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" Mi Sucesor, Mí Verdugo"

" Mi Sucesor, Mí Verdugo"

Status: En proceso
Genre:Mujer poderosa
Popularitas:46.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Alicia Cardinali

Desde un balcón teñido de rojo, una mujer observa el mundo con la certeza de quien ya lo domina.
No necesita tronos ni coronas. Su reino se construye con secretos, lealtades quebradas y pactos sin retorno.
Quien cruza su camino no sale ileso. Porque esta no es una historia de amor, sino de tentación, herencia y cicatrices que arden en silencio.
En un imperio tejido de sombras, el amor es una debilidad.
La venganza, un motor.
Y el poder… siempre cobra su precio.

NovelToon tiene autorización de Alicia Cardinali para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPITULO 5: " El juego dentro del juego"

No era un amanecer bello, era uno útil, frío.

Claro, impecable. Cómo ella.

Con una luz nueva: la certeza de que él ya está dentro, incluso sin saberlo.

El cielo comenzaba a teñirse de un gris ceniza, ese color que precede al oro en los amaneceres invernales. 

Desde su habitación, el ventanal amplio daba hacia la ciudad aún adormecida. Volvió a mirar por la ventana y murmuró: —Ahora a esperar su segunda caída.

El sol comenzaba a asomarse tímidamente detrás de los edificios.

Entonces volvió a ver el monitor.

Ve cuando baja del auto. El sobre aún estaba en su poder, y eso revela aún más sobre ella: no improvisa, anticipa. 

Sabía que él volvería y que necesitaría leerlo.

Él entró y la puerta se cerró a sus espaldas con un clic sordo. El aire en la sala estaba perfumado con algo tenue, como jazmín y ceniza. 

Ella aún estaba, en su habitación de pie junto al ventanal, el sol apenas dibujaba una línea dorada sobre su mejilla. 

Escucha cómo alguien toca a su puerta.

—Adelante.

El ama de llaves le avisa que la espere en el salón.

Solo le avisa que la espere, mientras ella se prepara para recibirlo.

Baja con elegancia y sutileza.

Con voz determinada y sin ningún asombro.

—Te demoraste más de lo que esperaba —dijo con voz serena, sin volverse. Pero al menos llegaste antes de que el sol cruzara la línea del reloj.

Él dio unos pasos, sin saber muy bien si era una acusación o un elogio. 

Llevaba el sobre lacrado en la mano, arrugado por el sudor de la noche. Aún sin abrir. Como una bomba sin detonar.

—No lo leí —confesó con la voz más baja de lo que pretendía.

La sinceridad no era una estrategia. Era un reflejo.

Ella entonces se giró, sin prisa, con esa postura imposible de leer, como una estatua viviente que oculta un mecanismo detrás de cada movimiento. 

Sus ojos bajaron hacia el sobre en su mano.

—Lo sé.

Él tragó saliva. —Me quedé pensando. Dudando.— No pude dormir.

Ella lo observó largo rato. 

No había juicio en su mirada, ni impaciencia. 

Solo observación pura. Precisa. Letal en su frialdad.

—La mayoría duerme cuando está condenado. Vos, en cambio, estás despertando. —Hizo una pausa— Eso puede ser bueno. O puede costarte todo.

Él inspiró hondo; el sobre crujió entre sus dedos.

—Volví. No porque esté convencido, sino porque no hacerlo sería, mi fin.

Ella asintió con suavidad. Como si él acabara de pronunciar la contraseña correcta.

—Eso es suficiente por hoy.

Se acercó a él, no demasiado. Lo justo para hacer sentir su presencia sin necesidad de tocarlo.

—Léelo ahora. A solas. Después decidirás si lo que encuentras dentro te convierte en una pieza o en jugador.

Él asintió. No intentó justificar más su retraso ni su miedo. Ya entendía que en su mundo, las palabras estaban al servicio de los actos, no al revés.

Ella se alejó mirándolo de frente y no dándole la espalda.

Porque en su mundo, eso solo se hace con los que se han ganado la confianza. Y él todavía no era más que un títere que se debía moldear.

Narrador:

Él quedó con la sensación previa antes de abrir la carta; puede tener un peso psicológico muy fuerte, como si el sobre el mismo contuviera una voz silente que lo estuviera esperando, algo que no solo trae información, sino un destino. La carta significa la paranoia, el presentimiento y ese punto de quiebre donde ya no hay vuelta atrás.

Se quedó solo en la sala solo.

La puerta se cerró tras ella con una suavidad inquietante, como si el silencio la abrazara después de marcharse. 

Todo parecía quieto, pero algo en el aire había cambiado.

El sobre seguía en su mano, más pesado de lo que recordaba. No por su contenido, sino por lo que representaba.

Se sentó lentamente en la butaca de respaldo recto, frente a la mesa desnuda. 

La luz del amanecer ya se colaba por la ventana, tiñendo el papel lacrado de un tono entre dorado y sepia, como si el tiempo lo hubiera envejecido en pocas horas.

Lo observó. Lo giró entre los dedos.

Ningún nombre. Ninguna marca. Solo el sello, un emblema en relieve que no conocía, pero que sentía que lo miraba.

Y entonces, lo sintió.

Una punzada en la nuca. 

Esa presión invisible que uno siente cuando se es observado sin ser tocado.

Giró apenas la cabeza; los ojos recorrieron la sala: ningún lente visible, ninguna cámara aparente. 

Pero eso no significaba nada. Con ella, nada era obvio.

Sabía que lo estaban mirando. Tal vez no con ojos, pero sí con intención. No era vigilancia. Era juicio.

