Un relato donde el tiempo se convierte en el puente entre dos almas, Horacio y Damián, jóvenes de épocas dispares, que encuentran su conexión a través de un reloj antiguo, adornado con una inscripción en un idioma desconocido. Horacio, un dedicado aprendiz de relojero, vive en el año 1984, mientras que Damián, un estudiante universitario, habita en el 2024. Sus sueños se transforman en el medio de comunicación, y el reloj, en el portal que los une. Juntos, buscarán la forma de desafiar las barreras temporales para consumar su amor eterno.
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CAPÍTULO 7: COINCIDENCIAS INEXPLICABLES
Damián ya no podía recordar con claridad cuándo habían comenzado esos sueños. Lo que sí sabía era que, con cada día que pasaba, se volvían más recurrentes y reales, como si estuviera viviendo una segunda vida mientras dormía. Los detalles se hacían cada vez más específicos, tejiendo una red de conexiones que lo unían a algo o a alguien, como si su subconsciente intentara revelarle un misterio oculto en las sombras de su mente.
Cada experiencia onírica tenía algo en común, la presencia de un antiguo reloj de bolsillo. Cada noche, el reloj aparecía en sus manos, marcando las 3:33, y con un veloz giro de sus manecillas en sentido contrario, lo transportaba a diferentes épocas y lugares.
La primera vez que Damián sintió que los eventos de sus sueños comenzaban a repercutir en su vida real fue cuando soñó con una mujer de belleza etérea que le entregaba una flor exótica, una especie que jamás había visto. Al día siguiente, mientras paseaba con Gustavo por los jardines de la universidad, se detuvo en seco al ver la misma flor creciendo entre los arbustos.
— ¡No puede ser! — exclamó Damián, con los ojos muy abiertos.
Gustavo, sorprendido por la reacción de su compañero, preguntó:
— ¿Qué pasa, Damián? ¿Por qué tanta sorpresa?
Damián señaló la flor con un dedo tembloroso.
— Esa flor… la vi anoche en un sueño. Una mujer me la dio. Nunca había visto una flor así antes, y ahora está aquí, justo en este jardín.
Gustavo frunció el ceño, mirando la flor y luego a Damián.
— ¿Estás seguro? Tal vez solo la viste en algún otro lugar y no lo recuerdas.
Damián negó con la cabeza, todavía atónito.
— No, Gustavo. Estoy seguro. Nunca había visto una flor así en mi vida, ni en fotos ni en persona. Esto es… esto es muy extraño.
Gustavo se encogió de hombros, tratando de restarle importancia.
— Bueno, tal vez es solo una coincidencia. Pero sí, es bastante raro.
Damián no podía dejar de mirar la flor, su mente giraba con preguntas y teorías. ¿Qué significaba todo esto? ¿Podrían sus sueños estar conectados de alguna manera con la realidad? La sensación de misterio y asombro lo acompañó el resto del día, mientras intentaba encontrar una explicación lógica a lo que había presenciado.
...🕰️🕰️🕰️...
Otra noche, Damián soñó con un faro solitario en la playa. La estructura se alzaba imponente contra el cielo nocturno, iluminada por la luz intermitente que guiaba a los navegantes. Subió hasta la cima del faro y encontró una carta escondida en una botella. La carta estaba escrita por un hombre llamado Horacio y contenía un mensaje de despedida para su familia. Horacio describía su profunda soledad y el dolor de vivir en una sociedad que no aceptaba su homosexualidad. Incapaz de soportar más la soledad y el rechazo, Horacio había decidido poner fin a su vida. La carta expresaba lo siguiente:
“No puedo seguir soportando esta soledad. Mi corazón está roto por el rechazo y la incomprensión. He vivido una vida de sombras, ocultando mi verdadero ser. No puedo más.
Los amo profundamente, pero el dolor es insoportable. Espero que algún día el mundo sea más amable y comprensivo. No me recuerden con tristeza, sino con amor.”
Adiós,
Horacio
Mientras Damián leía la carta, un ruido repentino lo sacó de su concentración. Al voltear, vio la silueta de un joven rubio de espaldas, lanzándose al vacío desde una de las ventanas del faro. Desesperado, Damián corrió para intentar salvarlo, pero justo cuando extendía su mano, el joven se desvaneció en un destello de luces blancas. En ese instante, Damián despertó, con el corazón latiendo con fuerza y la sensación de haber presenciado algo más que un simple sueño.
Casualmente, durante una excursión a la costa con un grupo de amigos, Damián divisó en el horizonte una pequeña isla, coronada por un faro idéntico al de su sueño. Su desconcierto fue tal que sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Palidecido, se volvió hacia Marcos con su voz temblando ligeramente.
