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Lo Que Debía Permanecer Oculto

Lo Que Debía Permanecer Oculto

Status: Terminada
Genre:Romance / Época / Fantasía épica / Edad media / Completas
Popularitas:533
Nilai: 5
nombre de autor: MIS HISTORIAS

Kaela Norwyn nunca buscó la verdad. Pero la verdad la encontró a ella.
Tras la muerte de su madre, Kaela inicia un viaje hacia lo desconocido, acompañada por un joven soldado llamado Lioran, comprometido a protegerla… y a proteger lo poco que queda de un apellido que muchos creían extinto. Lo que comienza como un viaje de descubrimiento personal, pronto se transforma en una carrera por la supervivencia: antiguos enemigos han regresado, y no todos respiran.
Perseguidos por seres que alguna vez estuvieron muertos —y no por decisión propia—, Kaela y Lioran desentrañan un legado marcado por pactos silenciosos, invocaciones prohibidas y una familia que hizo lo impensable para mantener a salvo aquello que debía permanecer oculto.
Entre la lealtad feroz de un abuelo que nunca se rindió, el instinto protector de un perro que gruñe antes de que el peligro se acerque, y el amor contenido de un joven

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Capitulo 10

El pergamino extendido sobre la mesa seguía allí, con sus líneas curvas, símbolos antiguos y esa estrella encerrada por un anillo de lágrimas negras. El fuego de la chimenea iluminaba las sombras del salón, como si quisiera advertirles que lo que estaban tocando no debía ser revelado a la ligera.

Lioran no apartaba la vista del mapa. Kaela tenía el ceño fruncido, y su abuelo caminaba de un lado a otro con las manos enlazadas tras la espalda, su bastón golpeando el suelo a cada paso.

—Esto no es un simple mapa —dijo Eldran finalmente—. Es una advertencia. Una guía… y una trampa al mismo tiempo.

—¿Por qué una trampa? —preguntó Kaela, sin alzar la voz.

—Porque esto es lo que muchos quisieron enterrar —respondió él—. Y otros… desenterrar a cualquier costo.

Kaela lo miró. Algo dentro de ella empezó a encajar. Un recuerdo. Un momento.

—Abuelo —susurró—. El ataque… que fue terminando el bosque que esta en las afueras de la ciudad

Lioran levantó la vista. Su mirada se endureció.

—No fue un robo —dijo—. No buscaban el carromato. Te buscaban a ti.

**

Fue una tarde gris en lo alto del paso de Riven. El aire era seco y frío. El carromato avanzaba despacio entre montañas, y Kaela hojeaba los últimos escritos de su madre, sentada entre mantas. Lioran caminaba adelante, con la mano en la empuñadura de su espada. Niebla iba alerta, olfateando el viento.

El primer sonido no fue un grito.

Fue una piedra cayendo.

Luego, el silencio. Un silencio antinatural, donde ni pájaros cantaban ni hojas crujían.

Lioran se detuvo.

—Algo no está bien —dijo.

Y entonces aparecieron.

Cinco figuras descendieron del borde del camino. Sus movimientos eran torpes, sus cuerpos rígidos… pero sus rostros no mostraban dolor. No mostraban nada.

Piel cetrina. Ojos hundidos. Algunos sin labios, dejando ver dientes que ya no servían. Vestían ropas antiguas, harapientas… y olían a tierra húmeda, a descomposición y brea.

Kaela se cubrió la boca. Lioran desenvainó en el acto.

—No son bandidos —dijo con voz baja—. Kaela… no están vivos.

Los muertos caminaban.

Uno soltó un rugido seco. Otro se lanzó hacia el carromato con una agilidad inhumana. Niebla saltó sin dudar, derribándolo con toda su fuerza, pero no bastó. El cuerpo, pese al golpe, intentaba levantarse.

—¡¡Atrás!! —gritó Lioran, bloqueando otro de los cadáveres con su hoja.

No sangraban. No gritaban. Solo seguían atacando, como si alguien —alguna voluntad oscura— los estuviera guiando desde lejos.

Kaela, temblando, buscó el cuchillo en su bota. No para luchar. Para no sentirse indefensa.

—¡¿Qué son?! —gritó, esquivando una mano huesuda.

—Invocados —respondió Lioran—. Alguien los levantó. ¡Y los envió tras ti!

Solo después de que Niebla desgarró por completo el cuello de uno, y Lioran decapitó al otro con un tajo limpio, el resto de las figuras colapsaron sin sonido, como si hubieran sido cortadas del hilo que los sostenía.

El aire volvió. El viento sopló otra vez. Los cuervos graznaron desde lo alto.

Pero el mundo ya no era el mismo.

**

—Nunca contamos todo lo que vimos —dijo Kaela ahora, de vuelta en la sala, con la voz rota—. No queríamos parecer locos. Pero no eran hombres. No eran... personas.

Eldran no respondió de inmediato. Solo se sentó lentamente.

