Briza necesita un nuevo empleo con urgencia. Daniel necesita una secretaria que además de hacer su trabajo prepare un buen café.
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capitulo 7
Llego a mi departamento muerta de cansancio mis pies están adormilados del dolor. Me preparo la bañera para darme un baño relajante. Si mis amigas me quieren entera tendré que relajarme un rato.
Me quedo pensando un rato en lo de esta tarde. Recuerdo el momento fogoso vivido en el baño y me siento sonrojar. Espero que nadie haya escuchado. Qué vergüenza.
Termino mi baño justo cuando escucho el repiqueteo de mi puerta y cuando voy abrir, mis amigas entran en bandada. Debo decir que me moví a un costado sino me hubieran pasado por encima.
—¡Por Dios mujeres parecen una manada de ganado siendo arreado por algún lobo! —le grito desde mi posición—. ¿Pueden ser más suaves?
—¡Es que es la emoción amiga! —grita eufórica Marion y me toma de los brazos—. ¿Cuánto hace que no salimos todas juntas?
—Sin el pesado de mi hermano que ande detrás de las bragas de mi cuñada —comenta Sylvanas.
—O el pesado de mi sobrino llorisqueando por tu atención —defiende Amy a su novio.
—Menos mal que nadie tiene quejas de mi novio —dice Cecilia.
—Tu novio es un santo —dice Amy.
—Y un boludo ¿Cómo te va a dejar salir con esa falda que parece cinturón?
—Tengo mis formas para convencerlo —dice colocando una mano en su cintura y la otra simula que se limpia la boca.
—¡Asquerosa! —dice Marion toda exaltada.
—Si, hazte la santa como si no te comieras la de tu vecino —se defiende Ceci y todas miramos a Marion que enseguida se pone roja y mira a Cecilia con cara de asesina, ¡O mi Dios! ¡Puterio nuevo!
—¿Marion? —preguntamos Sil, Amy y yo al mismo tiempo.
—E... Mmm.. ¿Nada...? —dice y se pone a buscar no sé qué en su bolso.
—Bien cuando recuerdes a tus demás amigas nos cuentas —dice Sylvanas como poniéndola en un aparte.
—Está bien, pero solo paso una vez y Cecilia justo vino a mi departamento y bueno nos vio en semejante fiesta —dice como si nada.
—Y que fiesta —dice está haciendo referencia al tamaño del amigo del vecino de Marion y todas reímos.
—Bueno bien por ti, Marion. A ver si le pides azúcar más seguido al vecino —dice Sylvanas.
Todas nos reímos a costa de Marion, mientras nos cambiamos y comemos unas pizzas que pedimos. Hechas todas unas divas de infarto decidimos salir en el auto de Sylvanas que es más grande y más cómodo.
Decidimos ir a un club que estaba muy de moda. Llegamos y la verdad la música era muy buena. Enseguida nos pusimos a bailar. Luego de un rato nos fuimos a la zona vip y pedimos que nos trajeran unos tragos.
Yo no quería tomar mucho, y si estoy pensando en él. Prometió venir a buscarme y quiero estar sobria para cuando lo haga.
—¿Por qué no tomas nada? —me pregunta Amy al notar que me pedí un botellín de agua nomas.
—E... es que me vendrán a buscar y quiero estar sobria —susurro, pero Syl me escucha.
—¿Quién te viene a buscar, zorrita? —pregunta ella tan directa como siempre.
—Dan... —susurro mirando para otro lado
—¿Quién? —pregunta y ahora todas me miran, genial más público.
—Dan... —vuelvo a susurrar.
—¿Quién? No te escucho —dice y sé que me escucho, pero quiere que lo grita la muy hdp.
—¡Daniel! ¡Bien! ¡Escuchaste ahora! —grito alterado.
—Bueno no gritas que te escuche —dice llevando sus manos a sus oídos, frotándolos. Bufo.
—¿Ya lo perdonaste? —pregunta Ceci.
—Hablamos y me pidió perdón —les conté las razones por las cuales no fue a buscarme y tampoco me escribió.
—Fuiste muy suave con él, yo me habría hecho rogar un poco más y capas que le habría hecho algunas cosas más con su café —dice Sylvanas.
