Enfrentando una enfermedad que amenaza con arrebatarle todo, un joven busca encontrar sentido en cada instante que le queda. Entre días llenos de lucha y momentos de frágil esperanza, aprenderá a aceptar lo inevitable mientras deja una huella imborrable en quienes lo aman
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Capitulo 2
Los días pasaron rápidamente, el día en el que le harían la biopsia finalmente había llegado, estaba nervioso sin embargo sabía que era necesario. Cuando llego al hospital las enfermeras lo llevaron a la habitación en la que se quedaría, le dieron una bata para que se cambiara y lo llevaron a la sala donde le harían el procedimiento.
El cuarto de procedimientos estaba completamente esterilizado, con un brillo blanco y aséptico que le daba una apariencia fría. Aliert, acostado en la camilla, observaba el techo mientras trataba de controlar los nervios. Aunque había escuchado a sus padres y a los doctores explicar el procedimiento, no dejaba de sentirse vulnerable.
El doctor Moier, un hombre de mediana edad con una expresión calmada, se acercó a la camilla, colocándose los guantes mientras hablaba con voz suave.
—Aliert, sé que este es un momento difícil, pero estás en buenas manos. Haremos todo lo posible para que te sientas cómodo. Hoy vamos a tomar una pequeña muestra de tu páncreas para entender mejor qué está causando tu enfermedad.
Aliert asintió con un pequeño movimiento, su mirada fija en el rostro del doctor. Aunque intentaba mantenerse sereno, su respiración estaba agitada.
—Vamos a comenzar con un sedante leve para ayudarte a relajarte y, después, una anestesia local. Esto significa que estarás despierto, pero no sentirás dolor durante el procedimiento.
La enfermera le administró el sedante por vía intravenosa, y poco a poco Aliert comenzó a sentir cómo su cuerpo se relajaba. Su mente se nublaba ligeramente, permitiéndole un respiro del constante temor que sentía desde el diagnóstico.
Con una mirada tranquilízate el Doctor Moier hizo lo posible por calmarlo— Vamos a empezar ahora. Voy a aplicar la anestesia en la zona abdominal. Sentirás una pequeña presión, pero no dolerá.
El doctor aplicó la anestesia local en el área cercana al páncreas. Después de unos minutos, comprobó que la zona estuviera completamente insensible, tocando suavemente para asegurarse de que Aliert no sintiera dolor.
— Para la biopsia, usaremos una aguja fina que se inserta en el abdomen. La guía de imagen nos ayudará a dirigir la aguja hasta el páncreas para obtener una muestra del tejido. Vamos a monitorear todo en tiempo real mediante ecografía para ser lo más precisos posible.
Aliert asintió ligeramente, sintiendo una presión profunda pero indolora mientras el doctor insertaba la aguja en su abdomen. La enfermera, a su lado, le sostenía la mano, ofreciéndole un pequeño consuelo durante el procedimiento.
El doctor miraba atentamente la pantalla de la ecografía, guiando la aguja hacia el páncreas. Se movía con precisión y cautela, y después de unos segundos, retiró la aguja con una pequeña muestra de tejido.
Con una sonrisa miro al joven acostado
—Muy bien, Aliert. Ya hemos terminado. La muestra se enviará al laboratorio para analizarla y, en unos días, tendremos los resultados que necesitamos para definir el siguiente paso en el tratamiento.
Aliert intentó devolverle la sonrisa, aunque el cansancio era evidente en su rostro.
La enfermera limpió la zona y colocó una pequeña venda sobre el sitio de la biopsia. Después, ayudaron a Aliert a sentarse lentamente, dándole unos minutos para el recuperarse.
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De regreso en la habitación de Aliert, el doctor Moier se sentó junto a él y sus padres, Camille y Thomas, que estaban visiblemente preocupados pero tratando de mantenerse firmes.
—Aliert, ahora que la biopsia está hecha, vamos a esperar los resultados, que deberían estar listos en unos días. Esta muestra nos dirá con certeza el tipo y la extensión exacta del cáncer. Dependiendo de los resultados, comenzaremos un tratamiento específico.
Con la mirada preocupada Camille hizo la pregunta más importante. —¿Cuáles son las opciones de tratamiento, doctor?
—Una vez que tengamos el análisis de la biopsia, valoraremos empezar con quimioterapia. En una etapa avanzada, la quimioterapia puede ayudar a reducir el tamaño del tumor y controlar los síntomas. Esto se administrará en sesiones, y ajustaremos la dosis según su respuesta al tratamiento.
Con una expresión seria Thomas miró al hombre —¿Hay algo más que podamos hacer mientras tanto?
Mirando a ambos padres respondió con calma. — Lo más importante es el apoyo emocional. Aliert necesitará fuerza y ánimo para sobrellevar los efectos de la quimioterapia, que pueden ser agotadores. Estaremos con ustedes en cada paso, y les daremos toda la orientación que necesiten para apoyarlo.
