La Generala Del General

La Princesa heredera Artemis de Greenwich entra del brazo del Archiduque Ríos - anuncio una voz a medida que ambos bajaban las escaleras.

La Princesa no pudo evitar entrar del brazo del Archiduque. Su padre la amenazó con hacerle daño a su hermana, que se encontraba en el palacio, sino lo hacía.

"Ni enfermo deja de amenazar" pensó Artemis, que entraba seria y tratando que el Archiduque no la tocará demasiado.

Se dió cuenta a medida que bajaba la escalera que al fondo del salón estaba Gabriel de pie, parecía molesto. Artemis observó que el general tenía los ojos más azules y opacos que de costumbre. Se extraño.

"¿Será su magia?" pensó. "Ojalá pudiera decirle que se calmará, que todo está bien" pensó de nuevo Artemis.

Al llegar al final de la escalera quiso soltarse del brazo del Archiduque, pero este la sostuvo con fuerza.

- No puedes irte, preciosa. Debes esperar junto a mi, hasta que se anuncie nuestro compromiso. - le dijo Ríos sonriendo, mirándola con morb*, mientras acariciaba con la mano libre su mejilla.

- Si no me suelta. Mis guardias lo destrozarán a usted y a su gente frente a todos los nobles presentes, y no me va a importar comenzar una guerra en este mismo palacio. Usted saldrá perdiendo más que yo. - amenazó la Princesa en voz baja y con frialdad. - así que le recomiendo que me suelte ahora mismo. - ordenó con igual tono de voz.

El Archiduque sin dejar de sonreír miró a su alrededor y se dió cuenta que varios guardias estaban atentos a lo que él hacía con la princesa, inclusive se dió cuenta que el General Gabriel parecía que lo iba a atacar en cualquier momento.

Así que soltó a la Princesa, pero le dijo,

- Se lo que sucede entre el General del Reino ruybí y usted, Alteza. Así que si no quiere que su padre la acuse de traición, espero que colabore y se case conmigo. - amenazó sonriendo malevolamente.

Ella no dijo nada y se apartó del Archiduque mientras hacía señas a sus escoltas que estuvieran pendientes. Ya ambos habían saludado al Rey y solo faltaba que anunciarán el compromiso. Eso la tenía nerviosa.

Camino hacia la mesa donde servían las bebidas y pidió vino. En ese momento llegó por detrás de ella, Gabriel y le susurro al oído,

- ¿Te molestó el Archiduque? - Artemis lo había visto acercarse, pero aún así se le erizo la piel al sentirlo tan cerca.

Sin voltear y tomando un sorbo de su vino respondió,

- Nada que no pueda manejar, mi general. - respondió en voz baja pero aún sería.

Gabriel había tomado una copa de vino y de pie al lado de la Princesa tomó un trago.

- No me lo pareció. - dijo un poco molesto.

Artemis giró un momento para mirarlo a los ojos, y de cerca se notaba que aún estaba molesto, sus ojos se veían de azul profundo y opaco.

- Controlate, Gabriel. Está noche nuestro plan comienza a cumplirse. Solo controlate y no hagas nada a menos que yo te lo pida, por favor. - le suplicó Artemis.

El General la miró, y respirando profundo para tratar de controlarse, y con las palabras de su amada, logró calmarse un poco, y sus ojos volvieron a su color azul cielo brillante, iluminados.

- Está bien. - murmuró Gabriel - desearía poder besarte en este momento. - expresó Gabriel, el deseo contenido en su corazón, mirando a las personas a su alrededor.

Artemis mirando hacia el trono, como ayudaban al Rey a levantarse, seguramente para hacer el anuncio de su compromiso, le respondió,

- Yo también quisiera besarte - susurró sin mirarlo.

Haciendo que fuera más difícil para ambos lo que pasaría a continuación.

