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Seraph, Un Amor Imposible.

Seraph, Un Amor Imposible.

Status: En proceso
Genre:Amor eterno
Popularitas:764
Nilai: 5
nombre de autor: Tintared

En un mundo donde los ángeles guían a la humanidad sin ser vistos, Seraph cumple su misión desde el Cielo: proteger, orientar y sostener la esperanza de los humanos. Pero todo cambia cuando sus pasos lo cruzan con Cameron, una joven que, sin comprender por qué, siente su presencia y su luz.

Juntos, emprenderán un viaje que desafiará las leyes celestiales: construyendo una Red de Esperanza, enseñando a los humanos a sostener su propia luz y enfrentando fuerzas ancestrales de oscuridad que amenazan con destruirla.

Entre milagros, pérdidas y decisiones imposibles, Cameron y Seraph descubrirán que la verdadera fuerza no está solo en el Cielo, sino en la capacidad humana de amar, resistir y transformar la oscuridad en luz.

Una historia épica de amor, sacrificio y esperanza, donde el destino de los ángeles y los humanos se entrelaza de manera inesperada.

NovelToon tiene autorización de Tintared para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Voces entre las sombras

La noche se cerró sobre la ciudad como un manto denso y silencioso, sin estrellas visibles, como si el propio cielo hubiera decidido ocultarse de su hijo descarriado. En el pequeño cuarto de Seraph, la luz de la luna, filtrada por el vidrio sucio de la ventana, dibujaba líneas plateadas y abstractas sobre el suelo de madera desgastada.

El ángel dormía, aunque no conocía el descanso humano. Su mente estaba despierta en un plano astral que no pertenecía ni al cielo, por ser imperfecto, ni a la tierra, por ser demasiado luminoso: el reino del Limbo de la Elección.

Los sueños llegaron, no como imágenes borrosas, sino como presiones sonoras y destellos geométricos. Primero, un murmullo apenas audible, una sinfonía de reproches celestiales, como el crujido de hojas de un libro de leyes movidas por el viento del juicio:

“Seraph… hijo de la Luz… ¿comprendes la irreversibilidad de tu elección? Regresa antes de que la Ley te reclame.”

Él se removió en la estrecha cama de alquiler, el cuerpo mortal que había adoptado sintiendo el frío del cemento y la incomodidad de la materia. Las palabras se hicieron más nítidas, tejidas entre imágenes de nubes de platino y fuego azul, de alas quebradas que representaban su propia fractura y rostros humanos que ahora conocía solo a medias.

“Tus manos tocaron la vida, Seraph. Al hacerlo, tu esencia se altera. Ya no eres solo luz; eres calor residual, la sombra de un recuerdo divino. Cada latido que prolongaste por amor… cada lágrima que sentiste como propia… Todo pesa ahora sobre ti como la gravedad que te impide ascender, como el tiempo que te consume.”

Seraph quiso responder, clamar por la pureza de su intención, pero su voz se disolvió antes de poder formarse, atrapada en el miedo. Solo pudo sentir el frío del juicio y el calor de la culpa mezclados, quemando su pecho con un fuego que no era divino, sino el de la pasión mortal, un sentimiento insoportable que no tenía botón de apagado.

Entonces, el telón de la visión cambió. Se vio a sí mismo en una escena terrestre repetida: caminando invisible junto a Cameron y Jhon en un parque iluminado por la tarde. Su mano de luz rozaba una brisa que él sabía que ella sentía, un escalofrío en la piel... pero no podía tocarla de nuevo. Y de repente, su cuerpo se sintió ligero, intangible, y comprendió que la distancia entre lo divino y lo humano no era ahora un abismo físico, sino una barrera de riesgo. La cercanía total significaba la aniquilación de uno de los dos.

Una voz más profunda, resonando con la autoridad de los Siete, rompió la geometría perfecta del sueño:

“No confíes en la cercanía, Seraph. Tu afecto nublará tu juicio, y tu deseo destruirá lo que juraste proteger. El amor humano es un hilo frágil, tejido con dolor y esperanza… y tú, ahora, eres un ángel quebrantado. Tu toque es más peligroso que tu ausencia.”

Seraph despertó de golpe, con el corazón adoptado latiendo desbocado, como si intentara romper la caja torácica para volver al éter. El aire de su cuarto parecía distinto: pesado, cargado de una electricidad residual, como si la misma ciudad contuviera su respiración tras la advertencia celestial.

