Dormí Con El Tío De Mi Ex

Zulema De la Puente ingresó al penthouse, aquel lugar donde iba a iniciar su vida matrimonial con Javier, resultaba tan extraño visto en ese momento, se sentía como algo irreal, despues de esa primera sensación, ella observó con detenimiento, parecía que habían cambiado algunas cosas del lugar; era de cierta manera doloroso estar ahí, ahora que toda su vida perfecta se había venido abajo, cinco años de su vida, entregando su amor sincero a un hombre en que a la menor dificultad la separó de su lado sin dudarlo.

Mathías no había venido en años, la última vez que lo hizo, fue cuando quiso deshacerse de todas las cosas de Fabiola, su anterior novia, aquella que había muerto en un accidente automovilístico en compañía de otro hombre, con quien también tenía una relación paralela y nunca se había dado cuenta de ello. No quería vivir en ese lugar, que se la recordaba, ni había encontrado el valor de regresar, por eso le había encargado a su hermana su cuidado, pero se había dado cuenta que lo había tomado como si fuera su propiedad.

- “¿Me permite utilizar los servicios?, necesito secarme un poco”, preguntó Zulema.

- “¿Has dejado algo de ropa en este lugar?, podrías utilizarla para que te cambies”, dijo Mathías recogiendo un brasier del suelo y mostrándole.

- “Eso no es mío, (Mathías lo soltó de inmediato) no vivía con él, así que no he dejado ropa; buscaré una bata limpia, y usaré la secadora, si me lo permite”, manifestó Zulema.

- “Has lo que quieras, luego me dices cuales son tus cosas, y me dices donde quieras que las mande”, expresó Mathías, Zulema lo miró y le dio una sonrisa, que le iluminaba el rostro, aquel importante CEO no pudo evitar mirándolo embobado, nunca entendió cómo una mujer como ella, pudo haberse fijado en el cínico de Javier.

Zulema fue a secarse, mientras Mathías recorría todo el lugar, era inevitable darse cuenta de que su sobrino había convertido su penthouse en un departamento de solteros para sus aventuras, y no había hecho ningún esfuerzo para ocultarlo; coincidentemente había ido, porque quería poner en venta otros departamentos de ese edificio, por alguna razón en esa ocasión no quiso usar sus intermediarios, pero gracias a eso, había visto de casualidad a Zulema mojándose bajo la improvisada lluvia.

Mathías fue a la barra de bebidas, al parecer su sobrino lo había surtido muy bien, sacó del frío bar lo necesario; y preparó un Cosmopolitan como un bartender experto.

Zulema estaba avergonzada, pero tal vez era la única forma de recuperar sus cosas y en verdad las necesitaba, así que aún tímida salió con la bata bien amarrada, pues lo único que tenía seco era su ropa interior, y fue directo a poner el resto en la secadora, mientras veía donde había puesto Javier todas las cosas que había comprado.

Verla caminar de un lado a otro, cuidándose de no mostrar nada de más, le causaba gracia a Mathías, pese a sus intentos era inevitable no notar sus curvas, “en verdad eres un idiota, Javier”, pensó en sus adentros; tomó su trago de golpe y miró para otro lado, debía ser un caballero se dijo, pero si ella le diera la oportunidad no dudaría en tenerla en sus brazos.

Zulema fue a los diferentes espacios, finalmente en la habitación secundaria encontró algunas de las cosas que había comprado, sin querer se tropezó y dio un grito de dolor, por el doblez en el tobillo, no había sido algo realmente serio, pero tenía dificultad para ponerse de pie.

El gritó de Zulema alertó a Mathías, que fue de inmediato a averiguar lo que sucedía, la encontró en el suelo sobándose el tobillo.

- “Lo siento, soy algo torpe a veces”, dijo Zulema.

- “Hay que ponerle algo, o terminará completamente hinchado”, manifestó Mathías, mientras se acercaba y la elevaba en sus brazos.

Zulema se quedó sorprendida, mientras solo dejaba que la alzara y la llevara a la cama, aquel aroma que emanaba ese hombre era una mezcla de almizcle, sándalo, madera de agar, incienso y pachulí era tan penetrante, potente y sumamente sofisticado que parecía embriagarla, mirándolo más de cerca no podía negarse que Mathías Belmonte era un hombre realmente muy apuesto.