Esta es la historia de Sofía Bennet, una joven con un sueño muy grande, pero tuvo que dejarlo ir por una tragedia.
Leandro Lombardi un hombre acostumbrado a tener siempre lo que quiere con un pasado que le hizo mucho daño.
Dos personas totalmente opuestas pero con una química impresionante.
¿Podrán dejar fluir sus sentimientos o solo lucharán por evitarlos?
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22 — La Cita.
Narrador omnisciente.
La intensidad de ese momento la hizo sentir como si perdiera el aliento y, cuando finalmente él se detuvo, una punzada de anhelo la invadió, como si hubiera muerto un poco con la interrupción.
— ¿Acaso fue algo así lo que soñaste? — preguntó con su voz profunda y ronca, un sonido que la hizo estremecerse — ¿Que te besaba lentamente y acariciaba tu cuerpo con mis manos?
Sofía se encontraba hipnotizada por el tono de su voz y por la intensidad de su mirada, que no se apartaba ni un instante de su rostro.
No se atrevió a decirle la verdad, pues eso podría hacerla parecer como una cualquiera, así que decidió ofrecerle al menos una media verdad.
— Sí, en mis sueños estábamos besándonos y no quería mirarte a la cara porque me sentía como una pervertida — confesó, sintiendo cómo el rubor le invadía las mejillas por la vergüenza.
Leandro sonrió de manera radiante, iluminando su rostro con una expresión de alegría genuina, y se inclinó hacia ella para darle un beso suave y delicado.
— Yo también tuve un sueño contigo, pero no fue nada tan sereno como lo que mencionas — comentó él, con un tono de picardía en su voz, acercándose lo suficiente para poder susurrar en su oído — En mi sueño, nos besábamos y yo te acariciaba, pero sin ninguna prenda de ropa que nos separara.
En ese instante, un leve rubor apareció en sus mejillas, sintiéndose avergonzada y casi como si estuviera cometiendo un acto indecoroso al pensar en esos temas.
La forma en que él hablaba de ello, tan directa y sin rodeos, la hacía sentirse aún más expuesta y confundida por la intensidad de sus palabras.
El calor en su cuerpo iba en aumento y sus fantasías sobre esa imagen se proyectaban en su mente como si estuviera viendo una película.
Sin embargo, debía mantenerse firme y al menos aparentar que no deseaba que se hicieran realidad todos los pensamientos que cruzaban por su mente.
— Eres un descarado — dijo con un tono serio —. Tal vez había soñado con un beso, pero no hasta esos extremos. Y si piensas que yo soy como esas mujeres que, porque les digan cinco palabras al oído, van a caer rendidas ante ti, estás muy equivocado.
Ante su enfado, él se apresuró a rectificar su error.
— Lo siento, no era mi intención, te lo juro, solo quiero algo serio contigo, sin otras intenciones; fue un desliz que no volverá a repetirse. ¿Me perdonas? — preguntó suavemente, y el arrepentimiento en sus ojos evidenciaba su sinceridad.
Se había ganado la lotería con ese hombre, que hasta ahora no ha hecho más que darle su lugar y pensar en ella, aunque ella es la que ha tenido esos pensamientos sucios y le echa la culpa a él.
— Está bien, tranquilo, continuemos con nuestra cita. ¡Me muero por comer un helado! — exclamó ella, con una sonrisa que iluminaba su rostro, cambiando así de tema con entusiasmo.
Leandro soltó un suspiro de alivio y quitó los seguros de su auto, sintiéndose más relajado ante el giro en la conversación.
Mientras caminaban de la mano, ambos experimentaron una mezcla de emociones intensas provocadas solo por ese sencillo gesto.
Era como si el mundo a su alrededor se desvaneciera y solo estuvieran ellos solos.
En ese momento, dos personas que, a pesar de ser tan diferentes, se encontraban sintiendo el inesperado y poderoso llamado del amor.
Ambos estaban dispuestos a explorar lo que podría surgir entre ellos, sin preocuparse por el futuro o por el hecho de que aún no se conocían a fondo.
Disfrutarían de cada segundo y de cada sonrisa, inmersos en la magia del presente sin pensar en lo que vendría después.
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Estaban acomodados sobre el césped fresco de un parque, rodeados del murmullo de la naturaleza y del suave vaivén de las hojas en los árboles, sumidos en una conversación sobre los cambios que habían experimentado en sus vidas.
— ¿Una disquera? — repitió, su voz impregnada de asombro y una chispa de emoción que iluminaba sus ojos — Vaya, eso es realmente increíble.
Leandro, observando atentamente las reacciones de Sofía, sintió que una inquietud se instalaba en su mente.
— ¿Te gusta la música? — indagó, con un tono curioso y sincero en su voz — Parece que te emocionó mucho escuchar lo de la disquera.
— ¿Qué si me gusta la música? No, no me gusta — respondió inicialmente, sacudiendo la cabeza con desdén — ¡Me encanta! Escuchar los diferentes géneros, las increíbles mezclas y la forma en que una canción puede transportarte a otro mundo es simplemente mágico.
» La profundidad de cada letra y las reflexiones que transmiten dejan mensajes muy poderosos. Cantar es mi sueño, una meta que anhelo con todo mi ser.
La emoción que transmitía su voz, junto con sus gestos expresivos y el brillo intenso en sus ojos, era tan cautivadora que lo dejó momentáneamente sin palabras.
