Santiago Jr. y Maggie se casaron en una noche de copas en Las Vegas. Ella desapareció después de la noche de bodas y Santiago Jr. comenzó a buscarla para corregir su error y divorciarse. Pero Maggie después de esconderse por meses viene dispuesta a sacarle a Santiago Jr. hasta el último dólar a cambio de darle su libertad.
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CAPÍTULO 10
Magdalena miró a su hija y negó con la cabeza.
—Maggie, ¿te pareces tanto a ese hombre?
—Por desgracia, pero por eso, tiene que estar claro que conmigo no se juega. Él nunca vio por nosotras. ¿Cómo pretendió que lo iba a recibir con los brazos abiertos? ¿Y peor aún querer llevarse a mi pequeño y criarlo para que sea su sucesor en la mafia? Ese viejo está loco.
Magdalena sintió pena de oír a Maggie expresarse así de su padre. Pero tampoco podía negar que la joven tenía razón.
—Maggie. Siempre fuiste tan orgullosa. Solo tu preferiste quedarte conmigo.
—Yo siempre voy a estar contigo y mi pequeño. No hay dinero que pueda separarnos. Ahora vamos a cenar. Derek tiene hambre.
Los tres se sentaron en la mesa y disfrutaron de una deliciosa cena.
De repente, el ruido de un auto llama la atención de Maggie. Ella deja el cubierto y se levanta de la mesa.
—¿Quién será Maggie? Nadie sabe que nos mudamos. —le dijo Male un poco asustada.
Maggie le hizo señas para que tomara a Derek y fue por su arma. Ella la escondió en su espalda y se asomó por la ventana.
—¡Maldito idiota! —susurró, mirando a Freder acercarse a la puerta.
Maggie le hizo señas a su madre de que todo estaba bien y abrió la puerta para atender al intruso.
—Buenas noches. —le dijo el hombre tratando de ser cortés, pero Maggie lo tomó por el brazo y lo alejó de la casa.
—¿Qué demonios haces aquí? —le preguntó, mientras lo fulminaba con la mirada.
El hombre ya venía preparado para este recibimiento, pero ni modo ese era parte de su trabajo.
—Señora, su amiga, la enfermera, ha tratado de comunicarse con usted. Por favor llámela.
Maggie frunció el ceño. No entendía lo que tenía que ver este idiota con su amiga. Pero ignoró ese pequeño detalle y corrió a buscar su celular.
Freder regresó al auto y se sentó a esperar a que su jefa saliera para llevarla a la clínica.
Maggie subió corriendo a su habitación, guardó su arma y tomó el teléfono. Ella se desesperó y comenzó a marcarle a su amiga.
Después del tercer repique, su amiga le respondió.
—¡Oh por Dios! Maggie. Tengo horas tratando de ubicarte. Tengo buenas noticias. Tu esposo. Que por cierto no sabía que estabas casada. Pero bueno eso lo hablamos después. Tu esposo trasladó a Marie a la clínica de su familia y el mismísimo Hans Fisher se está encargando de ella.
Maggie cerró los ojos tratando de digerir todo esto. ¿Cómo era esto posible? ¿Porqué Santiago Jr. no desaparecía de su vida? Aunque esto era realmente bueno para su hermana. También significa tener que dar más explicaciones.
—Voy para allá —Fue lo único que dijo Maggie antes de colgar.
Magdalena estaba parada detrás de su hija y apenas la vio colgar no dudo en acercarse.
—¿Qué es lo que pasa Maggie? ¿Por qué hay tantos hombres allá afuera? —le preguntó Magdalena notablemente asustada.
Maggie no podía creer que estos idiotas siguieran ahí. Pero ni modo, necesitaba transporte.
Entonces se levantó y besó las mejillas de su madre.
—Male una de las modelos se accidentó y necesitan que yo la cubra está noche, por eso me mandaron a buscar. No te preocupes por la mañana estaré aquí.
El pequeño Derek se atravesó en la puerta, se cruzó de brazos y frunció el ceño. Estaba negado a dejar salir a su madre a esta hora.
Maggie sintió mucha ternura. Definitivamente, este niño era su razón de ser.
—No te vas —le dijo el pequeño, abriendo sus brazos y aferrándose al marco de la puerta.
Maggie se agachó frente a él y lo levantó en brazos.
—Hum ¿y que tal si me acompañas? —le preguntó y el pequeño asintió rápidamente con su cabeza.
—Si, si. Voy por mi ropa nueva. —le dijo el pequeño zafándose de los brazos de Maggie y corriendo a vestirse.
—¿De verdad vas a llevártelo? ¿quien lo va a cuidar Maggie? No, no mejor déjalo aquí. Que se quede conmigo.
Maggie negó con la cabeza y se acercó a su madre.
—No te preocupes, solo son unas fotos en un estudio cerrado, después paso por la clínica a ver a mi amiga y después me vengo. Acuéstate tranquila. Derek es mi hijo. Yo me encargo.
—Toy listo. —Se escuchó la vocecita detrás de ella y Male se dio por vencida y terminó de peinar al pequeño.
—Se cuidan. Derek te portas bien y le haces caso a tu mami.
El pequeño asintió y Maggie lo levantó en sus brazos, para salir de la casa.
Freder respiró hondo al ver al pequeño en los brazos de su jefa.
—Freder, por favor. Llévame a la clínica. —le dijo Maggie en un tono demandante e ignorando la mirada indiscreta del hombre sobre el niño.
—Si, señora —le respondió Freder, mientras le abría la puerta y la ayudaba a subir.
El pequeño Derek observaba con detalle todo el interior del vehículo.
—Que bonito, mami. —le susurró el pequeño y Freder trago grueso, porque ha seguido de cerca está historia y no sabía de ningún hijo entre ellos.
"¡Oh por Dios!, mi jefe va a matarme, si no le aviso que llevo otro tripulante" —pensó el chófer, pero sentía la mirada inquisitiva del pequeño en él a través del espejo.
Derek observaba fijamente el rostro del hombre y movía su cabeza de un lado a otro para tratar de llamar su atención.
—Derek. Vamos a visitar a una amiga que está enferma. Recuerda ser obediente.
El pequeño observó el rostro de su madre y asintió con la cabeza.
—Llegamos señora. —le dijo el chófer y Maggie se sorprendió al ver a Santiago Jr. abrirle la puerta.
—Buenas noches. Amor —le dijo Santiago Jr. extendiéndole la mano para ayudarla a bajar.
Maggie tomó la mano de Santiago Jr., con la otra tomó la mano del pequeño y salió del auto.
Santiago Jr. no pudo evitar ver detrás de su esposa, para encontrarse con una mirada traviesa y una sonrisa tímida.
—Derek. Conoce al señor Santibáñez. Es mi esposo.
El pequeño dio un paso adelante y extendió su pequeña mano hacia el hombre.
—Derek Silver. Mucho gusto.
Santiago Jr. no pudo evitar sonreír y agacharse para tomar la mano del pequeño.
—Mucho gusto, campeón. Soy Santiago Jr. Santibáñez. El gusto es mío.