Bañadas por la luz del amanecer que entraba por la ventana, frente a una puerta de las tantas puertas de madera de la enorme mansión principal en la capital, sin guardias que protegieran la habitación o a sus habitantes.
Abriendo sin siquiera tocar la puerta y, acompañada por su ahora secretaria, no le importaba si las personas en el interior estaban durmiendo o no, simplemente entró, sin saludar o mostrar signo alguno de respeto.
“¿Qué quieres? ¿Matarme?”
No fue recibida por un saludo, ni siquiera por una sonrisa, sino por las frías palabras de una rubia encadenada al muro frente a ella. Sus ojos que destilaban rencor poco o nada servían para aterrorizar a la mujer que la había encadenado y aún menos a su acompañante.
“Te dije que te destruiría, agradece a los soldados que fueron los que abogaron por ti”
Poco le importó la mirada, tanto que, sus palabras destilaban aún más enojo que el que parecía sentir Yekaterina.
“Nicole, ¿¡No te das cuenta de lo qué estás haciendo!? ¡Estas ayudando al hombre que intentó matar a la princesa!”
“¿Y? Él ya regresó a su mundo, mi meta es regresar con Laure al nuestro, ella y yo no tenemos nada que ver con el suyo”
Sus palabras ya no destilaban enojo, simplemente, estaba tranquila, restándole importancia a su interrogadora, incluso, desconociendo su procedencia.
Su respuesta, en vez de satisfacer a Yekaterina, solo obtuvo lo contrario, más enojo y cierto rencor.
Recibiendo como respuesta su mirada repleta de rencor, dirigió su vista al hombre tirado en una cama en mal estado, con un colchón que, a mirada cercana, en vez de relleno suave, parecía contener solo piedras.
Tapado con una simple cobija hasta su cuello, se acercó para poder detallarlo de mejor manera.
“¡Aléjate de él!”
“...”
Ambas, ignorando su grito, sin prestar atención a su actuar.
Con cierta apatía Nicole miró al hombre que tenía los ojos cerrados, sus orejas puntiagudas, sus pómulos, frente, todo su rostro hasta el cuello estaba bañado en completo sudor, aún sin tocar su cabello podía notar la humedad.
“¡Qué te alejes de él! ¿¡Es que no entiendes!?”
Ignorando los gritos de Yekaterina, continuó mirando el cuello del hombre solo para notar pequeñas manchas rojas.
(Si no se hace algo ahora, será muy tarde, que buen momento)
Dirigiendo nuevamente su mirada a Yekaterina, se acercó hasta estar a pocos centímetros, agachándose para que sus miradas se encontraran, fue recibida con un escupitajo que cayó en su pómulo izquierdo.
(Tranquilízate, tranquilízate... No lo hagas, no lo hagas...)
Aguantando con todas sus fuerzas el devolverle el gesto con un golpe, Adrianne se acercó con un pañuelo en mano limpiando su rostro.
“Voy a ignorar eso. Te propongo un trato, ¿Qué tal? ¿Lo escucharías?”
“...”
Guardando silencio, Nicole solo obtuvo por respuesta el silencio.
“Te lo diré de igual forma, yo me encargo de que este país cure a tu mascota, a cambio, estarás bajo mis órdenes. ¿Qué tal? No es mal trato”
“...”
Por unos segundos, la mirada de Yekaterina se llenó de sorpresa para luego llenarse de enojo, estirando lo único libre de su cuerpo, lanzó una patada hacia Nicole que fue simplemente esquivada por la rubia moviendo levemente el cuerpo.
Incapaz de defenderse o usar magia, incapaz de ayudar a su esposo el cual era tratado como una mera mascota.
Impotente.
“No creas que me dejaré extorsionar así de fácil, jamás me pondría a las órdenes de alguien que se vendió ante un tirano como lo es Alexander”
Claramente, a Nicole no le importaban sus sentimientos o moral, tampoco le afectaba en algo que le dijeran vendida. Nada que no le dijera aquella mujer le afectaba.
“Usted no tendría que seguir las órdenes de Alexander, solo las de la actual heroína, Nicole y a cambio le prometemos la salud de su esposo”
Intentando convencer a la rubia encadenada y de evitar algún malentendido, Adrianne habló lo más amablemente que le era posible, pero, eso solo afectó aún más la atmosfera del lugar.
