¿Qué pasa cuando la vida te roba todo, incluso el amor que creías eterno? ¿Y si el destino te obliga a reescribir una historia con el único hombre que te ha roto el corazón?
NovelToon tiene autorización de Daricha0322 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 4
Ya había pasado un año desde que Daniel y Ana habían aceptado la tregua Daniel aún continuaba tratando de llevar las cosas con Ana, pero está cada vez que podía le recriminaba a su infidelidad, él había notado cosas raras y había mandado a investigar a su esposa.
Ana se había mudado al antiguo despacho de Daniel, pero Daniel, fiel a la tregua, se había resignado a la cama de invitados. La casa se convirtió en un escenario de teatro. En privado, eran dos extraños que solo se cruzaban para dejar las llaves o hablar de la agenda de Martín. En público, eran los señores Méndez, la pareja perfecta.
El día a día era una coreografía agotadora:
Mañanas: Daniel bajaba a desayunar antes que Martín, solo para que, cuando el niño apareciera, pudieran sentarse a la mesa juntos. Ana y Daniel sonreían, hablaban de temas triviales y se daban un beso fugaz de "adiós" en la mejilla que a Daniel le sabía a ceniza.
Noches: Las cenas familiares eran un tormento. Martín no notaba nada. Pero Daniel captaba la frialdad implacable en los ojos de Ana. Ella lo miraba como se mira a un socio de negocios: con respeto profesional, pero sin afecto.
Mientras la farsa se desarrollaba en casa, Ana se transformaba en la oficina. El traje burdeos se convirtió en su uniforme. El dolor físico se canalizó en jornadas laborales de catorce horas. La empresa no era solo una venganza; era su terapia. Ella necesitaba demostrar que valía, que su cerebro no estaba enfermo y que su lucha por la vida tenía un propósito.
El apoyo de su suegro, el Sr. Méndez, fue su mayor pilar.
"Daniel es un buen chico, Ana, pero siempre ha carecido de tu visión a largo plazo," le dijo el suegro una tarde, revisando los reportes de crecimiento. "Me alegra que te 'tomaras el control'. Has salvado a mi empresa, y a Daniel le ha venido bien el escarmiento. Sigue demostrando lo que vales."
Ana sonreía y asentía, sabiendo que el "escarmiento" de Daniel era mucho más profundo de lo que su padre podía imaginar. El crecimiento del 40% en seis meses no era un mérito, era una obsesión.
Daniel, cumplió su parte del trato, Lo más duro era la farsa en casa. Ver a Ana, radiante de nuevo y no poder tocarla, no poder preguntarle qué había estado mal, lo estaba consumiendo. Se daba cuenta de que, si bien su traición había sido un error, la falta de comunicación de Ana había sido la mecha.
Una noche, Daniel regresó a casa y vio el coche de Ana en la entrada. Subió a su "habitación" y encontró sobre la cama una nota de ella: Cena formal esta noche. Los abuelos vienen a cenar. Trae un buen vino. —A.
Y junto a la nota, una camiseta suya que Ana había olvidado en su despacho: olía a su perfume. Por un segundo, Daniel recordó lo que era la vida antes de que ella se encerrara,
En lugar de traer un buen vino, Daniel fue al minibar de la cocina y se sirvió un vaso de whisky. Se detuvo frente al refrigerador. Un calendario de imán tenía circulada una fecha con rotulador rojo: "CITA Dra. H. 8:00 AM. Hospital X."
La fecha era de hacía tres meses. Daniel no le dio importancia. Seguramente una cita de check-up o algo de Martín. Pero al lado, había un frasco de pastillas de vitaminas. Abrió el frasco y sintió un olor metálico y químico. Eran las mismas que Ana tomaba hace meses, cuando se había aislado.
Un recuerdo golpeó a Daniel: la frialdad de Ana en su encierro, la pérdida de peso, la palidez en el cumpleaños de Martín. El miedo que sintió esa noche al verla en el jardín.
Daniel sintió un escalofrío. No eran vitaminas. ¿Qué rayos había estado ocultando Ana?.
La cena con los suegros fue perfecta. Ana, con un vestido impecable, hablaba de inversiones y expansión. Daniel, con su traje oscuro, asentía, actuando el papel del esposo orgulloso. El Sr. Méndez no paraba de elogiar a Ana, lo que hacía que Daniel se sintiera muy bien el sabía la mujer que estaba a su lado por eso el era siempre su gran admirador.
Al terminar la cena, los suegros se fueron, agradecidos. Martín se fue a dormir. La puerta principal se cerró y el silencio regresó.
Ana fue a la cocina y, sin mirarlo, comenzó a limpiar los platos. "La cena fue impecable. Gracias por tu actuación."
"No fue una actuación, Ana," dijo Daniel, con voz grave. Se acercó a la encimera. "Fui un buen esposo porque, por primera vez en meses, me recordaste cómo se sentía."
Ana se quedó inmóvil. "La función ha terminado. El año de la tregua está terminando. Los papeles del divorcio se firman en una semana. Eres libre, Daniel."
Ana recogió un plato, y este se resbaló de sus manos, haciéndose añicos contra el suelo. Era el primer signo de debilidad en un año. Se agachó, recogiendo los fragmentos con manos temblorosas.
—"Porque si hubieras querido el divorcio solo por mi error, habrías contado la verdad, me habrías avergonzado. Pero en cambio, creaste esta farsa, me permitiste salir, y te tragaste la culpa de mi traición. ¿Qué es lo que realmente perdiste en estos meses, Ana? ¿El matrimonio o algo más?"
Ana se puso de pie, con los ojos llenos de lágrimas, y por primera vez en un año, Daniel vio la vulnerabilidad detrás de la armadura.
"Perdí la fe en ti, Daniel," susurró ella. "Y ahora, por favor, vete. Mañana firmo el divorcio y tú serás libre."
Ana se retiró sin esperar respuesta. Daniel se quedó solo, mirando los platos rotos. Los cabos sueltos (el calendario, las pastillas, la vulnerabilidad) se unían en su mente, formando una verdad que no se atrevía a nombrar.