"El Misterio Del Bosque Encantado"

La llave brillaba débilmente en las manos de Lucas, como si fuera consciente de su propio poder, pero también de los peligros que acarreaba. El grupo permaneció en silencio durante unos momentos, respirando con dificultad después de la lucha contra los guardianes. Las ruinas de la torre se sentían más vivas que nunca, pero también más amenazantes. Era como si, al haber tomado la llave, hubieran despertado a algo mucho más grande, algo que estaba observando desde las sombras.

—No podemos quedarnos aquí mucho tiempo —dijo Torak, siempre el pragmático—. Ahora que tenemos la llave, nuestros enemigos no estarán lejos.

Lucas asintió. El peso de la llave en su mano le recordaba la responsabilidad que tenía. No solo había cruzado mundos por esta misión, sino que ahora llevaba consigo una pieza esencial para salvar ambos. La oscuridad que había visto en su propio mundo, esa extraña niebla negra, tenía su origen en este lugar, y la llave era la única forma de detenerla.

Mara, quien había estado vigilante, se acercó al borde de la sala circular y miró hacia el horizonte. Desde lo alto de la torre, las vistas de las montañas de Nymara eran impresionantes, pero su rostro estaba tenso.

—Algo no está bien —murmuró, más para sí misma que para los demás.

—¿Qué ves? —preguntó Lucas, acercándose.

—El cielo está cambiando —dijo ella, señalando un punto más allá de las montañas—. Esa niebla oscura… no es natural. Se está moviendo hacia nosotros.

Lucas frunció el ceño y miró en la dirección que indicaba Mara. En el horizonte, una niebla oscura se extendía lentamente, como si tuviera vida propia. Era la misma oscuridad que había visto en su propio mundo, pero aquí parecía aún más fuerte, más densa.

—Está siendo controlada —dijo Torak, su voz baja pero firme—. Esto no es una simple tormenta o niebla. Es una fuerza, una entidad… y está conectada con lo que ocurre aquí.

—¿Crees que nos están siguiendo? —preguntó Lucas, apretando la llave.

—Es posible —respondió Mara, con el ceño fruncido—. Pero si la niebla se está moviendo hacia nosotros, significa que lo que quiera que la controla ya sabe que tenemos la llave.

El grupo sabía que no tenían tiempo que perder. Con la niebla avanzando hacia ellos y la posibilidad de enemigos más peligrosos acechando, debían salir de las ruinas y dirigirse hacia el siguiente paso de su misión. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de comenzar a descender por las escaleras, un sonido resonó en la torre.

—No estamos solos —murmuró Torak, empuñando su hacha y girando hacia la entrada.

Unos pasos lentos, casi ceremoniales, subían las escaleras de piedra. Lucas levantó su espada, preparándose para lo que fuera a enfrentarlos. La sombra de una figura apareció en la entrada, y cuando finalmente emergió en la luz tenue de la sala, reveló una figura encapuchada, envuelta en una capa negra que casi se fundía con la oscuridad de la torre.

—Así que ustedes son los elegidos —dijo la figura, con una voz suave pero impregnada de malicia—. Finalmente, la llave ha sido recuperada.

Lucas dio un paso adelante, sin bajar su espada.

—¿Quién eres? —preguntó, su voz firme, aunque su corazón latía con fuerza.

La figura soltó una risa baja, como si la pregunta le pareciera divertida.

—Soy simplemente un servidor de las sombras —respondió—. Pero mis maestros… ellos son los verdaderos dueños de este mundo. Y pronto, del tuyo también.

Lucas sintió un escalofrío recorrer su columna. La figura parecía saber más de lo que dejaba entrever, y si estaba conectada con la niebla, entonces la amenaza que enfrentaban era mucho mayor de lo que habían imaginado.

—No dejaremos que eso ocurra —dijo Mara, apuntando con su arco hacia la figura—. Tenemos la llave, y no dejaremos que caiga en las manos equivocadas.

El encapuchado rió de nuevo, pero esta vez su risa fue más fría, más oscura.

—La llave no les pertenece —dijo, dando un paso hacia ellos—. Los Antiguos la crearon para un propósito, y ese propósito está lejos de las manos mortales. Pero no se preocupen… no serán ustedes quienes la utilicen.

Antes de que Lucas pudiera reaccionar, la figura levantó una mano, y de su palma surgió una ráfaga de energía oscura. El aire en la sala se volvió denso, como si la gravedad hubiera aumentado de repente. Lucas sintió que sus piernas flaqueaban, pero logró mantenerse en pie, aferrándose a su espada. Mara disparó una flecha hacia el encapuchado, pero antes de que pudiera alcanzarlo, la flecha se desintegró en el aire.

—No tiene sentido resistirse —dijo el encapuchado, con una sonrisa que se vislumbraba bajo la sombra de su capucha—. Esta es solo una muestra del poder que controlamos. Pronto, la niebla cubrirá todo este mundo, y el tuyo le seguirá.

Torak, con un rugido de frustración, cargó hacia la figura con su hacha en alto. Pero antes de que pudiera golpearlo, el encapuchado desapareció en una nube de sombras, dejando solo un eco de su risa en la sala vacía.

Lucas respiró con dificultad, sintiendo la tensión en el aire disiparse lentamente. Torak, frustrado, bajó su hacha y miró a Lucas.

—No podemos quedarnos aquí —dijo—. Si esa niebla está controlada, no tendremos oportunidad si nos alcanza.

Mara asintió, su rostro serio.

—Debemos movernos rápido. Si la llave es la clave para detener esto, necesitamos encontrar el lugar donde debe ser usada.

Lucas guardó la llave en su bolsa y asintió.

—Entonces salgamos de aquí. Antes de que sea demasiado tarde.

El grupo descendió por las escaleras de la torre, moviéndose con rapidez pero con cautela. Las ruinas de Erendor eran traicioneras, pero sabían que el verdadero peligro estaba en la oscuridad que se extendía tras ellos. Cada paso que daban los acercaba más a la próxima fase de su misión, pero también los sumía más en un conflicto que no comprendían del todo.

Cuando finalmente salieron de la torre, la niebla oscura ya había avanzado más de lo que esperaban. Podían ver cómo se acercaba, lenta pero inexorable, cubriendo las montañas de Nymara como un manto de muerte.

—¿A dónde vamos ahora? —preguntó Lucas, mirando a Mara y Torak.

—El siguiente lugar está al norte —respondió Mara, sin dudar—. Los Antiguos dejaron más que una llave. Dejaron un mapa, pero no un mapa físico. Está en nuestras mentes, en nuestros corazones. Solo aquellos que han sido elegidos pueden sentirlo.

Lucas la miró, asombrado por la determinación y el conocimiento que mostraba. Aunque él había sido arrastrado a esta aventura de forma inesperada, sabía que ahora su papel era crucial.

—Entonces vayamos hacia el norte —dijo finalmente, mirando hacia las montañas que se alzaban más allá de la niebla.

El grupo comenzó a moverse, dejando atrás las ruinas de Erendor y el eco de las sombras que habían enfrentado. Sabían que la batalla apenas había comenzado, y que el verdadero enemigo aún estaba por revelarse.