“¿Heroína? ¿¡Acaso crees que una heroína trabajaría junto a un traidor como lo es Alexander!? ¿¡Por qué ustedes siguen a un felón como él!?”
“¿Y quién dijo que yo soy su seguidora?”
Con extrema furia, gritó para que todos pudieran escucharla, como si quisiera que los propios caballeros la escucharan y se pusieran de su lado.
Pero, sin importarle la respuesta de Nicole, fijó su mirada en Adrianne, esperando su respuesta.
Tal vez queriendo presionarla con su mirada o, con su cuestionamiento, pero, el nerviosismo que se supone debía haber consumido a la pelirroja, nunca ocurrió.
Con toda tranquilidad, segura de sí misma, segura por tener a un monstruo frente a ella que la iba a defender en caso de necesidad.
“Usted debe de saberlo, la antigua heroína Yekaterina asociada con el gremio debe de estar más consciente de ello que cualquiera. Nadie en este país quería al anterior Rey. Solamente era soportado porque Alexander así lo quería”
“...”
Con un corto silencio, bajó la mirada, derrotada tras apenas haber iniciado, tal vez, la respuesta no era la esperada, o simplemente, era la confirmación de algo que ya se sabía desde hace mucho.
“Entonces, ¿Qué decides Yekaterina? ¿Quieres luchar contra un país que no comparte tus mismos ideales o, aceptaras mi propuesta y ayudaras a aquel elfo?”
“...”
Guardando el silencio, dirigió su mirada al hombre en la cama, a su esposo enfermo, incapaz de decidirse, incapaz de escoger entre sus sentimientos o sus ideales.
Su mirada, de furia, de un enojo insoportable fue reemplazada por una expresión rellena de frustración.
Claramente, en inferioridad ante Nicole, que sentada en el suelo, frente a ella, mostraba un orgullo inalcanzable.
“... … ¿Si no aceptamos, que le pasaría a Yeka?”
Tosiendo, se robó la atención de las tres que lo miraron como intentaba sentarse, en medio de temblores por el frío, rodeado por una cobija que apenas si lo cubría del aire del amanecer que entraba por una pequeña rejilla.
“Claramente estas consciente de que, de no aceptar, morirías”
“Mi muerte es irrelevante, desde que tuve esta enfermedad solo hemos estado retrasando lo inevitable. Al final, todos morimos algún día”
“No pareces muy afectado por saber que posiblemente morirás”
Anonadada, no pudo replicar ante la conversación que su esposo y Nicole estaban teniendo. Aún que comprendiera perfectamente a donde quería llegar, simplemente escucharlo ya la estaba afectando.
“No me importa mi muerte, solo quiero saber, ¿Qué ocurrirá en caso de no aceptar?”
“Los dejaré tirados aquí, bajo el, llamémoslo cuidado de Jalila, y creo que ya sabes cómo es esa cosa”
“... …"
La respuesta fue menos de todos, increíble, aunque mantuvo un semblante de serenidad, claramente las gotas que cayeron por su frente dieron no solo la respuesta, sino también el silencio de Adrianne lo constató.
Era preferible la muerte antes que ser prisionero de Jalila.
“Yo hablaré con Yeka, déjanos hablarlo por lo menos hasta la noche”
Decidiendo por ella, solo pudieron ver como las lágrimas de Yeka bajaban sin nada que pudiera detenerlas.
Tal vez, hablar de que su esposo fuese a morir la había afectado o, fuera peor, que tal vez, ambos cayeran prisioneros de un peor carcelero.
“Muy bien, les daré ese gusto. Si para la noche no hay respuesta, los dejaremos para cuando nos tengamos que ir. Vámonos Adrianne”
“Sí”
Sin el mayor ápice de empatía por su situación, se levantó y tomó la delantera para dejar la habitación siendo seguida por su secretaria.
“Doch' Blyad'! Ya ub'yu tebya! … ...”
Entre los gritos de Yekaterina, Adrianne cerró la puerta intentando no mostrar sus dudas a su superior.
Sin decir una palabra, Nicole tomó nuevamente la iniciativa y se adelantó a Adrianne que se apresuró a alcanzarla entre los largos pasillos.
Sin mediar palabra, bajaban por las escalas del enorme edificio para continuar por pasillos enormes para volver a subir escalas.
Hasta que de la nada, detuvo sus pasos.
