DESEO EXTREMO

Era alta madrugada...

Hace horas que intento entregarme al sueño. Los recuerdos de lo ocurrido en la piscina no me dejan en paz, especialmente los toques y abrazos que intercambié con Megan.

No puedo olvidar las mariposas en el estómago. No puedo olvidar ese abrazo apretado. Y no puedo olvidar ni un segundo de lo que hemos pasado y ahora estoy acostada, con los ojos abiertos viendo la oscuridad de la habitación y la luz del jardín afuera a través de la ventana.

Esa cama está fría y vacía, la que durmió a mi lado en pocas noches no está aquí. Seguramente está disfrutando el calor de otro cuerpo, un cuerpo que la desea, calentando otra cama y otras sábanas.

Cerré los ojos...

.........

.........

Me cansé de esperar por el sueño, me cansé de ese recuerdo y me levanté, pero me asusté con un grito de dolor que venía de abajo. Salté en la cama y encendí la lámpara de mesa, así vi a Megan sentada al lado en el suelo de la cama masajeando su muslo sobre el buzo que llevaba puesto.

¿Qué demonios está haciendo aquí?

¿En qué momento entró en la habitación?

¿Quizás en las primeras horas que cerré los ojos e intenté dormir? ¿Era eso un sueño, pero un sueño casi real?

— Buenas madrugada, mi cielo. — dijo suavemente, con tono cariñoso, llamándome "mi cielo", una expresión en español, ese idioma que está arraigado en mis venas del conocimiento.

Abracé mis rodillas en la cama y no dije nada, solo continué allí mirándola.

— Stella... — llamó y me miró — yo también no podía dormir, extrañaba mi cama y decidí venir aquí, pero luego no me acosté porque estabas tú en ella... no quería ser inoportuna.

— Es... — seguí mirándola y el recuerdo giró en mi mente.

— A veces suelo hacer algo cuando no puedo dormir. — dijo ella y se levantó, apoyando las manos en la cama, subiendo lentamente sin apartar los ojos de mí.

Me perdí en su mirada profunda...

— Y eso es siempre mejor cuando se hace entre dos personas.

— Megan... — ella se arrodilló frente a mí y tomó una de mis manos, depositando un beso en ella que me erizó completamente — Megan — suspiré.

— ¿Quieres hacer eso conmigo, Stella? — preguntó y puso la mano que besó en sus labios y los toqué.

— Y, y... ¿qué exactamente vamos a hacer? — pregunté y seguí su rostro que se acercaba al mío poco a poco.

— Vamos a jugar un juego. — y detuvo su rostro a pocos centímetros del mío.

— ¿Qué juego?

— Es un juego sencillo.

— ¿Y ya has jugado este juego con cuántas personas más? — pregunté, saliendo del encanto de sus ojos y me alejé, pero fui retenida y ligeramente acostada en la cama.

Megan se sentó sobre mí mientras intentaba liberar mis manos de su fuerza.

— ¡Suéltame! — protesté, sintiendo dolor en las muñecas.

— Relájate, Stella. — dijo y sonrió pero sin expresión.

— ¡No!

— Solo quiero jugar un juego contigo... nada más.

— ¡No te creo!

— Y por lo visto nunca creerás — se desahogó al levantarse de encima de mí y también de la cama — espero que puedas dormir, Stella. En dos días te presentaré a todos los que conozco como mi esposa.

Me levanté, diciendo...

— No soy tu esposa — y ella se detuvo — entonces, ¡no es necesario que me presentes!

Megan se dio la vuelta y puso las manos en los bolsillos, me miró y fijó la mirada.

Por más que siempre estuviera pateándola, no podía evitar sentir algo diferente con sus miradas.

— ¿Podemos hablar, Stella? — preguntó repentinamente.

— ¿A esta hora?

— ¡A esta hora!

— No... prefiero dormir.

— ¿Dormir cómo, si ni siquiera tienes sueño?

— Intentaré dormir... si tú me dejas, claro está.

— Vale. Pero solo te dejaré después de que... — se acercó e intentó tomarme, lográndolo, así me sostuvo contra la pared de la habitación muy cerca de la cama.

