Cuando la familia de Saya es tomada como rehén por los soldados del despiadado Alfa Kadir, el destino parece sellado. Sin embargo, en medio del caos, aparece Savir, el Alfa supremo de la manada Luna Dagda, un lobo temido en todas las regiones por su fuerza implacable y su corazón helado desde la muerte de su compañera.
Como pago por su vida, el padre de Saya promete entregarle a su hija mayor en matrimonio... sin imaginar que esa hija ya ha sido prometida a otro.
La deuda debe saldarse, y la única opción es Saya.
Obligada a ocupar el lugar de su hermana, Saya es entregada al Alfa como una novia de reemplazo, condenada a compartir lecho y manada con un lobo al que teme... y que no tiene intención alguna de amar.
Savir ha jurado lealtad eterna a su compañera fallecida. Para él, Saya no es más que una sombra, una sustituta.
Pero hay un secreto que el destino no tardará en revelar: la sangre de Saya lleva la marca. Ella es su verdadera pareja destinada.
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Capítulo: No hay sustituta de tu amor
Saya daba vueltas en círculo, tenía mucho miedo, su corazón latía con rapidez.
No podía creer que ahora estaba en un calabozo, tenía miedo y frío.
«¿Y qué si muero? Nadie llorará por mí, ¿Y qué hay si ese Alfa mata a toda mi familia? Al final, ellos no me quieren, estoy sola en el mundo»,pensó con amargura.
Los guardias vigilaban la celda.
Cuando la criada vino, trajo esas monedas, les indicó lo que debían hacer.
Los lobos se miraron, sonrieron y asintieron.
La criada se fue, los guardias llamaron a otro compañero.
Pronto, un guardia quedó afuera y otros dos entraron, acordaron que se turnarían.
Dos de ellos entraron a la celda.
Saya se levantó, y la forma en que la miraron le dio miedo y escalofrío, presintió que había algo mal en ellos, pero ella tenía una cadena de plata en su mano, que la volvía vulnerable, no podía conectarse con su loba interior.
—¿Qué quieren?
—¡Es muy bonita! Anda, desnúdala, yo iré primero.
El macho se abalanzó hacia ella.
Saya corrió hacia el otro lado, temerosa, y el lobo fue por ella.
Intentó correr hacia el otro lado, pero el macho la acorraló, mientras se reían.
El otro guardia se estaba quitando los pantalones.
Apresaron a la hembra, mientras ella chillaba y gritaba.
Estaba lejos de las habitaciones reales, nadie podía oírla.
—¡No me toques!
Saya golpeó al hombre en el rostro, y él le devolvió un golpe tan certero que la envió al suelo.
Sintió esas manos calientes intentar romper su vestido.
Ella gritaba sin control, mientras ese macho no se detenía.
Tenía terror, suplicaba, lloraba, pero no la dejaban en paz.
El guardia afuera sonreía, pensaba que pronto le tocaría su turno, estaba feliz, imaginaba cómo se sentiría estar con una loba tan joven y tierna.
De pronto, el Alfa Savir apareció con dos de sus guardias.
—¡Alfa Savir! —exclamó y bajó la mirada con el peor terror que sintió en la vida.
—¡Ayuda!
Esos gritos alertaron al Alfa.
—¡Abre la celda! —ordenó AlfaSavir.
—¡Alfa…!
La mirada de Alfa Savir hizo que el lobo orinara en sus pantalones.
Los guardias abrieron la puerta, un guardia se quedó con el omega, atrapándolo, mientras el otro abrió la puerta y fue con el Alfa.
Entonces, vio la escena: la mujer sobre el suelo, con un macho encima que luchaba por quitarle el vestido, el otro lobo con los pantalones abajo.
—¡Malditos! —gritó con rabia.
Los guardias perdieron el color, se levantaron, se arrodillaron y comenzaron a suplicar entre chillidos.
Alfa Savir se convirtió en su temible lobo oscuro de ojos rojizos y temibles, se lanzó contra el primer guardia arrancando su garganta y la sangre cayó en un charco.
Saya corrió a un rincón, haciéndose ovillo como un gato herido. Observó la escena, asustada.
Alfa Savir fue contra el otro hombre.
Recordó a Maeve, lobos asquerosos y malvados hicieron lo mismo que quisieron hacer con Saya.
Sin dudar se lanzó y de una sola mordida lo mató.
Saya lanzó un grito, estaba por caer al suelo, pero Alfa Savir alcanzó a detenerla antes de que se golpeara la cabeza; ella perdió el conocimiento.
***
Alfa Savir cargó a Saya en sus brazos y la llevó consigo hasta su habitación.
