**"EL Eco Del Pasado"** es una novela de romance contemporáneo que sigue la historia de Dante y Emilia, dos almas marcadas por un oscuro pasado y un matrimonio forzado. A medida que enfrentan peligros, traiciones y fantasmas de su historia, descubren que el verdadero amor puede florecer incluso en los momentos más difíciles. Juntos, emprenden un viaje hacia la redención y la paz, buscando dejar atrás las sombras y construir una vida llena de esperanza y nuevos comienzos. Es una historia sobre la fuerza del amor para sanar, perdonar y renacer.
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Capítulo 8: Sombras en el Reflejo
La fiesta de las máscaras continuaba con su deslumbrante despliegue de opulencia y poder, pero para Emilia, todo lo que sucedía a su alrededor parecía distante, como si estuviera viendo un espectáculo a través de un cristal empañado. A pesar de sus esfuerzos por encajar y seguir el juego, no podía sacudirse la sensación de que algo oscuro acechaba bajo la superficie.
Después de su conversación con el señor Rossi, Dante la había llevado de regreso al salón principal, donde las risas y la música continuaban, pero Emilia apenas podía concentrarse en lo que sucedía a su alrededor. Los pensamientos sobre lo que Rossi había dicho seguían girando en su mente. "En este juego, no hay lugar para los errores." ¿Qué significaba realmente esa advertencia? ¿Qué se esperaba de ella en los "próximos meses"?
Dante le ofreció una copa de champán, pero Emilia la rechazó con una sonrisa tensa. No quería embotar sus sentidos, no con tantas preguntas sin respuesta flotando en su cabeza. Él notó su incomodidad y, aunque no dijo nada, su mano se tensó ligeramente sobre la suya. La música cambió a un ritmo más suave, y las luces en el salón principal se atenuaron, dándole al lugar una atmósfera aún más misteriosa.
"Dante, necesito un momento para mí misma," dijo Emilia finalmente, sintiendo que el aire pesado de la sala comenzaba a asfixiarla.
Él la miró con un destello de preocupación en los ojos, pero asintió. "Por supuesto, te esperaré aquí. No te alejes demasiado."
Emilia sonrió, intentando transmitir una calma que no sentía, y se deslizó entre la multitud, buscando un lugar más tranquilo donde pudiera aclarar sus pensamientos. Encontró una pequeña puerta lateral que conducía a un pasillo menos concurrido. A lo lejos, se escuchaba el murmullo de conversaciones y el lejano eco de la música, pero allí, en ese pasillo decorado con pinturas antiguas y estatuas de mármol, Emilia sintió un extraño alivio.
Caminó lentamente, dejando que sus dedos rozaran las frías paredes de piedra. A lo largo del pasillo, vio varias puertas, todas cerradas, excepto una al final, entreabierta, que dejaba escapar un débil rayo de luz. Algo en esa puerta la atrajo, como si la invitara a cruzar el umbral.
Emilia se acercó con cautela, empujando la puerta con suavidad para no hacer ruido. La habitación al otro lado era un pequeño salón decorado con muebles antiguos y cortinas de terciopelo rojo. En el centro, una gran chimenea ardía, llenando el lugar de un cálido resplandor anaranjado. Lo que más llamó su atención fue un enorme espejo que cubría casi toda una pared. Su marco dorado estaba elaborado con un intrincado diseño de hojas y enredaderas, y el cristal parecía tan claro que podía reflejar cada detalle con una precisión casi inquietante.
Emilia se acercó al espejo, sintiendo una extraña fascinación por la forma en que su reflejo la miraba desde el otro lado. Se veía diferente, más madura, más segura, pero sus ojos revelaban la confusión y el temor que intentaba ocultar. Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de que alguien más había entrado en la habitación hasta que sintió una presencia detrás de ella.
"Es un espejo magnífico, ¿verdad?" La voz era suave, pero con un tono que envió un escalofrío por la columna de Emilia. Se giró rápidamente y se encontró cara a cara con una mujer que no reconocía. Llevaba una máscara blanca que cubría la mitad superior de su rostro, pero sus labios pintados de un rojo intenso se curvaron en una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
"Perdona si te asusté," continuó la mujer, haciendo una ligera reverencia. "No quería interrumpir tu momento de soledad. A veces, una necesita escapar del bullicio de la fiesta."
Emilia intentó tranquilizarse y devolvió la sonrisa. "No, no es nada. Estaba… solo tomándome un momento."
"Lo entiendo," dijo la mujer, acercándose al espejo y observando su propio reflejo con una expresión pensativa. "Este espejo ha sido testigo de muchos secretos a lo largo de los años. Es como si absorbiera las historias de quienes se detienen frente a él."
"¿Secretos?" repitió Emilia, intrigada por la elección de palabras de la mujer.
La mujer la miró a través del espejo, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de curiosidad y algo más, algo que Emilia no pudo descifrar. "En este mundo, querida, todos tenemos secretos," dijo en voz baja. "Algunos más peligrosos que otros."
"¿Y usted?" preguntó Emilia, sintiendo una extraña conexión con esa mujer desconocida. "¿Cuál es su secreto?"
La mujer se rió suavemente, un sonido que reverberó en las paredes de la habitación como un eco lejano. "Oh, tengo muchos, pero no soy yo quien está en la encrucijada esta noche, ¿verdad? Tú eres la que debe decidir en qué confiar y qué dejar atrás."
Emilia sintió un escalofrío. "¿Quién eres?" preguntó, su voz apenas un susurro.
La mujer dio un paso atrás, inclinando la cabeza con una elegancia que sugería que estaba acostumbrada a que otros la obedecieran sin cuestionar. "Solo alguien que ha visto muchas mascaradas, Emilia. Solo alguien que sabe lo que se esconde detrás de las máscaras más perfectas."
Antes de que Emilia pudiera responder, la mujer se giró y salió de la habitación, dejándola sola frente al espejo. El fuego en la chimenea crepitó suavemente, lanzando sombras danzantes por la sala. Emilia se volvió hacia el espejo, y por un momento, el reflejo que la observaba no le pareció del todo suyo. ¿Era posible que el espejo reflejara algo más que la simple realidad? ¿Podía mostrar los miedos, las dudas, los secretos que ni siquiera ella estaba dispuesta a admitir?
Las palabras de la mujer resonaban en su mente mientras salía de la habitación y regresaba al bullicio de la fiesta. A medida que avanzaba entre los invitados, se dio cuenta de que ya no veía solo las máscaras. Ahora veía lo que podían estar ocultando, los secretos que cada uno llevaba consigo. Y sabía que, de alguna manera, tenía que descubrir los suyos antes de que la oscuridad que sentía a su alrededor la consumiera.
Cuando volvió a encontrar a Dante, él le sonrió y le ofreció su brazo, pero ella notó que lo hacía con una tensión oculta. "¿Estás bien?" preguntó él, con un matiz de preocupación en la voz.
Emilia lo miró, preguntándose cuántos secretos él también le ocultaba. "Sí," mintió con suavidad, aceptando su brazo. "Estoy bien."
Pero mientras retomaban su lugar en la fiesta, Emilia sabía que nada estaba realmente bien. Había entrado en un juego peligroso, y aunque no podía ver todas las piezas, intuía que estaba más atrapada de lo que había creído. Las sombras en el reflejo del espejo seguían danzando en su mente, recordándole que, en el mundo de los Moretti, las máscaras no solo ocultaban rostros, sino también verdades que podían destruirlo todo.