Giiuseppa Lo Vasto fue una leyenda en el mundo del crimen: elegante, letal, y temida hasta por los más poderosos. Sabe de moda, de seducción y de poder. Gobernó su cartel con inteligencia y mano de hierro… pero, al final, todo ese imperio se sintió vacío. Cansada de tanta sangre y traición, decide poner fin a su vida con una sola bala, preguntándose en sus últimos segundos qué habría sido de ella si hubiera elegido otro camino.
Despierta en un nuevo cuerpo. El de Aurora Rossetti una millonaria joven de 21 años, insegura, manipulada por su supuesta mejor amiga, y destruida emocionalmente por una traición que la llevó al suicidio. Ahora Giiuseppa tiene una nueva vida, una nueva cara, y una nueva misión: reconstruir a Aurora desde las cenizas, cobrar venganza en nombre de la joven que no pudo defenderse... y vivir, por fin, con dignidad.
Pero su pasado oscuro, su astucia afilada y su instinto de supervivencia no desaparecen. Esta vez, renacerá para hacer las cosas bien.
NovelToon tiene autorización de Marines bacadare para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
¿Qué te ocurrió?
Sala Creativa de IMPERIA, 11:30 a.m.
La sala blanca con mesa ovalada de cristal tiene varios bocetos encima; varios creativos están dando sus ideas para la próxima campaña. Rosseti & Co. Tiene bastante competencia, sobre todo Lunaria, otra gran gigante de la moda en Italia. La última línea en Imperia fue opacada por la de ellos, así que es personal y obligatorio destronar su nueva colección.
En una pared se proyecta una idea nueva parecida a la que se vio en la sala de juntas. Todos están atentos y concentrados; unos muerden su lápiz, otra golpea con la uña el cristal de la mesa y otro solo juega con su bufanda a modo de manía involuntaria al trabajar.
—Entonces, si pueden ver... —dice Bianca señalando el holograma—, la transición del look número tres al cuatro tiene que ser visualmente coherente. El corset plateado pasa al vestido estructurado, pero… algo no cuadra.
Aurora permanece en silencio, sin interrumpir. Observa la presentación desde un costado; tiene una carpeta roja delgada en las manos. Los creativos están sentados alrededor de la mesa de cristal, cada uno con su tablet y su café de origen imposible.
—¿Qué opinas, Aurora? —pregunta Bianca, girando apenas el rostro hacia ella, con una media sonrisa.
Aurora da un paso al frente.
—Puede retroceder a la imagen del corsé. Bianca hace caso y ella prosigue.
—La estructura es buena. El ángulo del escote, no tanto. El problema está en la dirección del corte sobre el busto. Aquí —señala sobre la imagen— rompe la línea de continuidad hacia la cadera. Es agresivo visualmente.
—Eso es intencional —dice una diseñadora joven, su coleta tan tensa que le achina los ojos y unas mechas de colores que le dan más volumen—. Queremos algo poco tradicional e innovador.
Aurora ladea la cabeza.
—Lo innovador puede ser elegante. Aquí se siente como un error, como algo forzado o muy estructurado.
Un murmullo recorre la mesa. Bianca entrecierra los ojos, pero no interviene. Aurora da dos pasos y cierra el portátil.
—¿Puedo mostrarles algo?
Los ojos giran hacia ella. Bianca asiente en silencio; está maravillada por esta nueva chica.
Aurora saca una hoja de la carpeta. Un boceto preciso a lápiz. Lo extiende en el centro de la mesa. Los trazos están marcados con indicaciones de texturas y refuerzos.
—Los dibujé anoche después de la junta. Inspiración barroca, pero actual. Aquí hay estructuras con líneas internas que acompañen la figura, no la fuercen. Miren aquí —señala—, el escote sigue el hueso esternón y se curva con una ballena oculta. Mantiene firmeza sin perder suavidad.
Uno de los creativos mayores toma la hoja.
—¿Tú dibujaste esto? Los ojos del hombre delatan su sorpresa.
Ella asiente.
—Solo yo y un grafito —agrega con un gesto seco—. A mano.
—¿Qué tela propondrías? —pregunta otro, intrigado.
