La Elegida Del Alfa Viudo

Eron

Me gusta provocarla, me gusta su reacción ante eso y no me importa cuando me golpea. Es tan extraño tener esta reacción hacia ella y al mismo tiempo tan reconfortante. Pero esta vez quería que me demostrara que realmente soy suyo, mi hombro hormigueaba deseando ser marcado por ella.

Cuando sentí sus dientes desgarrar mi piel, un placer indescriptible me consumió, me sentí arrastrado por ella como un tsunami arrasa con una ciudad. Demasiado caliente, demasiado intenso, la necesito, aquí y ahora.

—¿Por qué me provocaste? —pregunta Melina mirando la mordida que me hizo.

—¡Para que asumieras lo que es solamente tuyo!

Mis garras se exponen, rasgo su ropa y en cuestión de segundos la dejo desnuda. Melina, en respuesta, hace lo mismo conmigo. Con ella aún en mi regazo, beso sus labios, bajo por su cuello hasta llegar a sus senos, que ella inclina hacia mí dejando claro que quiere mi boca allí.

Cuando lleno mi boca con su seno, ella gime y echa la cabeza hacia atrás, moviéndose sobre mí. Basta de esta tortura, necesito sentirla. La levanto lo suficiente para empujarme dentro de ella; su lubricación me indica su excitación. Está muy mojada.

El deseo parece un termómetro que sube hasta explotar cada vez que se impulsa hacia abajo hasta que estoy completamente dentro de ella. Siento sus garras trazar caminos por mi espalda, haciéndome aullar en su oído.

Melina se mueve lentamente, haciéndome derretirme en sus manos. Hago que me mire a los ojos cuando siento que se contrae, sabiendo que es una señal de que va a correrse. Me mira mientras llega al clímax, muerde los labios para contener el gemido.

—No hagas eso, gime para mí, amor… Gime para tu alfa, mi Luna.

Ella se suelta, su gemido me hace venirme también. Melina me abraza fuerte mientras me besa y se mueve sobre mí, intentando calmar su sexo que no deja de contraerse de deseo. Nos quedamos allí hasta pasada la medianoche, subiendo luego a su habitación y quedándonos dormidos allí.

Cuando despertamos, terminamos en el baño juntos. Ella es bajita y yo mucho más alto, la levanto colocándola a una altura considerable para besarla. Sus piernas se enroscan en mi cintura y sus brazos en mi cuello.

—Me gusta tu altura, me vuelve loca, ¿sabías?

—Me gustan los hombres altos y mayores. Puedo decir que eres un conjunto perfecto.

Nuestro baño termina antes de lo que quisiera, aún tengo que ir a la sede de la manada. Voy a mi habitación para vestirme y la dejo en la suya a pesar de sus protestas. Pero al volver la observo mirar su cama mientras se cepilla el cabello.

—¿Qué pasa? —se gira hacia mí como si la hubiera asustado.

—El vínculo… Ahora puedes saber más sobre mí. Qué aburrido, ¿sabías?

—No era justo que solo tú conocieras mis sentimientos, ¿no crees?

—¿Por qué no me llevaste a tu habitación? La otra vez también me trajiste aquí.

Me paralizo con su pregunta, en realidad no sé qué responder. La traje hasta aquí por inercia, no lo planeé, simplemente pasó. Me rasco la nuca y la miro intentando responder.

—No fue intencional… pero, ¿podemos evitar mi habitación por ahora?

—Ya lo sé. Hay algo allí que no quieres que vea, ¿o es porque la única que podía entrar ya no está aquí? —siento algo dentro de mí, está dolida.

—Amor, yo…

—Déjalo, sé que recién llegué aquí y no puedo exigir mucho de ti. —dice pasando junto a mí y saliendo del cuarto.

Mierda, soy un idiota. No puedo dejar que piense que no es importante para mí. El camino hasta la sede de la manada lo recorremos en silencio, ella solo mira por la ventana fingiendo estar sola en el coche.

Al llegar, va al comedor ignorándome una vez más. Me dirijo a mi oficina e intento no pensar en mi metedura de pata hasta que Hannah entra una vez más sin ser invitada.

