(Vol. 1) Capítulo 2: Un Lugar Desconocido Parte 2.

Atónita, su cabeza no comprendía lo que había acabado de pasar.

(¿Qué mierda está pasando en este lugar? No entiendo nada)

Hace pocos segundos estaba mirando a Nicole vistiendo una armadura dorada y, ahora, ahora sus ojos solo podían ver los edificios que se erigían a sus alrededores.

(Esto debe de ser un chiste. ¿Cierto?)

Bañada por la oscuridad de la noche, miro a sus alrededores.

Las casas no estaban construidas con los materiales que normalmente se usaban, a simple ojo, era solamente madera y una que otra piedra.

En las esquinas de las calles, había pequeños postes que daban la sensación de usarse para alumbrar el lugar, pero que estaban apagados.

Las calles a su alrededor eran estrechas, difícilmente cabria un carro.

(¿Tal vez estoy en un pueblo? Debe de ser eso. Es imposible que las palabras de esa anciana sean ciertas.)

Sus pies estaban sobre piedras que adornaban el suelo. No intentaban asemejarse al asfalto, era simplemente un camino de piedra en mal estado.

Fijándose a sus alrededores, no podía guardar su asombro. Sus ojos saltando por lo insólito de la situación.

Alumbrados por una tenue luz, varias personas, tanto hombres como mujeres, tumbados en la calle durmiendo, como si poco o nada les importara.

(¿Por qué están durmiendo en la calle? ¿Por qué están vistiendo eso?)

Sus ojos se centraron en sus vestimentas, todas ellas parecidas a sucios trapos, algunos de color blanco o marrón, pero, extrañamente, ninguno daba la sensación de estar pasando hambre.

Miró a los alrededores y no había señales de que estuvieran borrachos.

(Ahora que me fijo. ¿De dónde viene esa luz? Si no hay lámparas)

Rápidamente, perdió el interés en las personas.

Su mirada se fijó en las partes más altas de los edificios a su alrededor, pero, ninguno emitía o parecía tener algo con lo que emitir luz en la ciudad. Sus ojos solo podían percibir lo deteriorado que estaban las construcciones.

(No parece que estén pasando hambre, pero, no tienen para mantener las casas en buen estado...)

Con su mirada posando en lo alto, pudo ver algo que incluso para sí era hermoso, pero, al mismo tiempo, la aterraba.

(Es que acaso, ¿Aún estaré en mi mundo?)

Sus ojos no saltaban de la emoción, sino del estupor que estaba sintiendo en el momento. Bajo la oscuridad de la noche, sus ojos podían contemplar las incontables estrellas del firmamento.

Pero, lo que debía de haber allí, esa roca que alumbraba en las noches oscuras, no lo estaba. No era que las nubes la taparan, es que, simplemente, no podía ver una luna.

En cambio, sus ojos vieron un gigante astro de un color blanco amarillento que bañaba a la ciudad con la luz que reflejaba del sol. Un sol que Laure aún no había visto.

(Yo... Enserio ¿Yo ya no estoy en La Tierra?)

Incapaz de creerlo, miró nuevamente sus alrededores. La forma de vestirse, las casas en piedras y madera en un punto de casi caerse en descomposición, las piedras descompuestas que imitaban un camino.

“Tal vez estoy soñando o, de seguro, es que estoy muerta. Debe de ser eso, es imposible que hubiera podido sobrevivir a esa caída desde el helicóptero. ¿¡Qué CLASE DE ESTUPIDEZ ES ESTA!?”

Con un fuerte grito de frustración, despertó las personas que dormían en la calle.

“¡Cállate pelotuda! Hay gente durmiendo”

Tanto Laure como las personas a su alrededor se restaron importancia entre sí, incluso, le restó importancia a lo que estaba a su lado.

(Si estoy en otro mundo, ¿Cómo es que terminé aquí? ¿Por qué Nicole también está en este lugar? ¿Cómo es posible que sobreviviera si yo la envié a morir a la Península Ibérica?)

Por dentro, la frustración, la carcomía; la expresión en su rostro solo mostraba una furia que no podía controlar; con ahínco, mordía las uñas de sus dedos.

“Valerya”

Aunque las personas intentaban hacer la vista gorda ante la actitud de Laure, no eran capaces de esconder sus rostros de asco al solo verla.

No es que para ellos Laure no fuera hermosa, no eran capaces de encontrar la belleza en sus acciones.

“¿¡Por qué!? ¿¡Qué hice mal!? ¿¡Acaso el infierno europeo no era suficiente!?”

