Mónica es una joven de veintidós años, fuerte y decidida. Tiene una pequeña de cuatro años por la cual lucha día a día.
Leonardo es un exitoso empresario de unos cuarenta y cinco años. Diferentes circunstancias llevan a Mónica y Leonardo a pasar tiempo juntos y comienzan a sentirse atraídos uno por el otro.
Esta es una historia sobre un amor inesperado, segundas oportunidades, y la aceptación de lo que el corazón realmente desea.
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Revelaciones inesperadas
Los días transcurrían, y la sociedad entre Leonardo Grecco y la empresa de Alejandro prosperaba con éxito. A nivel profesional, todo marchaba sobre ruedas; pero en lo personal, Leonardo no podía dejar de pensar en Isabella. La falta de información sobre el pasado de Anna, el hecho de que la muchacha no supiera sobre su padre lo mantenían en vilo. ¿Podía ser posible que Isabella fuera su hija? Seguía preguntándose. Si era así, ¿por qué Anna nunca lo contactó siquiera para hacérselo saber?
Con esa y muchas dudas más rondando su cabeza, Leonardo contrató a un investigador para que le ayudara a encontrar algo que le ayudara a salir de ese laberinto.
Después de que el investigador privado no encontrara ninguna prueba que vinculara a Anna con otro hombre en los años que coincidían con el nacimiento de Isabella, Leonardo supo que solo había una manera de despejar sus dudas: un examen de ADN. Sin embargo, conseguir una muestra sin levantar sospechas era un desafío. No quería que Isabella lo viera como un intruso en su vida, menos aún si resultaba ser su padre.
Mientras tanto, había tomado precauciones. Sin comentárselo a nadie, envió a un equipo de vigilancia para proteger a Isabella, no solo por su relación con Alejandro, sino porque sentía una responsabilidad inexplicable hacia ella. Así fue como, una tarde cualquiera, la sorpresa tocó a su puerta.
-En qué puedo ayudarlo, señor?- preguntó el guardia, de seguridad mirando a Alejandro con cierta desconfianza.
- Quiero hablar con Leonardo Grecco- dijo Alejandro, su tono era firme e inquebrantable.
El guardia asintió y lo invitó a esperar en el vestíbulo. Minutos después, Leonardo apareció, sorprendido pero manteniendo su habitual amabilidad.
-Alejandro, qué sorpresa- dijo, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos- No esperaba verte por aquí.
Alejandro lo miró con dureza, conteniendo su enojo.
-Quiero saber por qué había un automóvil siguiendo a mi novia- soltó sin preámbulos, cruzando los brazos sobre el pecho y mirando a Leonardo con desconfianza. Esto después de que esa misma tarde cuando iban por Ian al colegio notó un automóvil que los seguía.
El hombre frunció el ceño, claramente desconcertado.
-No sé de qué me estás hablando- respondió con calma, aunque el tono de su voz parecía tensarse ligeramente.
Alejandro dio un paso hacia él, acortando la distancia.
-El auto nos siguió desde la oficina hasta la casa de Isabella- dijo - Y ahora está estacionado aquí, frente a tu casa. ¿Qué pretendes, Leonardo?
La tensión en el aire era palpable. Leonardo abrió la boca para responder, pero Alejandro levantó una mano, interrumpiéndolo.
-No quiero excusas ni justificaciones- dijo, con su voz más baja pero cargada de amenaza- Sea lo que sea que estés planeando, más te vale detenerlo ahora. Porque cuando descubra que hay detrás de esto, no me quedaré de brazos cruzados.
El silencio que siguió fue pesado y tenso. Leonardo lo miró fijamente, sus ojos mostrando una mezcla de sorpresa y algo más que Alejandro no pudo descifrar del todo. Pero en ese momento no le importaba. Necesitaba respuestas, y las necesitaba pronto.
-Esto es una advertencia, Leonardo- añadió Alejandro, dando un paso atrás. Mantente alejado de Isabella. No quiero volver a ver a ese coche siguiéndonos.
Sin esperar una respuesta, se dio la vuelta y salió de la casa, llevaba su mente ardiendo con preguntas y sospechas. Subió a su coche y se alejó rápidamente, su corazón latía con fuerza. No sabía cuáles eran las verdaderas intenciones de Leonardo, pero no dejaría que ni él, ni nadie pusiera en peligro a Isabella.
Mientras tanto Leonardo se preguntaba que debía hacer ahora, Alejandro al parecer estaba suponiendo que él pretendía algo con Isabella, y peor aún, que sería capaz de lastimarla o hacer algo en su contra, el resto de la tarde lo pasó pensando en cuál sería su siguiente paso, y para la noche ya lo tenía resuelto.
La mañana siguiente, Leonardo salió de su casa sintiéndose intranquilo, con la necesidad urgente de desentrañar el misterio que había surgido en su vida. La sospecha lo había estado carcomiendo desde que vio a Isabella por primera vez en la gala benéfica, y la confrontación con Alejandro solo había intensificado sus deseos de llegar al fondo de todo. No podía seguir ignorando esa pequeña voz en su interior que le decía que debía hacer algo contundente al respecto. Así que, sin pensarlo más, se dirigió a la empresa, decidido a hablar con Alejandro.
Al llegar a la oficina, apenas eran las ocho treinta de la mañana y la actividad en el edificio era mínima. Se dirigió directamente al piso de la oficina de Alejandro, y le pidió a María que lo anunciara. La mujer, un poco sorprendida por la visita tan temprana, le pidió que esperara unos minutos. Leonardo se sentó en la sala de espera, inquieto, tamborileando los dedos sobre la mesa. Tenía que hacerlo. Tenía que hablar con Alejandro.