“Auch”
La repentina quietud de Nicole tomó por sorpresa a su pelirroja secretaria que se chocó con su espalda lastimándose la nariz.
“¿Qué quieres?”
“¿Por qué tan enojada? Nunca muestras otra emoción, deberías de relajarte más. Si quieres te puedo ayudar”
Pícaramente, casi deseándolo, frente a las dos, una figura femenina, acompañada de dos hombres hizo acto de presencia ante las dos.
Un largo y sedoso cabello rubio, un hermoso y brillante ojo azul que parecía irreal, una piel blanca y en su lo poco visible de su rostro, no parecía tener imperfección alguna, su ojo izquierdo, boca y la nariz estaban tapados por una máscara negra con un cierre en el medio.
Pero, aunque su figura femenina resaltaba casi como una mujer en sí misma, su cuerpo no parecía en nada a una, usando un vestido blanco con encajes y pequeñas decoraciones en color dorado, su cintura ancha y caderas apretadas desencajaban completamente con la figura que quería transmitir.
Al igual que los hombres que la acompañaban, quienes ni siquiera vestían armadura de un guardia, sino un simple traje de cuero.
“Siempre me he preguntado, ¿Puedo hacerte unas fotos?”
Sorprendida, la mirada de Nicole en vez de mostrar una alegría o interés mostró un repudio indescriptible.
(¿Ahora con que me va a salir este asqueroso?)
Sin responderle continúo con su mirada fija en él o en ella.
“¿Por qué tuviste que ser tú? ¿Por qué tuviste que parecerte tanto a ella?”
El rostro poco detállale de Jalila, si no tuviera la máscara, claramente podría decirse que estaba babeando al ver a Nicole.
Los pasillos altamente iluminados por la luz de la mañana dejaban ver que ninguno de los tres allí quería una foto de Nicole como simple recuerdo. Cada uno tenía sus propios motivos.
“Por favor, déjame tener unas cuentas fotos tuyas, así podré ver su cara nuevamente”
Las palabras que debían transmitir tristeza solo daban el mensaje contrario. Acercándose lentamente a Nicole, con su mano extendida, queriendo tocar su rostro.
“...”
Antes de que sus manos pudieran tocar siquiera un pelo de Nicole, un golpe tan rápido que no pudo ser esquivado plasmó el rostro de Jalila en el suelo.
“¡Jalila!” “¿Se encuentra bien?”
Ante el golpe de Nicole, los hombres que acompañaban a Jalila se pusieron frente a ella y sacaron sus espadas apuntando a Nicole.
Rápidamente, en defensa de su superior, Adrianne se ubicó frente a su jefa y entre pequeñas partículas de luz, en su mano apareció una espada que apuntó contra los dos hombres.
“¡Ni te atrevas a tocarme! ¡Maldito asqueroso!”
Aún con el completo enojo expresado por Nicole, ambos hombres ya se estaban lamiendo la boca por su posible presa, en cambio, Jalila, no parecía estar afectada por sus palabras.
Más bien, era lo contrario.
“¡Sí! ¡Eso es, hasta casi tienes su mismo temperamento! ¡Me fascinas Nicole! ¿¡Acaso no serás su reencarnación!?”
Las miradas no eran compatibles entre sí, el deseo, la alegría, la euforia en Jalila había explotado, mientras que el deseo había aumentado en sus compañeros.
Pero, para Adrianne y Nicole era diferente, el asco, el repudio y el desprecio crecían con cada palabra que salía de la boca de él o ella.
“Por cierto... Que linda mascota la que tienes ahí, ¿Qué tal si un día me la prestas para jugar con ella?”
“Tú le pones a ella una mano encima y yo te corto lo que te queda de hombre. Por cierto... Creo que Alexander te había dado una orden, pero ¿Tal vez debería decirle que no la has cumplido?”
La amenaza poco impacto en Jalila tuvo, más bien, el éxtasis aumentaba, tanto que, aún con la máscara puesta pudo verse como se lamía los labios.
“¿Qué orden es?” “¿Nos lo comentaría mi señora?”
Con un tono suave, casi como si fueran perros, le rogaban.
“No hay necesidad de que sepan”
“¿A qué se refiere?” “Nosotros somos sus confidentes, sabe que puede contarnos lo que quiera”
Y aunque le rogaran, no pudieron darse cuenta de lo que les acontecía.