—Durante la guerra —dijo— algunas casas recurrieron a lo impensable. A mujeres y hombres que se dedicaban a "hablar con los muertos". No con alma… sino con restos. Aprendieron a forzarlos a moverse. A obedecer.

—¿Cómo es eso posible? —preguntó Lioran.

—No hay magia en ello —dijo Eldran con voz seca—. Solo manipulación. Ciencia retorcida. Técnica antigua. Algunos lo llamaban necropresión. Otros… solo la llamaban necesidad. Pero una vez que se toca esa oscuridad… no se regresa igual.

Kaela tocó el mapa.

—¿Y por qué venir tras mí?

—Porque tú eres el vínculo —dijo Eldran—. La sangre que quedó. Y si estás viva… el legado sigue vivo. Y si sigue vivo… puede ser descubierto.

Niebla, acostado frente a la chimenea, se levantó despacio y se sentó al lado de Kaela.

Como si supiera que el enemigo no estaba lejos.

Como si recordara el olor de la muerte caminando.

Kaela alzó la mirada hacia Lioran.

—¿Aún me protegerás, sabiendo que no sé lo que puede despertar?

Lioran le sostuvo la mirada sin pestañear.

—No estás sola. Ni lo estarás.

Eldran asintió con lentitud.

—Lo que sea que tus padres protegieron… alguien aún lo teme. Y ahora que tienes la llave, el mapa y la sangre… vendrán otra vez. Con muertos o con peores cosas: con vivos decididos.

Kaela acarició la llave que colgaba de su cuello.

Y entonces lo supo.

La búsqueda había comenzado.

Y no todos los enemigos llevaban piel fresca.

**

El fuego seguía encendido en la sala principal de la mansión Norwyn. Afuera, la noche envolvía al Vado Gris en un manto helado, pero dentro del hogar, el calor de la chimenea y la tensión del descubrimiento mantenían despiertos a Kaela, Lioran y Eldran.

El mapa estaba sobre la mesa, aún abierto, y la llave colgaba del cuello de Kaela como un eco del pasado que ya no podía ignorarse. Durante varios minutos, hablaron en voz baja sobre lo que significaban los símbolos, el ataque de los muertos y el legado que ahora ardía bajo sus pies.

—Tenemos que ir —dijo Kaela con determinación—. El mapa nos señala un punto. Un lugar. Hay que seguirlo.

Eldran no respondió enseguida. Observó la chimenea, meditando.

—No aún —dijo al fin—. No sin saber todo lo que tenemos aquí. No sin agotar primero cada palabra que tu abuela dejó atrás. Tal vez haya más… tal vez esto no sea solo un punto en el mapa. Puede ser una prueba… o una trampa.

Kaela asintió lentamente.

—¿Quieres que sigamos buscando entre sus cosas?

—Quiero que lo entendamos todo —respondió Eldran—. Antes de poner un pie fuera de esta casa.

Lioran asintió en silencio. Había aprendido a no subestimar las advertencias de Eldran, sobre todo cuando estaban teñidas de preocupación real.

Esa misma noche, regresaron al salón donde estaban almacenadas las cajas de la abuela Aelira. Algunas ya habían sido revisadas, otras estaban aún cerradas. Niebla los siguió, acostándose en la entrada, atento como siempre.

Kaela abrió una caja más del fondo. Dentro, cubierto con una tela bordada, encontró un diario de cuero negro, de hojas amarillentas y gastadas. En la primera página, con la misma caligrafía fina de su abuela, se leía:

"A quien descubra esto… si el eco de los muertos ha llegado hasta ti, busca a quien aún recuerda cómo silenciarlos."

Siguieron leyendo.

En las últimas páginas, entre notas sobre rituales oscuros, nombres tachados y fechas olvidadas, encontraron una mención precisa:

"En la torre de Arkenhill vive un hombre que no pertenece a ninguna casa, pero que guarda el saber que otros temieron conservar. No habla con los muertos… los escucha. Y aprendió cómo hacerlos callar."

Kaela se estremeció. Lioran apretó los labios. Eldran tomó el diario y leyó de nuevo la entrada en voz baja, como si quisiera asegurarse de que no estaba interpretando mal.

—La torre de Arkenhill —repitió—. Creí que ese lugar había sido abandonado desde la guerra.

—Entonces no lo está —dijo Lioran.

—Y ese hombre… —añadió Kaela— puede ser la única persona que entienda realmente cómo detener lo que está comenzando a despertar.

Eldran cerró el diario con cuidado.

—Entonces esa será nuestra próxima búsqueda. Pero esta vez, lo haremos con más preparación… y más respuestas.

Kaela asintió, sabiendo que lo que fuera que vivía en esa torre no solo tenía conocimientos antiguos… sino probablemente verdades que podían cambiarlo todo.

Porque ya no se trataba solo de proteger un apellido. Sino de impedir que los muertos vuelvan a caminar.

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