Un repentino divorcio deja a Genoveva con el corazón destrozado y con la responsabilidad de la crianza de sus ocho hijos, que tienen entre 2 y 9 años de edad.
La vida la pondrá de rodillas, pero ella hará hasta lo imposible, para sacar a sus hijos adelante. Aunque no se sienta del todo orgullosa de sus acciones.
¿Podrá seguir adelante con su vida? ¿Volverá a creer en el amor?
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CAPÍTULO 6
Los pequeños estudiaban en el mejor colegio. Además asistían a clases especiales de futbol, los niños y de ballet, las niñas.
En realidad, la rutina de Genoveva era agotadora. Pero en este momento Genoveva lo agradecía, porque no tenía tiempo para llorar, ni para extrañar a su ex.
Los días pasaron volando y cuando Genoveva se dio cuenta un mes más había pasado. Ese día era viernes y cuando comenzó a caer la tarde la niñera se despidió. Genoveva había preparado una noche de pelis para sus niños y estaban terminando de preparar los últimos aperitivos, cuando escuchó el portón de la propiedad abrirse
Genoveva no pudo evitar que su corazón saltara de emoción. Su esposo había regresado. Y sí, ella se sentía como una tonta, una estúpida. Pero su corazón no entendía razones. Ella amaba a ese hombre. Ese hombre que la había desechado como basura, que la había cambiado por otra. Ese hombre que la lanzó al piso como un cristal inservible y la dejó romperse en mil pedazos. Pero aún así ella no podía controlar sus estúpidos sentimientos
Los niños comenzaron a correr de un lado a otro, llenos de emoción de ver a su padre. Después de varios meses y Genoveva no pudo evitar sonreír
Santiago, por su parte, abrió la puerta con su llave y entró cargando muchos regalos para sus niños
Genoveva se quedó inmóvil en el umbral de la puerta de la cocina, deleitándose con esa escena que quería inmortalizar en su mente. Su esposo era rodeado por sus ocho pequeños y recibían besos y abrazos de cada uno, mientras dejaba de caer algunos paquetes al piso
Sus hijos mayores lo ayudaron a recogerlos. El pequeño Esteban tomó uno de los paquetes y revisó su tarjeta
—Pa-ra: Ma-xi-mo —dijo el pequeño, haciendo la lectura silábica frente a todos
Los ojos de Santiago se llenaron de lágrimas. Su pequeño había tenido algunas dificultades para aprender a leer, pero al parecer había avanzado mucho
Santiago atrajo al pequeño hacia él y lo besó en la frente
—Felicidades, mi príncipe. Lo lograste —dijo Santiago, buscando la mirada de su esposa, para compartir el logro, pero Genoveva miraba fijamente a su pequeño. Ignorando completamente a su ex.
—Si papi, practiqué mucho para darte la sorpresa —dijo el pequeño lleno de emoción, mientras recibía los mimos de su padre
Por su parte, cada niño había buscado la tarjeta con su nombre y Máximo le había identificado los de los menores que apenas tenían dos años y se los había entregado para que ellos rompieran el papel de regalo y disfrutaran de sus obsequios
Genoveva permaneció inmóvil. Hasta que su mirada se cruzó con la de Santiago que lucía tierno ante sus ojos, al estar sentado con su costoso traje en el piso, rodeado de sus pequeños. Mientras que cada uno le enseñaba su obsequio. Como si él no supiera lo que había comprado para cada uno.
—Niños, jueguen un rato. Necesito hablar con su madre —les dijo Santiago a sus pequeños, mientras que el cuerpo de Genoveva comenzaba a temblar como una hoja seca de árbol, azotada por la brisa.
Ella siguió sin mostrar ninguna emoción. Se imaginaba que el hombre quería hablar de sus hijos. Pero al verlo acercarse a su portafolio, entendió que su momento más amargo había llegado. Que su pesadilla se había materializado.
__ buenas noches, Genoveva _ le dijo el hombre, con una mueca en sus labios.
Pero Genoveva solo asintió con la cabeza, sin ni siquiera responderle el saludo.
Santiago entendió su actitud. Ella no quería dirigirle la palabra, sin embargo, él saco unos documentos del portafolio y los extendió frente a ella.
__ Aquí tienes, la sentencia de divorcio. Ya estamos legalmente divorciados. Esta casa es tuya y te enviaré una mensualidad para tus gastos. Adicional a la de los niños. _ le expresó Santiago sin mirarla a los ojos, pero para su sorpresa. Genoveva solo volvió a asentir. Ella quería negarse a recibir un centavo de él. Pero ella no podía trabajar aún. No con sus hijos tan pequeños. Además, lo tomaría como una indemnización por sus diez años de servicio. Pero no emitió ninguna palabra, solo tomó el documento entre sus manos y lo guardó en una de las gavetas de la cocina, específicamente donde guardaban las especias. Como si él maldito papel lo tuviese ninguna importancia para ella.
Después caminó hacia sus pequeños y los besó en la frente
__ Amores, su padre tiene algo importante que decirles y después pasará con ustedes una noche de películas. Solo ustedes y él, aprovechen de ver todas las que quieran, mañana no hay escuela, demuéstrenle a su papi, cuanto lo extrañaron. Máximo me avisas cuando terminen _ le terminó de decir Genoveva, sin darle tiempo al hombre de negarse
Santiago tenía planes de cenar con Camila. Pero no tenía corazón para negarse a esa petición "tan sutil" de su exesposa y mucho menos a las caritas alegres de sus pequeños. Por lo que tomó su teléfono y le escribió un mensaje
📱📨__ No me esperes para cenar
Muchos avisos de mensajes de voz le llegaron. Pero Santiago, se imaginaban los gritos de reclamo de su novia y no los escucharía en frente de sus hijos. Entonces tomó su teléfono y lo apagó.
Genoveva se puso de pie frente a su ex y lo sintió temblar. Ella le había exigido que él mismo les explicara a sus hijos, los motivos por los cuales él no viviría más con ellos
Santiago deseó tener una máquina del tiempo. Santiago deseó no haber cometido tantos errores, sintió su corazón paralizarse. El era un CEO exitoso, acostumbrado a reunirse con hombres importantes y jamás había sentido tantos nervios como en este momento.
Sus hijos eran extremamente educados y estaban todos mirando a su padre atento. Esperando el anuncio
Los tres mayores sonreían con picardía. Ellos pensaban que se trataba de una nueva mudanza o de algún viaje de vacaciones
Pero cuando su padre, comenzó a hablar, sus ojitos se fueron llenando de lágrimas. Los más pequeños no entendían nada, pero solo lloraban imitando a sus hermanos más grandes
Máximo negaba con la cabeza, mirando fijamente a su padre con una expresión de reproche, mientras abrazaba a la pequeña Alana.