“Ese es justo el problema”
“Eh”
El ruego y suavidad de los hombres, se volvió temor al ver y sentir los hilos alrededor de todo su cuerpo. El pavor los hizo soltar sus espadas.
Bajo la mirada sorprendida de Adrianne que no sabía lo que estaba pasando y la expresión que le restaba importancia de Nicole.
“Los traidores al país, a su majestad merecen la muerte”
“¿De qué habla mi señora? Nosotros siempre...”
Sin dejarlo terminar de hablar, los hilos, en pocos segundos, se cerraron cortando a sus víctimas en pedazos.
Sin poder aguantar la escena, Adrianne súbitamente vomitó sobre el pasillo.
Viendo la expresión de Jalila que, en vez de parecer afectada por haber asesinado a sus guardaespaldas y confidentes, solo estaba gozándolo.
“Que asqueroso. Vámonos Adrianne”
“Sí...”
Siguiendo el ritmo de su superior, pasaron por el lado de Jalila que solo miró a Nicole, sin prestarle importancia alguna a Adrianne.
“¡Nicole! ¡Eres la obra magna de la vida! ¡Eres perfecta, la vida debe de regocijarse por tú eterna belleza! ¡Como ella, eres apoteósica!”
Mientras ambas se alejaban del lugar, Jalila solo gritó sus palabras hacia Nicole, sin importarle si era escuchado o no.
Sin importarle lo que Adrianne pudiera pensar de su persona, sin importarle completamente nada.
….....................................................................................
Con sus espaldas recostadas en un vagón de minería, sus hombros se tocaban, frente a ellas en sus piernas, con la boca tapada con ambas manos, estaba Elena.
Manteniendo el silencio, miraban frente a ellas con asombro la drástica diferencia entre los lugares, mientras que, los dos primeros pisos que bajaron eran pasillos negros iluminados, interminables y rellenos de habitaciones con materiales diversos. En cambio, el tercer piso, era deplorable, casi, un universo diferente.
“¿En dónde estamos”
“¿Y cómo quieres que lo sepa? Yo no lo sé todo”
Susurrando, podían escuchar claramente el sonido de los picos golpeando con los muros.
Los oscuros e irregulares muros que se asemejaban a una cueva eran iluminados por esferas amarillas en el techo.
“Elena, por favor, no hagas ningún ruido o sino nos encontraran”
“...”
Dando una pequeña mirada a Amelia, solo asintió con su cabeza.
(¿Por qué no nos han delatado?)
Mirando a sus lados, Laure podía ver con claridad a las personas golpeando los muros, incluso ellos podían verlas, pero, como si no existieran, ninguno las miraba o les decía algo. Tal vez, como si quisieran ayudarlas a escapar.
Amarrados con cadenas en sus manos y pies en largas filas, si alguno intentaba rebelarse, todos los que estuvieran a su lado, pagarían o saldrían igual de lastimados.
“¿De qué están hechas esas cadenas? Si la gente puede usar magia, fácilmente pueden escapar”
Susurrando a Amelia, con su mirada, siguió hasta donde pudo la larga fila de personas que golpeaban y arrancaban enormes pedazos de piedra para luego montarlos en los vagones.
Frente a ellas, no había salida alguna pero tampoco había seguridad alguna.
“Con que las hacen no sé, pero, esas cadenas están hechas para que la magia de la persona se disipe y sin la magia, los humanos se vuelven inofensivos”
“¿Y cómo lo sabes?”
“Porque si me concentro, puedo ver como la magia se está escapando de sus cuerpos”
Aun susurrando, miraron para el único camino que tenían disponible, relleno de gente, pero vacío de vida.
“... …"
“Ahí vienen”
Escuchando las pesadas metálicas, podían sentir que los caballeros se acercaban, no uno o dos, varios, decenas.
Con fuerza, Laure sostuvo la espada que había usado para asesinar a uno de los guardias con anterioridad, la misma por la cual, la pequeña frente a ella le había gritado y exigido explicaciones.
“Oigan, ustedes, si nos liberan, podemos ayudarlas a escapar”
Las tres escucharon el susurro de un hombre que les hizo una oferta que a oídos de Laure, era más que tentadora.
“... …"
Pero, el hombre solo pudo recibir silencio ante el peligro que significaba las pisadas cada vez más cercanas.