Se levantó y miró por la ventana. Las luces de la calle parecían pequeñas, patéticas estrellas caídas en el asfalto mojado, y por un instante, se sintió más cercano al cielo que al suelo. Pero sabía que no podía regresar: su penitencia era su propósito, y su lugar estaba entre ellos, aunque cada paso fuera una violación del mandato de la Ley.

Aquella noche de advertencias no fue la única. Los sueños regresaron, noche tras noche, cada uno más vívido, más imperioso, transformando su descanso en una sala de juicios perpetua. La dualidad era el tormento.

Algunas veces, el cielo le mostraba el dolor persistente de Cameron, proyectado como una película de seda azul: su rostro quebrado por el duelo, sus manos temblantes depositando flores, sus ojos que buscaban consuelo en el aire vacío del cementerio.

“Ella no sabe que existes”, susurraba la voz celestial, llena de reproche. “Tu deseo de protegerla es el egoísmo que puede quebrarla. No intervengas más de lo necesario, pues la sombra de tu amor es la que la persigue y la confunde.”

Otras veces, el sueño lo llevaba al futuro cercano, mostrándole a Jhon intentando sonreír, aunque las sombras del dolor aún lo seguían; y Seraph sentía que cada intento de interferencia podría deshacer el frágil hilo de esperanza que unía a los humanos.

“Equilibrio, Seraph. Amor y deber. Una balanza que no puedes inclinar sin que el peso de tu propio ser sea el precio a pagar, el riesgo de tu propia disolución.”

A pesar de las advertencias, de la lógica aplastante de la Ley, algo dentro de él se había vuelto obstinado. Cada vez que Cameron estaba cerca, cada vez que la veía reír levemente al alimentar a las palomas en el parque, algo se rompía y se reconstruía a la vez en su alma fracturada.

Los sueños le enseñaban, sí. Le advertían sobre la catástrofe potencial, sí. Pero también le recordaban que el cielo lo había dejado caminar entre los mortales por una razón: para probar la naturaleza del amor. Que había elegido dejarlo sentir, aunque ello significara probar su fe, su disciplina y su propia esencia hasta el punto de la disolución final.

Una noche, cuando la luna estaba alta y llena y el viento acariciaba los edificios vacíos con un sonido melancólico, Seraph se sentó en el alféizar de su ventana. El miedo que había sentido ante Gabriel se había transformado en una fría, pero firme, determinación. Había tomado una decisión que resonaría en el Trono del Silencio.

Cerró los ojos, respiró profundo, sintiendo el aire terrestre entrar en sus pulmones por primera vez sin repulsión, y susurró con una voz que, aunque apenas audible, resonó en el plano de los sueños como una declaración de guerra silenciosa contra la Ley abstracta:

—Si es peligroso amarla, si mi amor es la sombra que la acecha… entonces que mi corazón sea el riesgo asumido. Que mi desobediencia sea mi única condena. Pero no me apartaré de ellos. Ellos son mi nuevo cielo.

El viento respondió con un susurro extraño, casi humano, como si la ciudad misma, con su caos y su dolor, comprendiera y aceptara su determinación. Y en ese instante, Seraph supo que su misión no sería fácil. Que el juicio no había terminado; solo se había trasladado a su pecho. Cada paso que diera junto a Cameron y Jhon lo acercaría más a la redención… o a la ruina, y él aceptaba la dualidad.

Y mientras dormía esa noche, el cielo volvió a hablarle, esta vez con un tono más suave, más resignado y casi melancólico:

“Camina con cuidado, Seraph. La eternidad te observa y registra cada respiración que das en la carne. Pero también… tu corazón sabe más de lo que la Luz abstracta puede enseñar.”

El ángel abrió los ojos a la ciudad dormida, silenciosa, misteriosa. Se levantó, y con un gesto deliberado, tomó su chaqueta barata y salió del cuarto. Se dirigió a una tienda 24 horas. Necesitaba café; el dolor en el pecho, aunque peligroso, era la única prueba tangible de que estaba vivo.

Sonrió con tristeza y con una extraña paz. Porque entendía algo que los humanos jamás podrían comprender: el amor que sentía no era solo suyo. Era una prueba, un sacrificio y una bendición al mismo tiempo.

Y por primera vez desde su caída, Seraph aceptó que caminaría entre ambos mundos, aunque el cielo lo vigilara y aunque el precio fuera la disolución de su propia esencia. El exilio era su nuevo hogar, y el amor su único, y frágil, dogma.

1
Andre
Bella forma de narrar, atrapante
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