¿Podría un hombre marcado por la sangre cambiar al encontrarse con una mujer que veía la esperanza en todo?
¿O el pasado de ambos sería demasiado fuerte para escribir una nueva historia?
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Cap. 10
Callejones y disparos
—Te prometemos que te lo vamos a devolver pronto, hija —dijo Ferdi, el padre adoptivo de Eva, con una sonrisa forzada.
—¿Cuánto necesitan? —preguntó Eva, con el ceño fruncido.
—No es mucho... unos veinticinco mil pesos —respondió Marni, su madre adoptiva, como si pidiera prestado un encendedor.
Eva y Lisna se quedaron en silencio. La cifra era absurda.
—¿Veinticinco mil? ¿Qué creen, que esto es una sucursal bancaria? —murmuró Lisna, indignada.
Eva pensó unos segundos.
—La verdad, solo tengo cinco mil en mi cuenta. Es lo que he ahorrado.
—Está bien, hija. Con eso empezamos. Lo demás lo conseguimos por otro lado —dijo Marni, sin perder la sonrisa.
—Voy al cajero. Quédense aquí. Si quieren comer fideos, sírvanse —dijo Eva, entregando el carrito a Lisna.
Ferdi y Marni se miraron con complicidad. Sonrieron como si acabaran de ganar la lotería.
Lisna los observó con desconfianza.
—Sé perfectamente lo que están pensando —murmuró para sí.
—Oye, niña, haznos unos fideos. Tenemos hambre —dijo Marni, acomodándose en una silla.
—Hazlos tú, tía —respondió Lisna, sin mirarla.
—¿Cómo te atreves a hablarme así?
—No soy empleada de nadie. Este negocio es de Eva y mío. Si no van a pagar, no les sirvo nada.
—Ya, ya, yo los hago —dijo Ferdi, intentando calmar a su esposa.
—Qué flojos son. Vienen a pedir dinero y todavía quieren que les sirvan —dijo Lisna, molesta.
—¿Sabes con quién estás hablando? —dijo Marni, poniéndose de pie.
—Claro que sí. Con una pareja que vive de chuparle la sangre a Eva. ¿Les suena la palabra “sanguijuela”?
Marni levantó una cuchara de metal, dispuesta a golpearla.
—¡Ya, Marni! Estamos en la calle. No hagas un escándalo —dijo Ferdi, deteniéndola.
—¿Son los papás de Eva? —preguntó Jimmy, que había estado observando desde la esquina.
—Adoptivos —aclaró Lisna, con tono cortante.
—Ah, con razón —dijo Jimmy, cruzado de brazos.
—Nosotros la criamos. Gracias a nosotros es lo que es —dijo Marni, sin perder la arrogancia.
—¿La criaron en Hong Kong o qué? —soltó Lisna.
Ferdi se acercó, molesto.
—Ya basta. No provoques.
—¡No se metan con Eva! —dijo Jimmy, interponiéndose.
Todos se quedaron en silencio. Jimmy se plantó firme.
—Tranquila, Neng Lisna. Yo estoy aquí para protegerlas —dijo Jimmy, golpeándose el pecho con orgullo.
Lisna solo rodó los ojos.
...****************...
Eva salió del cajero con el dinero en la bolsa. Caminaba por una calle poco transitada cuando un hombre se le acercó y le arrebató la bolsa.
—¡Ladrón! ¡Ayuda! ¡Por favor! —gritó Eva, corriendo tras él.
La gente la miraba, pero nadie se movía.
En un coche estacionado cerca, Aris observó la escena.
—¿No es Eva? ¿Qué está pasando?
Lucifer miró por la ventana.
—Ignóralo —dijo, sin emoción.
Eva siguió corriendo hasta que el ladrón se metió en un callejón. Cuando lo alcanzó, tres hombres más aparecieron detrás de él.
—Devuélveme mi bolsa, por favor —dijo Eva, jadeando.
—Si puedes quitármela, es tuya —respondió el ladrón, burlón.
Eva retrocedió. Los cuatro hombres la rodearon.
—¿Qué quieren? ¿Están juntos?
—Tranquila, guapa. Vamos a divertirnos —dijo uno de ellos, acercándose.
Eva intentó escapar, pero uno la sujetó del brazo. Ella gritó, mordió su mano y logró soltarse. Corrió, pero otro la interceptó y la golpeó en la cara.
En el coche, Aris volvió a hablar.
—Señor, esto ya se salió de control. ¿No deberíamos intervenir?
Lucifer cerró los ojos, molesto.
—Termínenlo rápido.
—Sí, señor —respondieron Aris y Hendra, saliendo del coche.
—¡Ey! ¡Suéltenla! —gritó Aris, enfrentando al grupo.
—Lárguense. Esto no es asunto suyo —respondió uno de los ladrones.
—Es nuestra amiga. Si no quieren problemas, déjenla ir —dijo Hendra, firme.
Los ladrones se rieron.
—¿Dos contra cuatro? ¿Están locos?
—No necesitamos hablar —dijo Hendra, lanzando el primer golpe.
La pelea comenzó. Eva estaba atrapada, uno de los hombres la sujetaba.
—¡Cuidado, Aris! ¡Hendra! —gritó Eva.
—¡Cállate! —le gritó el hombre que la tenía.
De pronto, un disparo retumbó en el callejón.
El ladrón que sujetaba a Eva cayó al suelo, gritando. Su pierna sangraba.
Todos se quedaron congelados.
Lucifer apareció, con el arma aún humeante.
—Les dije que lo terminaran rápido. ¿Por qué siguen jugando?
Nadie respondió. Nadie se atrevió.
Eva lo miró, temblando. Por primera vez, entendió que Lucifer no era solo un hombre frío. Era alguien que no dudaba en actuar. Alguien que, por alguna razón, había decidido protegerla.
Te felicito
espero que ese tipo le diga a Eva que su padre la vendió a el para pagar la deuda que tenia con el aver si con eso ya habré los ojos y se da cuenta que ellos no la quieren y solo la ven como un objeto que pueden usar del cual desacerse
y así ella se aleje y corta lazos con esa gente que si la buscan con escusas barata no los escuche ni les de dinero que solo se preocupe por ella y su hermano que se ve que la quiere y se preocupa por ella