Su expresión enojada, sus gritos, incluso la ropa que estaba vistiendo, contrastaba completamente con su belleza.

“Valerya”

Estaba tan absorta en sus pensamientos que ignoraba por completo la voz que la llamaba.

“¡Es simplemente imposible!”

“¡Valerya!”

Su atención había sido robada, la furia en su expresión se disipó, pero, con ojos que demostraban desagrado y cierto desprecio, miró a la dueña de la voz que le había gritado su supuesto nombre.

Su mirada llena de rechazo se encontró con aquellos ojos verdes como una gema preciosa, unos ojos brillantes que, en su expresión, transmitían el miedo. pero, al mismo tiempo, una preocupación ante la actitud de Laure.

Una niña de ojos verdes, con cabello negro y orejas de gato que jalaba de la manga de su uniforme.

“¿Estás bien?”

Con un tono bajo, lleno de nervios, como si quisiera llorar, la pequeña miró fijamente a Laure.

(¡Ah! ¿Qué debería de hacer ahora con este encarte?)

Por varios segundos, miró a la pequeña sin darle una respuesta.

(Tal vez la dejaré tirada por ahí... Tal vez cuando consiga más información de en donde estoy la dejaré con alguien que la cuide...)

“Ese no es tu pro...”

Antes de poder terminar de hablar, no solo pudo ver, pudo sentir como las miradas que antes eran de curiosidad o desaprobación, se convertían en miradas de rechazo, de asco e incluso hostiles.

Miró a sus alrededores, como las personas, aunque mantenían distancia, se iban acumulando.

(¿Qué demonios está pasando aquí?)

Lentamente, tras su espalda, la pequeña buscaba refugio.

“Es una híbrida”

“¿Que hace aquí una híbrida?”

“¿Acaso no estaban prohibidos los híbridos en el Imperio?”

“Que asco, ella la está protegiendo”

Las miradas se iban acumulando, las expresiones de asco y rechazo se acentuaban.

(¿Híbrida? ¿Qué significa todo esto?)

“Que alguien les avise a los guardias”

Casi como si estuvieran coordinados, las palabras de la multitud se sumaron a las fuertes pisadas metálicas que alteraban a la pequeña y tranquilizaban a la multitud.

(¿Entonces ella es una híbrida? ¿Pero que se refieren con híbrido? ¿Acaso les temen a los híbridos?)

Con el ruido a su alrededor, Laure volvió a mirar a la multitud

Encontrando solo las miradas iracundas, de asco y en algunos casos, de rechazo dirigidos a la pequeña y a ella.

(No, ellos no le temen, simplemente la ven como un estorbo. Algo de lo que deshacerse)

En su cintura, sintió como dos brazos la rodeaban. Asustada de las miradas, Elena estaba con las lágrimas por bajar de sus mejillas.

“Tengo miedo. Quiero ir con mi abue”

Sin darle tiempo a pensar, a su alrededor, el sonido del metal chocando contra el suelo se detuvo.

En frente, dos hombres recubiertos completamente por una armadura gris, entre sus manos sostenían lanzas que entre la punta y el mango había una pequeña piedra verde.

“¿Es ella?”

“Si, ten cuidado. Nos dijeron que es muy peligrosa”

Con solo ver por unos segundos a Laure, ambos hombres apuntaron sus lanzas ignorando por completo la existencia de Elena.

“¿Que significa esto? ¿Acaso van apuntando sus armas a cualquiera que va pasando?”

Al ver la lanza que apuntaba a su cuerpo, la expresión de Laure se nublo.

(¿Por qué nunca puedo relajarme?)

Sin dar su voluntad a torcer, los ojos que apenas se podían distinguir entre la oscuridad y las voluminosas armaduras, no alejaron su mirada de ella.

“Señorita, venga con nosotros, si quiere puede traer a la híbrida que la acompaña. No haga esto más difícil por favor”

Ninguno de los dos daba tiempo a relajarse, sus brazos temblaban de los nervios del momento.

(¿Será que Nicole les dio las ordenes?)

“Y si me niego ¿Qué?”

Con irreverencia, lanzó su pregunta como respuesta.

Sin vacilar, uno de los caballeros envió su lanza contra el hombro de Laure para intentar incapacitarla.

Pero, como si ya lo supiera, Laure agarró con sus manos la lanza unos pocos centímetros abajo de la punta.

Jalándola hacía un lado para intentar quitársela al hombre, su fuerza, fue inesperadamente, suficiente como arrastrar al caballero cerca del su cuerpo.