Ya la hermana de Artemis había sido anunciada, como la segunda Princesa Ana. Así que mientras Artemis se acercaba a Ana para saludarla y esperar que la llamarán, observaban como el Rey se levantaba con dificultad y el Archiduque se paraba a su lado, y entonces sucedió, sin poder evitarlo, el Rey se desmayo, cayendo a los pies del Archiduque.

Todo paso muy rápido.

La música se detuvo. Todo quedó en silencio por unos segundos, hasta que escucharon a la guardia real entrar al salón y ordenar que todo el mundo se quedará en su sitio. Nadie podía entrar ni podía salir. Enseguida entre varios nobles, entre los que estaba el Archiduque Ríos, cargaron al rey y se lo llevaron a sus aposentos.

El médico real fue tras ellos. El asistente del Rey dijo que todos estuvieran tranquilos que ya habría información sobre el estado del Rey. Y fue entonces que la Princesa Artemis procedió a intervenir, aseverando la orden a su ejército de no dejar entrar o salir a nadie.

- Alteza, eso es demasiado. El Rey está enfermo, solo eso. Ya se recuperará. - aseguraba con una sonrisa el asistente.

- ¿Está seguro de eso? Mientras el médico no diga lo contrario trataré esto como un atentado hacia el Rey - exclamó en voz alta la princesa. Lo que hizo que los nobles y ministros presentes se asustarán. En el caso de un atentado ellos serían los primeros sospechosos.

Artemis se volteó hacia su hermana, mientras los soldados se apostaban en cada puerta, no solo del salón sino del palacio entero , a la espera de que había sucedido con él Rey. Claro que Artemis, Gabriel y algunos nobles que apoyaban a la Princesa, lo sabían.

- Hermana, es mejor que vuelvas a tu cuarto y te quedes allí con tu doncella. Enviaré dos guardias contigo para que te cuiden y no te dejen sola. - le pidió Artemis a Ana. La segunda Princesa miro a su hermana con curiosidad, y de repente sin preguntarle supo que su hermana tenía un plan contra el Rey.

- Está bien, hermana. Estaré a la espera de las noticias sobre padre. - respondió tomando las manos de su hermana. Artemis asintió. Y Ana se retiró con su doncella, escoltada por dos guardias.

Ella se giró y hablo con el capitán del escuadrón. Iría a ver qué sucedia con el Rey mientras tanto nadie debía salir de allí ni siquiera los nobles y ministros de la corte. Mucho menos ellos.

Con Gabriel había hablado esa mañana. Aunque todos creyeran que él estaba de espectador, en realidad debía está al pendiente de lo que sucediera por si acaso debía intervenir.

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En los aposentos del Rey, el médico determinó que habían envenenado al Rey. Intentaría salvarlo pero no había seguridad. Artemis estaba escuchando.

- Abriré la investigación de inmediato. Quien envenenó al Rey debe está aquí. - dijo la princesa mientras iba a hablar con él capitán del ejército para revisar las casas de los nobles que ya estaban bajo sospecha de traición. Entre ellos el Archiduque Ríos.

- No puede hacer eso Princesa. - protestaron el Archiduque y otros nobles presentes. Todos bajo investigación por orden de la Princesa Artemis desde hace varios meses.

Así que el siguiente paso seria revisar la casa de todos esos nobles, en total la mitad de los nobles se beneficiaban de negocios oscuros con el Archiduque.

Una hora después de la revisión, encontraron veneno en casa de la ciudad del Archiduque y se ordenó enviar una comisión a su territorio a revisar la mansión principal.

Y las mansiones de los demás nobles también fueron revisadas y se encontraron evidencias de sus negocios turbios y también de quienes eran sus cómplices en dichos negocios.

Mientras eso sucedia y llegaban las informaciones al palacio, al despacho de la Princesa, ella ordenaba fueran capturados los diferentes nobles y llevados a los calabozos. Fue entonces cuando llegó la información de la muerte del Rey Cillian.

Se presentó el asistente en su oficina para avisarle de la muerte de su padre, y de que ahora ella, por ser la princesa heredera, debía tomar el trono.

