 
                            Ella necesita dinero desesperadamente. Él necesita una esposa falsa para cerrar un trato millonario.
El contrato es claro: sin sentimientos, sin preguntas, sin tocarse fuera de cámaras.
Pero cuando las cámaras se apagan, las reglas empiezan a romperse.
NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El arte de fingir que no dolió
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...CAPÍTULO 9...
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...EMMA RÍOS...
La luz entró filtrándose entre las cortinas, cálida y suave, como si quisiera recordarme que seguía viva.
No había despertadores, ni Susan golpeando la puerta, ni Leonardo Blake con su ceño eterno y su mal humor matutino.
Solo el silencio, el aire fresco y la respiración pausada de Martín, que dormía a mi lado.
Por un segundo, me quedé viéndolo.
Tenía el cabello despeinado, una mano extendida sobre mi cintura y esa expresión tranquila que tanto había envidiado cuando las cosas entre nosotros se fueron al demonio.
Parecía mentira.
Después de todo lo que había pasado, de las mentiras y los contratos, ahí estaba él.
Como si el tiempo no hubiera pasado.
—Buenos días —murmuró, sin abrir los ojos.
—Buenos días —respondí con una sonrisa tonta.
—¿Dormiste bien?
—Como si me hubieran apagado —contesté, riendo bajito.
—Eso es porque anoche… —empezó, con una sonrisa pícara.
—¡No sigas! —le lancé una almohada.
—Solo iba a decir que anoche reíste como hace años no lo hacías.
Y tenía razón.
Reír con él me había hecho sentir liviana, como si por fin me quitara de encima todo el peso de los últimos meses.
Martín se levantó y caminó hacia la cocina del apartamento, que seguía siendo el mismo caos adorable de siempre: pinceles metidos en tazas, cerámica seca en la mesa, una planta moribunda en la ventana y una taza que decía “genio incomprendido”.
—¿Desayuno? —preguntó desde allá.
—Depende… ¿qué hay?
—El clásico: pan con mermelada y café sin azúcar.
—Entonces prefiero morir.
—Sabía que dirías eso. —Rió—. Pero igual te lo voy a servir.
Lo observé moverse entre el desorden, buscando cosas sin saber dónde las había dejado.
Era torpe, desorganizado y encantador.
Todo lo contrario a Leonardo, que parecía respirar en horarios programados y caminar con un Excel mental.
El olor del café llenó el aire, y de repente todo me pareció tan irreal.
Era como si el mundo se hubiera detenido justo en el único lugar donde todavía podía sentirme segura.
—¿Sabes qué es lo peor? —le dije mientras mordía una tostada.
—¿Qué te morías por verme y no lo quieres admitir? —dijo sin mirarme.
—No. Que tienes razón.
—¿Razón en que?
—Nada. Olvídalo.
Se acercó, me quitó la tostada de las manos y me besó suavemente.
—Te conozco, Emma. Cuando no quieres hablar de algo, cambias de tema o te escondes detrás del sarcasmo.
—Y tú sigues siendo un metiche.
—Lo aprendí de ti.
Nos reímos, y por un momento fue como si todo encajara otra vez.
Desayunamos entre bromas. Después, él fue hacia una esquina del apartamento, donde había un pequeño taller improvisado. La mesa estaba llena de trozos de arcilla, pinceles, pigmentos y una vasija a medio terminar.
—¿Todavía haces esto? —pregunté, acercándome.
—Siempre. Es lo único que me sirve como terapia para el caos en el que vivo.
Lo vi girar la pieza entre sus manos, concentrado.
El sonido del torno era hipnótico.
Su mirada se ablandaba cada vez que tocaba la arcilla, como si en ese acto simple pudiera ordenar el caos.
—¿Y qué es esta vez? —pregunté.
—No lo sé. A veces solo hago formas y espero que me digan lo que quieren ser.
—Wow. Filosofía barata y talento artístico. Todo en uno.
—Sigues siendo una cansona.
Sonreí.
El Martín que estaba frente a mí era el mismo que me enseñó a reír cuando no tenía fuerzas para hacerlo.
El mismo que soñaba con abrir un taller propio y vender piezas únicas hechas “con amor y exceso de café”.
Mientras él trabajaba, me quedé observando cada detalle.
—¿Vas a quedarte mucho tiempo? —preguntó de repente.
—No lo sé.
—Eso significa que sí.
Levanté una ceja.
—¿Y si sí?
—Entonces…no sé qué le dirás a tu suggar, pero esta vez no te dejare ir.
Sus palabras me atravesaron.
Yo no era la misma. Él tampoco.
Pero por un instante quise creerle.
—Martín… —empecé, pero él me interrumpió.
—No digas nada. Solo quédate un rato más.
Y me quedé.
Nos sentamos en el suelo del taller, riendo, recordando cosas absurdas.
Él me contó que había rechazado un trabajo fijo porque no soportaba tener jefe.
Yo le dije, irónica y descaradamente sin pensar en mis palabras que, mi jefe ahora también era mi “futuro esposo”.
Martín se quedó callado unos segundos.
—No quiero saber los detalles —murmuró.
—Mejor —le dije, bajando la mirada—. Porque no sabría cómo explicarlo.
El sol empezó a bajar.
La luz dorada entraba por la ventana y le daba a la figura de cerámica un brillo casi humano.
Martín seguía concentrado, y yo me quedé mirándolo, deseando que esa paz no se acabara nunca.
Pero la realidad siempre encuentra la forma de colarse.
El teléfono vibró en la mesa.
Lo ignoré al principio, pero la pantalla se encendió una y otra vez.
“Susan: 14 llamadas perdidas.”
“Leonardo Blake: 3 mensajes sin leer.”
El nudo en mi estómago apareció de inmediato.
Apagué la pantalla y respiré hondo.
—¿Problemas de millonarios? —preguntó Martín, sin levantar la vista.
—Algo así —respondí con media sonrisa.
—No lo pienses. Quédate aquí hasta que quieras irte.
Asentí, aunque sabía que no podía.
Tarde o temprano, tendría que volver a la mansión.
Tarde o temprano, tendría que volver a fingir.
Por ahora, sin embargo, decidí seguir su consejo.
No pensar.
qué bueno ....porque estaba pensando en varias maneras de desaparecer te sin dejar rastros 🤫😎
impotencia, dolor, decepción y amor....tan igual como Emma 🤦🏼♀️
tú gran CEO....te buscas una pendeja que te aguante tus delirios y todos felices
Escrito
😤🤦🏼♀️.... ay.....es que me lleva....
Yazz..... siento que las bilis se me revuelven del coraje !!!!! 😤😤😤😤😤