El soldado que intentó mantener entre sus manos su posesión, al ser arrastrado, inesperadamente fue recibido por un golpe en el pecho que le abollo parte de la armadura y al mismo tiempo, lo había desmayado.

“¡Demonios!”

Perdiendo los nervios, el otro caballero también dirigió su lanza contra Laure en un intento de atravesarla lateralmente, pero, antes de que su lanza pudiera siquiera tocarla, su cabeza fue golpeado por algo que lo lanzó al suelo al instante.

La lanza que Laure había arrebatado del primer caballero, la había partido en dos.

(¿Qué mierda? ¿Desde cuándo mis manos pueden dañar así el hierro?)

Asombrada, miró el hueco formado en la armadura del caballero, y, sin poder asimilarlo por completo, se miró la mano.

Sus nudillos bañados en el color rojo por el golpe, pero, no sentía dolor alguno por ello.

A los alrededores, las expresiones de odio y miedo se acentuaban.

En pocos segundos, ella había dejado fuera de combate a dos caballeros, con nada más que sus manos.

Varias personas, por temor a verse envueltas, comenzaron a dejar el lugar.

“Maldita”

Con su voz temblorosa pero llena de enojo, tirado en el suelo, tembloroso, gateó por el suelo hasta poner sus manos solo la pierna de Laure.

“¡No te dejaré ir!”

Con desanimo, Laure movía su pierna izquierda de un lado para otro intentando soltar el agarre, pero, solo conseguía que la fuerza fuese mayor.

“¡Suéltame pedazo de mierda!”

Perdiendo en pocos segundos los estribos, su expresión y tono cambió bruscamente.

Con su pierna derecha, dirigió varias patadas que abollaban el casco de la armadura.

“No te dejaré ir. Más vendrán y te detendrán”

Con sangre que comenzaba a brotar del casco empezaba a asustar a las masas al rededor.

Cada patada era el sonido no solo del hierro siendo abollado, sino del fuerte impacto de la cabeza.

Pero, aún con todos los golpes, la fuerza con la que se aferraba a Laure solo aumentaba.

El solo ver como su rostro no mostraba asco ante tal escena, hizo que, en los espectadores, las expresiones de rechazos se convirtieran en miedo.

Sus ojos claramente mostraban que querían intervenir, pero, el cuerpo de todos temblaba, incluso, el miedo era mayor al solo ver ese desconocido palo de hierro que estaba en la espalda de Laure.

Tras varias patadas que destruyeron el casco dejándolo casi como una piedra, su expresión furiosa se convirtió en rechazo, en asco, como si la mayor diferencia es que las cucarachas fueran a reunirse.

“¿Y? ¿Acaso debería de importarme que imbécil va por ahí buscándome problemas?”

“...”

No hubo tiempo de reaccionar o de si quiera taparse los oídos.

Los potentes ruidos habían dejado estupefactos a todos los presentes; cuando miraron al caballero, solo vieron que su mano había dejado de ejercer presión; en ambos, pudieron ver como un líquido rojo se habría paso por los desgastados caminos de piedra.

Ninguno quería verse involucrado en la clara muerte de dos caballeros del Imperio.

“Vámonos, Elena”

“Ah...”

No hubo cambios en su expresión, como si eso no hubiera sido nada. Ni siquiera se molestó en mirar la expresión de la pequeña, simplemente para ella, no había sucedido nada.

No le prestó la más mínima atención a Elena, que aún caminando tras Laure, no había podido asimilar lo ocurrido.

“¿Qué les...? ¿Qué...? ¿...?”

Quien viera a la pequeña, descubriría al instante que su expresión no era la mejor.

“¿Ellos están? ¿Muer...? ¿Muertos?”

Su cabeza en el momento era más que un desastre, las náuseas, la clara muestra de poca importancia por parte de Laure.

“¿Y que si lo están?”

“...”

Tal vez por su poco tacto o, por su claro desinterés ante la situación, no previo que la pequeña comenzara a vomitar por el desagradable recuerdo.

“¿Era ello necesario?”

Con la marcha detenida, y con dificultades para hablar, de Elena salieron palabras que tal vez molestaron a Laure.

“¿A qué te refieres?”

La incomodidad se notaba en las palabras o, tal vez, no era la incomodidad en su tono, sino, el desdén.

Claramente, a Laure no le había afectado en lo más mínimo arrebatar dos vidas.