— Si eso es lo que sueñas, yo puedo ayudarte a hacerlo realidad — comentó con firmeza, ofreciendo su apoyo de manera decidida.
Sofía estuvo a punto de manifestar su afirmación, pero no logró hacerlo.
La sonrisa que iluminaba su rostro se desvaneció en el instante en que consideró aceptar la propuesta.
Un torrente de dudas la invadió al pensar que, si lo aceptaba, podría ser vista como alguien que se aprovechaba de la situación o como una protegida, en lugar de ser valorada por su verdadero talento.
Deseaba que la eligieran por su habilidad y esfuerzo, no por el hecho de mantener una relación con el dueño de la empresa.
— No puedo aceptar, Leandro — respondió con seriedad, lo que provocó que su ceño se frunciera —. Quiero ganarme las cosas por mi propio mérito, lograr que me elijan por mis capacidades y no por la influencia de las personas que me rodean.
» Quiero lograrlo gracias a mi talento, porque, además, mantener una relación contigo complicaría aún más esa situación.
Leandro, aunque no compartía la opinión de Sofía sobre su decisión, optó por aceptar su negativa de ayudarla.
Era consciente de que ella tenía razón: en esa sociedad, no se permitiría que alguien alcanzara el éxito únicamente por ser una protegida, sino que lo lograría por su propio talento.
Además, comprendía su deseo de hacer las cosas de manera autónoma; esa actitud evidenciaba su humildad y su falta de avaricia.
— Tranquila, entiendo que eres independiente y deseas conseguir las cosas por ti misma — dijo con un tono suave y conciliador —. En ese aspecto, somos bastante parecidos.
Sofía, al escuchar sus palabras, levantó una ceja y esbozó una sonrisa, mostrando humor y complicidad en la situación.
— ¿Eso piensas? Yo tengo la impresión de que somos distintos en varios aspectos — dijo ella con serenidad. — Por ejemplo, a mí me encanta lo dulce, mientras que a ti no te atrae en absoluto.
» También me gusta salir, conocer nuevas personas y disfrutar de la compañía, mientras que tú sueles preferir la soledad y la tranquilidad.
Se quedó en silencio pensando hasta que chasqueó los dedos.
— Además, tienes una adicción al trabajo. Yo también tengo mis propias responsabilidades, pero al menos yo elijo dejar lo que estoy haciendo para socializar y disfrutar del tiempo con los demás.
Él soltó un gruñido en respuesta a su observación, lo que provocó que ella se riera con alegría.
— Tú mismo lo has dicho, así que no te hagas el ofendido — señaló con tono burlón —. También mencionaste que eres posesivo. Aunque a mí no me gusta que toquen lo que es mío, no reaccionaría de forma tan agresiva; intentaría manejar la situación de una manera más diplomática.
Leandro esbozó una sonrisa maliciosa.
— Entonces, si llegamos a tener una relación más estable, y otra mujer se me acerca con intenciones diferentes, ¿tú aceptarías que eso ocurriera? Después de todo, no eres tan posesiva, ¿verdad? — sugirió con un aire provocador.
Sofía se sumergió en sus pensamientos, visualizando la situación y sintiendo cómo su ceño se fruncía por la indignación que la invadía. No obstante, también comprendía que era precisamente lo que él deseaba.
— No me molestaría si fuera solo tu amiga y no algo más — susurró entre dientes, intentando contener su frustración.
Leandro, al notar su expresión y cómo su rostro se tornaba rojo por la ira, soltó una carcajada que resonó en el aire.
La imagen de su enfado y sus mejillas infladas por la rabia era, sin duda, graciosa para él.
Sin previo aviso, la tomó del brazo, acercándola más a su figura, y la abrazó por la espalda cuando ella intentó girarse para evitar mirarlo a los ojos.
El aliento cálido de Leandro le provocaba una sensación de cosquilleo, y un profundo calor se esparcía por todo su cuerpo.
— Sé que sientes celos, y eso es completamente comprensible; como ya mencioné, tenemos muchas cosas en común. Pero quiero que tengas en cuenta algo importante — susurró cerca de su oído, provocando que un escalofrío recorriera su cuerpo —. Jamás permitiría que ninguna otra mujer se acercara a mí, porque te respeto profundamente y eres tú a quien realmente ha elegido mi corazón.
» Te compartí mi historia, porque deseo iniciar una nueva etapa en nuestra relación, dejando atrás los fantasmas del pasado. Mi intención es que puedas sentirte bien, porque me importas y tu bienestar es lo más importante, incluso más que el mío.
Ella dejó escapar un suspiro, sintiéndose cautivada por sus propias palabras.
Luego, se dio la vuelta y lo sorprendió al acercarse para darle un suave beso en los labios.
— Nunca haré nada que pueda herirte — le aseguró con una voz sincera —. Siempre seré completamente honesta contigo. Aunque no te conozca tan a fondo, puedo afirmar que me gustas aún más que antes — confesó, sintiendo cómo el rubor le subía por las mejillas debido a la vergüenza.
Leandro, al escucharla, sonrió con calidez y la besó con ternura y cariño.
A medida que continuaron conversando, rodeados de gestos de afecto y complicidad, decidieron que era momento de regresar a casa.
La cita había sido realmente hermosa, y se convirtió en un recuerdo imborrable que ambos atesorarían por siempre.