Mis Tres Vidas

Luego de varias horas de recorrido al fin perdimos a los guardias, les era imposible seguirnos. Arón dormía aún sobre el lobo, había pedido mucha sangre. Hicimos una parada en la cima de un acantilado, bajé con cuidado y el lobo volteo su enorme lomo para que Arón reposará sobre el pasto. Seguía profundamente dormido, revisé su herida con mucho cuidado de no despertarlo. Por suerte ya había cicatrizado.

Miré al lobo y le dí las gracias, este comenzó a transformarse. Comenzó a erguirse y su columna enderezar. Fue tomando forma humana y al terminar su metamorfosis pude apreciar su verdadera identidad en su totalidad. Era mi padre, el rey de los elfos del bosque Buery quien nos había salvado de un destino fatal.

Corrí hacia su cuello y quedé colgada a él en un gran abrazo que demoró horas. Estaba feliz de verlo, aunque también tenía mucho que explicar. Había desobedecido y saltado todas las normas con mi viaje. Me había casado con un humano sin su consentimiento y lo no había regresado en la fecha prevista tampoco.

Karla al llegar a nuestro hogar en el bosque Buery, se encargó de hacerle ver a mi padre lo testaruda y desenfrenada que estaba con relación a los humanos. Fue tal la preocupación de mi padre por lo explicado por ella que vino el mismo a buscarme. No podía darse el lujo de perderme. De e no regresar a buscarme como lo hizo, tal vez no hubiéramos salido con vida de allí.

Me pidió regresar a casa, olvidarme del humano. Tenía un mundo por delante, un futuro prometedor a su lado. Próximamente, vendrían elfos de otras partes del mundo para desposarme, mi matrimonio con el humano no valía para nada en nuestro mundo. El no significaba nada, era solo un trozo de piel, el cual en menos de un siglo dejaría de existir, en cambio, nosotros no.

Me negué a dejarlo, no imaginaba mi vida sin él. Yo sabía que existía la magia antigua, donde había hechizos capaces de convertirme en humana de ser presiso. Lo sabía por el grimorio de Ágatha, mi trataratataraabuela. Ese era el castigo que se le daba a los elfos que cometieran un delito grave. Se les condenaba a la vida humana y su fragilidad.

También existía otro en el que los humanos podían ser elfos. Ya que ese era otro castigo que recibían a los que se podían capturar. Luego se le entregaban a los humanos para que murieran desangrados y sintieran en carne propia lo que nos hacían sentir a nosotros.

Mi padre que daba la vida por mí, estaba en un dilema. Hacer cualquiera de estas dos opciones llevaba una repercusión moral. Ya que al complacer mi capricho podría dar pie a que otros elfos quisieran lo mismo. No podía complacerme así tan fácilmente. Se le ocurrió una solución. Lo dejaría al destino, mediante una prueba de vida.

Consistía en que debíamos probar nuestro amor. Para ello yo tendría tres oportunidades. Me daría tres vidas en épocas diferentes, dónde reencarnaría y tendría la oportunidad de conocernos, pero él no podía recordar mi existencia. Si lograba en esas tres épocas que me amara podríamos irnos al bosque Buery y convertirlo en elfo.

Sino seguiría mi camino a partir de este punto como mismo estábamos. Yo elfa, el humano, viviríamos hasta que la muerte nos separara, si yo era lo deseaba podría regresar al bosque Buery y continuar mi vida. No lo pensé dos veces y acepté la oferta. Entonces mi padre hecho un hechizo sobre ambos, nos trasladó hasta el bosque Buery.

Allí nos dió una poción a ambiente, a él inconciente le hizo beber, para que durmieramos hasta ver el desenlace de nuestras reencarnaciones. Arón aún dormía, mi padre le dio el brebaje y mandó a Karla a cuidar de su abuela mientras esto ocurría. Caí en un sueño profundo con la fé de que todo saldría bien.