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Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Status: En proceso
Genre:Romance / Comedia / CEO
Popularitas:444
Nilai: 5
nombre de autor: Cristián perez

Me hice millonario invirtiendo en Bitcoin mientras aún estudiaba, y ahora solo quiero una cosa: una vida tranquila... pero la vida rara vez sale como la planeo.

NovelToon tiene autorización de Cristián perez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 9: Descubriéndose a Sí Misma

Al salir de la sala de juntas, Adrián Foster se encontró con Lisa Monroe y su inseparable amiga, Emily Carter. Ambas cargaban carpetas y documentos, caminando con prisa por el pasillo de LXM Media. Sus rostros reflejaban ansiedad, como si cada papel que sostenían pudiera decidir el futuro de la compañía.

Adrián sonrió y, con naturalidad, extendió la mano.

—Un placer volver a verlas. Adrián Foster, nuevo propietario de LXM Media.

Aunque los rumores sobre la compra ya circulaban por la oficina desde hacía semanas, escuchar esas palabras directamente de él sorprendió a Lisa. Un leve destello de felicidad iluminó sus ojos, y una sonrisa tan fresca como la primavera floreció en su rostro.

Era una sonrisa auténtica, capaz de eclipsar incluso la tensión que dominaba el ambiente de la empresa. Adrián, por un instante, se quedó observándola con la extraña sensación de que aquel gesto podía iluminar hasta la sala de juntas más oscura.

Lisa se recompuso y, con un aire profesional, respondió:

—Lisa Monroe, gerente de contenidos de LXM Media. Espero poder trabajar con usted y que cuidemos juntos de esta empresa.

Ambos intercambiaron sonrisas, un momento breve pero natural, como si llevaran años conociéndose.

Adrián se inclinó ligeramente hacia ellas y bajó la voz:

—Por favor, informen a los empleados y a todos los creadores de contenido que la adquisición ya es oficial. Y díganles que no se preocupen: sus salarios estarán depositados el lunes sin falta.

—¡Entendido! —respondió Lisa con determinación.

Antes de marcharse, Adrián la miró de arriba abajo, y sin poder evitarlo comentó con sinceridad:

—Hoy estás realmente guapísima.

Lisa llevaba una falda lápiz negra, elegante, que se ceñía a sus caderas y caía hasta la rodilla, y una blusa blanca que resaltaba su porte erguido y profesional. El conjunto era sencillo, pero en ella tenía un magnetismo natural. Sus piernas, largas y esbeltas, parecían esculpidas.

El cumplido la tomó desprevenida. Una leve chispa de rubor apareció en sus mejillas, y sus labios se curvaron apenas en una sonrisa contenida.

—Gracias, señor Foster.

Adrián, con un aire travieso, añadió:

—¿Qué te parece si intercambiamos WhatsApp?

Lisa lo miró con duda, fingiendo incomodidad.

—¿Y para qué lo quiere?

—¿Para qué va a ser? —dijo Adrián con naturalidad, casi con descaro—. Quiero conocerte mejor.

Lisa comprendió de inmediato. Adrián ya no era un simple visitante; era el nuevo dueño de la compañía. Negarse sería absurdo. Con una media sonrisa, deslizó su teléfono y lo agregó.

—Si al presidente Foster le interesa alguien como yo, supongo que es un honor… aunque dudo poder estar a la altura.

—Créeme, no me importa —respondió Adrián con calma.

Tras intercambiar números, Adrián se retiró. Lisa, sin embargo, lo siguió con la mirada durante largos segundos. La imagen de su espalda alejándose quedó grabada en su mente, y un latido fuerte, dormido durante años, despertó en su pecho.

—¡Lisa, despierta! —exclamó Emily, agitándole la mano frente al rostro—. Se fue.

Lisa parpadeó, volviendo a la realidad. Emily arqueó una ceja con picardía.

—Déjame adivinar… ¿flechazo a primera vista?

—No digas tonterías —respondió Lisa, aunque su rubor la delataba.

Emily no insistió, pero en su mente pensó lo mismo que todos en la oficina: ¿cómo un joven de apenas veintitrés años podía tener tanto dinero como para comprar una empresa entera en Manhattan? Era como una fantasía hecha realidad.

Esa noche, Richard Coleman —el antiguo CEO— invitó a Adrián a cenar como muestra de gratitud. A pesar de que odiaba las cenas de compromiso, Adrián aceptó; no podía rechazar la invitación de un hombre que había estado al borde de perderlo todo.

El restaurante era exclusivo, ubicado en el Upper East Side. La fachada discreta escondía un interior de maderas oscuras, lámparas cálidas y mesas reservadas para empresarios y políticos influyentes.

Richard llegó acompañado de su socia de confianza, Katherine Hill. Aunque Richard intentaba sonreír, el agotamiento aún se notaba en su mirada. Adrián lo saludó con un apretón de manos firme.

—Richard, me alegra verte más tranquilo.

—Y yo me alegro de que hayas llegado, Adrián —respondió el hombre, con voz cargada de sinceridad—. No sabes cuánto significó tu apoyo. Hoy, al menos, puedo sonreír sin sentir que el mundo se derrumba bajo mis pies.

Adrián asintió. Mientras se acomodaban en la mesa, Katherine intervino con firmeza:

—No intentes embriagarlo, Richard. Adrián no necesita probar que es hombre vaciando copas.

Los tres rieron. La cena comenzó con vino tinto y platos exquisitos: carpaccio de res, langosta a la mantequilla, cortes de carne importados. Sin embargo, Richard no podía evitar que la emoción lo superara. Levantó su copa de whisky y, con la voz quebrada, declaró:

—Aunque sé que mi empresa ya no valía nada, te agradezco de corazón. Salvaste mi compañía, mi trabajo y mi familia. Eso no tiene precio.

Bebió de un trago, con lágrimas acumulándose en sus ojos.

Adrián, con calma, dio un sorbo a su copa de vino y respondió:

—Lo importante es que aún tienes un futuro. Tómalo como un nuevo comienzo.

Richard suspiró y confesó:

—He pensado en retirarme. Venderé mi casa y me iré fuera de Nueva York. Quiero descansar, cultivar, vivir en paz con mi esposa y mi hijo. Ya no tengo fuerzas para luchar en este mundo.

Katherine lo miró con severidad.

—No subestimes tu experiencia, Richard. Has dedicado años a esta industria. Aún puedes aportar. Si decides volver, no dudes que te ayudaré.

Richard, emocionado, alzó otra copa.

—Gracias. Tener amigos como ustedes me hace sentir que todo este camino no fue en vano.

La velada terminó tarde. Adrián, que no había bebido demasiado, condujo a Richard de regreso a su casa en Riverside Hills. La esposa de Richard los recibió con ternura, ayudando a su marido a recostarse en el sofá. Con una sonrisa dulce, agradeció a Adrián por cuidarlo.

Desde el pasillo, Adrián los vio abrazarse. Richard, entre lágrimas, susurraba disculpas a su esposa por todos los años de sacrificio y descuido. Ella lo acarició, asegurándole que lo importante era que, finalmente, podían estar juntos y empezar de nuevo.

Adrián salió de la casa en silencio, dejando que la pareja disfrutara de su momento. Mientras subía a su Aston Martin, una idea cruzó por su mente: quizás había salvado más que una empresa esa noche. Quizás había salvado a una familia entera.

Encendió el motor, sonrió levemente y se dijo a sí mismo:

—Esto recién empieza.

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