerte, y eso les daré.

Un paso, con solo un movimiento de mis piernas, el suelo bajo mis pies tuvo un pequeño hueco y en menos de un segundo ya estaba frente al primero, puedo saber de dónde viene solamente por ver lo que carga entre sus manos, aquella espada con una piedra de mana que separa el mango de la hoja, algo que solo los caballeros en las minas poseían, un caballero que se revelaba a mi autoridad o un rebelde de las minas.

No importa, el ir contra mí y lo poco que construí, no tuvo tiempo alguno de defenderse, partido a la mitad... Y ninguno lo tendrá.

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