Finalmente, la puerta de la oficina de Alejandro se abrió y él apareció, con un aire de sorpresa en su rostro.
-Leonardo, qué temprano te apareces por aquí- dijo Alejandro con una sonrisa cordial, pero en sus ojos se denotaba cautela.
-Buenos días, Alejandro- respondió Leonardo, levantándose para estrecharle la mano- Sé que es temprano, pero necesito hablar contigo sobre algo importante. ¿Podemos?
Alejandro asintió y lo invitó a pasar a su despacho. Cerró la puerta detrás de ellos y se dirigió a su escritorio, indicándole a Leonardo que tomara asiento frente a él.
-¿Quieres un café?- preguntó Alejandro, tratando de romper la tensión en el ambiente.
-No, gracias- respondió Leonardo, negando con la cabeza. No había tiempo para formalidades- Quiero hablar contigo sobre Isabella.
Alejandro levantó una ceja, claramente interesado. Leonardo tomó aire y se preparó para la conversación que llevaba tiempo ensayando en su mente.
-Mira, sé que lo que voy a decirte puede sonar un poco extraño- comenzó, mientras elegía cuidadosamente sus palabras- pero necesito que me escuches con mente abierta. La primera vez que vi a Isabella en la gala, me recordó mucho a Anna, su madre, ella fue muy importante en mi vida hace muchos años.
Alejandro se inclinó ligeramente hacia adelante, en señal de que estaba prestando atención. Leonardo continuó.
-Hace más de veinte años, la conocí en la universidad, era una joven maravillosa. Éramos muy buenos amigos, formábamos parte del mismo grupo, y con el tiempo nos enamoramos. Fue un amor muy bonito.
Leonardo hizo una pausa, y Alejandro asintió, invitándolo a seguir.
-Después de que su padre murió ella se fue, me dejó, perdimos contacto. Yo me dediqué de lleno al trabajo, y ella… bueno, ella siguió su propio camino. Jamás volví a saber de ella, hasta que ví a Isabella. Pero lo que me impactó fue saber su edad, en ese tiempo Anna no estuvo con nadie más que conmigo...
Alejandro frunció el ceño, comenzando a entender a dónde quería llegar Leonardo.
-¿Estás diciendo que crees que Isabella podría ser tu hija?- preguntó, tratando de mantener la calma.
Leonardo asintió, sus ojos llenos de preocupación.
-No estoy seguro, pero hay muchas coincidencias que me llevan a pensar que podría ser. Mandé a investigar y todo indica que en ese tiempo Anna no estuvo con nadie más. Además, las fechas… todo coincide. Isabella tiene casi veintitrés años, y eso significa que nació poco después de que Anna y yo dejáramos de vernos.
Alejandro se recostó en su silla, procesando la información. La tensión en su rostro era evidente, pero trató de mantener un tono neutro.
-Entiendo por qué has estado tan cerca de ella últimamente- dijo, eligiendo sus palabras con cuidado- Pero esto es algo muy delicado, Leonardo. No puedes simplemente decirle que crees que es tu hija. Necesitas estar seguro.
-Lo se- respondió Leonardo con un suspiro- No quiero lastimarla. Pero necesito saber la verdad. Quiero hacerme una prueba de ADN. Si resulta que estoy equivocado, me alejaré y no volveré a interferir en sus vidas. Pero si tengo razón, ambos tenemos derecho a saberlo.
Alejandro lo miró fijamente, evaluando la sinceridad en sus palabras. Por un momento, se permitió pensar en las posibles implicaciones de todo esto. Si Isabella realmente era hija de Leonardo, cambiaría muchas cosas. Pero más que nada, le preocupaba cómo podría eso afectar a la mujer que amaba. Isabella había pasado por mucho con la muerte de su madre, y la revelación de que su padre biológico apareciera de repente, era...
-Voy a ser honesto contigo, Leonardo- dijo finalmente Alejandro- No me gusta nada esto. Isabella ha pasado por muchas cosas, y no quiero que sufra más. Pero también entiendo que necesitas respuestas. Si esto es lo que crees necesario, entonces tienes que hablar con ella. Pero hazlo con cuidado, y con respeto. No quiero que la lastimes.
Leonardo asintió, agradecido por la comprensión de Alejandro.
-Te prometo que seré cuidadoso- dijo con sinceridad- No quiero hacerle daño. Solo quiero saber la verdad, por ambos.
Alejandro lo miró durante unos segundos antes de asentir.
-De acuerdo- dijo finalmente- Hablaré con Isabella y veré cómo se siente al respecto. Si está dispuesta a hacerse la prueba, lo haremos. Pero si en algún momento ella dice que no, quiero que respetes su decisión.
Leonardo asintió de nuevo.
-Lo haré- dijo en voz baja- Gracias, Alejandro.
Se quedaron en silencio durante un momento, cada uno perdido en sus propios pensamientos. La situación era complicada, y Alejandro no podía evitar sentirse dividido. Por un lado, quería proteger a Isabella de cualquier dolor innecesario, pero por otro, sabía que merecía conocer la verdad, cualquiera que esta fuera.
-Voy a hablar con ella esta tarde- dijo finalmente Alejandro, levantándose de su asiento.
Leonardo asintió y también se levantó.
-Gracias- repitió, extendiendo la mano.
Alejandro se la estrechó, aún sintiéndose un poco inseguro de todo esto, pero sabiendo que no tenía otra opción más que enfrentar la situación de la mejor manera posible.