Keren Lombardi, un hombre apuesto, rico y poderoso, cuya vida cambia drásticamente cuando es abandonado en el altar por su prometida. Traicionado y con el corazón endurecido, Keren jura no volver a creer en el amor. Su único objetivo ahora es satisfacer el último deseo de su abuelo moribundo: encontrar una esposa y asegurar el legado de la familia Lombardi.
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Capítulo 17 Un conflicto inesperado
Un conflicto inesperado
Emma estaba aún recuperándose del beso que Keren le había dado cuando escucharon la puerta del apartamento abrirse.
—Emma, hija, ¿cómo te fue? —La voz de su madre, con un tono preocupado, los hizo voltear a ambos.
La madre de Emma, visiblemente cansada pero decidida, los miraba desde la entrada del apartamento. En cuanto vio a Keren, su expresión cambió a una mezcla de desconfianza y firmeza.
—¿Todo bien aquí? —preguntó con un tono de ligera advertencia en la voz, sin apartar los ojos de Keren.
Keren, manteniendo su postura fría y controlada, se apartó lentamente de Emma y asintió.
—Todo en orden, señora.
La madre de Emma no estaba convencida. Con pasos lentos, caminó hacia ellos y le dirigió a Keren una mirada penetrante.
—¿Te gustaría pasar? —preguntó con tono seco, sin dejar de observarlo detenidamente.
Emma se adelantó, tratando de suavizar la situación.
—Mamá, por favor, no es necesario…
—Sí es necesario —interrumpió su madre, sin apartar la vista de Keren—. Necesito aclarar algunas cosas con el señor Lombardi.
Keren arqueó una ceja, sorprendido por la firmeza de la madre de Emma, pero aceptó la invitación. Entró al apartamento, y se mantuvo de pie, con los brazos cruzados, esperando a que ella hablara.
—Escucha, joven —comenzó la madre de Emma, sin rodeos—. Sé quién eres, sé lo que representas, y sé lo que puedes hacer. Pero hay algo que no puedo permitir, y es que trates a mi hija como si fuera un objeto, como si no valiera nada más que ser una pieza en tu vida.
Emma, nerviosa, intentó intervenir.
—Mamá, por favor, no es el momento…
—Sí, lo es —insistió su madre, mirando a Emma por un instante antes de volver su atención a Keren—. Mi hija no merece que la trates como si fuera parte de un contrato, algo que puedes controlar a tu antojo. No es una mercancía.
Keren apretó los labios, claramente molesto por el tono de la mujer. Dio un paso hacia adelante, manteniendo su compostura.
—Señora —dijo con voz contenida—, entiendo su preocupación, pero creo que está olvidando algo muy importante. Todo lo que estoy haciendo es por el bien de su hija, de usted y de Paula. Yo no les debo nada, pero aun así estoy aquí, asegurándome de que no les falte nada.
La madre de Emma cruzó los brazos, manteniendo su posición.
—¿Y qué? ¿Se supone que eso te da derecho a tratar a Emma como si fuera tuya? Porque eso es lo que parece. No estás comprando una esposa, Keren. Esto no es una transacción.
Emma, sintiendo la tensión en el aire, decidió intervenir de nuevo.
—Mamá, por favor... No es como lo piensas. Déjame explicarte...
Pero la madre de Emma no se dejó convencer fácilmente.
—Solo te pido que pienses bien en lo que estás haciendo, joven. Porque lo que me importa es que mi hija sea feliz, no que esté atrapada en un acuerdo que no la respeta.
Keren, sintiendo que la situación se estaba saliendo de control, levantó la mano, indicando que ya había escuchado suficiente.
—Está claro que no entiende mi punto de vista, señora. Todo esto es temporal. Estoy haciendo todo lo posible por ayudar a Emma, a usted y a su hija, Paula. Sin mi ayuda, ¿qué habrían hecho? No estoy aquí para ser el villano. Pero hay límites. No tolero que nadie cuestione mi manera de hacer las cosas.
El tono de Keren se volvió más frío y calculador.
—Así que le sugiero que, en lugar de atacarme, reconozca lo que estoy haciendo por su familia. Emma sabe lo que está en juego.
La madre de Emma, enojada pero callada, lo miró con desaprobación. Emma intervino rápidamente, temiendo que la situación pudiera empeorar aún más.
—Keren, ya es suficiente. No necesitas decir más. Mamá, por favor, tranquilízate.
La madre de Emma respiró hondo, pero no dijo nada más, sabiendo que, aunque no estaba de acuerdo, su hija había tomado una decisión.
Keren soltó un suspiro de frustración y giró sobre sus talones.
—Me voy. Tengo cosas que hacer. Emma, te espero mañana en la oficina.
Se marchó sin mirar atrás, dejando a Emma con su madre, quien la miró con un gesto severo, pero con preocupación.
—Emma… no quiero que sufras —dijo su madre, tomando sus manos—. Si esto no te hace feliz, deberías reconsiderarlo…
—Mamá —la interrumpió Emma, con la voz temblorosa—, sé que todo esto es complicado, pero estoy haciendo lo mejor que puedo. Keren no es un hombre fácil, pero… no sé, creo que… puede que todo mejore.
La madre de Emma soltó sus manos y suspiró.
—Solo quiero lo mejor para ti, hija. Pero tienes que ser fuerte.
Emma asintió y, con eso, subió a su habitación.