—Si, lo se. Pero yo no soy tu y la que lo tiene que ver todos los días, respirar su perfume, sentir su mirada, escuchar sus suplicas de perdón soy yo y no soy de piedra chicas —me justifico mirando mis manos, no es fácil para mi hablar de mis sentimientos.
—Te entiendo yo lo habría perdonado a la primera —dice Cecilia.
—Bueno como sea hoy festejamos el nuevo trabajo de nuestra querida amiga Briza y esta salida las cinco que hace mucho no lo lográbamos —dice levantando una copa Sylvanas, me pasa una copa con champan y las otras toman la suya. Todas brindamos por mi nuevo trabajo y por nuestra amistad.
—¡Ahora vamos a perrear! —Grita Marion levantándose de su lugar tomando mi mano.
Las cinco volvemos a la pista y ahí pasamos el tiempo bailando como hacia tanto que no lo hacíamos. Solo nosotras cinco. Cada tanto se nos acercaban algunos caballeros y algunos no tanto queriendo sacarnos a bailar, pero nosotras bailamos solas, era nuestra noche.
Alrededor de las tres de la madrugada mis pies ya no daban más. Y si le sumaba el tiempo que llevaba despierta no creo que pudiera aguantar un rato más.
—Chicas, creo que yo ya me voy —les digo a mis amigas. Estamos nuevamente en la zona vip refrescándonos.
—Creo que a nuestra amiga quiere que le den duro, duro... —dice Syl imitando la canción.
—No creo que más que a ti —como siempre mi defensora Amy, sale al rescate.
—Claro, como a ti te dan duro en cualquier lado —Responde Syl a mi defensora.
—Levántala —dice Amy.
—¿Qué cosa? —pregunta Syl y yo ya me estoy riendo.
—La cara, se te cayo, caradura —le responde su cuñada y con las demás chicas nos empezamos a reír. Este par son un par de locas divinas.
Mientras ellas se ponen a discutir quien es menos cachonda yo aprovecho y llamo a Daniel.
—Ya me estaba preocupando, creí que no me llamarías —dice nomas responde.
—Lo siento, es que la estamos pasando genial —me justifico mientras miro como se ríen mis amigas.
—Qué bueno saber eso —dice mi jefe— ¿Quieres que te valla a buscar?
—¡Si! —respondo rápido, él se ríe y luego me pide que le pase la ubicación por mensaje.
Corto la llamada para dar mi ubicación y luego miro como mis amigas hablan entre ellas.
—Chicas en un rato me viene a buscar Daniel, ¿Ustedes que harán? —les pregunto a todas.
—Yo ya le escribí a mi amorcito que me venga a buscar —comenta Cecilia.
—Nosotras nos vamos juntas, dejo a Marion con su vecino que necesita azúcar, Amy con mi peor es nada y yo me voy con mi magdalena a jugar al teto un rato —dice sylvanas, como siempre con la solución para todos los casos. Reímos por sus ocurrencias y nos despedimos en la entrada del club.
Espero un rato y veo llegar el coche de mi jefe que estaciona el auto de cualquier manera y baja sin cerrar la puerta, se acerca a mí con su mirada fija en mí.
—¿Estas locas? ¿Cómo te vas a quedar afuera, sola? —espeta tomando mi brazo y atrayéndome a él para rodearme con sus brazos en forma protectora. Me tiene tan apretada que no puedo ver más que su camisa y su perfume inunda mis fosas nasales.
Me separa levemente y tomando mis mejillas me mira he inmediatamente estampa sus labios con los míos. Me quedo estática, en shock. Hasta que muerde mi labio inferior y así respondo a su beso. Su lengua busca la mía, el roce es mágico, exquisito y con un alto toque excitante.
Se separa de mi sin soltarme y luego me rodea de los hombros y me guía hacia su coche, abre la puerta del copiloto y me ayuda a sentarme en él. Cierra la puerta, rodea el coche y sube. Me mira y con un movimiento rápido el auto se vuelve a poner en movimiento, hace una maniobra y gira brusco. Me agarro del asiento y cuando comienza a conducir inmediatamente atino a colocarme el cinturón, pero al ver mejor me percato que ya lo tengo puesto. Estoy tan despistada que no sé en qué momento me lo habrá colocado. Lo miro y el conduce sin mirarme.