Artemis respiró profundo ante la noticia. Sabía que pasaría pero no había tomado en cuenta que tendría que asumir el trono.

 "¿Ahora que haré?" pensó.

- D-debo ver a mi padre, primero. N-no puedo creer eso. - dijo tratando de parecer creíble.

- Está bien, Alteza. Venga por aquí. - y el asistente del Rey la guío a la habitación de su padre, y luego la dejo sola allí.

Ella se quedó en silencio a distancia de la cama del Rey. En ese momento entro el médico y le explico que el daño que el veneno había causado en los órganos del Rey, habia sido grave y extenso, y por ello no había podido ayudar a sanarlo, ya que estaban muy dañados. Sin embargo, con la ayuda de la medicina que el médico le había dado había vivido un poco más, aún cuando no volvió a abrir los ojos.

Ella asintió, se acercó y una lágrima resbaló por su mejilla. Artemis se limpió la mejilla. Y se giro para salir de allí.

Había un reino que gobernar. Debía seguir con el plan, pensó.

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Gabriel observaba como se desarrollaban los acontecimientos. Podía ver a los nobles que apoyaban a Artemis como hablaban entre ellos.

Recordó cuando vio bajar a la Princesa Artemis por las escaleras al comienzo de la fiesta, con ese hermoso vestido color blanco y dorado, con escote corazón, y mangas cortas que dejaban sus hombros descubiertos, como la falda salía de su cintura, de forma amplia hasta el suelo. "Como deseó besar su cuello", pensó Gabriel.

Pero verla bajar con ese monstruo del Archiduque, lo enfureció. Sintió que no podía controlarse. De hecho sintió como se activaba su magia involuntariamente. Eso nunca le había pasado.

A pesar del poco tiempo que había estado en ese Reino, él se había dedicado a investigar a los nobles. Sobre todo a los más problemáticos como el Archiduque Ríos. Y se encontró con que el hombre tenía un negocio de venta de esclavos. Sobre todo, proveía niñas y jovencitas a diversos nobles dentro del Reino. No solo para ponerlas a trabajar de diferentes maneras, sino para su propia diversión. Eso le hizo recordar las carretas con cargamento de contrabando encontrada en la fronteras del Reino Rubí, con mujeres y niñas que iban a ser sacadas del Reino y por el cual fueron acusados varios nobles en su Reino, entre ellos el Conde Scott.

Aunque no tenía manera de probar que esas niñas y mujeres iban a ese reino, era bastante sospechoso, por la conexión posterior de la Condesa Scott con un familiar que vivía en ese reino y al cual le entregó a sus hijas.

Así que debía estar atento. En ese momento la situación política del Reino era inestable. Habían pasado varias horas, era de madrugada, y no dejaban salir a nadie del palacio aún y ya se había dado a conocer la noticia sobre la muerte del Rey. Eso había comenzado a generar polémica sobre quien debía tomar el trono. Y se escuchaba decir los que aseguraban que el Rey había dejado a su heredera y esta era la Primera Princesa Artemis.

Es allí donde la comisión del Reino Rubí debía intervenir. Ya las leyes se habían cambiado y habían sido aprobadas por la corte real. Una mujer podía heredar la corona igual que un hombre. Esa ley la había firmado hasta el Rey, tal vez inconcientemente.

Y también habían modificado una ley para convertirla en la ley de protección a las mujeres, así que no podrían obligar a las mujeres a casarse en matrimonios arreglados si ellas no querían.

En poco tiempo habían logrado mucho. Además que habían quedado de acuerdo para modificar las leyes de impuestos, para que también se beneficiarán los plebeyos de ellas.

Aún faltaba un largo camino que recorrer en cuanto a la organización legal del Reino, pero eso se realizaría poco a poco, luego que el próximo Rey o Reina tomara su puesto.

Mientras tanto, la corte de ministros y nobles del Reino Greenwich, presionaban a la Princesa Artemis a tomar el trono pronto.

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