Segunda parte de la Saga PROMESA Y DESTINO que narra la historia de Fafner y Lugus
La existencia de Taranis Lugus ha sido marcada por el dolor, creyéndose un ser maldito, que sólo puede llevar desgracia a los que lo rodean y que no merece la esperanza del amor. Decidido a ayudar a su pequeña Libelle a traer a sus crías al mundo, Lugus elige sacrificarse, creyendo que es lo mejor para sus seres queridos, a pesar de que esto pueda significar tener que dormir un par de siglos y no volverlos a ver...
Por su parte, Fafner intenta escapar nuevamente de lo que comienza a sentir por Lugus; embarcandose en una serie de misiones que en lugar de ayudarlo a olvidar lo harán conocer más sobre la raza demoníaca y quién es realmente Lugus.
¿Podrá Fafner regresar a tiempo para volver a ver a su demonio?
¿Lugus logrará superar su terrible pasado y aceptar que él también merece amor?
Acompaña en esta nueva historia al Clan Lanira y los Dragones del Clan Nithe Ragnar.
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Ayúdame a verlo...
—Lugus... él...— la pregunta que deseaba hacer Fafner se le atoró en la garganta, había conocido por poco tiempo a ese demonio, sin embargo, si algo tenía claro, era lo mucho que amaba a su cuñada, tanto como para siempre llamarla “mi pequeño milagro”...
—Sí— respondió su hermano, adivinando lo que Fafner no se atrevía a decir —El Señor Lugus la adora, no sé exactamente el porqué la cuñada es diferente al resto de sus hermanos, pero sí sé que su tío ha estado a cargo de su tratamiento y no ha sido fácil para él.
—¿A qué te refieres?— preguntó Fafner, al tiempo que recordaba a Andras insistiendo en que regresara, y cómo, cobardemente, él siempre se negó, sin imaginar si quiera, el dolor por el que todos atravesaban en casa.
—No conozco los detalles— admitió Ragnar, y no era por falta de interés, si no porque él sabía que la sola mención del tema dolía, y él no deseaba que ninguno que ellos, su nueva familia, sufriera más de lo estrictamente necesario —Melly me dijo que cada vez que el Señor Lugus prueba algún nuevo ritual, hechizo o pócima; para intentar sanar a su sobrina, él paga algún tipo de precio; ya sabes, debido a las leyes del universo— para los seres mágicos, las leyes universales eran barreras que aseguraban que el equilibrio de la naturaleza se conservara, pero también, eran una especie de usurero implacable que podía llegar a arrancarte el alma a cambio de casi nada —Por lo que he escuchado, que ha sido poco, ya que los Lanira evitan todo lo posible hablar del tema; la esposa de Ejder debió morir hace mucho. Ha sido el poder demoníaco de su tío lo que la ha mantenido con vida hasta ahora.
—Eso significa que ha sido una situación muy difícil— aceptó Fafner, sin embargo, él sabía que no era todo —Aún así, esto que me cuentas, ya tiene mucho tiempo sucediendo, pero lo que percibo ahora es distinto, ¿algo cambió?...
—El embarazo de la cuñada lo cambió todo— admitió Ragnar —Los médicos humanos hablaron de un corazón dañado, pero la verdad es que; todo se debe a la sentencia que es haber nacido con una maldición que reclama su vida. El Señor Lugus aseguró frente a todos que él se encargaría de que los bebés nacieran sanos...— de una forma egoísta, el que sus sobrinos existieran, lo hacía sentir más tranquilo, ya que debido a su naturaleza, su hermano no se derrumbaría del todo mientras esos pequeños lo necesitaran, por lo que se sentía agradecido —Desde entonces, ese demonio realizó, periódicamente, rituales que lo debilitaban mucho, pero que ayudaban a Libelle a llevar un embarazo, no sólo saludable, sino bendecido...
—En lo poco que he conocido a Taranis Lugus, sé que eso no fue todo— repuso Fafner, recordando todo el esfuerzo que había dedicado ese demonio para ayudarlo, a pesar de que no estaba seguro de cómo hacerlo, ya que él nunca le había perdonado la vida a nadie, por lo que imaginaba que tratándose de su sobrina, Lugus nunca habría escatimado esfuerzos.