La empujé y ella continuó allí, con sus brazos rodeándome.

— ¿Después de qué?

— Después de que te dé esto — y puso la mano en uno de sus bolsillos para sacar algo.

— ¡No quiero nada tuyo! — escupí esas palabras y ella tomó mi mano izquierda — ¡suelta, Megan!

Em un instante fugaz, mi dedo anular fue envuelto por un anillo de oro y luego, la mano fue besada.

Ese anillo era una joya muy hermosa y costosa, pero no debería estar en mi dedo, sino en el dedo de la mujer que dejó por mi culpa.

- Yo no quiero esto - intenté quitarme el anillo y ella me detuvo - esto no me pertenece.

- Todo aquí te pertenece, incluyéndome a mí, ¡así que este anillo seguirá en tu dedo!

- No estoy obligada a usarlo.

- Si no lo usas... cortaré todos tus dedos - me amenazó con tono serio y me asusté - ahora, sé mi esposa.

Megan se sentó en la cama y me atrajo hacia ella. Me senté a su lado mientras ella acariciaba mis rizos, y yo solo observaba aquel anillo en mi mano.

Megan juntó su mano con la mía y con la otra tocó mi barbilla.

- Tuve miedo de perderte cuando caíste a la piscina, Stella.

- Eso ya es pasado, Megan, no te preocupes más por eso.

- Debo preocuparme, debo preocuparme.

- No, no debes.

- Stella... al menos di que reconoces lo que hice por ti.

- Reconozco lo que hiciste por mí, Megan.

- No así, ¡demuéstralo! Quiero que lo demuestres, necesito que lo demuestres. Esa frialdad que estás intentando mostrar no va contigo.

- No puedo demostrarlo y no quiero.

- ¡Puedes y quieres! - dijo bruscamente y agarró mi mandíbula, aunque no con tanta fuerza - ¡sé que lo quieres!

- No sé de qué estás hablando...

- Hablo de esto...

Megan me besó impulsivamente, fue un beso lento, pero luego se apartó y se levantó.

- Lo siento, yo... eh... - buscaba un punto en la habitación sin saber qué hacer.

- ¿Disculpa? - la agarré de la mano. No la reconocí. Megan Armstrong no pediría disculpas por haberme robado un beso.

- Sí, perdona, pero quiero que sepas que deseaba sentir tus labios una vez más, quiero decir... por última vez.

¿Qué?

- Tú deseo por mí nunca fue un secreto, pero no entiendo...

- Aún así - me interrumpió - debo dejar de suplicar por algo que venga de ti. Si sigo así, terminaré volviéndome loca... nunca debería haberte aceptado como pago, ni haberte secuestrado, debería haber hecho que tu padre pagara de otra manera.

Me levanté...

- ¡Nada de eso! - exclamé y le di un golpe en el hombro.

- Si hubiera pensado mejor... todavía estarías viviendo tu vida, engañada por tu tía y tu padre, pero aún así, serías feliz.

- ¿A dónde quieres llegar con esto, Megan?

- Voy a devolverte a tu vida... solo tienes 18 años, debes disfrutar de tu juventud y en el futuro encontrar a alguien a quien ames y seas feliz en otro matrimonio.

- ¿Y qué vas a hacer con mi padre?

- Lo dejaré en manos de Mercier.

¿Mercier?

- ¿Y qué hará Mercier con mi padre? - me desesperé.

- Lo que siempre hace.

- No lo encubras, Megan... no permitas que haga nada con mi padre.

- Lo que le pase ya no será responsabilidad mía, sino de D'Angelo en persona - dijo ella y se soltó de mí, luego se dirigió hacia la puerta.

La seguí y salí detrás de ella, ignorando sus órdenes de que me quedara en la habitación. No había guardias en el oscuro pasillo y la seguí, intentando detenerla, pero todo lo que hacía era inútil.

- ¡Detente, Megan! ¡Hablemos sobre este asunto!

- Es de madrugada... voy a intentar dormir ahora y tú debes volver a la habitación, en dos días el jet estará listo para devolverte a tu inútil vida.