Al salir, observó al otro guardia.
—¡Mátenlo! —sentenció.
El lobo gritó por compasión, pero Alfa Savir no lo escuchó.
—Traigan a la curandera —sentenció.
Savir llevó a Saya a su alcoba, al llegar la recostó en su propia cama.
Las criadas, a su lado, estaban perplejas.
Ninguna loba había dormido en la cama del Alfa, ni en su habitación principal.
Alfa Savir miró a las mujeres.
—Salgan.
La curandera llegó unos minutos después, y revisó a la chica.
—Está bien, Alfa —dijo y puso un pañuelo con algunas hierbas húmedas en su frente.
Alfa Savir asintió y la anciana se fue.
Cubrió a la chica con su manta.
Se sentó en una silla frente a la cama, estaba agotado mentalmente.
«Saya, ¿quién eres, Saya? Maldición, no eras la mujer que aceptaría como mi Luna… Pero, estás aquí, enviarte de vuelta, sería matar a tu familia. No puedo admitir que me hayan engañado, ante mis súbditos, porque si lo dejó así seré un débil por tener compasión. Estoy huyendo de ti, y de tu maldito olor, porque tenía que encontrarte, no te quiero, Saya, no debo quererte»,pensó.
Pero, su lobo aullaba de deseo incontenible en su interior.
***
Al día siguiente.
Saya dormía. Pero sus sueños estaban maldecidos. No tenía paz.
«Soñaba con esa carpa, ella estaba ahí dentro, ese lobo estaba encima de ella, desgarrando su ropa, luchaba contra él, era tan fuerte, que no podía evitar que la lastimaran.
Saya gritaba, anhelaba que él la salvara…»
Abrió los ojos, horrorizada.
—¡Savir! —gritó
Alfa Savir abrió los ojos y la observó, perplejo, nadie le llamaba Savir de esa forma, tan libremente, solo Maeve en el pasado.
Sus ojos se encontraron, ella estaba perlada en sudor, con lágrimas en su rostro.
«¿Dije Savir? ¿Por qué he llamado a este Alfa en mis sueños para que me rescate?», pensó
Los recuerdos vinieron a ella.
Savir la observó con ojos severos.
—Dijiste que no era compasivo, pero lo fui, ayer te salvé. Deberías besar mis pies.
La chica asintió muy despacio.
—Muchas gracias.
—Serás mi Luna, Saya, pero quiero que tu padre compre tierras a mi nombre, todas las de Saint Lorf, sé que el dueño está por venderlo, así que ahora, tu padre debe hacerlo.
Ella asintió.
—Lo que sea, yo lo haré, pero no lastime a mi familia, por favor.
Savir se levantó.
—Bien, entonces, ¿A qué hora te postrarás ante mí?
Ella le miró incrédula.
«¡Desgraciado!»,pensó y mordió sus labios para no gritar.
Saya respiró profundo, se puso de pie, se arrodilló ante él.
Sintió cómo la fuerte mano de Savir levantó su barbilla, y miró sus ojos.
Se levantó seguida por su impulso, sus ojos estaban clavados en ella, eran oscuros como el carbón, tuvo miedo, él parecía irradiar una energía poderosa que la atraía sin control.
Alfa Savir descendió su mirada, humedeció sus labios, y ella lo observó, algo la quemó por dentro, nunca sintió eso. Se estremeció. Sintió su olor, entonces su loba aulló, ella también lo supo.
“Él es… ¡Nuestro mate, Saya!”
Saya sintió el miedo y vértigo en su interior.
—¡Guardias! —gritó, la empujó atrás ligeramente, ella se asustó.
Los guardias entraron.
—Llévenla afuera, pidan a la señora Phine que prepare los aposentos de Lady Saya. Es mi prometida, la futura Luna, que avise sobre la boda a Lady Ann y que asigne damas de compañía; ahora, fuera de aquí, no quiero ver a nadie hasta el mediodía.
Saya miró al Alfa y, salió de ahí. Sobre todo, porque su corazón estaba a punto de explotar.
Savir se recostó en la cama, no había dormido en toda la noche, el aroma de Saya estaba impregnado en esa cama, era un olor a rosa invernal, primavera y sol, odiaba ese olor porque lo estaba enloqueciendo de un deseo visceral.
Cerró los ojos, raramente se sintió en paz, como si pudiera sentirla entre sus brazos.
«Maeve… Saya»,pensó
Abrió sus ojos de golpe, sorprendido de confundir a Maeve, la única dueña de su corazón, con esa nueva Loba.
—Ella nunca será la sustituta de tu amor, Maeve, solo te amaré a ti —dijo.