— Marcos, mira eso, — dijo Damián, señalando hacia la isla. — Es el faro de mi sueño. No puede ser una coincidencia.
Marcos frunció el ceño, siguiendo la dirección de su dedo.
— ¿Estás seguro? Podría ser solo una casualidad.
Damián negó con la cabeza, mientras mantenía sus ojos fijos en la estructura distante.
— No, es exactamente igual. Cada detalle… Es como si lo hubiera visto antes, pero solo en mis sueños.
Marcos lo miró con preocupación.
— ¿Qué crees que significa?
Damián suspiró, sin apartar la vista del faro.
— No lo sé, pero tengo que averiguarlo. Siento que hay algo importante allí, algo que necesito entender.
...🕰️🕰️🕰️...
Lo más enigmático que experimentó Damián fue un sueño en el que se hallaba en una galería de una ciudad sin nombre. En aquel recinto, se celebraba una subasta de antigüedades, y entre los objetos en a subastar destacaba un antiguo reloj de bolsillo, adornado con una inscripción en un idioma desconocido. Damián, cautivado por el misterio del reloj, decidió participar en la puja. Sin embargo, un joven de cabellos dorados, cuyo rostro permanecía velado en las sombras, le superó y se llevó el preciado objeto. Al concluir el evento, Damián, movido por una mezcla de admiración y curiosidad, se acercó para felicitar a su rival. Le puso la mano en el hombro y, justo cuando el joven iba a volverse, Damián despertó, quedando una vez más sumido en la incertidumbre sobre la identidad de aquel personaje que habitaba sus sueños, pero que nunca lograba develar.
Pero la coincidencia más asombrosa ocurrió cuando Damián, de visita en su ciudad natal, se dejó llevar por el azar hasta una tienda de antigüedades en un centro comercial. Allí, entre los objetos polvorientos y cargados de historia, sus ojos se posaron en un reloj de bolsillo que parecía sacado directamente de sus sueños. No pudo resistir la tentación de adquirirlo y, con el reloj en sus manos, se embarcó en una búsqueda para desentrañar su misterioso origen.
Damián había recorrido centenares de páginas web, visitado las facultades de Arqueología y Antropología de su universidad, y consultado a los más renombrados profesores de ambas disciplinas. Sin embargo, cada intento por desentrañar el origen del misterioso reloj de bolsillo parecía conducirlo a un callejón sin salida. La frustración comenzaba a apoderarse de él, y la esperanza de resolver el enigma se desvanecía lentamente.
Un día, mientras mostraba el reloj a Gustavo en un rincón tranquilo del campus, Damián expresó su resignación.
— Creo que nunca sabré de dónde proviene este reloj ni por qué aparece en mis sueños — dijo con un suspiro.
En ese momento, un profesor de Arqueología Avanzada, el Dr. Hernández, pasaba por allí y, al ver el reloj en manos de Damián, se detuvo intrigado.
— Disculpen, ¿puedo ver ese reloj? — preguntó con una mezcla de curiosidad y asombro.
Damián, sorprendido, le entregó el reloj. El Dr. Hernández lo examinó detenidamente, y sus ojos brillaban con interés.
— Este reloj… es una pieza fascinante. La inscripción en un idioma arcano y el diseño sugieren que podría ser de origen europeo, posiblemente del siglo XVIII. Estos relojes eran a menudo encargados por familias adineradas y llevaban inscripciones en lenguajes secretos o familiares.
Gustavo, intrigado, preguntó:
— ¿Y cómo podríamos saber más sobre su historia?
El profesor sonrió.
— Podríamos empezar por investigar los archivos históricos y registros de familias nobles de esa época. También podríamos consultar a expertos en relojería antigua. Este reloj podría haber pertenecido a alguien de gran importancia, y su historia podría estar registrada en algún lugar.
El Dr. Hernández, con los ojos llenos de asombro, examinó exhaustivamente la inscripción en la parte posterior del reloj y asintió lentamente, como si estuviera recordando algo profundamente enterrado en su memoria.
— Esperen un momento, dijo, con su voz cargada de emoción contenida.— Esta inscripción… la he visto antes, durante mis estudios de doctorado. Me recuerda a una leyenda sobre un alquimista llamado Eldric Thalmar. Se decía que Thalmar fabricaba relojes que no solo manipulaban el tiempo, sino también los sueños.
Damián, con renovada esperanza, agradeció al profesor.
— Gracias, Dr. Hernández. Esto es más de lo que había logrado descubrir en semanas de búsqueda.
El profesor asintió.
— No hay de qué. La arqueología no solo se trata de desenterrar objetos, sino de desenterrar historias. Y creo que este reloj tiene una historia fascinante que contar.
Que emoción