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MI QUERIDO SECRETARIO

MI QUERIDO SECRETARIO

Status: Terminada
Genre:Yaoi / CEO / Casada con el millonario / Jefe en problemas / Mujeriego enamorado / Completas
Popularitas:3k
Nilai: 5
nombre de autor: Fanny123

Un joven talentoso pero algo desorganizado consigue empleo como secretario de un empresario frío y perfeccionista. Lo que empieza como choques y malentendidos laborales se convierte en complicidad, amistad y, poco a poco, en un romance inesperado que desafía estereotipos, miedos y las presiones sociales.

NovelToon tiene autorización de Fanny123 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPITULO 9

Intentos de recuperar lo perdido

La llegada de Cristal Monteverde había dejado una sensación extraña en la oficina, y ahora, semanas después, era imposible ignorarla. Su presencia ya no era un simple recuerdo; era una fuerza activa que parecía querer reclamar algo que Alejandro, aparentemente, había decidido cerrar.

Yo, Gabriel Torres, sentía cómo cada vez que Cristal entraba en la sala, el aire se volvía más denso. Su elegancia era innegable: vestidos perfectamente cortados, tacones que resonaban en la madera de la oficina, y esa confianza que parecía envolverla como un aura que no dejaba espacio para ignorarla.

—Torres, necesito que prepares la sala de juntas para una reunión con Cristal —dijo Alejandro un lunes por la mañana, su voz grave pero tensa.

—Sí, señor —respondí, notando que su ceño estaba fruncido, y que por primera vez desde que trabajaba con él, Alejandro parecía visiblemente incómodo.

Cristal había solicitado una reunión “informal” para discutir un proyecto de colaboración entre su empresa y la nuestra, pero yo podía leer entre líneas: ella no había olvidado a Alejandro, y estaba dispuesta a luchar por recuperarlo.

Cuando entró en la oficina, Alejandro se levantó de inmediato. Su postura era perfecta, profesional, pero sus manos temblaban levemente al sostener los documentos. Cristal lo saludó con una sonrisa que parecía diseñada para desarmarlo.

—Hola, Alejandro —dijo, sus ojos claros fijos en él—. Ha pasado tiempo.

—Sí, Cristal —respondió él, firme—. Mucho tiempo.

Yo estaba a un lado, intentando mantenerme invisible, pero sentía cómo Alejandro se tensaba a cada paso que daba ella. Sus dedos se cerraban y abrían sobre los documentos, y su mandíbula estaba más apretada de lo habitual.

Cristal se acercó y me extendió la mano, sonriendo cordialmente:

—Encantada de conocerte, Gabriel. He oído mucho sobre ti.

—El placer es mío —respondí, intentando sonar seguro, aunque mi estómago se revolvía—. Espero poder ayudarte en todo lo que necesiten.

Su mirada pasó de mí a Alejandro, con un brillo que no podía pasar desapercibido. Era una mirada de evaluación, de desafío, y algo más: una chispa de deseo que recordaba los días que habían compartido antes.

La reunión comenzó con formalidad, pero pronto el verdadero objetivo de Cristal se hizo evidente. Cada comentario, cada sonrisa, cada risa contenida parecía diseñada para acercarse a Alejandro, para recordarle lo que habían sido.

—Alejandro, me gustaría que consideraras mi propuesta personalmente —dijo ella, inclinándose ligeramente hacia él—. Creo que juntos podríamos lograr cosas increíbles.

Él asintió, revisando los documentos, pero noté que evitaba mirarla directamente, como si luchara contra algo que no quería reconocer.

—Lo tendré en cuenta —respondió, su voz firme pero con un matiz de tensión.

Yo me mantuve a un lado, revisando notas y tomando apuntes, intentando no intervenir. Sin embargo, cada gesto, cada mirada que Cristal dirigía a Alejandro me hacía sentir una punzada de celos que no podía negar.

—Gabriel —murmuró Alejandro en un momento, apenas audible para mí—. Quédate cerca. No te separes de mí.

Asentí, entendiendo el mensaje. Era un recordatorio silencioso: “Esta es mi vida, y tú eres parte de ella”.

Después de la reunión, Cristal pidió hablar en privado con Alejandro. Se dirigieron a una sala contigua, y yo permanecí en la oficina, escuchando el intercambio de voces que se filtraban por la puerta. No podía oír todo, pero algunas palabras eran claras:

—Todavía siento algo por ti…

—Cristal, eso ya pasó —respondió Alejandro, firme.

Sus palabras me dieron un pequeño alivio, pero sabía que el camino no sería fácil. Cristal no se rendiría tan fácilmente.

Más tarde, mientras revisábamos otros documentos, Alejandro permaneció más tenso que de costumbre. Cada vez que sonaba su teléfono, o cuando veía un mensaje de Cristal, sus cejas se fruncían y apretaba los labios. Yo trataba de mantener la calma, recordando que en casa, detrás de las puertas cerradas, él seguía siendo el hombre cariñoso y protector que había aprendido a conocer.

