En una pequeña ciudad dominada por las tradiciones, Helena se enfrenta a un futuro incierto cuando su padre es acusado injustamente de un crimen que no cometió. Desesperada por limpiar su nombre, acude a Iván del Castillo, un juez implacable y frío, conocido por su estricta adherencia a la ley. Sin embargo, lo que comienza como una simple búsqueda de justicia, rápidamente se convierte en un intenso enfrentamiento emocional cuando Iván, marcado por un oscuro pasado, se siente atraído por la apasionada Helena.
A medida que ambos luchan con sus propios demonios y los misterios que rodean el caso, Helena e Iván descubren que la verdad no solo pondrá a prueba sus convicciones, sino también sus corazones. En un mundo donde la justicia y el amor parecen estar en conflicto, ¿podrán encontrar el equilibrio antes de que sea demasiado tarde?
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Capitulo 18
El peso de las emociones acumuladas se hizo insostenible. Helena e Iván se encontraron solos en la oficina, la tensión entre ellos vibrando en el aire como una tormenta a punto de desatarse. Cada palabra no dicha, cada mirada cargada de significado, los había llevado hasta ese momento.
—Helena... —susurró Iván, su voz ronca, intentando contenerse. Pero la determinación que siempre había mostrado comenzaba a desmoronarse bajo el peso de sus propios sentimientos.
Helena, de pie frente a él, sentía que su corazón latía desbocado. No podía evitarlo. Cada vez que estaba cerca de Iván, algo dentro de ella ardía, una atracción que no podía controlar. A pesar del dolor y la incertidumbre que ambos enfrentaban, el deseo mutuo se había vuelto innegable.
—No podemos... —murmuró Iván, acercándose a ella, sabiendo que estaba cruzando una línea que jamás había imaginado cruzar—. Esto está mal, Helena.
Pero mientras hablaba, sus palabras carecían de convicción. Los dedos de Helena rozaron los suyos, y ese contacto fugaz fue todo lo que necesitó para que las barreras que habían construido se vinieran abajo.
Sin pensar, sin detenerse a considerar las consecuencias, Iván tomó su rostro entre sus manos, y antes de que pudiera detenerse, sus labios se encontraron. El beso fue lento, lleno de una intensidad que los abrumaba a ambos. Era la culminación de todo lo que habían reprimido, de todas las emociones que, hasta ese momento, se habían negado a aceptar.
La noche se volvió un torbellino de pasión, de cuerpos entrelazados y susurros cargados de anhelo. En ese instante, todas las barreras que los separaban desaparecieron, y lo único que importaba era el presente, la conexión que compartían.
Pero ambos sabían que aquella noche lo cambiaría todo. Nada sería igual después de esto.
Iván se separó de ella, apenas unos milímetros, sus respiraciones entrelazadas en el aire cargado de deseo. Los ojos de Helena brillaban, llenos de emociones que ella misma no podía comprender del todo. El silencio entre ellos era abrumador, como si las paredes mismas de la habitación contuvieran el peso de lo que acababa de suceder.
—No debimos... —susurró Iván, pero su mano aún descansaba en la curva de su cintura, negándose a soltarla.
—Lo sé —respondió Helena en un hilo de voz—, pero no quiero arrepentirme de esto.
El conflicto en el rostro de Iván era evidente. Su deber, su código moral, le gritaban que aquello era un error, pero su corazón, por primera vez en años, estaba dispuesto a ignorar la razón. Era consciente de que, al ceder, había roto una de sus reglas más estrictas. Había permitido que sus sentimientos lo guiaran, algo que jamás se habría permitido en otro contexto. Pero con Helena, todo era diferente.
—Esto cambia todo —murmuró él, apartándose finalmente, aunque sin despegar la mirada de los labios de Helena, como si quisiera grabar ese momento en su memoria para siempre.
—Sí... —Helena lo observó con una mezcla de tristeza y esperanza—. Pero tal vez, Iván, algunas cosas están destinadas a cambiar.
Sus palabras resonaron en él como un eco, y aunque no estaba preparado para aceptar lo que sentía, sabía que no podría seguir ignorándolo por mucho más tiempo.
El silencio de la madrugada era interrumpido solo por el latido acelerado en el pecho de Helena. Los recuerdos de lo que había sucedido entre ella e Iván se mezclaban en su mente, confundiendo la razón con el deseo. La duda la atormentaba: ¿había sido solo un desliz, un momento de debilidad? ¿O aquello significaba más?
Iván, por su parte, observaba el techo desde la cama, su mente en constante conflicto. Lo que había ocurrido era más de lo que jamás había permitido, más de lo que había pensado que era capaz de hacer. Helena había derrumbado sus defensas, y ahora, en ese vacío, lo único que quedaba era un caos emocional.
—Esto no puede repetirse —dijo Iván, su voz sonando como una sentencia. Pero incluso mientras lo decía, sentía que la determinación que había guiado toda su vida se desmoronaba.
Helena lo miró, sabiendo que las palabras que acababan de intercambiar no podían borrar lo que sentían. El aire entre ellos estaba cargado, pesado con las emociones que ninguno de los dos sabía manejar.
—¿Por qué? —preguntó Helena en un susurro, temiendo la respuesta pero necesitando saberla.
Iván cerró los ojos, como si con eso pudiera escapar de la realidad, pero las emociones eran implacables.
—Porque si esto sigue, no podré ser imparcial —admitió, finalmente, con una voz que revelaba el peso de su dilema.
La verdad se había revelado entre ellos. Lo que había comenzado como una tensión innegable ahora se había transformado en algo mucho más complicado y peligroso.