Catia Martinez, una joven inocente y amable con sueños por cumplir y un futuro brillante. Alejandro Carrero empresario imponente acostumbrado a ordenar y que los demás obedecieran. Sus caminos se cruzarán haciendo que sus vidas cambiarán de rumbo y obligandolos a permanecer entre el amor y el odio.
NovelToon tiene autorización de Crisbella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo XV Interrogatorio a la sombra
El amanecer en la hacienda trajo consigo el último día de la farsa y la fría certeza de Catia sobre su destino: si fallaban, se casaría con el hombre que la veía como un activo.
Mientras Alejandro salía para un paseo matutino con su abuelo en un intento desesperado de demostrar intimidad y confianza, Catia se quedó sola, encargada de organizar los preparativos para su partida. Era su última oportunidad de respirar aire libre antes de volver a la asfixiante Carrero Tower.
Mientras Catia revisaba su maleta en la Suite Nupcial, notó una figura en la puerta del jardín. Era Sebastián Rivas. No intentó entrar a la suite, sino que esperó, con la misma sonrisa encantadora y depredadora de la noche anterior.
—Buenos días, futura prima. O futura dueña de la panadería. Depende de cómo vaya la mañana.
Catia se acercó a la puerta, manteniendo una distancia prudente. —Mi mañana va muy bien, Sebastián. ¿Puedo ayudarlo en algo?
—Solo en un detalle. Tu historia de amor es fascinante, pero no es de Alejandro. Él no se enamora de las mujeres que lo desafían; las despide. Y jamás te hubiera permitido mantener tu negocio de croissants si te quisiera a su lado. —Sebastián bajó la voz—. Dime la verdad, Catia. ¿Te está pagando para esto? ¿O te está forzando?
—No estoy en venta ni estoy forzada —replicó Catia, con la dignidad que era su única armadura—. Estoy aquí por voluntad propia. Y mi amor por Alejandro es tan real como el odio que usted le tiene.
—El odio de la familia es un hecho. La pasión entre ustedes, no. —Sebastián se inclinó un poco—. Anoche, le ofrecí un camino. Ahora te ofrezco información.
Sebastián sacó su teléfono y le mostró a Catia una fotografía. Era una imagen borrosa de la panadería de su tía, con Felicia y Amaranta discutiendo acaloradamente con un hombre de traje.
—Mi gente me dice que las dos mujeres, Felicia y Amaranta, están furiosas. No porque te vayas a casar, ya que ellas no tienen idea de tu supuesto matrimonio, sino porque perdieron la cuenta de Carrero hace dos meses. Y la universidad, Catia... la perdiste hace un semestre.
El golpe fue certero. Catia se quedó helada. Sebastián había investigado su vida personal. Pero en qué momento lo hizo si apenas había llegado hace unas horas.
—Toda tu vida es un activo defectuoso. No tienes un futuro brillante que abandonar por amor; tienes una deuda que te persigue. ¿Y qué me dice de tu tía? Me dicen que la deuda con el proveedor de harina es real. Una deuda que Alejandro, tu prometido, podría saldar con un solo cheque.
Sebastián sonrió con triunfo. —Dime, Catia. ¿El bruto te prometió libertad financiera a cambio de esta farsa?
Catia se dio cuenta de la verdad. Alejandro no solo la había forzado a una farsa; la había chantajeado con la ruina de su tía para garantizar su silencio. La rabia, el miedo y la humillación la golpearon con una fuerza abrumadora.
—No sé de qué habla —logró decir, su voz apenas un susurro.
—Claro que sí. Y si yo se lo digo al abuelo, el ultimátum no solo se ejecuta; Alejandro será desterrado del imperio por fraude y extorsión.
Sebastián le entregó una tarjeta diferente. —Llámame. Te doy el cheque para tu tía ahora mismo. Lo único que tienes que hacer es decirle a Don Rafael que Alejandro te obligó a esto para salvar su empresa. Sé libre, Catia. Y déjame tener lo que merezco.
Catia se quedó allí, sosteniendo la tarjeta de Sebastián. Él le ofrecía la libertad inmediata y el fin de su deuda, a costa de la destrucción total de Alejandro. Pero si hacía eso, volvería a la panadería con una deuda de gratitud hacia Sebastián, cambiando un amo cruel por uno calculador.
Cuando Alejandro regresó del paseo con su abuelo, su rostro era triunfal. Vio a Catia de pie, sola, con una expresión de tormenta en los ojos.
—El abuelo está cediendo, Catia. Solo necesitamos un día más. ¿Qué pasó?
Catia miró el rostro de Alejandro, el hombre que la había llamado su "activo más valioso" y que jugaba con su futuro. No respondió a la pregunta; simplemente le arrojó la tarjeta de Sebastián a los pies.
—Su primo sabe la verdad. Él sabe que soy una deuda que usted está utilizando para manipular a su abuelo.
Alejandro miró la tarjeta, y luego a Catia. La mentira se había roto por completo.
Alejandro miró la tarjeta de Sebastián Rivas en el suelo, y luego a Catia. La furia en su rostro era una cosa oscura y terrible, pero no estaba dirigida a ella. Estaba dirigida a Sebastián por la violación de su control.
—Sebastián sabe la verdad de la panadería. Sabe me usa para alcanzar sus objetivos y la verdad tengo miedo de enfrentar la furia de Don Rafael —dijo Catia, su voz firme a pesar del miedo que sentía.
—Lo que hice fue proteger mi empresa del chantaje de mi abuelo, Catia. Yo elegí la opción más segura, y tú eras la única que podía funcionar, ahora tenemos que hacer esto mucho más real, que no queden dudas de nuestra relación —replicó Alejandro, recogiendo la tarjeta con un movimiento rápido. No pidió disculpas, solo justificó su acción.
—Y ahora, ese activo está comprometido. ¿Cómo piensa que saldremos de esto?
Alejandro ignoró la acusación, su mente ya en modo de crisis respondiendo a la pregunta de Catia. —No importa. La bomba puede caer en cualquier momento. Sebastián no hablará hasta que le cause el máximo daño a mí y el máximo placer a él. Tenemos que irnos.
—No iré a ningún lado hasta que me diga que está pensando, no pienso seguir en una dirección desconocida dejando que siga tomando el control.
Alejandro exasperado se acercó peligrosamente a su asistente, la tomo por la barbilla obligándola a mirarlo a los ojos. —Es hora de apresurar nuestro matrimonio.
Las palabras de Alejandro fueron un golpe fulminante para la inexperta y confundida mente de Catia, aún no terminaba de procesar las palabras de Alejandro cuando esté la tomo de la mano dispuesto a salir huyendo de la hacienda de su abuelo.