¿Qué pasa cuando la vida te roba todo, incluso el amor que creías eterno? ¿Y si el destino te obliga a reescribir una historia con el único hombre que te ha roto el corazón?
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CAPITULO 9
Daniel se quedó arrodillado a los pies de Ana, sosteniendo sus manos heladas, sus sollozos rompiendo el silencio del pequeño hotel.
"No me pidas perdón por la infidelidad, Daniel. Te perdono por eso," dijo Ana, con la voz apenas audible. "Te perdono porque, al arriesgar tu vida para encontrarme, probaste que al menos te importó mi muerte. Me perdonas por mi silencio y yo te perdono por tu cobardía."
Ana intentó apartar sus manos, pero Daniel las sostuvo firmemente. "El perdón no es suficiente, Ana. Tienes que volver. Tienes que seguir luchando. Tu plan de sacrificio falló. Ahora, por favor, déjame ayudarte."
"No voy a volver por ti," replicó Ana, y en su mirada, la Jefa de Acero resurgió por un instante. "Mi lucha terminó. No puedo más. Te liberé, Daniel. Ahora sé libre. Ve con Martín, sé el buen padre que eres."
Daniel, sabiendo que su amor era inútil como palanca, recurrió al único punto débil de Ana: su hijo.
"No lo hagas por mí, Ana. Hazlo por Martín," imploró Daniel. "Él ha leído tu carta de despedida. Él cree que su mamá se ha ido de viaje. Si te vas ahora, lo dejarás con la mentira y el recuerdo de una madre que simplemente desapareció. Por Martín, vuelve. Dale una última oportunidad de verte en casa, de verte luchando."
El nombre de su hijo la golpeó con más fuerza que cualquier dolor físico. Ana cerró los ojos, la imagen de Martín aferrado a su oso de peluche quemándole la retina. Su sacrificio de morir sola y en silencio no valía el dolor de su hijo.
"Acepto," susurró Ana. "Volveré para el tratamiento. Pero solo por Martín. Para darle una oportunidad de verme sana, o al menos, de verme luchar hasta el final."
Daniel sintió un inmenso alivio. "Gracias, Ana. Nos iremos esta misma noche. Encontraremos a los mejores..."
"Una condición más, Daniel," lo interrumpió Ana, mirándolo fijamente. "Tú eres libre. Yo soy libre. Hemos firmado el divorcio. No quiero volver a ser tu esposa. No quiero que me cuides como marido. No quiero que me toques como marido. No somos nada más que padres de Martín y socios en una empresa."
Las palabras, crudas y sin adornos, golpearon a Daniel en el centro de su alma arrepentida. El dolor físico que Ana sentía no podía ser peor que el que él sentía al ser rechazado tan fríamente.
Daniel tragó saliva. Sabía que se lo merecía. Sabía que no podía exigir el amor que había destrozado.
"Acepto," dijo Daniel, con voz firme a pesar del dolor. "Seremos los padres de Martín y los dueños de la empresa. Yo solo seré tu cuidador, Ana. No te dejaré sola, pero respetaré tu decisión. Y usaré esta oportunidad para demostrarte que el hombre que traicionó a su esposa... ya no existe."
Daniel sabía que la reconquista de Ana sería más difícil que la lucha contra la enfermedad, pero por primera vez en un año, sentía que estaba en el camino correcto
Esa misma noche, Daniel y Ana estaban de regreso en la capital. Ella ya estaba recibiendo tratamiento intensivo en un hospital de alta especialidad.
El pacto se mantuvo: en el hospital, Daniel era el socio, el chofer, el jefe de logística, el cuidador, pero nunca el esposo. Daniel nunca se separó de su lado. Él dormía en un sofá cercano, gestionaba sus citas y su medicación con una devoción incansable. Nunca pidió un beso, nunca le tomó la mano a menos que fuera para ayudarla a levantarse.
Esta devoción silenciosa fue la verdadera medicina para Ana. Ella veía en Daniel la madurez que él nunca tuvo en su matrimonio: la paciencia ante la enfermedad, la humildad ante el rechazo, la valentía para afrontar la culpa. Él no la cuidaba por obligación, sino por un arrepentimiento genuino.
Pasaron otros seis meses de lucha. El tratamiento era agresivo, pero el apoyo incondicional de Daniel, la presencia de Martín y la redención de su suegro (quien los visitaba diariamente) eran un motor más fuerte.
Y entonces, un día, la Dra. Herrera les dio la noticia: Remisión, de nuevo. Esta vez, completa y estable.