NovelToon NovelToon
VEINTICUATRO (BL)

VEINTICUATRO (BL)

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad / Posesivo / Romance oscuro / Mi novio es un famoso
Popularitas:2.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Daemin

Lo secuestró.
Lo odia.
Y, aun así, no puede dejar de pensar en él.
¿Qué tan lejos puede llegar una obsesión disfrazada de deseo?

NovelToon tiene autorización de Daemin para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 14: primer rose

A la mañana siguiente, La cafetería estaba a reventar a esa hora. Alex, impecable en su traje gris, esperaba su café mientras revisaba en la tablet unos informes para la reunión con un socio. Ordenado, puntual, sin perder ni un segundo.

El barista dejó su café en la barra y Alex lo tomó con la misma calma de siempre. Lo que no calculó fue el torbellino que pasó justo detrás de él.

Un golpe en el brazo bastó para que el líquido se derramara sobre la mesa.

—¡Mierda! —saltó el chico que lo había chocado. Joven, mochila mal colgada, auriculares aún colgando del cuello. El desastre hecho persona.

Alex lo miró de arriba abajo, con esa calma peligrosa que irritaba más que un grito.

—¿Sabes leer? —señaló el cartel junto a la barra: “Camina despacio. No corras.”

Lucas lo miró, ofendido.

—Ok, disculpa, ¿sí? Es que iba apurado.

Alex se limitó a asentir, seco.

—Ya me di cuenta.

Lucas frunció el ceño, cruzándose de brazos.

—Tampoco es para tanto, ¿no?

Alex lo sostuvo con la mirada, incrédulo.

—En serio… eres bien descarado.

—Oye —replicó Lucas, indignado—, ya te pedí perdón. ¿Qué quieres, que me arrodille?

Alex bufó, con una media sonrisa irónica.

—No, quiero que aprendas a no comportarte como un crío en una cafetería llena.

Lucas soltó una risa corta, negando con la cabeza.

—Qué pesado eres, de verdad.

Alex lo observó unos segundos más, como si estuviera evaluándolo. Luego tomó su café nuevo que acababan de darle y dijo con calma:

—Y tú un niñato que no tiene idea de la vida.

Lucas lo miró con el ceño fruncido, pero en lugar de contestar, se limitó a darle la espalda y marcharse con ese aire rebelde de “que le den”.

Alex lo siguió con la mirada unos segundos más.

Lucas salió de la cafetería todavía mascullando lo pesado que había sido aquel tipo del traje. Estaba por ponerse los auriculares cuando el celular vibró.

—¿Quién más si no? —dijo con una sonrisa apenas vio el nombre en pantalla—. Hey, el perdido.

La risa de Dylan llegó al otro lado de la llamada.

—Tampoco exageres, solo he estado ocupado. ¿Qué haces?

—Lo de siempre: sobrevivir al mundo —bromeó Lucas, mientras se dejaba caer en una banca—. ¿Y tú?

—En la casa. Vente —dijo Dylan, ligero—. Tengo la consola libre, echamos un par de partidas.

Lucas silbó.

—¿La casa? ¿Ya me vas a dejar ver tu escondite secreto?

—Cállate y ven antes de que me arrepienta.

Media hora después, Lucas llegó en taxi. La fachada lo dejó mirando dos veces: no era un simple hogar. Era una casa moderna, amplia, de líneas rectas, vidrio y madera, con un jardín cuidado que se extendía hasta el lateral.

Un empleado lo guió por el pasillo hasta el patio trasero. Allí encontró a Dylan esperándolo con una sonrisa, pero también a dos figuras sentadas bajo la pérgola, copas en mano.

Nathan, relajado, camisa sin chaqueta, escuchaba mientras Alex —el mismo del café— hablaba de contratos y fechas.

Lucas se detuvo en seco.

—No puede ser…

Alex levantó la vista justo en ese instante. Lo reconoció enseguida, y su expresión se tensó.

—Tú.

—¿Tú? —repitió Lucas, indignado—. El amargado del café.

Dylan miró entre ambos, desconcertado.

—¿Se conocen?

—No exactamente —bufó Lucas—. Solo este señor casi me da un sermón en una cafetería por un accidente mínimo.

Alex lo observó, con ese aire serio que parecía venirle natural.

—Un accidente mínimo que arruinó mis documentos.

Nathan arqueó una ceja, mirando a Dylan con diversión.

—Parece que ya hicieron amigos.

—Si a eso le llamas amigos… —gruñó Lucas, cruzándose de brazos.

Alex, sin alterarse, se acomodó la copa en la mano y lo miró de arriba abajo, lento, con ese gesto de adulto evaluando a un crío.

—Definitivamente, Dylan, sabes elegir bien tus amistades.

Dylan le dio un empujón ligero a Lucas.

—Relájense, hombre. Pasen, tomen algo. No es para tanto.

Pero la tensión seguía ahí, latente, como si el simple hecho de compartir espacio ya fuera demasiado. Nathan bebía tranquilo, disfrutando la escena.

En el jardín, Alex repasaba en la tablet los informes del último trimestre. Nathan lo escuchaba, o al menos fingía hacerlo, mientras se acomodaba con la copa en la mano.

—Si logramos adelantar la entrega en Monterrey, el margen de ganancia sube un 8% —explicaba Alex, concentrado.