Al cabo de un buen rato llegamos a una zona de apartamentos de lujo, como no. Entra por un garaje luego de apretar un control de mando e ingresamos a un sótano. Cuando el auto se detiene, unas luces con sensores iluminan el amplio lugar dejando ver una gran cantidad de coches. Mi boca que abierta y juraría que puede entrar un enjambre de moscas.
No sé en qué momento bajo, la cosa es que apareció al lado mío desabrochando el arnés de seguridad del coche y luego tiende su mano para ayudarme a bajar. ¿Sera que tiene algún super poder? Algo así como detener el tiempo o super velocidad.
Bajo del coche todavía impresionada por la gran colección de autos y hasta motos, desde clásicos, antiguos y modernos, claro está.
—¿Impresionada? —pregunta.
—Impactada, son hermosos... todos —volteo para verlos mientras me guía para ingresar a un ascensor le doy una última mirada apreciativa a todos los vehículos y luego lo miro con una sonrisa coqueta— ¿Me dejaras manejar alguno?
—Definitivamente... ¡No! —respondo y me hace reír.
—¿Qué te da miedo? ¿Mi seguridad o que pueda estropearlos? —pregunto apoyándome en el mientras lo tomo de la mano.
—Mmmm.... creo que no estas preparada para la respuesta —dice rodeándome con sus brazos.
—Sera que tienes miedo a que los estropee, seguro —digo mirando el interior del departamento. Me quedo impresionada, esto es demasiado lujo para mi gusto. ¿Pero qué otra cosa puedo esperar de una persona que tiene más dinero que no sé quién? — ¿Te puedo hacer una pregunta tonta?
—Dime —dice con intriga en la vos mientras rosa mis brazos.
—¿Alguna vez usaste el dinero como papel sanitario? —pregunto y suelta una carcajada que me hace mirarlo ceñuda.
—¿Por qué lo dices? —pregunta entre risas.
—Tanto lujo me da a pensar eso —respondo encogiéndome de hombros.
—¿Te incomoda el lujo? —pregunta y se aleja de mi para servirse una copa de un líquido ambarino, supongo que es wiski.
—No, pero si —respondo sentándome en un sofá que temo arruinar con mi trasero.
—¿Cómo sería eso? —se acerca y me tiende una copa con algo rosado dentro, la tomo y la olfateo luego le doy un sorbo y es dulce, me gusta.
—Bueno, sería algo así como que me da pena arruinar este hermoso sofá con mi trasero —el me mira y sonríe.
—No me importaría que lo hicieras, siempre que seas tu —dice dejando su copa en una mesita que está a un lado del sofá, se acerca peligrosamente a mí, mira mi escote y se relame los labios.
Apoya una mano en el respaldo del sofá y la otra a un costado de mi haciendo que me eche par atrás, mira mis labios y sigue acercándose. Mis manos pican por tomarlo y arrinconarlo en este amplio sofá, subirme encima de él y darle rienda suelta a la pasión.
Sus labios rozan los míos y suspiro, la copa que tengo en la mano peligra con ser derramada. Él se separa de mí, toma la copa para dejarla junto a la de él.
—Quiero hacerte mía, ya no puedo más —susurra sobre la piel sensible de mi cuello, miro sus ojos. El deseo está en ellos, su cuerpo tiempla. Lo recorro entero y casi me ahogo cuando veo su entrepierna.
Nuevamente lo veo a los ojos y no se dé dónde sale tanta adrenalina, pero lo jalo y lo tiro al lado mío, me subo sobre sus caderas y devoro su boca hambrienta.
Sus manos recorren mi piel, me llena de escalofríos. Deja mi piel sensible a su rastro. Mi ropa vuela junto con la suya y pronto siento la invasión dura de su cuerpo.
Mis caderas danzan sobre las suyas. Sus manos no dejan de recorrer mi piel ardiente. Mis jadeos llenan el lugar junto con sus gruñidos. El clímax nos ataca, fuerte, rápido dejándonos sudados y jadeantes.
Sin salir de mi interior se levanta conmigo encima, me rio, pero no mucho ya que su boca enseguida apaga mis risas y mientras me sostiene para no caer soy transportada a lo que parece ser su habitación.
