Los Pecadores

Los Pecadores

Prólogo:

Nunca hubiera imaginado que, cada palabra dicha por él había pasado por todo un proceso de dulcificado para que pudiera sonar apacible al salir de sus labios; parecían realmente sinceras. Era muy bueno fingiendo, o yo era demasiado estúpida, para poder darme cuenta; pero ya nada de eso importaba, porque al fin y al cabo, sí, había caído en la red de sus mentiras.

Es muy irónico que siempre pensé que los malos corazones eran merecedores solo de malas personas o de absolutamente nadie..., pero, aún así siento que me consumo por él, a pesar de que esté a punto de acabar conmigo. Literalmente.

—Se acerca mi estación favorita del año —dijo, aparentemente para sí mismo, mientras miraba las hojas de bellos colores y de todas las gamas, pero que aún no habían empezado a desprenderse de los árboles—. Nuestra favorita —se corrigió, con una sonrisa de lado, giró su cabeza a mi dirección, haciendo que me encontrará con sus ojos vidriosos que desprendían un aparente rencor, aquellos ojos que me resultaron encantadores hace tan pocos meses, y que ahora mirarlos me provocaba una punzada de dolor, oscuridad y horror.

—¿Por qué tenías que ser tan curiosa, querida? —continuó este, arrodillándose frente de mí, respiró profundamente con cierta exageración y se pasó las manos por el cabello—. ¿¡Por qué tenías que ser tan curiosa!? —repitió, ahora gritando, haciendo que me sobresaltara y mis manos frías atadas temblaran sin compasión—. Tengo la seguridad, cariño, de que pudimos ser felices…, pero tú nunca estas satisfecha, ¿no es así? Te decepcionan a menudo porque esperas demasiado de todo el mundo y piensas que las personas son igual de buenas y compasivas que tú… y eso, querida mía, es un grave error… que te costará la vida.

Se levantó lentamente sin quitarme la mirada, para luego observar a su alrededor y encontrarse con los ojos de aquel hombre anciano con gentil apariencia y desagradable corazón. Ambos murmuraron algo de lo que no pude escuchar más que las últimas palabras «El arma esta cargada», el anciano efectivamente le tendió el arma, él la tomo sin vacilar y con una afable sonrisa. Mi corazón empezó a precipitarse de inmediato, quise gritar pero no salía nada de mi boca, estaba demasiado conmocionada, y también segura de que si gritaba nadie me escucharía.

—Lo siento —dijo, mirándome por última vez, mientras me apuntaban, retuve el aire, cerré los ojos y solo espere el momento… hasta que finalmente disparó.

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