Corrí y la detuve antes de que doblara el pasillo.

- Mi vida no es inútil.

- ¡Me importa un carajo! - me empujó y siguió adelante.

La seguí y de repente llegamos a la cocina, donde ella encendió las luces y fue a la nevera a buscar algo.

Me detuve frente a la nevera, extendiendo los brazos en un intento de cubrirla por completo, aunque fuera imposible.

- ¡Eres irritante! - me dijo y me tiró, pero yo me mantuve allí como una roca.

- Vamos a hablar y resolver el asunto de mi padre y solo entonces puedes mandarme de vuelta a mi vida.

- No necesitamos tener esa conversación. Ya decidí que te vas y eso es lo que va a pasar.

- No antes de que me prometas que no permitirás que Mercier haga nada contra mi padre.

- No voy a prometer nada... él sufrirá las consecuencias de sus actos y elecciones propias.

- Te aprovechaste de mi padre, eso fue lo que pasó...

- ¿Yo?

- Sí, tú.

- Stella... mírame.

- Estoy mirando.

- No me aprovecho de nadie... simplemente no dejo pasar la oportunidad, y tú no deberías dejar pasar la tuya.

- No.

- Si dices no una vez más... seguirás aquí en esta mansión, pero en lugar de ser mi esposa, serás solo una maldita sirvienta.

- ¿Una maldita sirvienta? ¿Como Lola?

Megan se enfureció y demostró su ira apretando mi cuello con fuerza.

- ¡Respétala! - gritó.

- Ciertamente la respetaré... solo si hace lo que le pedí.

Megan me soltó y respiró profundamente, parecía estar controlando su furia.

- ¿Te gusta Lola? - pregunté una vez recobré el aliento.

Ella negó con la cabeza.

- ¿Y por qué la defiendes así?

- Porque estuvo ahí cuando la necesité.

- Ya veo... esos momentos en los que te consoló - dijo con rabia imaginando todo lo que podría haber ocurrido entre ellas. - ¿O aquellos momentos en los que tú hacías lo que querías con ella?

- Exactamente.

- Entonces... ¡ella nunca más lo hará por ti!

- Claro que sí... no tuviste el coraje.

- Sí... lo tuve. Le exigí que dejara de ceder ante ti.

Megan me sujetó con fuerza los antebrazos y me apartó de delante de la nevera.

- Ay, hija de...

- Si insultas a mi madre... te arrancaré la lengua.

- ¡Eres una desgraciada!

Megan olvidó la nevera, me sujetó y me empujó contra el mostrador. Su boca se hundió en la mía y empezó a besarme de forma necesitada.

Terminé correspondiendo al beso después de mucha resistencia.

Estaba desquitando toda la rabia que provocaron mis labios, pobres labios, merecían más cariño, pero ella no pararía, seguiría ahí forzándome a corresponder de la forma que le satisfacía.

Soltó mis antebrazos y sus manos levantaron mi camiseta, acariciaron y excitándome. Su boca insana seguía en la mía.

Resistí a su nuevo agarre y la aparté.

- ¡Ya basta!

- ¡No, no basta! - gritó de rabia, me sujetó y volvió a besarme como una loca.

Resistí de nuevo y Megan agarró con agresividad mis rizos.

- Ahora serás mía de cualquier manera... no soporto más ser rechazada por ti. Te joderé, quieras o no.

Su mano descendió, pellizcó mi estómago y luego se adentró entre mis piernas.

- ¡No hagas eso, Megan!

- Lo haré y luego lo haré las veces que quiera... ¡me perteneces!

Y me tocó profundamente...

Me asusté y abrí los ojos, ya me encontraba con la luz del sol entrando por la ventana de la habitación.

Me toqué y vi que estaba sudando y completamente empapada. Mi respiración estaba descontrolada, temblaba, mi cabeza daba vueltas.

...

Me levanté un momento después, ya calmada y miré la cama. Megan estaba allí, durmiendo como la primera vez que la vi.

Miré mi mano y el anillo, ese hermoso anillo, había desaparecido.

Un sueño... ¿eso fue solo un sueño?