Aliert escucha en silencio, intentando procesar las palabras del doctor. Aunque le asusta lo que se avecina, siente un alivio leve al saber que tiene a sus padres a su lado.
Los días que siguieron a la biopsia se convirtieron en una especie de limbo para Aliert y su familia. Cada mañana, Camille y Thomas despertaban con la esperanza de recibir una llamada del hospital, y cada noche se acostaban agotados, con el peso de la incertidumbre sobre ellos. Intentaban mantener el ambiente en casa lo más normal posible para Aliert y su hermana Karla, aunque ambos notaban la tensión que se respiraba en cada rincón.
Aliert pasaba la mayor parte del tiempo en su habitación, leyendo y viendo series, mientras las náuseas y el cansancio lo consumían. Aunque sus padres y Karla intentaban animarlo, él sentía la sombra de la enfermedad cada vez más pesada.
Finalmente, después de varios días de espera, el teléfono sonó. Camille y Thomas recibieron la llamada del hospital, y esa misma tarde, llevaron a Aliert a la consulta para recibir los resultados. Todos estaban nerviosos, tratando de disimular su ansiedad.
Cuando llegaron, el doctor Moier los recibió en su despacho. Su rostro estaba serio, aunque mantenía la empatía en su mirada.
—Gracias por venir, familia Lemoine. Sé que han sido días difíciles, pero ya tenemos los resultados de la biopsia.
Camille tomó la mano de Aliert, como si quisiera darle fuerzas a través del contacto, mientras Thomas mantenía una expresión tensa.
—Aliert, los resultados confirman que el cáncer en tu páncreas está en una etapa avanzada. Esto significa que el tumor ha crecido y, en tu caso, ya no es operable. Sin embargo, existen opciones de tratamiento que pueden ayudarnos a reducir el tumor y a controlar la enfermedad.
Aliert asintió, asimilando lentamente lo que el doctor le decía. La palabra “inoperable” resonaba en su mente, pero intentaba mantener la calma.
Con la mirada tensa Camille observo al doctor —Doctor… ¿qué implica el tratamiento? ¿Qué podemos esperar?
Mirándolos a todos con empatía le respondió lo más tranquilo posible.
—Vamos a empezar con la quimioterapia lo antes posible. La quimioterapia ayudará a reducir el tamaño del tumor y a aliviar algunos de los síntomas, como el dolor y la fatiga. Esto no será fácil; algunos efectos secundarios pueden ser muy duros, como las náuseas y la pérdida de energía. Pero es una opción que puede darle calidad de vida a Aliert y ayudarnos a combatir el cáncer.
Con voz baja Aliert se dirigió al medico
—¿Cuánto tiempo... me queda?
Camille y Thomas se miraron, ambos con lágrimas en los ojos. Sabían que era una pregunta difícil, pero también entendían que su hijo necesitaba honestidad.
Con delicadeza miro al joven mientras explicaba —Aliert, la medicina no es una ciencia exacta, y cada paciente responde de manera distinta al tratamiento. Mi objetivo es darte la mejor calidad de vida posible y luchar junto a ti. No estamos pensando en cuánto tiempo, sino en cómo haremos para que cada día cuente. Te prometo que haremos todo lo posible.
Aliert asintió, sintiendo la mezcla de miedo y tristeza en su pecho, pero también una pequeña chispa de esperanza.
Poniendo una mano en el hombro de Aliert, Thomas tranquilizó a su hijo —Hijo, estamos contigo. En cada paso. No estás solo en esto.
—Mañana mismo podemos programar la primera sesión de quimioterapia. Recibirás medicamentos para ayudarte a lidiar con los efectos secundarios. Quiero que recuerden que, aunque este proceso es difícil, cada día de tratamiento es una batalla en la que avanzamos juntos.
De vuelta en casa, el silencio envolvía a la familia. Karla, que había estado esperando ansiosa, observó la expresión en los rostros de sus padres y entendió que las noticias no eran buenas.
Aliert se sentó en el sofá junto a su hermana, y ella se acurrucó a su lado, sin decir una palabra. Él miró a su hermana, notando el temor en sus ojos.
Intentando sonreír calmo a su hermana —Eh, esto es solo una pelea más, ¿verdad? Ya sabes, siempre fui bueno para las peleas.
Abrazando fuertemente a su hermano lloro en silencio — Sí, y eres el más fuerte. Lo sé, Aliert… lo sé.
Ambos padres solo observaron a sus hijos en silencio.
Al día siguiente se despertaron temprano para poder ir al hospital, sabiendo que apartir de ahora esa sería su rutina nadie se quejó.
