Renacer Entre Telas

La noche había caído sobre la ciudad, pero la oficina de Camila seguía iluminada. Estaba inmersa en la revisión de contratos cuando Leonardo entró con un sobre en la mano y una expresión de intriga.

—Acaba de llegar esto para ti. No tiene remitente —dijo, dejando el sobre sobre su escritorio.

Camila lo tomó con curiosidad, rompiendo el sello. Dentro encontró una serie de fotografías que hicieron que su corazón se detuviera por un momento. Eran imágenes de su vida pasada como Camila Arce, momentos que nadie debería conocer en esta nueva existencia.

Leonardo la observó, notando cómo su rostro perdía color.

—¿Estás bien? —preguntó, preocupado.

—Sí… solo son fotos antiguas —respondió, intentando sonar despreocupada. Sin embargo, sabía que era una amenaza. Quienquiera que le había enviado esas imágenes conocía su secreto.

Leonardo frunció el ceño.

—Pareces tensa. ¿Quién pudo haberte enviado algo así?

Camila respiró hondo, intentando calmarse.

—Probablemente algún competidor intentando jugar sucio. No es nada que no podamos manejar.

Leonardo la miró con escepticismo pero decidió no presionar.

—Si necesitas ayuda, aquí estoy. No tienes que lidiar con esto sola.

—Lo sé —dijo Camila, dedicándole una pequeña sonrisa—. Gracias, Leo.

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Esa noche, Camila no pudo dormir. Las fotos seguían dando vueltas en su cabeza. ¿Cómo alguien había accedido a esas imágenes? Su identidad pasada estaba bien oculta, o al menos eso había creído.

Al amanecer, decidió revisar las fotografías con más detalle. Al hacerlo, encontró una nota oculta entre ellas:

“Nos vemos mañana a las 8 p.m. en el Club Horizonte. Es hora de hablar sobre tu pasado. No faltes.”

La nota confirmaba sus sospechas: alguien sabía quién era realmente. No podía ignorar la cita.

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El día pasó con lentitud. Cuando llegó la noche, Camila se preparó para ir al Club Horizonte, un lugar exclusivo donde solo entraban personas influyentes. Vestida con elegancia, pero sin llamar demasiado la atención, salió de casa.

—¿Estás segura de que no quieres que te acompañe? —preguntó Leonardo antes de que ella se marchara.

—Estaré bien. Solo es una reunión de negocios —respondió, ocultando la verdadera naturaleza del encuentro.

Leonardo asintió, aunque seguía sintiendo que algo no estaba bien.

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El Club Horizonte estaba lleno de empresarios, políticos y figuras reconocidas. Camila se movió con confianza entre ellos hasta que un camarero se le acercó con una nota.

—Señora Valle, esto es para usted.

Camila tomó la nota con manos temblorosas y leyó:

“Sala privada 3. Estoy esperando.”

Avanzó hacia la sala indicada, cada paso resonando en su mente como un recordatorio de que estaba entrando en terreno peligroso. Al empujar la puerta, encontró una habitación iluminada tenuemente y una figura masculina esperándola en el centro.

—Sabía que vendrías, Camila Arce —dijo la voz profunda y familiar.

Camila se quedó helada. Frente a ella estaba Santiago Duarte, un antiguo socio de su vida pasada, uno de los pocos que conocía todos sus secretos.

—Santiago… —murmuró—. Pensé que habías desaparecido.

—Desaparecí, sí. Pero volví, porque sabía que tarde o temprano reaparecerías. Y aquí estás, viviendo otra vida.

Camila apretó los puños, intentando mantener la calma.

—¿Qué quieres?

Santiago la observó con una mezcla de nostalgia y ambición.

—Poder. Justicia. Lo mismo que siempre he querido. Pero esta vez, puedo ayudarte. Sé que tienes problemas con Víctor Torres. Puedo ser tu aliado, Camila.

—No necesito tu ayuda —respondió con frialdad—. He llegado hasta aquí sola.

Santiago sonrió con astucia.

—Sola, pero no por mucho tiempo. Tarde o temprano, tu secreto saldrá a la luz. Y cuando eso pase, necesitarás a alguien que te respalde. Piensa en ello. No soy tu enemigo.

Camila lo miró con desconfianza.

—Lo pensaré. Pero no vuelvas a amenazarme.

—No es una amenaza, querida. Es una advertencia.

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Camila regresó a casa con la mente llena de dudas. La aparición de Santiago complicaba las cosas. Sabía que su presencia significaba peligro, pero también sabía que, si jugaba bien sus cartas, podría usarlo a su favor.

Al entrar, Leonardo la esperaba en el salón.

—¿Cómo fue la reunión? —preguntó.

—Interesante —respondió Camila, ocultando el encuentro—. Pero nada que deba preocuparte.

Leonardo la observó, percibiendo que algo la inquietaba, pero decidió no insistir.

—Bien. Si necesitas hablar, sabes que estoy aquí.

Camila le dedicó una sonrisa, agradecida por su apoyo, pero consciente de que había secretos que aún no podía compartir.

Esa noche, mientras miraba las luces de la ciudad desde la ventana, Camila sabía que el pasado siempre encuentra la manera de regresar. Y esta vez, no estaba segura de poder enfrentarlo sola.