Nathan arqueó una ceja, sin apartar la vista hacia la casa.

—Ajá. Muy interesante.

Alex levantó la mirada, sospechando.

—¿Estás escuchando o solo finges que me escuchas?

—Claro que escucho —respondió Nathan con calma, apoyándose en el respaldo—. Solo que me interesa más otra cosa.

—¿Otra cosa? —repitió Alex, con una mezcla de fastidio y cansancio.

Nathan sonrió de lado.

—Por ejemplo, el numerito de la cafetería. ¿Cómo fue que el niñato te tiró el café?

Alex soltó un suspiro, llevándose los dedos al puente de la nariz.

—En serio, Liu, ¿por qué siempre tienes que meter la nariz en mi vida personal?

Nathan rio bajo, disfrutando.

—Porque es más divertido que tus porcentajes.

—Eres mi jefe, mi amigo… y a veces un maldito fastidio —replicó Alex, aunque terminó sonriendo con resignación.

Nathan levantó la copa, brindando en el aire.

—Por eso nos llevamos bien.

Alex resopló, resignado.

—Y yo que pensé que había estudiado para algo más que niñera.

Mientras tanto, en la sala, Dylan y Lucas estaban tirados en los sofás, con la consola encendida y un juego de carreras proyectado en la pantalla. Lucas gritaba como si estuviera en una pista real, moviéndose de un lado a otro con el control en las manos.

—¡No, no, no, ash! —se quejaba, viendo cómo Dylan lo adelantaba en la última curva.

Dylan se carcajeó, apoyando los pies en la mesa.

—¿No que eras el rey del volante?

—Eso es en la calle, no en un jueguito de plástico —replicó Lucas, indignado, tirando el control sobre el sofá.

Dylan seguía riéndose cuando se acomodó para mirar de reojo.

—¿Y Valeria? —preguntó Dylan, acomodando el control en las manos.

Lucas tomó un trago de refresco antes de contestar.

—Está metida en lo suyo. Entre clases de arte y una exposición que prepara, casi ni la veo. Pero ya sabes cómo es, siempre enfocada.

Dylan sonrió de medio lado, recordando la voz de su amiga con la típica paciencia que él nunca tenía.

—Sí, suena a Valeria.

—Y Aidan… —Lucas se encogió de hombros, bajando un poco el tono—. La verdad anda jodido con sus viejos. Discusiones, problemas… nada nuevo, pero últimamente se ve más cargado.

Dylan se quedó pensativo, apretando los labios.

—Tal parece que no soy el único.

—Exacto. Y por eso a veces me preocupa. —Lucas encogió los hombros otra vez, luego cambió el tema golpeando a Dylan con el codo—. Pero bueno, ¿qué carajo haces tú preguntando por todos si ni contestas mensajes?

Dylan rio, empujándolo de vuelta.

—Estoy poniéndome al día, ¿vale?

La pantalla volvió a llenarse de derrapes y choques virtuales.

Después de un par de partidas más, Dylan dejó caer el control en el sofá. Lucas se levantó, estirando los brazos.

—Bueno, hermano, ya me toca irme. Si no, Valeria me va a matar cuando vea que otra vez me desaparecí.

—¿Seguro que no te quieres quedar? —preguntó Dylan, todavía recostado en el sofá.

—No, no, mañana tengo que madrugar. —Lucas sonrió, dándole un golpe amistoso en el hombro—. Hablamos luego.

Se despidió y salió al pasillo. Afuera, la tarde ya empezaba a caer. Lucas salió al jardín delantero y se apoyó contra la verja, sacando el celular para pedir un taxi. Esperó un minuto. Otro. Otro más. Nada. Ni un maldito coche pasaba por esa calle tranquila.

Bufó, resignado, cuando escuchó la puerta abrirse a sus espaldas.

Alex apareció con las manos en los bolsillos, caminando hacia un sedán negro aparcado en la entrada. Se detuvo apenas lo vio ahí, esperando.

—¿Qué pasa? —preguntó con ese tono calmo que sonaba casi burlón—. ¿Ningún taxi quiere recogerte?

Lucas lo fulminó con la mirada.

—Es mala suerte, nada más.

Alex sonrió de lado, inclinado un poco la cabeza.

—Si quieres, te llevo. A menos que prefieras dormir en la esquina como buen niñato.

Lucas abrió los ojos, indignado.

—¡Deja de llamarme así! No me llamo niñato.

—Podría decirte peor —replicó Alex, sin perder la calma—. Vienes o no.

Lucas lo miró unos segundos, con los brazos cruzados, como evaluando si subirse o dejarse morir de frío. Al final bufó y caminó hacia el auto.

—Solo porque no pasa ni un maldito taxi —murmuró, abriendo la puerta del copiloto.

Alex encendió el motor con una sonrisa apenas perceptible.

—Claro. Lo que digas.

El auto salió despacio de la calle silenciosa denso pero lleno de esa chispa incómoda. No era simpatía… aún. Pero el choque entre ellos ya había empezado a prender fuego.

1
Mel Martinez
por favor no me digas que se complica la cosa no
Mel Martinez
que capitulo
Mel Martinez
me encanta esta novela espectacular bien escrita y entendible te felicito
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play