Daniela es una joven madre soltera que vive con su madre. Una mañana llega a su puerta un hombre joven buscando a su madre. Su nombre es Enrique, un joven militar que ha venido a cumplir la promesa que le hizo a su mentor. En este breve encuentro, Daniela y Enrique sintieron una conexión con tan solo mirarse. ¿Acaso todo lo sucedido ha sido un capricho del destino para que ellos se conocieran y juntos poder sanar sus heridas del pasado?
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Capitulo VII Decisiones.
Eran las 5:30 am del miércoles y como todos los días sonó la alarma en el teléfono de Enrique quien levantó la cabeza y buscó en la mesa de noche su celular para apagar la alarma, necesitaba dormir, ya que no pudo hacerlo hasta la madrugada y no tenía nada importante que hacer, más que esperar la respuesta de Elena. Apagó el celular y siguió durmiendo.
En otro lugar a esa misma hora. Daniela intentaba levantarse, prácticamente no había dormido nada, pero debía ser responsable e ir a trabajar, apagó la alarma dijo una pequeña oración y se levantó al baño, hizo sus necesidades y se preparó mentalmente para el día, comenzó con el café, hoy definitivamente necesitaría mucha cafeína.
Sintió el olor a café recién colado que inundó sus fosas nasales - Uf, que rico, -dijo en voz alta. Se sirvió la primera taza, colocó una cucharada de azúcar y se sentó a saborear ese mágico líquido, ante de hacer todo lo demás.
Se dispuso a realizar el desayuno, y la merienda para su hijo, debía irse temprano a trabajar, donde trabaja es una zona rural no hay transporte público y debe caminar una distancia de casi cuatro kilómetros diarios para llegar y la misma cantidad al regresar, es una comunidad pequeña y muy colaboradora, todo gira prácticamente en torno a la escuela, durante 30 minutos prepara un desayuno nutritivo para ella y su hijo, prepara unos sándwiches de queso para la merienda y un cambur, lleno el termo del niño con su jugo favorito. Y se dispone a cambiarse de ropa.
Despierta a su hijo, lo lleva al baño mientras el niño hace sus necesidades, sirve la mesa y se sientan a desayunar, el niño parloteaba sobre su trabajo escolar que debía entregar y ella lo ayudaba a comer, introduciendo en su boca trozos de la tortilla de huevos que le había preparado, no era consciente que su comida estaba intacta y peor ya no tenía intención de comer, por el momento, el niño era la prioridad.
Al cabo de unos minutos terminaron y continuó arreglándose, ya los dos juntos se vestían como en una coreografía, abriendo gavetas y sacando cosas que iban colocándose hasta que estuvieron listos. Daniela observó a su hijo y esbozó una sonrisa, y le dijo: - a tiempo campeón.- a lo que el niño respondió: - Solo debes peinarme, Mami. -Sabes que debes aprender tu solito, ya estás grande. Y caminó rápidamente hacia un lado de la habitación donde estaban colocados en orden artículos para el cepillado del cabello, destapó una botella y colocó suficiente gel en sus manos, lo esparció y los puso en la cabeza de su hijo dándole pequeños masajes, luego lo peinó y le sonrió,- Ahora sí, listo y hermoso, puedes buscar tus cosas, mientras acomodo la merienda.
Dejo al niño en la habitación preparando su morral y ella salió con su bolso ya listo, a guardar en él la merienda de Joshua, siempre la llevaba ella, ya que él acostumbraba a comerla por el camino, al pasar frente a la puerta de la habitación de su madre abrió levemente y se fijó que seguía dormida, puesto que escuchaba un leve ronquido, decidió no molestarla, cuando llegara hablarían seriamente.
Cerró la puerta con sumo cuidado de no despertarla y se dirigió a la cocina en donde se fijó que su desayuno quedó intacto, decidió taparlo y colocarlo sobre el microondas para que su mamá lo pudiera comer, colocó la merienda en su lonchera y decidió llevar otro cambur para ella, esta vez llevaría también un jugo de parchita.
Ya listo todo, nos vamos, al mirarse en el espejo de su habitación donde todavía está su hijo observa sus profundas ojeras productos de una noche de desvelo, bueno haré algo con ellas más tarde, por ahora un poco de maquillaje solucionará, coloca el protector solar y luego algo de maquillaje, un color en los labios y listo, mejoró el aspecto, una sencilla cola de caballo, tomo su gorra y la del bebé y nos vamos dijo.
El niño asintió y abrió la puerta de entrada, ella pasó el interruptor para apagar las luces de fuera de la casa, miro su reloj que marcaba las 6:45 am y pensó justo a tiempo, cerró la puerta de la casa y salió cerrando también la pequeña puerta de la cerca que daba a la calle.
Al final de la calle se podía escuchar el ruido de unos perros que jugaban entre sí gruñendo y ladrando, y por un momento reflexionó en la rutina que había realizado todos los días durante cinco años que estaba en su trabajo.
Al salir del callejón que daba acceso a su casa y tomar la vía principal que conduce al pueblo vecino donde queda su institución de trabajo, ve asombrada que viene una camioneta que se para a un lado, no reconoce el auto, por instinto aprieta la mano de su hijo. En fracciones de segundo bajan el vidrio del auto y se encontró con esa mirada que no la dejó dormir anoche.
¡Oh por Dios! Pensó. -Buenos días, señorita Daniela, - escuchó que la saludaba el teniente, con una sonrisa impecable, de esas que te bajan las medias. Nerviosa, respondió:
- Buenos días, sí viene por mi mamá aún está dormida, es mejor no molestarla., respondí y haciendo un gesto con mi rostro esperé su respuesta.
- A ciencia cierta ella me dijo que llamaría, pero soy impaciente, dijo.
Me despido y digo voy tarde a mi trabajo. Y continuó mi camino con la mano de mi hijo bien asegurada.
