Alex Borisov es un Don de la mafia rusa. Tenía un acuerdo de matrimonio cerrado con la italiana Caterina Colombo, cuando él alcanzaba la mayoría de edad y ella era apenas una adolescente. Una de las cláusulas de ese acuerdo era esperar a que Caterina cumpliera dieciocho años, y que ella solo supiera que tenía un prometido el día de la boda.
Los años pasaron, y Alex fue víctima de una trampa, obligándolo a casarse con la joven, con quien tuvo una hija. Fueron meses viviendo amargados, recordando que no deseaba ese matrimonio. Él, que siempre había sido serio, se cerró a todo, como una piedra inaccesible. Hasta que, misteriosamente, su esposa es asesinada.
Cuando queda viudo, decide ir en busca de su verdadera prometida en Italia. Caterina llega a la vida de Alex con toda su intensidad y persuasión, dispuesta a sacudir su mundo y, con su insistencia, promete romper la piedra que él puso en lugar de su corazón.
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Capítulo 22
Caterina
Me aferré a la palabra de Alex, de que nos quedaríamos con Alice otro día. Tenía miedo de que él ya no quisiera y las cosas volvieran a ser como antes.
Sentía todo mi cuerpo dolorido, probablemente había agarrado esos resfriados que nos dejan molidos en la cama. Temí diciendo que estaba bien, pero en realidad mi cuerpo solo pedía acostarse.
Aproveché la comodidad del colchón y cerré los ojos.
Sentí algo helado en mi frente y abrí los ojos asustada.
—Calma... — La voz de Alex resonó en el silencio del cuarto.
Él colocaba un paño húmedo en mi frente, y confieso que esa preocupación de él conmigo me estaba dejando intrigada.
—Todavía tienes fiebre. El médico que atiende a nuestra familia, está viajando, no va a poder venir.
Asentí lentamente.
—Estoy bien. — mi voz salió ronca. Sentía mi garganta áspera, mi cuerpo estaba dolorido y caliente y mi cabeza dolía.
Sí, la gripe me agarró de lleno.
Alex no dijo nada más. Terminó de colocar el paño mojado en mi frente, ajustó la sábana que cubría mis piernas y se levantó, caminó hasta la puerta y salió.
Me quedé sin entender nada, pero continué quietecita acostada. No sentía ninguna gana de levantarme, por mí, me volvía parte del colchón.
Después de algunos minutos, él entra nuevamente, ahora con una bandeja en manos. No sentí ningún olor, mi nariz estaba tapada, pero tenía certeza de que allí había algo de comer y cuando él colocó en la mesita al lado, tuve certeza. Era una sopa, y parecía bien sabrosa.
—Conversé con el médico por teléfono. Hablé sobre tus síntomas, y él dijo que todo indica ser una virosis. Hablé también sobre la lluvia, él dijo que el virus probablemente ya estaba en tu cuerpo, la lluvia solo hizo bajar tu inmunidad y los síntomas aparecieron más rápidos. Él me recetó remedio para la fiebre y dolores, si no mejoras, te llevo al hospital.
—No necesitas llevarme al hospital, voy a mejorar, es serio.
Él quedó mirándome, después se levantó y agarró los remedios y el vaso de agua que estaba en la bandeja, y me entregó. En silencio, me senté, agarré de su mano y tomé los comprimidos.
—Necesitas comer. — él agarró el tazón de sopa, colocó un poco en una cuchara y aproximó a mi boca. Me quedé sin gracia, ni mis padres que me mimaban tanto, cuidarían así de mí.
Acepté y comí, quedé mirando para él, con mi mente pensando varias cosas.
—Nunca cuidé de nadie enfermo, espero no estar haciendo nada errado. — él dijo y llenó otra cuchara y yo comí.
Di una leve sonrisa, pues ahora él hasta parece un hombre normal, y no aquel Don cerrado y arrogante que parece no importarse con nadie. Está hasta tierno así todo preocupado.
—Estás cuidando mejor que mucha gente. Gracias.
—No soy de arrepentirme de algo, pero estoy arrepentido de no haber creído en ti y me siento culpable. Por eso te estoy compensando.
Algo se marchita dentro de mí. Por algún motivo, yo pensaba que tenía algo además para que él estuviera tan preocupado conmigo, pero en realidad, él estaba haciendo todo eso por culpa. Por lo menos él mostró todavía tener humanidad.
¿Por qué yo estaba creando algún tipo de esperanza de que él se importara de verdad conmigo y no hiciera las cosas por la culpa?
Me quedé en silencio, no respondí nada. Él continuó dándome las cucharadas de sopa, aún sin tener hambre yo comí la mitad. Cuando dije que no quería más, él colocó el tazón en la bandeja.
—El médico dijo que es bueno no tener contacto con Alice, por lo menos en los próximos tres días. Todavía hoy, una enfermera irá a hacer un test rápido de COVID en todos que tuvieron contacto contigo en los últimos días, solamente por precaución.
—¿Crees que puede ser COVID? — pregunté, preocupada con Alice, porque el virus del COVID es mucho más viral que otro. Y yo quedé todos los días con ella.
—Tal vez sí. El médico que indicó a hacer, pues los síntomas son parecidos.
—Resumiendo, si es, voy a tener que quedarme aislada en el cuarto. — hablé, ya pensando que tendré que quedarme sin poder ver a mi pequeña. Yo ya me había acostumbrado con la rutina con ella.
Alex no habló nada más, él agarró la bandeja y salió del cuarto. Me quedé sola nuevamente en el silencio. Con mi mente hirviendo en pensamientos.
El tiempo pasó y él no apareció más. Nadie apareció. La parte mala de quedar enferma no eran los síntomas y sí, sentirse solitaria. No sé por qué conmigo era así.
Después de algún tiempo, Alex vuelve y de esta vez, con una enfermera. Ella prepara todo y hace el test en mí y en él. Dice que el resultado quedará listo mañana. Ella se despide para ir a hacer en los otros. No quería que nada de eso sucediera por mi culpa.
Después que la enfermera se fue, Alex entró en el baño para tomar baño. Ya era noche y yo continué acostada y molida en la cama.
Alex entró en el closet, él parecía estar arreglándose, quedé curiosa y fui hasta allá. Él estaba vestido con terno y corbata, colocaba un reloj en el pulso y estaba de frente al espejo.
—¿Para dónde estás yendo? — él miró para mí con las cejas fruncidas. Parecía que yo había preguntado algo absurdo, o, no era común preguntar eso para él.
—Voy para una reunión con algunos asociados. — después de algunos minutos él finalmente respondió, porque yo estaba encarando él esperando una respuesta.
—¿Reunión a la noche? — cuestioné, él terminó de arreglar su cabello y caminó hasta mí.
—Sí, inclusive, ellos marcaron en una discoteca.
Sentí algo extraño dentro de mí. Algo que yo sabía el nombre, pero no quería admitir.
—Alex, estás casado. Hombre casado no debe quedar frecuentando discotecas. ¿No podría ser en otro lugar?— hablé, ¿yo estaba con celos? Parecía que sí y de los grandes.
Él me miró, parecía desacreditado en lo que yo hablé.
—Desde que llegaste, tú solo haces enfrentarme y crees que mandas en mí. Es bueno controlarse, o voy a devolverte para tu padre. Al final, todavía no consumamos el casamiento, si yo consigo probar que no te toqué, puedo pedir la cancelación.
Parpadeé unas tres veces incrédula.
—¿¡Qué!?
—Puedes dormir tranquila, no vuelvo hoy.
Él salió y yo todavía estaba sin creer en lo que él había hablado.