—Zibellino, si quieren lujo sutil. Satén estructurado si buscan peso visual. En ambos casos, forro de lino mezclado. Nada que brille desde dentro. Eso mata su esencia.
Bianca se acerca. Mira la hoja en silencio. Aurora sostiene su mirada. No hay reto, pero tampoco sumisión.
—¿Y tú qué sabes de tejidos, Rossetti? —pregunta Massimo, desde la puerta.
La sala se gira hacia la grave voz, pero Aurora no lo hace.
—¿Me habla a mí, señor Greco?
Massimo entra con paso lento. Lleva el saco colgado del brazo y la camisa arremangada hasta los codos. Sus ojos grises están puestos en ella, afilados, llenos de reto.
—Sí. Me intriga. Hace un mes decían que eras una experta en delineado con brillantina.
La carcajada no llega, pero se intuye.
Aurora recoge su carpeta y la cierra con un clic suave.
—Y usted sigue creyendo que lo que se dice en los pasillos es verdad. Curioso para un CEO. ¿No lo cree?
Bianca disimula una sonrisa. Massimo, no.
El hombre se acerca más a ella y le detalla el atuendo: falda tubo un poco más arriba de la rodilla en un tono vino tinto, una camisa color crema de seda con una bufanda del tono de la falda y unos tacones de diseñador color crema. Esta vez lleva un moño alto que la hace ver un poco más adulta. —¿Estás cómoda aquí?
—Lo suficiente, señor Greco.
—¿Y crees que tienes algo que aportar? Su tono es intimidante, pero Aurora no se deja. Da un paso hacia él.
—¿Cree usted que no?
El silencio vuelve a caer como un yunque. Ella lo mira fijo, sin dureza, pero sin parpadear.
Massimo desvía los ojos hacia Bianca.
—¿Cuándo está la prueba de iluminación?
—A las cinco. Pero podemos moverla.
—No hace falta. Aurora vendrá conmigo.
—¿Perdón?
—Quiero mostrarle los estudios de grabación. Las campañas viejas. Lo que no sale en las revistas, como no recuerda nada, aunque antes no usaba su tiempo como ahora.
Bianca mira a Aurora.
—¿Está bien para ti?
Aurora asiente una vez.
—Claro. Si el señor Greco lo considera útil.
—Lo considero necesario —responde Massimo, girando sobre los talones.
A las 11:45 a.m. el ascensor baja dos niveles. Massimo y Aurora caminan en silencio. Sus pasos hacen eco. Él camina adelante. Ella no se esfuerza por alcanzarlo, simplemente lo observa. No va a negar que es guapo, pero ella no se mataría por él; lo hizo porque estaba cansada de tanta sangre y soledad.
—¿De verdad no recuerdas nada? —pregunta él de pronto, deteniendo su paso en seco y girándose para encararla.
—¿Eso importa mucho?
—Sí.
Ella no responde, solo fija sus ojos en él.
—Sé que no tuviste un accidente, Aurora, quisiste quitarte la vida, por mí, porque te rechacé. La carcajada que suelta la rubia es tan diferente que demuestra su poder.
—¿De verdad piensa eso? ¿Matarme... ¿Por usted? Aurora lleva sus ojos a su entrepierna.
—Imagino que debe tener un enorme... Ego. Vuelve su vista a sus ojos y sonríe; la mandíbula del hombre casi se parte por la presión.
—No es por ego, eso llegó a mis oídos. Su voz suena exasperada.
—Chismes y más chismes, está seguro de que es CEO; creo que debió ser periodista de farándula. Se ríe de lado y vuelve a decir
—Hasta donde sé, tuve un accidente; esa es la versión oficial, no sé cómo usted puede tener otra. Le levanta una ceja.
—No sé qué pretendes, pero Sabrina llegó llorando diciendo que te ibas a matar por mí y ahora resulta que sí estuviste en el hospital. Aurora arruga su cara y ladra su cabeza como pensando.
—¿Sabrina? Ah, ya, la joven que dijo ser mi amiga, pues no la recuerdo y si se fue dejándome a punto de suicidarme sin avisarle a nadie, dice mucho de su amistad —hace un gesto desinteresado con la mano.
—En fin, ya pasó y ahora estoy bien, aunque por más que lo observo no encuentro algo tan fuerte para matarme por usted, así que no creo que sea cierto. ¿Podemos seguir, por favor? Si las miradas pudieran matar, Aurora volvería a morirse.