“¿Era necesario el matarlos? ¿No podíamos simplemente hablarlo? Ellos ya ni siquiera podían luchar”

Inmersa en sus pensamientos, los ojos de Elena bailaban de un lado a otro, su mente se había convertido en una sopa a medio cocer, simplemente, no podía asimilar lo que sus ojos acaban de presenciar.

“...”

Desde su garganta, el sonido del líquido queriendo escapar de su estómago se escuchó claramente.

Pero, aunque sus ojos bailaran mirando a Laure. El baile solo aumentaba su ritmo al notar la misma expresión con la que había respondido a su pregunta con otra pregunta.

Una total carencia de importancia ante lo ocurrido.

“Claro que lo era, y lo seguirá siendo. ¿Por qué debería de sentarme a hablar con un par de incompetentes que trabajan con Nicole y que se atrevieron a desafiarme?”

La expresión de desdén, una expresión que no la rechazaba a ella, sino, su manera de ver el mundo.

Pero de igual forma, Elena dirigía su mirada que rechazaba esa forma de ver el mundo de Laure.

“¿Por qué se atrevieron a desafiarte? Eran personas, como tú o como yo. Eran simples personas”

“¿Uh?”

Con esa respuesta, la expresión de Laure cambió al instante, el desdén ante la forma de ver el mundo de Elena se había convertido en interés.

(¿Será por qué es una niña que no es consciente? ¿Quién le habrá enseñado eso?... ¿Tal vez habré pensado así en el pasado?)

Mientras hablaba en sus adentros, miro a los alrededores, a aquellos alrededores alumbrados por la luz que se reflejaba en el astro visible en la oscuridad de la noche.

A los alrededores que tenían un aspecto, no de decadencia, sino moribundo, una ciudad que parecía haber muerto incluso antes de nacer.

Casas y edificios de madera, con fachadas en completa descomposición, algunas al punto de parecer no tener ningún habitante.

Una ciudad que irónicamente, era muy transcurrida en la noche.

Transcurrida por las personas que, al pasar, dirigían una mirada de completo rechazo, rozando el asco ante la pequeña Elena que solo tenía su mirada puesta en Laure.

“¿Simples personas? Elena, no creo que te des cuenta, pero, nadie de los que está a nuestro alrededor parece estar de acuerdo con lo que estás diciendo”

Como si sus palabras hubieran alimentado la duda, miró a sus alrededores, solo para encontrar aquello que le disgustaba.

Esas miradas que parecían estar juzgándola, miradas que la rechazaban sin siquiera conocerla.

“Estoy segura de que, si hablamos, podemos llegar a entendernos y que ese rechazo se arregle”

Estaba dispuesta a creer hasta lo último, que todo podía solucionarse tranquilamente, pero, sus esperanzas morían al pasar del tiempo, o tal vez, las esperanzas murieron al ver a la mujer frente a ella.

“Elena, en esta porquería de ciudad, nadie parece sentir que tu seas igual a ellos, diría que, con solo verlos, te odian... Es más, creo que odian a los de tu especie, de no ser así, ¿Por qué solo veo humanos en todo lo que llevamos caminando?”

Frente a ella, solo podía ver a una Laure que en su expresión era completamente indiferente, pero, en su forma de hablar, era totalmente diferente.

Una alegría que se escapaba.

“Elena, las palabras no valen para nada, ellos solo van a querer acciones”

“¿¡Por qué eres tan extremista!?”

La frustración comenzaba a filtrarse en sus palabras.

Aunque fue poco tiempo, la forma de ver el mundo de Laure, frustraba a Elena. Una Elena que no estaba consciente de la vida de la mujer que tenía en frente.

“...”

En medio de la discusión, la atención tuvo que ser desviada a aquellas pisadas metálicas que tensaban la atmósfera a los alrededores.

Antes de si quiera poder enterarse, frente a ella y, a su espalda, se acercaban varios caballeros, claramente, dispuestos a atacarla.

Con sus manos listas para desenfundar sus espadas.

Sin mostrar signo alguno de temor, ni siquiera lo pensó por primera vez. Salió corriendo, dándole la espalda a Elena, para abalanzarse contra uno de los caballeros que se le acercaban.

Ni ella, ni el Caballero pudieron entenderlo.

En pocos segundos, la considerable distancia que había entre ellos fue cerrada.

Tan rápido que el Caballero no tuvo tiempo de desenfundar su arma para poder defenderse.

Su cuerpo solo pudo reaccionar al golpe que destruyó su yelmo y que lo estrujó contra el suelo.