Al terminar la jornada laboral, regresamos juntos a su departamento. Alejandro cerró la puerta detrás de nosotros y respiró profundamente, soltando por fin la tensión acumulada.

—Gabriel… —dijo, apoyándose contra la pared, sus manos temblando levemente—. Hoy fue difícil.

—Lo sé —respondí, acercándome y tomando sus manos—. Pero estamos juntos. Nada ni nadie puede cambiar eso.

Él me miró, sus ojos grises cargados de emociones que no podía ocultar.

—Cristal… ella no entiende que esto terminó hace años. Pero verla allí, tan cerca… fue complicado.

Me acerqué a él, apoyando la frente contra la suya.

—Alejandro, nadie puede quitar lo que tenemos. Ni Cristal, ni la oficina, ni nada. Estoy aquí y quiero estar contigo.

Un leve suspiro escapó de sus labios, y sus manos me rodearon con fuerza.

—Lo sé —murmuró, ronco—. Y por eso… quiero que seas tú quien me recuerde lo que es importante.

Nos abrazamos en silencio, dejando que la intensidad del día se disolviera entre caricias y susurros. La tensión provocada por Cristal quedaba atrás, reemplazada por la seguridad de nuestro vínculo.

Los días siguientes, Alejandro manejó la situación con firmeza. En la oficina seguía siendo serio y distante, pero cada gesto hacia mí estaba cargado de un mensaje silencioso: “Aquí estoy para ti, siempre”. Cada roce accidental, cada mirada fugaz, cada suspiro compartido reforzaba nuestra relación secreta.

Cristal, por su parte, no se daba por vencida. Mandaba correos, solicitaba reuniones y encontraba maneras de aparecer en la oficina, siempre con elegancia y determinación. Cada vez que lo hacía, yo sentía una mezcla de nerviosismo y celos. Pero Alejandro nunca flaqueaba; su frialdad frente a los demás era un escudo que yo aprendí a leer.

Una tarde, mientras revisábamos un contrato juntos, Alejandro me susurró:

—Gabriel, mantente cerca. Hoy podría ser complicado.

Asentí, comprendiendo que su intención era protegernos a ambos, aunque nadie más supiera de nuestra relación.

Esa noche, en la seguridad de su hogar, Alejandro me abrazó con fuerza.

—Hoy fue intenso —susurró—. Cristal no se rinde. Pero quiero que sepas algo: no importa lo que haga. Eres tú a quien amo.

Sentí un calor inmenso en el pecho, y me acerqué para tomar su rostro entre mis manos.

—Y yo a ti —respondí, con voz firme—. Nadie nos separará.

Nos besamos lentamente, dejando que cada segundo consolidara nuestra confianza y cariño. La amenaza de Cristal no podía romper lo que habíamos construido en estos meses.

Al día siguiente, regresamos a la oficina con determinación. Alejandro estaba más firme que nunca, y yo a su lado, listo para cualquier situación. Valeria y Samuel nos enviaban mensajes discretos de apoyo, recordándonos que nuestra relación era fuerte y que teníamos aliados en silencio.

Cristal continuó intentando acercarse, pero Alejandro mantuvo su compostura y profesionalismo. Sus gestos, aunque fríos ante los demás, eran cálidos y protectores hacia mí. Cada mirada, cada pequeño roce, cada palabra murmurada al oído reforzaba la idea de que nadie, ni siquiera su ex, podía interferir en lo que compartíamos.

Por primera vez, sentí que nuestra relación no solo sobreviviría a la llegada de Cristal, sino que se fortalecería con cada prueba. Alejandro y yo éramos un equipo, no solo en la oficina, sino también en la vida.

Y aunque la tensión provocada por Cristal no desaparecería de inmediato, sabíamos algo que ella no podía entender: nuestro amor era más fuerte que cualquier obstáculo, más sólido que cualquier recuerdo, y más profundo que cualquier intento de separarnos.

Ese día, al salir de la oficina, Alejandro tomó mi mano con firmeza.

—Vamos a casa, Gabriel —dijo, su voz suave pero segura—. Allí no hay competencia, solo nosotros.

Sonreí, apretando su mano.

—Sí, señor. Solo nosotros.

Caminamos juntos hacia el ascensor, dejando atrás la tensión, las miradas y las estrategias de Cristal. Nuestro vínculo era secreto, pero imbatible. Y aunque el mundo podía intentarlo, nadie podía quitarnos lo que habíamos encontrado el uno en el otro: un amor verdadero, sólido y clandestino, pero absolutamente nuestro.

... CONTINUARA ...

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Fanny
🥰
orneidy soto
Hermosa esta novela gracias por compartir
Fanny: Muchas gracias 🥰🥰
total 1 replies
Fanny
linda
☫ Queen ✜S. D. R꫞
gracias por apoyarme, de nada apoyarse, te deje un puntos de 199 de cafecito. espero que continúe el capítulo🥰☺️
Fanny Rodriguez: 🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰
total 1 replies
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