Después de Mientras tu no estabas Dinastía Beaumont, llega la pasión de un Beaumont donde relata la vida de los herederos Beaumont. Olivia Beaumont verá su vida sacudida luego de poner en peligro el imperio financiero familiar en peligro, Christopher contraerá matrimonio con la nieta del peor enemigo de su familia.
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Negocios riesgosos
–¿Perdido? No, no –respondió, desconcertado por sus propios pensamientos, un puñetazo para su autocontrol.
Una mirada al extraño y Sam se había quedado con la boca abierta. Era sencillamente imponente, desde el brillante pelo negro hasta el fuerte mentón masculino o los ojos de color azul. En realidad, nunca había visto a un hombre tan atractivo en su vida y ese pensamiento tan desconcertante la dejó sin habla.—No me he perdido. ¿Esta es la granja Glover?
–Sí, lo es. Soy Sam Glover. Pensé que se había perdido –consiguió decir, haciendo un esfuerzo para llevar oxígeno a sus pulmones mientras él la miraba con esos ojos.
— Soy John Beaumont –le confirmó él, metiendo una mano grande en el bolsillo del caro abrigo para sacar una tarjeta.
La extraordinaria gracia de sus movimientos llamaba tanto su atención que Sam tuvo que hacer un esfuerzo para mirar la tarjeta que le ofrecía
— John –repitió Sam, pensando que con ese aspecto le pegaría más Apolo o Zeus tenia una pinta de estar tallado por los mismos Dioses –. ¿Y por qué está aquí? John frunció el ceño, molesto por esa actitud tan directa. Él no permitía que nadie lo apurace.
—Deberíamos hablar en su casa, no aquí. Sorprendida por el efecto que ejercía en ella y enfadada por su actitud autoritaria, Sam levantó la barbilla.
—¿No podemos hablar aquí? Estoy trabajando.
Jhon negó con la cabeza. — Puede seguir trabajando me interesa hablar con el dueño de la granja Samuel Glover ¿su padre?, pregunto.
Sam bufo — Sí es mi padre, lo llevaré con él pero si , perol banco será mejor que me lo diga porque yo me encargo de las cuentas.Le advierto que la casa no está precisamente para recibir a nadie.
Sam se quitó las botas y abrió la puerta de la desastoza cocina.Parecía un hombre de negocio, un magnate. ¿Qué hacía un hombre así en su granja? –¿Es usted del banco? –le volvió a preguntar, asustada.
–No, soy empresario.
Fuera quien fuera, la ropa de John Beaumont era muy cara y parecía hecha a medida. Llevaba un traje de chaqueta negro bajo el abrigo y unos zapatos brillantes y que se había manchado de barro.
Mientras el perro se metía bajo la mesa para gruñirle y su dueña se quitaba la chaqueta antes de apartar una silla para él.
—¿ Cafe? el no podía dejar de mirar el pelo de Sam. Era precioso.
—Café –respondió, sintiendo que estaba siendo valiente y amable en aquella vieja cocina que no cumplía los requisitos higiénicos a los que él estaba acostumbrado.
Se quitó el abrigo y lo dejó sobre el respaldo de una silla mientras Sam ponía la tetera al fuego en una cocina.
Parecía un modelo tanto como un empresario. Y para una mujer acostumbrada a los hombres con ropa de trabajo era un ser fantástico. Era muy atractivo en todos los sentidos y Sam tenía que hacer un esfuerzo para apartar la mirada de tan poderosa figura.
Era un empresario, le había dicho. Un hombre frío, arrogante, calculador, dispuesto a cualquier cosa por ganar dinero. Los sentimientos no debían tener la menor importancia para él—¿Papá? –lo llamó, acercándose a la puerta del salón–. Tenemos una visita.
–¿Una visita? –Samuel Glover se levantó de la cama y se dirigió a la cocina.
Sam sacó dos tazas del armario mientras los dos hombres se presentaban.
–He venido por sus campos con mi hermana estamos interesados en comprar –explicó John.
Un silencio atónito siguió a esa explicación. Sam lo estudió con los ojos muy abiertos mientras su padre lo miraba con el ceño fruncido.
—Mis campos no estan en venta, puede marcharse exclamó Samuel.
— ¡Papá!, exclamó algo avergonzada.