Aliert estaba en la sala de quimioterapia, recostado en una silla reclinable, con una fina manta cubriéndole las piernas. Los sonidos de los monitores y el constante goteo del líquido en la vía intravenosa se mezclaban en el ambiente. Había otras personas a su alrededor, todas en silencio, cada una enfrentando su propia batalla. Camille estaba a su lado, leyendo una revista aunque claramente preocupada; sus ojos volvían una y otra vez a su hijo.
La enfermera se acercó para ajustar la velocidad de la infusión, y le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
—¿Cómo te sientes, Aliert? —preguntó la enfermera amablemente.
Aliert esbozó una sonrisa débil.
—Bien… bueno, lo mejor que puedo.
Sintió el líquido frío recorriendo sus venas. La incomodidad aumentaba poco a poco, y con ella el mareo y las náuseas que la enfermera le había advertido. Camille lo miró preocupada, sosteniendo su mano en silencio, como si intentara transmitirle fuerzas.
Aliert cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de concentrarse en el hecho de que esta era solo una batalla de las muchas que tendría que enfrentar.
A pesar de los estragos del tratamiento, Aliert se negaba a faltar a la escuela más de lo necesario. Deseaba con todas sus fuerzas que al menos una parte de su vida permaneciera como antes. No quería que sus compañeros supieran lo que estaba pasando; no soportaba la idea de ser "el chico enfermo" en su salón. Así que cada mañana, a pesar del cansancio y el malestar, se arreglaba y se dirigía a clases como siempre.
Pero era difícil ocultarlo. Su piel estaba cada vez más pálida, su energía se agotaba rápido, y sus ojos parecían siempre cansados. Apenas se concentraba en las clases, y cada vez le resultaba más difícil fingir que todo estaba bien.
En una de las clases, mientras intentaba enfocar su vista en el pizarrón, sintió la mirada de su compañero de pupitre, Daniel Moor. Daniel era uno de los pocos amigos que siempre lo había apoyado en silencio, pero últimamente parecía observarlo con más atención.
Cuando sonó el timbre, Aliert comenzó a recoger sus cosas con movimientos lentos. Daniel, sin embargo, lo miraba fijo.
—Oye, Aliert —dijo Daniel, con un tono de voz suave pero serio—. ¿Puedes hablar conmigo un momento? A solas.
Aliert sintió un leve escalofrío, pero asintió. Sabía que Daniel sospechaba algo, y no estaba seguro de si estaba preparado para decirle la verdad. Sin embargo, la sinceridad en los ojos de su amigo lo hizo seguirlo hasta una esquina vacía de la escuela, en uno de los pasillos menos transitados.
Daniel se detuvo y miró a Aliert con preocupación.
—¿Qué te está pasando? —preguntó con franqueza, sin rodeos—. Has estado… diferente. Pálido, cansado. Faltas a veces y cuando vienes, no eres tú. ¿Qué pasa, Aliert?
Aliert bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras. Parte de él quería decirle que no pasaba nada, que solo era un malestar pasajero. Pero también sabía que Daniel no se tragaría una mentira tan simple. Finalmente, respiró hondo y levantó la vista, encontrando los ojos de su amigo.
—Tengo… cáncer, Dani —susurró, apenas capaz de pronunciar la palabra—. Cáncer de páncreas. Me diagnosticaron hace poco y… estoy en quimioterapia.
El rostro de Daniel palideció, y sus ojos se abrieron, como si las palabras lo hubieran golpeado de lleno. Se quedó en silencio por un instante, procesando lo que su amigo acababa de confesarle.
—¿Cáncer? —repitió, con la voz quebrada—. Aliert, no tenía ni idea…
—Nadie sabe. No quiero que me miren como “el chico enfermo”, ¿entiendes? Solo quiero… que todo siga como antes.
Daniel asintió lentamente, tratando de recuperar la compostura. Dio un paso hacia Aliert y, sin pensarlo, le puso una mano en el hombro.
—No tienes que hacerlo solo —le dijo en voz baja, con firmeza—. Estoy aquí. No voy a dejar que enfrentes esto sin ayuda, ¿entiendes?
Aliert sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, aunque intentó contenerlas. El miedo y el agotamiento que había estado acumulando parecían disolverse un poco ante el apoyo incondicional de su amigo.
—Gracias, Dani —murmuró, su voz apenas audible.
Daniel asintió, esbozando una pequeña sonrisa.
—Aquí estoy. Cuando necesites algo, sea lo que sea… solo avísame. Esto no cambia nada entre nosotros, ¿de acuerdo?
Aliert asintió, y por primera vez en mucho tiempo sintió que la carga en su pecho se aligeraba. Sabía que el camino sería duro, pero tener a alguien a su lado, alguien que no lo tratara como un enfermo, le daba la fuerza que necesitaba.
Ambos se alejaron del pasillo, y aunque ninguno volvió a mencionar la conversación, una nueva conexión había surgido entre ellos.