Las aventuras de la princesa Bella Volt del Imperio de Oro de un gran mundo mágico.
El mundo mágico también incluye las novelas
1) Cambiaré tu historia
2) Una nueva vida para Lilith
3) La identidad secreta del duque
4) Revancha de época
5) Una asistente de otra vida
6) Ariadne una reencarnada diferente
7) Ahora soy una maga sanadora
8) La duquesa odia los clichés
9) Freya, renacida para luchar
10) Volver a vivir
11) Reviví para salvarte
12) Mi Héroe Malvado
13) Hazel elige ser feliz
14) Negocios con el destino
15) Las memorias de Arely
16) La Legión de las sombras y el Reesplandor del Chi
17) Quiero el divorcio
18) Una princesa sin fronteras
19) La noche inolvidable de la marquesa
20) Ni villana, ni santa
21) Salvando a mi Ernesto
** Todas novelas independientes **
NovelToon tiene autorización de LunaDeMandala para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Invitación
Después de usar su magia para sanar a la condesa, la princesa Bella habia quedado agotada, por lo que la llevaron a su habitación de inmediato.
Al día siguiente..la princesa amaneció con su maná revitalizado… y fue junto a Ernesto a visitar a Elysia, mientras el conde habia salido un momento…
[Entré en la habitación procurando que mis pasos fueran tan suaves como el murmullo del viento. La alfombra apagaba el sonido, pero aun así sentía que cada movimiento rompía el silencio frágil que se había instalado allí. Mis ojos se posaron en Elysia, pálida y débil, rodeada por la ternura de sus hijos. Su mirada cansada se levantó hacia mí, y en ese instante supe que debía ofrecerle lo poco que aún quedaba en mis fuerzas.
Alcé las manos y dejé que la magia fluyera otra vez, fresca y ligera como un río escondido bajo la tierra. No era un milagro, no podía devolverle lo perdido, pero sí darle la fortaleza necesaria para aferrarse un poco más a la vida. El azul tenue se derramó sobre su cuerpo, calmando las punzadas de dolor.]
Elysia sonrió débilmente y, con esa chispa de humor que aún conservaba incluso en la fragilidad, murmuró:
—Muchas gracias, princesa… la próxima vez que esté en trabajo de parto la llamaré antes.
Aquel intento de broma me estrujó el corazón. Tragué saliva, buscando la manera de decir lo que debía.
—Elysia… —mi voz fue tan delicada como su respiración—, debo decirte algo importante. No podrás tener más hijos. Lo lamento.
Temí encontrar reproche en su rostro, dolor transformado en rabia. Pero lo que vi fue distinto: silencio primero, luego una aceptación lenta, pesada, que parecía hundirse en sus huesos. Sus manos se aferraron con fuerza a uno de los pequeños, como si ese gesto bastara para sostenerla. La sombra del miedo pasó por sus ojos, pero se deshizo en serenidad..
—Lo entiendo… —susurró al fin, acariciando la diminuta frente de su hijo—. Ya tengo lo más importante… ellos..
Yo respiré hondo, sorprendida por la entereza de aquella mujer. No todos podían recibir una sentencia así y hallar consuelo inmediato en lo que tenían. Era un acto de amor, y lo vi con claridad.
En ese instante, percibí movimiento junto a la puerta. Ernesto estaba allí, observando con una mezcla de orgullo y afecto, como si su hermana acabara de demostrarle algo que jamás olvidaría. Su voz fue baja, casi un secreto que no quería romper la calma del momento..
—Hans estuvo desesperado. No dejó de vigilarte ni un instante.. estaba aterrorizado de perderte.
Yo lo miré de reojo, sintiendo el peso de la verdad en sus palabras. Y al volver mis ojos hacia Elysia, comprendí que ella no solo había sobrevivido.. había vencido a la muerte con la fuerza de quien ama demasiado como para rendirse.
Cuando salimos de la habitación, el aire del pasillo me resultó más liviano, aunque aún llevaba el peso de lo ocurrido sobre los hombros. Ernesto caminaba a mi lado en silencio. lo sentía diferente, frágil, como si hubiera visto de cerca un abismo que casi le arrebataba algo irremplazable.
Nos detuvimos cerca de la escalera. el se volvió hacia mí, y por un instante pareció dudar. Bajó la mirada, como buscando las palabras en el suelo, y luego, con voz baja, me habló:
—Princesa… —pronunció el título con respeto, pero sus ojos me buscaron como si quisiera olvidarlo—. No sé cómo agradecerle lo que hizo por mi hermana. Ella..sin usted, quizá… —se interrumpió, incapaz de terminar la frase.
Yo le ofrecí una sonrisa serena, intentando aliviarlo.
—no tiene que agradecerme, Ernesto. Ella luchó por quedarse, yo solo la ayudé un poco.
Él asintió, nervioso, y tras un breve silencio carraspeó antes de hablar otra vez:
—Aun así… quisiera mostrarle mi gratitud de alguna manera. —Se detuvo, mordiéndose el labio, como si estuviera a punto de decir algo imprudente—. Si usted lo permite, me gustaría… invitarla a almorzar en mi casa. Nada ostentoso, solo… compartir un momento, en agradecimiento.
noté el leve rubor en sus mejillas, un matiz raro en alguien como Ernesto. no era la petición de un hombre seguro de sí mismo, sino la de un hermano aliviado y un amigo que quería tender un puente más allá de las formalidades.
Lo miré con suavidad, sorprendida y a la vez divertida por su timidez.
—Acepto —respondí con un dejo juguetón en la voz—. Pero solo si promete que no será un banquete diplomático, sino un almuerzo sincero.
Él sonrió, esta vez con un brillo de alivio y calidez en los ojos.