Como si su instinto le hablara, desvió su mirada hacía uno de los lados, solo para ver como otro de los Caballeros estaba por cortarla con su espada.

En completo silencio, el hombre se le había acercado, pero, aunque su espada estaba lista para dar su tajo, en el momento en que su vista se encontró con la mirada de Laure, perdió por completo el equilibrio.

No solo había perdido el equilibro, sus manos no pudieron soportar el mantener la posición de la espada, su cuerpo había sido enviado a volar varios centímetros.

Ambos puños de Laure habían golpeado de lleno la armadura del Caballero en la zona abdominal izquierda.

Sus manos, incluso en las palmas, estaban rojas a más no poder.

(¿Por qué soy capaz de hacerle esto al hierro?)

Vagamente por su mente, pasó nuevamente la duda sobre esa fuerza tan estúpida que mostraba.

“¡Quédate quieta o, no responderemos por lo que le pase!”

“Uh”

En ese momento, su expresión volvió a la furia de una bestia por estallar.

Se giró para ver al dueño de dicha voz que le había dado una orden.

Solo pudo encontrarse a dos caballeros, el uno cargaba a Elena mientras mantenía su espada apuntando al cuello de la pequeña.

En cambio, el otro, tenía empuñada su espada, pero, en ambos, la situación era la misma. El sonido producido por sus armaduras los delataba, tenían miedo, los simples puños de lo que para ellos era una niña había sido suficiente para destruir a dos Caballeros.

Ni siquiera sabían, si la mujer frente a ellos sentía un apego emocional real por la pequeña híbrida que habían atrapado y que forcejeaba inútilmente para obtener su libertad.

“¿Acaso me estas dando órdenes?”

La sola pregunta había destruido aún más su valor.

Las palabras filtraban cierto sentimiento, un sentimiento que los hacía temblar aún más, no era repudio, no era odio, era terror.

“Venga con nosotros por las buenas, o tendremos que usar la fuerza, contra usted o contra ella”

“¡Valerya, no lo hagas!”

Tal vez por el grito de la pequeña, o porque simplemente, no podían creer que la pequeña se estuviera preocupando por Laure.

Era entregarse, o tal vez...

“¡Por favor! ¡No lo hagas!”

Tras el grito, solo vino el ruido, un ruido que duro unos pocos segundos que, fue acompañado por el ruido del metal chocando bruscamente contra el suelo, para solo quedar la sangre corriendo por la calle.

“Tú, ¿Qué fue lo que...?”

Sin miramientos, el ruido volvió a asolar las calles por pocos segundos.

Con el cuerpo perdiendo toda su fuerza, nuevamente se escuchó el ruido del hierro chocando con el suelo.

Ambos disparos, perfectamente en la frente de ambos Caballeros.

La expresión de Laure parecía igual, llena de furia, pero, lentamente, una pequeña sonrisa se formó en donde antes había muecas por la furia; a diferencia de Elena que, cayó al suelo, incapaz de asimilar lo que vio.

“Dime, ¿Era ello necesario? ¿No podíamos simplemente hablarlo?”

Con monotonía, Elena volvió a preguntar a Laure, sin siquiera mirarla.

“Claro que lo era o, ¿Crees en realidad de que ellos querían hablar conmigo?”

Con cierta alegría, Laure respondía a las preguntas, pero, para Elena eran respuestas vacías.

Por alguna razón, enrollaba y apretaba con frustración el trapo que fungía como vestido.

“Claro que podían hablarlo, Laure, al final, estaban bajo mi mando. No sé porque eres tan violenta”

Lentamente, tras Elena, sin que sus pasos hicieran un ruido significante, se acercaba lentamente.

Siendo lentamente visible para Laure.

“¿Es que acaso no te cansas de molestarme? Ya te debió de quedar claro que no quiero nada más”

Su tono había cambiado drásticamente, la leve alegría se convirtió en una profunda furia.

En sus manos, empuño su pistola, lista para dispararle a aquella mujer que se acercaba lentamente.

Como si no tuviera miedo de nada, ni siquiera de las balas.

“Laure, tú misma sabes que eso es imposible. Vamos es hora de que regreses conmigo, ya hemos pasado más tiempo del que debíamos en este mundo”

“No tengo porque regresar y menos contigo”

“No lo entiendo. Nunca te he fallado, siempre cumplí con nuestra promesa, entonces, ¿Por qué me odias tanto como para enviarme a morir a la península ibérica?”