—Como tú lo has dicho, el Señor Lugus un día anunció que estaba reservando su mejor truco para el final, y ese era el día del nacimiento de nuestros sobrinos— recordar el acontecimiento, y el miedo de que por un momento su hermanito se descontrolara y tuvieran que pasar por lo que él había pasado; por un momento le seco la garganta —Ese demonio realizó un gran ritual en el que todos ayudamos... pero de igual forma Libelle murió un par de minutos...— Ragnar ya no pudo continuar sin aclararse la garganta un par de veces —Por lo que escuché, se consiguió muy poco tiempo para la cuñada, mientras que, por lo que entiendo, su tío esta demasiado débil, quizás herido, no lo sé, nadie habla de eso, él sale poco de su refugio y siempre esta acompañado de Danu... La verdad es que todos anhelábamos un milagro que obviamente no se consiguió...
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La conversación con su hermano fue una de las más largas que había mantenido con él en los últimos años, y fue entonces que Fafner se dio cuenta cuánto había extrañado su apasionada forma de ser, esa empatía que a él a veces le resultaba ajena, después de todo, se suponía que Ragnar era su contraparte, una que por siete años había estado ausente. Sin embargo, ahora que por fin lo tenía de regreso, Fafner también había descubierto lo mucho que él mismo había cambiado, encontrando que él tenía un abanico de emociones, incluso mayor que el de su hermano, y aunque para él era muy raro mostrarlas, era perfectamente capaz de hacerlo, y de ahí provenía esa habilidad para controlar aquel temblor de su mano, una desventaja que Fafner había aprendido a apreciar como si de un preciado tesoro se tratara, porque era producto de esas últimas gotas del veneno que Lugus había puesto en su cuerpo, ese hilo invisible que los mantenía todavía unidos; algo mucho más real que los recuerdos que se arremolinaban en su mente, mientras observaba la llegada del amanecer, desde la misma ventana en la que una vez Lugus lo miró marcharse.
Después de saber, a grandes rasgos, lo que había sucedido, durante su ausencia, Fafner reconoció que necesitaría pedir perdón y ayuda a los mayores, incluso sí eso significaba inclinar su cabeza y hacer su orgullo a un lado, ya que lo más importante en ese momento era poder ver a Taranis Lugus, él necesitaba asegurarse de primera mano qué tan mal habían resultado las cosas y sobre todo, averiguar cómo podía ayudarlo. Cuando se presentó ante su padre, éste, fiel a su naturaleza, lloró hasta el cansancio, haciendo que una gran variedad de arrepentimientos atravesaran el corazón del joven dragón, en especial se arrepintió de su ingenuidad al pensar que sería sencillo. En cambio, con el Señor Dracul fue todo tan simple que Fafner sintió que era una trampa —Veo que has vuelto, yo no tengo nada que perdonar, si quieres verlo, pide la ayuda de Andras, yo ahora estoy ocupado— dijo con una voz neutra antes de desaparecer.
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—Por favor, ayúdame a verlo— rogó por tercera vez Fafner.
—Ya te dije...¿Por qué haría algo cómo eso?— y entre cerrando los ojos continuó —¿En especial por que iría en contra de los deseos de mi Príncipe?
—¿Cómo sabes que eso es lo que él desea? ¿Te lo ha dicho?— la ansiedad perturbada en los ojos de Fafner, por un instante hizo dudar a Andras —¡Necesito verlo!.. Por favor...
—Pensé que llevabas bien las molestias de los últimos residuos de su veneno— dijo al tiempo que lo veía con pena —En un para de años ya ni siquiera lo sentirás, sólo sopórtalo...
—No es por eso que necesito verlo... yo... yo de verdad necesito pedirle perdón por la forma en la que me fui— por fin se sinceró Fafner, sorprendiendo a Andras.
—Eso en realidad tampoco importa mucho; somos inmortales, ya estamos acostumbrados a que los mortales, tarde o temprano, desaparezcan de nuestras vidas— mintió sin siquiera parpadear.
—Por favor, estoy en deuda con él, de tantas formas que... Yo sólo necesito verlo...— rogó de nuevo Fafner, reprimiendo todo aquello que todavía no comprendía y mucho menos aceptaba.
—Sigues mintiendo... Yo no escucho peticiones de mentirosos...— Andras se dio la vuelta dispuesto a marcharse cuando la voz desesperada de Fafner lo detuvo.
—¡Lo extraño!— admitió al tiempo que se mordía el labio para no hablar de más.
—Ja, ja, ja... Creo que estas más intoxicado de lo que se puede ver a simple vista...— entonces Andras por fin se desdió —Te ayudaré... No es por que tu me agrades de alguna forma, es sólo que me gusta ver el mundo arder, en especial tu mundo.
—¿A qué te refieres?— preguntó Fafner con esa persistente sensación de miedo que había estado atenazando a su corazón.
—Lo descubrirás en cuanto veas al Príncipe Taranis Lugus...