Sin soltarme aun, trepa su mullida cama y ahí nuevamente me ataca salvajemente, apasionadamente por el resto de la noche.
Por la mañana me despiertan una serie de besos que inician en mis piernas y terminan en mi centro, sacándome gemidos profundos. Mis manos en sus cabellos se aferran fuertemente para no dejarlo ir mientras su boca explora mi cavidad. Cuando siento que estoy por libarme el profundiza sus certeras maniobras y me hace delirar pronunciando su nombre sin cesar.
Mi respiración vuelve a la normalidad y cuando puedo verlo, su sonrisa es tan amplia que me dan ganas de comerlo.
—Buenos días —susurro sin aliento.
—Definitivamente son muy buenos —dice dejando un beso en mi ombligo, sube y deja uno en cada pecho otro en mi cuello y cuando llega a mi boca me besa tomando mis manos.
Sus piernas entre las mías dominan el espacio y elevando nuestras manos lentamente su virilidad entra nuevamente en mí. Su boca no abandona la mía mientras sus envestidas crecen. Mis piernas rodean sus caderas y así nos acoplamos mágicamente.
—Estoy hambrienta —digo mientras me sirvo una taza de café.
—Sírveme una taza a mí, por favor —dice y como buena secretaria que soy le obedezco.
—Aquí tiene su café, jefe —le digo con una sonrisa pícara.
Él me sonríe y me guiña un ojo, me pasa un plato repleto de comida. Cómenos sin dejar de vernos.
—¿Que harás el día de hoy? —me pregunta, coloco un dedo en mis labios y me hago la que lo piensa detenidamente. Él se ríe y besa mi mejilla.
—La verdad nada de otro mundo, tengo que limpiar mi departamento, lavar ropa, preparar mis postres y bueno ya sabes cosas así —culmino mirándolo— ¿Tu?
—Pensaba retenerte aquí y hacerte el amor todo el fin de semana, pero si quieres te puedo ayudar en tus tareas hogareñas —lo miro levantando mis cejas y me rio.
—¿Tu haciendo tareas de hogar? —pregunto sin dejar de reírme.
—Si, yo —dice haciéndome cosquillas.
—¡Está bien! —suplico en rendición para que deje de hacerme cosquillas— ¿Me ayudaras?
—Si luego me premias con mucho sexo, si
—¿Fuerte y duro? —pregunto levantándome de mi lugar.
—¿Dime que limpio y le saco brillo? —dice entusiasmado y me sigue a la habitación. Nos vestimos entre risas y luego bajamos a su lujoso garaje para montarnos en una moto espectacular.
Me pasa un casco y feliz me lo coloco, él se sube a la moto y yo feliz trepo a la parte trasera de ella y me agarro fuerte de él.
—No es necesario que me apretes tanto, amor —dice poniendo en marcha la moto.
—Lo sé, pero me gusta así, es excitante sentir tu musculoso cuerpo pegado al mío —digo feliz.
—¿Es grande tu apartamento? —pregunta de pronto.
—No ¿Por? —me quedo mirando la línea de sus brazos posados en el manubrio de la moto.
—Mi musculoso cuerpo quiere sentir tu excitado cuerpo —dice y sonrió.
—¿Entonces que esperas, ponte en marcha? —arranca y sale casi volando, llegamos en menos de diez minutos. Condujo como un loco esquivando coches y casi pasando semáforos en rojo.
—¿Estás loco? ¿Cómo vas a manejar así? —digo cuando estaciona.
—Tenía prisa —dice con una sonrisa arrogante en la cara, ruedo los ojos y me dirijo a abrir mi departamento.
Entramos y mira todo, deja los cascos sobre la mesa y luego saca su chaqueta, quedando a la vista una remera azul marino que se ajusta perfectamente a su cuerpo. Debo pasar saliva.
—Te quedaras mirándome o comenzaremos a limpiar, por mí me salto esa parte y te hago mía ya mismo —dice colocando una mano en su cinturón.
—Tranquilo vaquero... voy a sacarme este vestido —digo y paso para mi habitación.
—¿Te ayudo? —dice frotando sus manos.
—Yo puedo... —escucho su risa.
y mis respetos para ti, por poder expresar e hilar bien las ideas de lo que quieres pasmar. felicidades y continúa así y sobretodo con miras hacia adelante.