Soy Mia Montecarlo, joven, hermosa y la única heredera del patrimonio de mi familia; todo eso no me sirve de nada, pues estoy en prisión, por culpa de la Familia Montiel y su ambición, su amor por el dinero y la vida ostentosa, les hizo tenderme la más vil de las trampas, pero lo que ellos no saben es que saldré de aquí, y saldré a vengarme.
Mi plan está hecho y no descanzaré, hasta hacer pagar a cada uno de ellos, incluyendolo a Él, "Valente Montiel".
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20- Caos total...
(Mía).
Intentaba ayudar a mi amiga, pero las palabras de aquella mujer pusieron un peso enorme sobre mis hombros.
¡¡Me llamó asesina!!
Jamás en mi corta vida, había pasado por mí mente que a mí me dijeran esa palabra.
Había algo que yo no comprendia, como es que Eugenia sabia; si desde donde ella estaba parada no se veía donde estaba, Daniela y el cuerpo sin vida de Óscar Montiel.
Pero a pesar de no comprender, mí mente ingenua, no podía analizar y llegar al entendimiento pleno, de que todo en lo absoluto había sido parte de un plan.
Pero un plan que les salió mal...
La gente ya se había amontonado en la puerta, Efraín y Eugenia en silencio, me veían con el arma en la mano, y dirigían su vista en dirección a donde estaban la víctima y el victimario sin vida, vi que Eugenia empezó a caminar bastante tensa, Efraín detrás de ella, y algunas personas más, hasta que pudieron ver lo que sucedía.
Vi la reacción de Eugenia y de su hijo mayor.
— No, no, no, NOOOOOOOOO...
Esto no puede ser, no no...
Es Óscar, no, no Óscar NOOOOO...
LO MATASTE A EL, NOOOO.—La mujer lloraba incontrolable, Efraín también lo hacía y la abrazaba.
Supongo, que ver el cuerpo sin vida de Óscar, la había llevado al colapso total.
Yo continuaba estática, viendo como la gente se amontonaba, miraban el cuerpo y volteaban a verme justo en mi mano donde tenía el arma.
De repente mi corazón se alteró aun más si es que eso podía suceder sin que estallara.
Vi entrar a Valente, mi Valente...
Sus ojos estaban asustados y se veía realmente agitado, parecía que no entendía lo que pasaba, detrás de El venía mi Nana y los esposos Montoya, pero yo no veía a nadie más, lo veía a Él.
Valente, se acercó a mí, vio el arma en mi mano y miró directo a mis ojos, yo vi en sus ojos confusión, pero aún así, allí escuché la última palabra que sus labios me dirigieron a mí, las dijo porque no había visto que quién estaba muerto era su Padre, pero como estúpida me parecieron sinceras.
—Tranquila, todo estará bien.—Yo al oírlo como tonta creí que así sería, pero no sabía lo qué vendría después, pero esas palabras me ayudaron en ese momento y pude salir del shock en el que estaba.
Mi Nana también se acercó a mí, la angustia de sus ojos era tan evidente, puso sus dos manos en mis mejillas y cuando ella hizo eso, fue como si se activarán las lágrimas retenidas de mis ojos, allí fue cuando caí al piso de rodillas y lloré, lloré como niña, frente a todos.
Mi Nana, se arrodilló conmigo, pero levanté mis ojos y le dije.
—Debes ayudar a Dani...—cuando le dije eso, el rostro de mi Nana palidesio.
Valente y los esposos Montoya, abrieron espacio para poder ver, mi Nana también se introdujo en el círculo de gente expectante de la terrible tragedia.
Todo era un caos, yo podía oír a mi Nana llorar al ver a Dani en el estado en el que se encontraba, junto a un cadáver.
También podía oír a Eugenia llorando.
Y gritando que ella no quería eso.
—Papá, papá... /Dios mio/ que pasó aquí.—oí a Valente sollozando.
—Fue Ella, esa Maldita lo mato, mato a tu Padre... es una asesina; ASESINA...—Grito la mujer descontrolada.
Por en medio de los pequeños agujeros que la gente curiosa dejaba, pude ver a Valente con sus dos manos en la cabeza y metidas entre sus rodillas, en modo negación, como si no entendía.
También pude ver que Efraín acomodaba la ropa interior de su Padre, abrochado su pantalón, todos los que estaba allí lo vieron.
Mi Nana aun llorando con amargura y desconsuelo, acomodaba a Daniela, para que no vieran su desnudez y el desastre que el abusador había dejado en su entrepierna, el señor Emanuel Montoya la tomó en sus brazos y la alejó un poco del cadaver, creo que todos estaban perplejos ante la escena, pero solo los Montoya estaban ayudando.
Fue allí, cuando sucedió lo inevitable.
La policía llegó...
Todo había pasado en cuestión de minutos, yo sentía que era una eternidad, más todo fue muy rápido.
Pero quien había llamado a la policía, ya estaban aquí.
Ellos se abrieron pasó y vieron la escena.
Ordenaron a todos retirarse, la gente obedeció, allí pude ver a Valente llorar, tirado de rodillas en el piso con su cabeza pegada a la alfombra, Efraín también lo hacía, pero un poco más sereno.
Eugenia era un descontrol total.
Lloraba como loca por su marido.
Creo que los Montiel, si lloraban de verdad a su Patriarca, ellos no esperaban que El, muriera, no era ese su plan.
Una mujer policía se acercó a mí, me miró serena, se agachó, saco un pañuelo y tomó el arma colocándola en una bolsa transparente.
—Ven levántate y acompáñame— me dijo con su voz tranquila, yo volví a ver a Valente que seguía con su cabeza entre sus rodillas, me levante con la ayuda de la mujer policía y caminé con ella, hasta que oí de nuevo las palabras que me bloquearon.
—Es una Asesina, ASESINA...—De nuevo era Eugenia y su hijo Efrain a su lado.
Me miraron con odio...
—Ven, vamos mis colegas van a investigar que pasó, no te preocupes aquí no nos dejamos guiar por palabras, sino por evidencias.—Me dijo la mujer.
Ví a mi Mana, ella me miró sus lágrimas eran tan abundantes, vi que le dijo algo a Emanuel Montoya, El se acercó y me dijo.
Tranquila hija.
Te mandaré a mi abogado...
Allí caí en cuenta de algo y recordé.
El Lic. Marco Soler no estaba, no había sido invitado y Yo no sabía nada de Él.
Con voz profunda le pude decir.
—Gracias, señor...—El llevó su mano a mi mejilla y me dijo.
—Todos los que vimos la escena cuando entramos, pudimos entender porque lo hiciste.
Eres Valiente... Vas a salir de esto.—Su mirada pacífica me tranquilizó, vi a la mujer policía que me miró serena y empecé a caminar con Ella.
Salí a la puerta y allí estaba el gentío, los periodistas y los reporteros, cientos de flashes me alucinaron y me aturdió el bullicio de la murmurción.
Me subí en la camioneta patrulla y esa fue la última vez que vi la mansión Montecarlo, fue la última vez que vi el extenso jardín, de mi preciosa casa, ese jardín que estaba aun lleno de gente, los que supuestamente habían sido invitados a mi fiesta de 18 años, pero en realidad habían sido invitados a presenciar mi fin.
Se que ese era el propósito de los Montiel, acabar conmigo y quedarse con todo mi dinero.
Allí empece a entender que todo era parte de un malévolo plan...