Como si en ese momento alguien —o algo— estuviera esperando ver qué haría con lo que aún no sabía.

El sobre, temblaba levemente en su mano.

Y una voz interna, que no era suya del todo, le susurraba: "Aquí está tu molde. "Lo que harás con esto será tu venganza o tu condena".

Porque lo comprendía, con un escalofrío que le recorrió la columna: Ese papel, esa tinta, ese contenido sellado, hablaba de él, antes de que él mismo se decidiera a actuar.

Y si lo abría, ya no sería un infiltrado.

Sería un iniciado.

Apoyó el sobre en la mesa. Lo miró una última vez. Cerró los ojos.

Y con una respiración honda, rompió el sello.

El lacre se rompió con un leve chasquido.

Esto hizo que la tensión aumentará, la revelación es quirúrgica, y la voz de ella —seca, elegante, certera— está presente incluso sin estar físicamente:

El sobre contenía una única hoja de papel fino, escrita a mano con una caligrafía limpia, casi científica. 

Ni una palabra de más. Ni una mancha. 

La letra de alguien que no admite correcciones.

Él empezó a leer, y la sangre se le fue helando párrafo a párrafo.

"Iker Cepeda".

Alias: J-73 según el último informe de infiltración.

Archivo clasificado a nivel sombra. 

Agencia patrocinadora: "División Interna de Inteligencia — Zona Sur."

"Contacto asignado: Verónica".—‘Novia aparente’.

Objetivo: insertarte en mis círculos de confianza, obtener acceso a los archivos del Proyecto y desestabilizar la red."

"La noche del 12 de junio descartaste el celular que contenía tu canal de comunicación cifrada.

Lo recuperé 43 minutos después.

Toda la información fue descargada, duplicada y resguardada antes de que tu agencia recibiera el mensaje de cierre de misión".

"Ellos creen que me estás engañando.

Y tú, hasta anoche, creías que estabas haciendo justicia".

"La realidad es otra: Te han utilizado. Tu tragedia les sirve. Tu odio fue alimentado.

Y el nombre que te dieron para odiar… fui yo".

Se detuvo. Su mano temblaba apenas. No por que dudara de la veracidad. Sino porque cada palabra tenía la cadencia de una verdad que siempre había intuido, pero nunca quiso mirar de frente.

Continuó leyendo, más lento:

"Ahora sabes quién soy. Pero lo más importante es que, sabés que yo también sé quién sos".

"Puedes volver con ellos. Podés entregarme, cumplir con su plan, recibir tus treinta minutos de gloria antes de desaparecer".

"O puedes quedarte. Y decidir a quién le pertenece realmente tu historia".

"No te he elegido por debilidad. Te he elegido porque vi lo que ellos no vieron: Todavía estás en blanco. Todavía puedes elegir."

Abajo, sin firma. Sin sello. Solo una línea final, escrita con tinta más oscura:

"La jaula está abierta, Iker. Solo vos sabés si volar o seguir cantando para otros."

Él dejó caer la carta sobre la mesa. No podía respirar del todo. Estaban todos ahí: su nombre real, su alias, su misión, su fracaso.

Y ella…

Ella no solo lo había visto venir. Lo había esperado. Como si formara parte de su plan desde el inicio.

Y ahora, la pregunta no era quién era ella.

Era:— ¿Quién era él… sin ellos?

Continuará...

1
orquídea
la unión de ellos tres harán de la red algo mejor
orquídea
ellos se encargarán de que nada se salga de control
Anonymous
Que suspenso
Delia
Espero que me sigas sorprendiendo autora. Cada capítulo te hace sentir la alegría y la preocupación de ellos. Ojalá que puedan con la carga del bebé. Felicidades autora por su lenguaje fluido y casi perfecto en la ortografía. Da gustó leer.
Delia
Al fin vamos viendo la luz de todo lo que la red a ocultado 🥺🥺🥺
🪼 βE𝕋Ť¥ 🦋
son los hijos de los hombres y mujeres que mataste
🪼 βE𝕋Ť¥ 🦋
un hombre muy astuto Renzo, al ganar voluntades y manipular mentes
🪼 βE𝕋Ť¥ 🦋
pero esa corte será los que te jusgaran aunque no lo quieras
🪼 βE𝕋Ť¥ 🦋
el es un monstruo, pero tu no eres la indicada para quitarle la vida, tu no mereces llevar eso en tus hombros
Delia
Que bello gesto y sentimiento 😍😍
Nancy Parraga
Ella lleva una carga pesada sobre sus hombros y no confiar en nadie para poder hacerlo más llevadero que complicado
Vanessa ✨
Nos daremos cuenta cuánto mal hizo ese monstruo 😭😭😭😭
Vanessa ✨
/CoolGuy//CoolGuy//CoolGuy//CoolGuy/ es tu hija HDP 🤮🤮🤮🤮🤮
Tormenta 💨💨
Se muestran el amor que los une. Y Elyrah podrá descansar después de años cargando tanto peso 🥺🥺🥺
Tormenta 💨💨
Esmeralda puede elegir quien ser. Y que horror tener adelante quien mato a tu madre yo lo mato /Cleaver//Cleaver//Cleaver//Cleaver//Cleaver/
Tormenta 💨💨
Eso les quiso mostrar.🥺
Tormenta 💨💨
Ya mata la intriga 😁😁😁
Tormenta 💨💨
Emocionante capitulo 😱
Vanessa ✨
Alyrein ya decidió y no le va importar a quién deja en el camino 🥲🥲🥲🥲
El Ángel Arcoiris
Iker solo ten cuidado no tratas con una ilusa 🙏🙏🙏
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