—Buenos días, Eron. ¿Quieres desayunar conmigo?

Da la vuelta a mi escritorio, empuja mi silla e intenta sentarse en mi regazo. Me levanto dejándola caer al suelo.

—¡Eso dolió! ¿Por qué me dejaste caer?

—¡Porque tal vez ese sea tu lugar! ¿No te da vergüenza intentar sentarte en el regazo de un hombre que ya está prácticamente emparejado?

—¿Qué? Imposible. Ni siquiera se lo han contado a la manada. ¿Cómo van a estar emparejados? ¡Ni han hecho la ceremonia!

—¡Puras formalidades! —me quito la chaqueta y levanto mi camiseta exponiendo la mordida de mi Luna— Como puedes ver, lo hecho, hecho está. Estamos emparejados para toda la vida. ¿No crees que es hora de que regreses a tu manada?

Ella se levanta furiosa, camina hacia mí deteniéndose a dos pasos, levantando la barbilla mientras habla:

—No me importa que esa perra te haya hecho eso, ni siquiera me molesta su olor impregnado en tu piel. Vas a ser mío, alfa.

Le sonrío con frialdad y digo:

—La única perra aquí está ladrando justo frente a mí. Habla así de mi Luna otra vez y yo mismo te arranco la lengua. Es bueno saber que puedes oler a mi hembra en mí, así entiendes que soy suyo y debes mantenerte lejos.

—¿Puedo participar de la conversación o mi entrada aquí está prohibida? —mi Luna entra, y siento que algo extraño la invade.

Voy hacia ella, la apoyo contra la pared y, sabiendo que Hannah está mirando, la beso con intensidad, de una forma que sé que incluso excita a la propia Hannah. Solo escucho la puerta cerrarse con fuerza.

—¿Por qué? —mi Luna intenta recuperar el aliento— ¿Por qué me besaste así de repente?

—No necesito una razón, pero esta vez fue para probar que soy solo tuyo.

—Felicidades, la bruja no necesitó escoba para volar esta vez, lo hizo con pura furia.

—No estás bien… ¿Vas a decirme qué pasó?

—Alfa, necesito dar una vuelta.

—¿Alfa? ¿Por qué me llamas así? —mira hacia otro lado ignorando mi pregunta— Está bien, puedes caminar por la sede de la manada. Le pediré a Lucas que te acompañe.

—¡No! Quiero salir de aquí, correr un poco y despejar la mente… sola, alfa.

—Melina, ¿qué estás…? —no termino mi pregunta, Omar y Lucius entran diciendo que necesitamos hablar— ¿No ven que estoy ocupado?

—No lo hagas por mí, alfa. Ya me voy, nos vemos en casa más tarde.

—¿Melina? —sale de mi oficina prácticamente corriendo.

—Alfa, las mujeres demasiado jóvenes son así. Por eso sería mejor encontrar una esposa un poco mayor. —Lucius habla con una sonrisa maliciosa.

—¿Qué quieren aquí?

Me siento mientras me llenan la cabeza de tonterías que no quiero oír. Paso el día irritado. No almorcé, no puedo dejar de pensar en mi Luna y en por qué está molesta. Mi tío golpea la puerta.

—Entra, tío. —Antes de cerrar la puerta se asegura de que no haya nadie en el pasillo.

—Sobrino, ¿dónde está tu novia?

—¿Cómo sabe de ella?

—Sentí su olor en tu casa el otro día y vinieron juntos ayer y hoy. Después de lo que escuché, tuve la certeza de que es tu novia.

—¿Después de lo que escuchó?

—Omar y Lucius fueron crueles con ella. Le dijeron que su lugar era el agujero del que salió, no a tu lado manchando tu imagen de alfa. Perdóname por venir recién ahora, escuché su conversación hace pocos minutos.

—Maldita sea.

Me levanto y salgo corriendo, dejando a mi tío en mi oficina. Necesito encontrarla. Probablemente no está en forma humana. Dejo el coche en casa y voy al bosque siguiendo su rastro. Corro durante horas hasta empezar a sentir su olor cerca de los límites de la manada… Melina, no huyas de mí.