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Por Ella...

Por Ella...

Status: Terminada
Genre:Romance / Mujer poderosa / Madre soltera / Completas
Popularitas:1.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Tânia Vacario

Ella creyó en el amor, pero fue descartada como si no fuera más que un montón de basura. Laura Moura, a sus 23 años, lleva una vida cercana a la miseria, pero no deja que falte lo básico para su pequeña hija, Maria Eduarda, de 3 años.

Fue mientras regresaba de la discoteca donde trabajaba que encontró a un hombre herido: Rodrigo Medeiros López, un español conocido en Madrid por su crueldad.

Así fue como la vida de Laura cambió por completo…

NovelToon tiene autorización de Tânia Vacario para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 2

Laura subió al escenario tres veces durante la noche, le pagaban por ello, y muy bien pagado.

Los guardias de seguridad no permitían que los clientes se acercaran, ignoraba los mensajes, rechazaba las invitaciones a copas...

Ella no bebía, no interactuaba con los asiduos del club. No tenía tiempo para ese tipo de distracción. Estaba allí para trabajar y nada más.

A las 3:00 de la madrugada, se quitó el maquillaje pesado y recogió sus pertenencias, saliendo por la puerta trasera.

Exactamente a las 3:30 de la madrugada pasaba un autobús "Corujão", que cruzaba la ciudad y la dejaba a cinco cuadras de su apartamento. Así ahorraba el dinero del transporte, sin pedir taxi o conductores por aplicación.

Cubrió su rostro con la capucha de la blusa, tanto para protegerse del frío como para esconder su rostro y salió rápido, por la parte trasera, como hacía todas las noches, en especial las noches de viernes, pues salía de madrugada.

Sus pasos eran apresurados en el suelo sucio del callejón. El aire estaba frío, denso y las primeras gotas de una llovizna comenzaron a tocar su rostro.

Aceleró el paso en dirección a la parada de autobús, no podía perder el transporte, ya eran casi las 3:30 de la madrugada.

Las calles de la ciudad, vacías y sombrías, parecían guardar demasiados secretos a esa hora.

Pero en esa madrugada, el silencio fue roto.

El sonido apagado, casi un gemido, cortó la oscuridad. Laura se detuvo, frunció el ceño, mirando a su alrededor. El sonido venía de la dirección de los contenedores de basura detrás del edificio, al lado del club.

Por instinto, debía haberlo ignorado.

"¿Cuántas veces se había dicho a sí misma que no podía meterse en problemas? ¿Que necesitaba solo trabajar, volver a casa, cuidar de su hija y sobrevivir?"

Pero el sonido se repitió. Más fuerte, humano y dolorido.

Yendo contra el buen sentido, ella se acercó. Al asomarse sobre las bolsas de basura y cajones apilados, vio la silueta.

Un hombre estirado en el suelo, la sangre escurriendo por el pantalón negro rasgado, el rostro parcialmente cubierto por la sombra de la capucha de la blusa que él usaba.

Laura retrocedió un paso, el corazón acelerado.

— Mierd@...— murmuró mirando a su alrededor, indecisa.

El hombre gimió otra vez, intentando levantar la cabeza. La bala había alcanzado su pierna, la sangre no salía a borbotones, pero formaba una mancha oscura que se esparcía con lentitud peligrosa.

— Ei... ayuda. — él dijo, la voz ronca y arrastrada.

Laura vaciló. Sabía que podría ser una trampa. Un riesgo, pero también sabía lo que era estar al borde de un colapso, esperando que alguien extendiera la mano. Maldijo en voz baja, mirando hacia los lados, después hacia aquel hombre caído.

— Voy a llamar a la policía... Ellos saben qué hacer. Voy a pedir ayuda ella. — no tenía un celular, lo vendió hace tiempo para comprar medicinas para su hija.

— No.— la voz de mando la hizo parar.— Sácame de aquí. Sin hospital... sin policía...

Laura pensó por un instante, y acabó por tomar la decisión que cambiaría su vida para siempre.

— Me vas a dar un perjuicio que ni puedo pagar... — Refunfuñó ella, arrodillándose para ayudarlo.— ¿Consigues levantarte?

Él asintió con la cabeza. Aún herido, parecía determinado y fuerte. Laura pasó el brazo bajo el hombro de él y con dificultad, lo ayudó a levantarse. Él cojeaba, pero andaba.

Cada paso era un esfuerzo, y los dos casi cayeron por dos veces hasta llegar a la parada de taxi. Laura sabía que no daba para esperar por el autobús. Sabía quebrar todas las reglas que había impuesto así misma. Pero también sabía que no conseguiría dormir si lo dejaba allí.

En el trayecto hasta el edificio, ninguno de los dos habló. El hombre apretaba los dientes, el rostro sudado de dolor, pero se mantenía lúcido. Laura pagó el taxi con el dinero que había separado para los ingredientes de los dulces de la semana. Subieron las escaleras del edificio en silencio. Era demasiado temprano para que alguien estuviera despierto, ella agradeció por eso.

Ya en el apartamento, apuntó hacia el sofá.

— Tiéndete ahí. Yo voy a buscar el “kit” de primeros auxilios...no tengo mucha cosa.— habló mientras forraba el mueble con una toalla de baño.

Él apenas asintió, mientras ella separaba el alcohol, gasas y más toalla limpia, él rasgó el pantalón a la altura del muslo. La sangre había comenzado a secar, pero aún era grave.

Cuando Laura volvió, él no pidió ayuda, apenas extendió la mano para el frasco de alcohol.

— Puedes dejar que yo mismo resuelvo esto.— dijo con voz firme, como quien está acostumbrado a comandar.

— ¿Estás seguro?— Laura frunció el ceño.

— Absoluta. No llames a la policía.— él la miró con los ojos semicerrados.— Dame el celular.

— ¿Te has vuelto loco?

— Tu celular. No quiero tener sorpresas.— la voz de él era ronca y tenía un acento extraño.

— No tengo celular. Mira a tu alrededor. ¿Crees que iba a dar preferencia a un celular?

Él la miró con firmeza, tal vez intentando saber hasta dónde ella hablaba la verdad.

— Y hay más, "señor extraño", voy para mi cuarto. Arréglatelas... cuando yo salga, no quiero verte aquí.

— No voy a causarte problemas. Solo necesito de algunas horas.

Laura lo observó en silencio mientras él retiraba del bolsillo un pequeño puñal. Desinfectó la lámina con el alcohol y también la herida. Usó unas de las toallas limpias como mordedor y, sin titubear, se puso a retirar la bala de la propia pierna con la destreza de quien sabía lo que hacía.

No gimió, no tembló. Apenas rechinó los dientes. Usó el alcohol sin titubear y después presionó la gasa sobre la herida, fajando con firmeza. Era evidente que aquella no era la primera vez que él lidiaba con aquello.

Cuando terminó, se recostó en el sofá y cerró los ojos por un instante. Laura se acercó con una cobija fina y dejó sobre el cuerpo, él no abrió los ojos...

Ella se olvidó hasta del hambre.

Fue para su cuarto, cerró la puerta con llave, pero no satisfecha, jaló la cómoda y la colocó como una "barricada" en la puerta.

Aún así no conseguía dormir tranquila. En su cabeza solo venía la duda si actuó bien...

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