Massimo se gira de nuevo y pasa una puerta de acero. Los estudios de producción son fríos, con techos altos y olor a tela nueva.
Massimo enciende las luces.
—Aquí grabamos la campaña de Roma. ¿Te suena?
Aurora entra. Mira las paredes negras, las cámaras, el fondo, todo.
—No. No me suena.
Massimo se apoya en una consola.
—Corrías de un lado al otro, gritando que querías una capa con plumas rosas. Te caíste. —Se rompió una cámara —dice con una de sus comisuras levantadas, recordando todo.
—Suena… estúpido —murmura sin girarse.
Aurora se voltea hacia él y cruza los brazos sobre su pecho.
—¿Te molesta que ya no sea estúpida?
Massimo parpadea lento. Su mandíbula se mueve.
—Me desconcierta. Esa es la palabra correcta.
—¿Por qué?
—Porque eras… diferente, menos complicada.
—Lo lamento por ti —dice ella, sin tono de burla.
Se acerca a la consola. Ve algunos clips congelados. Una imagen suya aparece en pantalla, más colorida, demasiado a decir verdad, riendo, con el cabello recogido en dos trenzas torcidas y un vestido chillón.
Aurora observa sin pestañear.
—¿Tú la extrañas?
Massimo baja la mirada.
—No sé. Creo que me gustaba más la alegría en ti.
—Era un disfraz —dice ella, cortante.
Massimo se gira para encender la pantalla grande. Aparece una campaña antigua. Ella en blanco y negro y una sonrisa que ya no existe.
—¿Qué te ocurrió?
—Ya lo dijeron. Un accidente.
—No. Me refiero a lo que te cambió. No puede ser solo eso.
Aurora lo observa, su espalda erguida y sus ojos queriendo ver a través de los de él.
—Tal vez no es lo que me pasó. Tal vez solo recordé lo que es verdaderamente importante.
—¿Y qué es eso?
—Hacer de Imperia la más grande de Europa.
Massimo se queda en silencio. Luego camina hacia la salida.
—Vamos. Ya viste lo suficiente.
Aurora lo sigue, sin apuro, pero con esa sensación de que le ha golpeado más de una vez.
Ese día se llena de diseños, reuniones y recorridos y, al caer la tarde, Massimo se sienta en su oficina; el reloj marca las 6:50 pm.
La luz de la tarde entra por un costado. Él está solo. Ha apagado su móvil y se ha quitado el saco, suspira en su asiento y se afloja la corbata.
El escritorio está limpio, salvo por una copa de whisky, sin hielo. Se dobla para alcanzar un cajón en la parte baja. Lo abre luego de marcar una clave y saca una foto.
Una aurora distinta, sonriente; su ropa es chillona y sus labios pintados de un fucsia brillante. Está abrazada a un cachorro con lentejuelas en el collar, pero a pesar de la explosión de brillo se ve preciosa.
Massimo se sienta. Coloca la foto sobre el escritorio y la mira un largo rato.
La imagen es ridícula y, sin embargo… la extraña.
—¿Qué te hicieron, bambina?
La voz se rompe en lo último, no hay respuesta; recuerda a aquella joven feliz, espontánea. Había sido su primer objetivo a pesar de cómo se vestía. Lo que hizo que dejara de verla era su actitud egoísta y su promiscuidad, según le decía Sabrina, esa manera de mostrar una cara y ser una persona sin escrúpulos solo por lograr lo que deseaba.
Por eso eligió a su amiga; ella era diferente, dulce, calmada y transparente, pero a pesar de todo eso, extraña a ese pequeño ciclón y no a esta nueva Aurora.
Ahora solo queda una mujer que camina por los pasillos como si fueran su pasarela personal. La que lo mira sin necesitarlo, lo reta sin decir palabras y, lo peor, lo ignora por completo.
Hablando de otro tema, pienso que Aurora no debería contarle a los papás quien es ella en realidad, para que causarles ese dolor? tal vez a Luca, ya que él no conoció a la verdadera Aurora y no sufriría esa perdida. 🧐🤔🇨🇴
hay que hacerlos sufrir a todos