(¿Qué hacemos? No tengo mana suficiente para encargarme de tantos y no creo que Laure sea capaz con todos, y cuidar de Elena... No sé qué hacer)
Nerviosa, de la cabeza de Amelia el sudor comenzaba a bajar, su corazón se aceleraba con fuerza, miró levemente a Laure a su lado, que bajo sus piernas escondía la espada.
(Joder, esto no va a terminar bien)
Sus nervios solo aumentaban al ver a Laure fijándose por el borde del vagón, ya le era imposible hablar o corrían el peligro de ser escuchas.
Mirando a Elena, solo pudo ver como el sudor de la pequeña también bañaba su cuello, solo pudo encontrar consuelo en la mirada del hombre que estaba pendiente a la llegaba de los caballeros.
“¿A dónde crees que estás mirando? Continúa golpeando”
El nerviosismo de Amelia explotó en el momento que escuchó la voz de uno de los caballeros, no podía ver que tan cerca o lejos estaba, pero, lo que si podía ver era la actitud despreocupada de Laure.
Su único consuelo en ese momento era que la atención de los guardias estaba centrada en aquel hombre que antes les había hablado y ahora era regañado.
“¿¡Qué tal si mejor te callas y te largas a comer la mierda de tu gobernador!?”
La irreverencia, el insulto llevó al soldado a lo último, estallando en ira, sacó su espada listo para liberar su enojo.
“...”
“¡Valerya!”
En un grito de exasperación, Amelia solo pudo ver como Laure empuñó la espada, y atravesó con tal fuerza el metal que protegía al soldado que varios de los prisioneros se sorprendieron por unos momentos.
Una mujer, humana en apariencia, sin alguna muestra de que pueda usar magia, había destrozado la armadura de un soldado.
“¡Maldita! ¡Aquí te escondías!”
Levantándose, Amelia pudo ver como los soldados sacando las espadas estaban listos para, descargar las hojas de hierro en su enemiga.
Pero, era algo que ella tampoco podía permitir.
“¡Fuego!”
En un grito desesperado, lanzó una pequeña bola de fuego que quemó a uno de los soldados que estaba por atacar a Laure. Mientras que, los demás hombres tanteaban el terreno para poder atacar a las dos mujeres.
Tras Amelia, Elena se aferraba a su cuerpo llorando. Si Laure era imposible, tal vez, Amelia aún podía ser ayudada o, eso creía ella.
“¡Ahora!”
En el momento en que la mayoría de los soldados sacaron las espadas, el fuerte grito genero algo en el resto de los esclavos.
A los lados de los vagones, todos se abalanzaron como una manada de lobos contra enormes elefantes.
Aún sin poder defenderse por el mana, robado por las cadenas, no les importó lanzarse directo a su muerte.
Algunos, con sus picos descompuestos por el excesivo uso, golpearon a los soldados robando sus espadas, otros, destruían con alegría y euforia las cadenas con sus picos, las mismas cadenas con la que los habían privado de su libertad durante años.
“¡La hora ha llegado! ¡Es momento de matar a ese bastardo de Viktor y a su maldito hijo! ¡Pero primero, debemos destruir su legado!”
Entre gritos que intentaban generar valor en el resto de los apresados, levantó una espada liderando el avance, tal vez, fructífero o no.
Como una estampida, todos los liberados se abalanzaban contra los guardias que intentaban contenerlos.
Viendo como todos, a su alrededor se esfumaban entre la sangre, solo quedaron las tres junto aquel hombre.
“...”
Y aun entre los ruidos de la batalla, podían escuchar con claridad el llanto de aquella pequeña que mantenía los ojos cerrados, intentando negar la oscura realidad de su alrededor.
Poco a poco, las esferas que iluminaban el pasillo se iban apagando, como si el hecho de que todos allí se hubieran ido, significara que ya no tenían más uso o combustible.
“Tenemos que irnos de aquí. Elena, vamos, ya no llores”
“...”
Sin responder, simplemente se levantó con los ojos aún cerrados y buscando algo sobre que apoyarse, obtuvo como respuesta, la mano de Amelia.
“Sí claro y, ¿Por dónde es la salida? Su eminencia...”
“¿Y yo que voy a saber?”
Ignorando el evidente sarcasmo de Laure, miró al hombre con la esperanza de que las guiara a la salida o por lo menos, que les dijeran por donde debían ir.
