el mundo de los sueños se despliega en toda su gloria: nubes formadas por palabras flotan en un cielo etéreo, un río de luz líquida serpentea hacia un bosque oscuro y ominoso en el horizonte, y formas abstractas se mezclan con paisajes imposibles. La niña parece semitransparente, lo que indica que se encuentra atrapada entre los dos mundos.
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El Humbral Del Coraje
El ambiente cambió nuevamente. Emma sintió que el aire a su alrededor se volvía más pesado, cargado de una energía que no podía describir. Había algo diferente en este nuevo lugar: una tensión latente que hacía que cada paso que daba fuera más difícil que el anterior.
Se encontraba en un camino estrecho rodeado por un abismo oscuro e insondable. El suelo bajo sus pies era irregular, con grietas que dejaban entrever una luz roja pulsante, como si algo ardiera en el núcleo de este extraño mundo. A lo lejos, una torre alta y amenazante se alzaba contra el horizonte. Su cima desaparecía en una neblina gris que se retorcía como si estuviera viva.
Emma sabía que este era su destino final. Cada prueba, cada recuerdo enfrentado, la había llevado hasta este lugar. Si lograba superar lo que le esperaba, despertaría.
Mientras avanzaba por el camino, una voz resonó en el aire, grave y llena de autoridad.
—Emma, ¿estás preparada para enfrentar tu mayor miedo?
La voz no provenía de ninguna figura visible, pero su impacto era innegable. Emma tragó saliva, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de ella. No sabía exactamente qué era lo que iba a enfrentar, pero había aprendido algo importante en este viaje: no podía permitir que el miedo la paralizara.
—Estoy lista —respondió con firmeza, aunque su corazón latía con fuerza.
El camino comenzó a desmoronarse detrás de ella, obligándola a avanzar más rápido. Cada paso parecía un desafío, con el suelo temblando bajo sus pies y el abismo a ambos lados rugiendo como si estuviera vivo. Finalmente, llegó a la base de la torre.
La puerta frente a ella era enorme y estaba tallada con imágenes de escenas de su propia vida: momentos felices, como su cumpleaños número diez cuando Ethan le regaló su primer cuaderno de dibujo; y momentos dolorosos, como la discusión que tuvo con Clara antes del accidente. Todas esas imágenes parecían observarla, como si esperaran algo de ella.
Emma levantó la mano y tocó la puerta. Esta se abrió con un gemido profundo, revelando un interior oscuro. Entró, sintiendo cómo el aire frío la envolvía.
El corazón de la torre
Dentro de la torre, el espacio parecía infinito. Emma avanzó por un corredor largo y sinuoso, con paredes que parecían moverse, cambiando de forma con cada paso que daba. Finalmente, llegó a una gran sala circular. En el centro de la sala había un espejo enorme, suspendido en el aire, girando lentamente sobre sí mismo.
Cuando Emma se acercó al espejo, su superficie comenzó a brillar, reflejando algo que no esperaba ver: el accidente.
Vio el auto, la carretera mojada por la lluvia, y a Ethan gritando su nombre. Revivió el impacto, la sensación de ser lanzada hacia el vacío, y luego, la oscuridad. Era como si el espejo le estuviera obligando a enfrentarse al momento exacto que la había llevado a este estado.
Emma dio un paso atrás, sintiendo que el miedo se apoderaba de ella.
—No quiero ver esto —murmuró, apretando los puños.
Pero el espejo no se detuvo. Las imágenes continuaron, mostrándole las consecuencias del accidente: Ethan llorando junto a su cama en el hospital, su madre tratando de mantenerse fuerte pero visiblemente rota, Clara dejándole mensajes que nunca pudo escuchar.
—Esto no es justo… —dijo Emma, con la voz quebrada.
—No se trata de justicia —dijo la misma voz grave de antes, resonando en la sala—. Se trata de verdad.
Emma cerró los ojos, tratando de bloquear las imágenes, pero sabía que no podía escapar. Había pasado demasiado tiempo huyendo de sus miedos, de sus errores. Ahora, si quería despertar, tenía que enfrentarlos de frente.
Abrió los ojos y dio un paso hacia el espejo.
—Está bien —dijo, con la voz temblorosa pero decidida—. Muéstrame todo.
Las imágenes se aceleraron, mostrándole no solo los eventos del accidente, sino también los momentos que lo precedieron: su impaciencia con Ethan cuando quiso advertirle sobre la tormenta, su negativa a escuchar a Clara cuando trató de hablarle de sus propios problemas, y, sobre todo, su orgullo, que la había llevado a tomar decisiones sin considerar las consecuencias.
Emma sintió cómo las lágrimas comenzaban a correr por su rostro.
—Cometí tantos errores… —susurró.
El espejo comenzó a cambiar, reflejando ahora a Emma misma, pero no como la veía normalmente. En el reflejo, estaba cubierta de sombras que representaban su miedo, su culpa, y su dolor. Esa versión de ella era una mezcla de todo lo que había evitado enfrentar, y ahora la miraba directamente a los ojos.
—No puedes escapar de mí —dijo su reflejo, con una voz que parecía surgir desde el abismo mismo.
—No quiero escapar —respondió Emma, con una fuerza que no sabía que tenía—. Quiero aceptarte.
El reflejo se detuvo, como si no esperara esa respuesta.
—¿Aceptarme?
Emma asintió.
—Sí. Eres parte de mí, pero no me defines. He cometido errores, pero también tengo la fuerza para enmendarlos. No puedo cambiar el pasado, pero puedo construir un futuro mejor.
Las sombras que cubrían su reflejo comenzaron a desvanecerse lentamente, y la sala se llenó de una luz cálida. El espejo explotó en mil pedazos, cada fragmento brillando como una estrella antes de desintegrarse en el aire.
Emma cayó de rodillas, sintiendo cómo una oleada de paz la invadía. Había enfrentado su mayor miedo: el miedo a no ser suficiente, a no poder reparar el daño que había causado. Y aunque sabía que el camino no sería fácil, también sabía que estaba lista para recorrerlo.
El último paso
Cuando se levantó, vio una nueva puerta al final de la sala. Era diferente de todas las anteriores: pequeña, sencilla, pero con un brillo cálido que irradiaba esperanza. Sabía que esta era la última puerta.
Emma caminó hacia ella, con el corazón lleno de determinación.
Al cruzarla, sintió cómo su cuerpo comenzaba a despertar, como si algo tirara de ella hacia el mundo real. Pero antes de irse, una última voz resonó en su mente.
—El coraje no es la ausencia de miedo, Emma. Es enfrentarlo a pesar de todo.
Emma sonrió, sabiendo que esas palabras la guiarían cuando abriera los ojos al mundo que había dejado atrás.
/Smile//Smile/
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