Unos brillantes e imponentes ojos azules, un largo y hermoso cabello rubio; con una hermosa piel blanca cubierta por su armadura dorada que brillaba bajo la oscuridad.

Aunque su tono mostraba cierta tristeza o decaimiento, su mirada la contradecía.

La seriedad y la imponencia que mostraba.

“...”

“Innecesario”

El sonido había envuelto todo el lugar nuevamente, pero, a diferencia de los Caballeros, ella seguía caminando como si nada hubiera pasado.

Su mera mano, envuelta en la armadura, había atrapado la bala.

“...”

“Laure, detente”

Nuevamente, disparó contra la rubia que volvió a detener la bala con su mano.

“...”

“Parece que no bastara con solo decírtelo”

Por tercera vez, disparó sin pensarlo más de una vez; pero, en ese momento, Nicole ni siquiera se había molestado en detener la bala.

La bala que había impactado en su rostro cayó al suelo, como si hubiera golpeado un muro de hierro.

Acercándose lentamente, sin ninguna complicación.

“...” “...”  “...” “...” “...”....

En su desesperación, disparó todo el cargador de su pistola.

Todas las balas que habían acertado en su objetivo solo cayeron al suelo, ninguna hizo un daño verdadero.

Como si de la misma bala se tratase, Nicole aprovechó y cerró distancia con Laure.

Teniéndola frente a frente, había ignorado por completo la existencia de Elena.

“Laure, no importa cuánto me dispares, las balas no podrán matarme”

No tuvo tiempo para pensar en su siguiente movimiento, simplemente, dejó que sus manos hablaran.

“...”

Cuando su puño tocó el rostro de Nicole, el ruido de los quejidos salió disparado de la boca de Laure.

Su mano había tomado una coloración roja.

(Duele... Duele... Es como si hubiera golpeado una roca)

“...”

Sin vacilación alguna, agarró de la camisa a Laure y con una sola mano, la levantó del suelo varios centímetros.

“Suéltame”

“No importa que tanto creas que puedas ganarme. Aunque tu cuerpo haya sido reforzado gracias al mana, parece que por ahora ha sido muy poca su influencia, mientras que yo ya estoy versada en su uso. Tus golpes no significan nada”

“¡Que me sueltes Nicole!”

“...”

Ignoró las palabras de Laure.

Con su otra mano libre, destruyó la correa que mantenía unida su fusil a su espalda.

En el instante que cayó al suelo, el fusil se convirtió en partículas hasta desaparecer por completo.

“¡NICOLE!”

“Lo siento Laure, pero, esto es necesario para que pueda llevarte conmigo”

Como si no le importara en lo más mínimo, su cuerpo recibía por completo las decenas de golpes y patadas llenas de desesperación.

Al igual que con su fusil, arrebató de las manos de Laure su pistola y la hizo desaparecer entre las partículas que se dispersaban por el aire.

“Laure, por favor, detente y escúchame”

Con una mirada tranquila, intentó calmar a una Laure que estaba dirigiendo toda su hostilidad hacia ella.

“Cuando regresemos a casa, podremos conversar tranquilamente, como lo hacíamos antes”

Tal vez creyendo que sus palabras la podrían alcanzar o mínimamente tranquilizar, notó como la velocidad de y la fuerza en los golpes de Laure disminuía.

Pero, tal vez, simplemente, se equivocaba.

“Nicole... Por lo que me hiciste, y por esto, ¡Te juro que te voy a matar!”

“...”

No hubo respuesta por parte de Nicole. Simplemente, mantuvo su mirada fija sobre Laure por unos momentos.

Pensativa.

“Nicole, sí que eres un maldito incordio o, ¿Tan estúpida eres?”

“¿Quién demonios...?”

Antes de siquiera poder terminar de hablar, sintió como algo había golpeado su cabeza.

Al mirar hacia su espalda, vio como la pequeña con orejas de gato le había lanzado una piedra que fungía como pedazo de la calle.

“¡Déjala ir!”

“Niña, quédate…”

Sin siquiera poder terminar de hablar, fue obligada a soltar a Laure que cayó al suelo.

De la nada, una pequeña explosión la impulso contra las edificaciones.

Rápidamente, tanto Laure como Elena vieron a una mujer acercándose a ellas.

“Vengan conmigo”

“¿Y por qué debería de hacerlo?”

“Entonces, ¿Quieres ir con ella?”

Viéndose superada por la situación, no tuvo más opción que acercase a la desconocida, para luego desaparecer en una brillante luz.

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