“Lo siento, lo único que sé, es que sigan las esferas. No puedo acompañarlas, tengo que buscar a mis amigos”
“¿Eso que significa?”
Con cierta incomodidad, Amelia no se aguantó y soltó la pregunta.
“Solo sé que deben de seguir las esferas, si aún hay luz es porque las personas aún están proveyendo mana”
“¿Por qué tienes que hablar tan estúpidamente? Nos estas diciendo que sigamos a los que están adelante, ¿No?”
“Bueno, es eso”
Irritada, Laure intervino incomodando al hombre y a Amelia, pero, logró sacarle la información de manera sencilla sin tener que desgastarse mentalmente pensando el significado.
Comenzando a caminar, con espada en mano, no esperó o no se preocupó si quiera por si Amelia o Elena la estaban siguiendo.
(¿Cómo terminó todo en esto? Yo no debería de estar aquí)
Siguiendo el camino, a sus ojos como meras siluetas llegaban las imágenes de los soldados y prisioneros caídos, los vagones repletos de materiales manchados de sangre y… las expresiones de terror de algunos de los muertos.
No le importó su aspecto físico, si eran híbridos o no, o su edad. A todos los ignoró, sin sentir o expresar algún tipo de empatía por sus muertes.
“¡Espera! ¡Valerya! ¿¡Por qué te adelantas así!?”
“...”
Sin darle una respuesta clara a Amelia y Elena que trotaban para alcanzarla, siguió caminando al son del ruido de los gritos y el ruido de las espadas chocando.
A su lado, Amelia y Elena la habían alcanzado.
Metiéndose entre los pasillos, comenzaron a caminar entre el campo de batalla que se exponía ante sus ojos.
Los pasillos de los dos primeros pisos habían sido reemplazados por enormes cavernas de color negro tan amplias como para permitir pequeños combates.
“Fue...”
Un soldado se había acercado peligrosamente a Laure para cortarla, pero, antes de que pudiera su espada siquiera tocarla y de que Amelia pudiera disparar su magia, fue a quien iba a proteger, la que con la espada que cargaba en mano, separó el cuerpo del hombre en dos.
“Fue...” “Fu...” “F…”
Todo el que se acercaba con la intención de atacarla, era finiquitado al instante, sin muestra alguna de piedad.
Sus manos hacían posible lo que otros necesitaban hacer con el maná, no era que su espada cortara la armadura, la destruía. Eso era claramente visible por Amelia que guiaba a una Elena que caminaba con los ojos cerrados y las lágrimas corriendo por sus mejillas.
Sus músculos tenían la fuerza para hacer que la espada destruyera sus cuerpos.
Muchos incluso al verla, decidieron dejar que caminara tranquilamente mientras era seguida por la demonio y la hibrida.
Con tranquilidad, llegaron a su destino, una gran habitación repleta de sangre y minerales, y en su centro, tres grandes círculos mágicos que ocupaban la mitad del lugar.
Diferente a los demás lugares, la piedra negra había sido reemplazada por adobes, las esferas mágicas, por enormes candelabros encendidos por magia.
“¿Qué tipo de minerales son estos?”
Caminando con Elena, miraron los enormes vagones llenos de materiales manchados por la sangre de las víctimas en la lucha.
Viendo a muchos de las personas te cogían entre sus brazos parte del contenido de los vagones, Amelia hizo los mismo con pequeñas esferas trasparentes y las metió entre su ropa.
“Ya veo, con que eso había aquí, pero, no sé qué es lo otro”
“Es carbón y, ¿Cobre?”
Tras Amelia, Laure miró el contenido, tampoco le prestó mucha importancia a lo que sus ojos estaban viendo.
Tomando la delantera se ubicó frente al círculo que la mayoría de las personas estaban usando para teletransportarse y, junto a ella, Laure y Amelia se unieron en el circulo que comenzó a brillar repentinamente.
Esfumándose entre las partículas, sus ojos habían perdido de vista el paisaje que a sus ojos era aburrido.
En pocos segundos, el panorama completo había cambiado, la oscuridad de las paredes desapareció y se convirtió en la imagen degradante de una ciudad en ruinas.
Con el sol amenazando con esconderse para dar paso a la noche, todos a sus alrededores se disipaban, como si nada de esto importara.
Otra ciudad, decadente.
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