— Es la verdad, no entiendo porque pierdes el tiempo. Después de todo, la única razón por la que ha podido venir hasta aquí es para compar el campo no seducirte – Samuel Glover terminó su ofensa con una risotada que avergonzó aun mas a Sam –. Sam quería que se la tragase la tierra. Ser humillada por su padre delante de un extraño era más doloroso que sus desdeñosos comentarios o las miradas de compasión de la gente del pueblo, que sabían que su novio habia roto con ella.Y un mes después de romper con ella,se había casado con otra, que estaba embarazada.
Sam tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse mientras preparaba el té y el café, pero sacó fuerzas de flaqueza para preguntarle al extraño si quería azúcar.
–Sí, gracias. Su padre había sido cruel al hacer ese comentario delante de él. Lo sorprendía porque, a pesar de esa ropa tan poco favorecedora, John había reconocido inmediatamente que era una belleza, un diamante en bruto. Tal vez no una belleza convencional, no la clase de belleza a la que él estaba acostumbrado, pero desde luego era una chica muy guapa.
John la miro con detenimiento sin esa deforme chaqueta y con el overol a medio cuerpo se podía apreciar los exuberantes senos y su cadera definitivamente era una mujer que tenía carne donde la tenía que tener. De repente, sintió un pulso latiendo en su entrepierna y tuvo que erguir los hombros para intentar controlarse.
— No quiero ofender a su padre, pero si sigue por este camino podría perder la granja, le debe mucho dinero al banco.
— Lo sé, pero este lugar perteneció a sus abuelos, hay una posibilidad de que alguien invierta con nosotros, ella le explicó en qué consistía. Lo más extraño fue para John darse cuenta de que la escuchaba y la comprendía. Cuando su único interés era cerrar el trato que Katherine quería. Pero siendo realista Kat no necesitaba esos terrenos y tal vez el podría ayudar a Sam a salvar su granja e invertir un poco de su dinero. Después de todo el también era un hombre de negocios.
— Debo reconocer que su negocio me seduce dígale a su padre que me gustaría invertir aquí claro esta si él tiene interés. Estoy hospedado en el hotel del pueblo que me busque esta tarde exclamó John dejando una tarjeta sobre la mesa.
Dos días después y contra todo consejo John Beaumont se asoció a Samuel Glover.
Mientras caminaba junto a Sam recorriendo los campos John la observó en silencio.
— ¿Tienes algo que hacer esta noche?, me gustaría que me acompañaras a cenar exclamó John.
— No tengo nada que hacer exclamó algo nerviosa Sam.
— ¿Eso quiere decir que si?, pregunto John.
Ella asintió, John decidió pasarla a buscar
Sam recorrió el cuerpo de él con sus ojos azules. Como siempre, la fascinaba. Los rayos del sol resplandecían en su corto pelo negro, resaltando su espléndida estructura ósea y sus azules y profundos ojos. Era increíblemente alto y atractivo. Sam se quedó sin aliento, lo cual le molestó. No podía permitirse sentir nada por John. Un hombre como él no se fijaría en una mujer como ella nunca, no había resistido y había buscado información sobre él era un reputado donjuán, siempre rodeado de exquisitas mujeres.
Sam poseía esa clase de busto opulento que popularizaron las estrellas de cine. De repente, Jhon no lograba concentrarse.
Luego de cenar mientras caminaban hacia el auto John tocó a Sam con sus firmes manos y ella se dejó estrechar entre sus brazos.
Bajo el pecho de Sam latía con fuerza su corazón. Algo en su interior le pedía que diese un paso atrás, que se retirara con estilo. Sin embargo, había un problema: no quería.
Una pequeña voz emergió del subconsciente para decirle que tenía perfecto derecho a dejarse llevar por la curiosidad y averiguar qué era lo que sentía al tenerle cerca, pecho contra pecho.
—Puede que yo no sea lo que se dice un romántico... pero, en otros aspectos, soy muy bueno - declaró John.
—Eres tan modesto -Sam estaba tan tensa, tan embargada por la expectación, que apenas podía respirar. Oprimida por una intensa confusión, era incapaz de pensar. Se sumergió en el tacto de los largos dedos, que le recorrían las mejillas para enredarse después en la cabellera. Le levantó ligeramente el rostro para poder estudiarla mejor con sus impresionantes ojos azules.
—La modestia no gana las guerras - John bajó su arrogante mirada-. Deslizo su lengua sobre el labio inferior de Sam. Se formó un nudo en el estómago de ella. Apretó los muslos y las cimas de sus pechos se desbordaron en una oleada de sensaciones; las rosadas cumbres, prisioneras de un placentero hormigueo. Un cálido color inundó sus mejillas. La boca de John invadió sus labios por completo.